La doctora Alexis
del C. Rojas Paredes, profesora de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, Núcleo Valera, Venezuela escribió el excelente trabajo sobre mi novela La región vacía que pueden leer a continuación:
“La vida
brota y transcurre atravesada por dos
fuerzas
contradictorias: la de la preservación,
y la del abismo de
la muerte”.
Víctor Bravo
En su deslumbrante uso del lenguaje
como enlace subjetivo de la
narración, en esa interconexión entre
lenguaje y mundo, llamado los juegos
del lenguaje por Wittgenstein,
donde “sólo es posible imaginar combinaciones no existentes de elementos
existentes” (1968:60), Mario Szichman
recrea, en su última novela, La Región Vacía (2014, Madrid: Verbum),
obra que tiene como referente existencial la tragedia que sacudió de manera nefasta
a Nueva York, y al mundo, el 11 de septiembre de 2001. Hecho trascendente de
carácter dramático, que el escritor, con excelente madurez narrativa,
transfigura en un hecho discursivo sugestivo, fundado en la confluencia de
historias, las cuales, desde la intimidad de los personajes, revelan experiencias vividas y relaciones de
significación. Szichman entreteje diversas individualidades que despuntan la
intersubjetividad del discurso estético, connotando, entre sus posibilidades
interpretativas, sentidos que se mueven entre la conmoción y la contemplación,
erigidos desde la sensibilidad artística que reproduce espléndidamente en sus
personajes.
Bajo esta mirada, el autor
reconstruye y resignifica la historia discursiva en la cual el curso de los
acontecimientos y el entrecruzamiento de
variados sucesos y escenarios estructuran
una isotopía narrativa, simbolizada, sin duda,
en los collages de Marcia. Las realidades
cotidianas de los protagonistas: Marcia y Jeremiah, a quienes distancia, pero a
su vez acerca, la tragedia producto de la postura y los propósitos de los
líderes adversarios: Osama bin Laden y George Bush. Las alertas de seguridad del ex funcionario del FBI cinceladas desde
el encubrimiento, la incertidumbre y lo impredecible en tres marcas temporales,
se pone de manifiesto en la representación de niveles perceptivos e
imaginativos que deslumbran a partir del tono del lenguaje, el matiz reflexivo
y la experiencia placentera.
En esta confluencia de historias narrativas
que arman el collage de la obra, el
autor reconstruye de forma intercalada y con minuciosa descripción, el encubrimiento del plan terrorista de Osama bin Laden al este de
Afganistán, las estadías, intercambio de
información y desplazamiento de los miembros de Al Qaida, “Viajaban en sus cuerpos, pero ya estaban
escindidos de ellos. No tenían pensamientos trascendentes. La idea de
inmolación había cedido paso a las tareas burocráticas que debían cumplir…” (Szichman,
54); fines que logran superando misteriosamente todos los controles de seguridad en los aeropuertos. Se trataba de sujetos a quienes hacía actuar:
“Una furia incubada en siglos de frustración, apaciguada en cinco
rezos diarios, propulsada por la injusticia, atenuada por escasos momentos de
ternura y espoleada por la aflicción, por la eterna aflicción”, que “movería
edificios enormes, y los disiparía hasta sus cimientos. Sus vidas se
disolverían en un instante sin dolor, como si nunca hubieran existido”. (62).
Todo ello en medio de la normal
cotidianeidad de la existencia neoyorquina, de la impensable destrucción del
World Trade Center, y en un día de trabajo educativo del Presidente George Bush. No obstante, es significativo
destacar cómo el narrador, a través del personaje Patrick Cassidy, exfuncionario del FBI y luego Jefe de seguridad de buena parte de
las torres gemelas, instaura referencias
que enmarcan la catástrofe como los “vaticinios” fundados por el personaje sobre los planes de Al-Qaida,
los cuales eran desestimados por los jefes; así como la “legendaria
vulnerabilidad” y las “fallas estructurales” de construcción reiteradamente
divulgadas: “Una arquitecta había dicho
en el New York Times que podían convertirse en las lápidas más gigantescas del
mundo” (130), actos evasivos que llevan
al lamentable infortunio.
Este hecho, de indudable conmoción,
dado a los estados de afectación
individual y colectivo, visto desde el mismo instante de la tragedia y
de los momentos sucesivos del impacto
del primer avión de American Airlines, y luego el segundo, provoca la perplejidad
e incertidumbre, tanto en las personas
que están dentro de las torres gemelas, como en familiares y colectividad en
general, llegando a representar momentos de vértigo signados, en primer lugar, por la progresión de marcas temporales
definitorias –víspera, el amanecer del
11 de septiembre de 2001 a las 4:00 am;
traslado hacia el aeropuerto, 8:00 am; el primer ataque, 8:46 am; el segundo a las 9:03 am- y en segundo lugar,
por cada evento impredecible y las consecuencias de los instantes posteriores; atravesados en un
discurso narrativo cargado de mucha
expectación, sin llegar a imprimir el
sello dramático que desencadenó la crueldad de los acontecimientos o
victimización del hecho histórico social como tal.
En este orden interpretativo,
podemos apreciar el comportamiento y los
estados emotivos de Marcia, madre de dos ejecutivos que mueren dentro de la Torre Norte, personaje protagónico, quien a través de la
comunicación telefónica con sus hijos, a
la par de las imágenes televisivas de CNN, revela la marcha de la tragedia, en el curso de los acontecimientos, las sensaciones vividas de angustia y
confusión: “funcionaba como en sus
collages. No había continuidad. Trataba de ir reajustándose a la novedad.”
(147). Todo se torna en incertidumbre y
finalmente en desolación. Marcia:
Tras la muerte de sus hijo afrontó el duelo…Se
sentía incómoda en ese mundo de deudos y de víctimas donde nadie decía la
verdad. (…) buscaba algún tipo de racionalidad. Odiaba las palabras imprecisas,
los golpes en el pecho, la idea de que un cataclismo se había abatido sobre
Nueva York,… La aterraba pensar que mataban
simplemente por el placer de matar (…) Marcia decidió finalmente
abandonar la congoja colectiva. Al menos en su soledad estaba ausente la mentira”.
(68-69)
El personaje enfrenta su aflicción
y vacío terrenal/ espiritual en la búsqueda constante de un aliento de vida que
le permita recobrar la contradictoria
preservación de sus hijos.
En el transcurrir de este paralelismo
muerte, vacío y aflicción, la trama narrativa entrecruza los personajes protagónicos Marcia y Jeremiah,
periodista responsable de reportar las infaustas consecuencias del atentado de las torres gemelas, en
escenas progresivas de encuentros y desencuentros, que nos muestran diversas
singularidades de vida, de relaciones de significación, sobre experiencias, conceptos, que evidencian
, pero también despiertan deseos e intenciones “Venga vamos a protegernos –le dijo Jeremiah (…) He decidido que a
partir de este momento, mi tarea es protegerla, hacerla feliz y llevarla a la
cama” (80-81). Por lo que en medio de episodios de aflicción se introduce
una serie de elementos isotópicos que
perfilan un estado de contemplación en
los protagonistas, tanto de las condiciones físicas como de los objetos de realización profesional y de los
diálogos intersubjetivos.
Es importante referir, aquí, que la
noción de contemplación más allá de su concepción como conocimiento y unión con
Dios recogido por los postulados
místicos, se percibe en un sentido
amplio como una mirada que emana placer,
como la aproximación que se genera entre
el sujeto-sujeto y el sujeto-objeto, producto de la observación atenta, valorativa y reflexiva del encuentro o de la realidad observada; es decir una
contemplación por el otro y lo otro.
Entre las diversas definiciones de
la contemplación, cabe mencionar la de Manuel Belda, Profesor de la
Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma), quien señala que el significado
original del término «contemplar» encierra un triple contenido: a) se trata de mirar,
pero de un mirar con atención, con interés, que involucra la dimensión afectiva
de la persona; b) dicho interés procede del valor o calidad que
posee la realidad contemplada; y c) este mirar comporta una presencia o
inmediatez de dicha realidad. En este sentido, se puede decir que la capacidad
de contemplar demanda estimación de algo
que va más allá de lo observado, lo que hay al otro lado del límite.
A la luz de esta noción de contemplación
se desnuda la intimidad de la vida afectiva y condición humana de los
protagonistas, en un acercamiento de aparente
contradicciones que a lo largo de sus
andanzas se reconvierten:
Ahora no tiene la mirada de un pescado
– dijo Marcia observando a Jeremiah.
-Le queda muy bien el
cabello mojado. Debe ser muy bella al salir de la ducha (…)
–No usted no es un pescado.
Usted es un extraterrestre. ¿Por qué me mira así?” (80-81).
De igual modo, la atención e interés hacia los objetos como el
deslumbrante bolígrafo de Jeremiah, por ejemplo, la observación analítica e indecible sobre los
collages de Marcia, los diálogos enjuiciadores
sobre sus experiencias de vida: agonía y muerte de la esposa de Jeremiah, los
amantes de Marcia y la vida de sus hijos; constituyen actos de sensibilidad
humana, con mirada valorativa y reflexiva,
vistos inclusive en un comportamiento de fines contradictorios de Osama bin Laden:
Cuando regresó del baño, observó a Amal
al-Sada, su esposa más joven. Estaba amamantando a su hijo…Él se sentía en sus
brazos como si fuera un niño, la amaba con ternura. (…)Sabía que nunca podía
volver a vivir como un ser humano normal…Estaba destinado a morir en la Región
Vacía. (86-87)
Estas escenas que marcan sentidos
de contemplación, entre otras, se dimensionan al final de la novela, cuando los protagonistas parecieran entender los conflictos de sus vidas, al
reconocerse uno en el otro, al apostar a una nueva forma vida signada por el
misticismo, la compasión y la esperanza;
representada en un primera instancia por el deseo inalcanzable de Marcia de volver a ver a sus hijos por última vez, y en
la búsqueda afanosa de Jeremiah por satisfacerla. Para ello, ambos intentan su
fin, Marcia en la elaboración del collage
con las fotografías de la infancia de
sus hijos y Jeremiah en una búsqueda milagrosa para responder a lo prometido. Cito en extenso:
Observó el
collage. Lo más difícil para Marcia había sido conseguir las fotos donde sus
hijos se sonreían mutuamente mientras saltaban del muelle en Lake George (…) Estaban
elegantes, como si antes de saltar se hubieran mirado al espejo y dado un toque
a las corbatas…Como trasfondo no estaba la torre desde la cual habían saltado,
sino las montañas Adirondacks. Era una de las transgresiones que Marcia había
cometido en el collage. Tuvo que
pintar gama verde en las orillas del lago para ocultar la nieve. Otra
transgresión. Luego pegó el collage con la figura de sus hijos. Era una visión
extraña. La pintura verde había encubierto la nieve, pero la nieve había hecho
brillar el lago con una luz que no
pertenecía al verano. Volvió a observar el collage.
Nunca había visto a sus hijos tan felices. Hacía mucho tiempo que no se sentía
tan desdichada. (211-212)
Marcia volvió
a contemplar la fotografía…allí estaban sus hijos. Al menos la foto los había
preservado intactos. (…) Ningún rostro era reconocible, pero Marcia observó las
figuras, y descubrió a sus hijos por sus posturas… Sus hijos parecían
desconcertados, afectados por la incertidumbre. (214)
Vemos en estos extractos, cómo la noción de contemplación revela
la realidad observada en una aproximación del sujeto-objeto que trasgrede el
límite de lo observado para generar “una forma posible de mirar las cosas”, la
ocultación y la manifestación de la preservación ante la negación de la muerte de
sus hijos.
De igual modo, tenemos en una segunda instancia, la historia final de los protagonistas,
quienes de manera reflexiva llegan a conocerse y reconocerse desde las
diferencias y la identificación, en las que cada uno ve en el otro la
posibilidad de establecer una relación
distinta a las experiencias amatorias anteriores; pues marcados por sus
perturbaciones, ahora apuestan al milagro y la esperanza como fuente de vida:
Jeremiah pensó
que la vida junto a Marcia era un milagro.
´Pero Jeremiah
no piensa en todas esas cosas tristes´, reflexionó Marcia. ´El cree en los
milagros´. (…)
Marcia rezó a
la esperanza. (…) Jeremiah era el comienzo de algo sin un final previsible.
Aterrador pero magnífico.
Jeremiah
recordó que la esperanza es eterna e inevitable.
Marcia caviló
en un concepto que nunca había relacionado con los hombres en su vida: la
devoción…
Jeremiah
asumió que su misión cotidiana era conquistar a Marcia, aplacar sus miedos,
hacerla avanzar en todo aquello que amaba. (215)
De manera que el hecho trascendente de La Región Vacía, más allá de un referente
existencial, constituye, desde una connotación semiótica, un discurso estético revelador de subjetividades que se
entrecruzan de manera significativa, que desde el acercamiento interpretativo
mostrado, se mueven entre las denominadas nociones
de conmoción y contemplación,
que dibujan, parafraseando a Bravo, las “fuerzas
contradictorias de la vida”, referidas en el epígrafe.
Szichman,
con un dominio de estructuras narrativas, hace de la trama todo un juego
discursivo, haciendo confluir entre las escenas de conmoción y contemplación la
presencia de personajes artísticos –elemento recurrente en las obras del
escritor, particularmente en Eros y la
Doncella- con expresiones que le
otorgan una alta dosis de recreación e imaginación al texto. Los collages de Marcia, quien “no despegaba
de amateurs”, unidad
estructurante de la novela; los bocadillos
para cine de Jeremiah; las fotografías
de Ralph, en “su eterno proyecto” y la
dramaturgia del Tío Augustus, “siempre era su misma obra”; representan los
matices y entreactos que irrumpen la
tragedia, desde la controversia y posturas críticas- reflexivas ante el oficio.
Sin duda, La Región Vacía constituye un discurso estético
magistralmente enunciado en sus formas expresivas desde un manejo impecable del
lenguaje; esto es, al decir de Wittgenstein
(1953) “un todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está
entretejido”, signada en el recorrido narrativo
por las dos condiciones contradictorias
de la existencia humana: vida-muerte. Creación literaria que por la manera en que el
escritor se apropia de los acontecimientos y sus personajes, hace posible
revelarnos una historia que funda al decir de Ricoeur, “el genuino poder
referencial del texto”.
Referencias
Bibliográficas:
Ricoeur, P.(1995) Teoría de la Interpretación. Discurso y excedente de sentido. México: Siglo veintiuno
Szichman, M. (2014) La Región Vacía. Madrid: Verbum
Wittgenstein,
L. (1968) Los cuadernos azul y marrón.
(Traducción de la edición inglesa: Francisco García Guillén. Madrid: Taurus,
1993
Wittgenstein,
L. (1953) Investigaciones filosóficas. (Edición bilingüe. Trad. García Juárez
y Moulines. México: Instituto de Investigaciones Filosóficas. 1988
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