miércoles, 30 de mayo de 2018

La mujer elemento. Amacoy, fantasmas del viento


Mario Szichman


La mujer elemento
Amacoy, fantasmas del viento
“Mi Delta del Orinoco  es el mismo
Que Cristóbal Colón, en su tercer
Viaje, descubrió
Y llamó Tierra de gracia.
¡Esa es mi tierra,
Esa inmensidad de agua
Que desemboca en el mar!
Milagros Mendoza


Decían del cuentista norteamericano Ring Lardner que describía personajes “cuando creían que nadie los estaba escuchando”.  Cada narrador tiene su estrategia de escritura. Algunos toman distancia con sus personajes, otros se involucran con ellos de manera apasionada. La escritora de Mysteries Dorothy L. Sayers, cayó perdidamente enamorada de su personaje, Lord Peter Wimsey, algo que siempre destacó.  
Pero existe otra alternativa a los terceros en discordia: permitir al narrador llevar la voz cantante. En ese caso, es para que los demás escuchen. La magia consiste en hacer creer que la voz es un monólogo interior y puede relegar al prójimo.
Acabo de releer Amacoy, fantasmas del viento, de la escritora venezolana Milagros Mendoza. Esta es mi segunda lectura. 
Siempre he dudado de la credibilidad de un escritor que parece espontáneo. Es imposible la espontaneidad cuando frente a él existe una página en blanco, que necesita ser cubierta de caracteres. Pero hay otra espontaneidad: la narrativa. Es calculada, sabe diferir los encuentros, arrastrarnos a un pasado, sorprendernos con lo inesperado, con impensados comentarios, o sagaces cambios de escenario que permiten la irrupción de personajes capaces de colmar la escritura.  
Pienso en The Catcher in the Rye, de J.D. Salinger, pienso en Catch 22, de Joseph Heller, o en los cuentos de Ring Lardner. Hay una frescura, un desparpajo, una irrupción de acotaciones que informan de una voz flamante, solo interesada en contar experiencias o situaciones que afectan en primer lugar a quien relata. Y eso también forma parte de la magia del autor.
El novelista y crítico literario Geoffrey O´Brien se preguntó en cierta ocasión cuáles habrían sido las reacciones de los primeros lectores del escritor Jim Thompson tras iniciar la lectura de una de sus novelas, esos paperback originals que se vendían en quioscos de periódicos a 25 centavos de dólar el ejemplar.  
Dispuesto a pasar algunas horas de sano escapismo, decía O´Brien, el consumidor de la barata novela comenzaba a leer, seducido por el folklórico humor del narrador, y por el énfasis de sus frases. “Y cuando creía que se hallaba a punto de descubrir la verdad acerca de un asesinato, un robo, un secuestro, caía a través de un hueco en las profundidades”, añadía O´Brien. “No, no se trataba de las profundidades de una ciudad, sino de una mente. Y nadie era capaz de ofrecerle al lector un pasaje de retorno”.

LA MAGIA DE CONTAR

Ignoro cómo ha hecho Milagros Mendoza para desdoblarse en ese personaje, “la mujer elemento”, que nos cuenta sus dramas, sus triunfos, sus fracasos, su desesperación, siempre a viva voz. Y con una autenticidad que demuele todas las objeciones. Esquivando lo trillado, lo previsible, lo encasillado.  
“El aire, últimamente, ha señalado mi vida”, dice al comienzo. “Me desplazo de un continente a otro a través del aire. Cambio de mundo, de gente, de amigos, de familia. Llego a un nuevo destino que se me hace extraño y comienzo a pensar en lo que dejé. Abro las gavetas buscando cosas que no encuentro, porque no están ahí, se quedaron atrás...       
“Solo siguen igual mi soledad, mi desarraigo, mi necesidad de no pertenecer a nadie, ni a nada, ni a ningún país. El tener que acostumbrarme rápidamente al lugar donde estoy perdida entre mis propias cosas ajenas, en ese momento…”
Esa elegía, ese reclamo a viva voz, se desplaza a través de las páginas, en medio de toda clase de peripecias, algunas trágicas, otras humorísticas, pero en un persistente primer plano. Y, al mismo tiempo, con una pasión muy controlada. Recuerda a esos filmes en rewind, donde primero observamos la catástrofe y solo después la preliminar reparación.  
La mujer elemento nos habla de sus amantes, de su familia, de su país, de sus eventos, de sus encuentros, de sus escasos momentos de paz, de los sempiternos momentos de acecho. No hay repliegues, o lugares donde esconderse. No hay simulación, o presagio. Es imposible anticipar lo que ocurrirá en la próxima página, en el siguiente episodio.  
Milagros Mendoza trabaja dos vertientes: el realismo y la magia. La mujer elemento está profundamente enamorada de una Venezuela pasmosa, representada por su sitio de origen: Tucupita, en las márgenes del río Orinoco. La región, ubicada en el Delta Amacuro, fue bautizada por Cristóbal Colón Tierra de Gracia.  
Cuando los novelistas de otras latitudes escriben sobre Venezuela, no pueden eludir los territorios del origen. Basta leer The Lost World, de Arthur Conan Doyle, para entender la fascinación por esos mundos imprevistos que poco tienen que ver con la Venezuela actual.
En esos lugares, un mito arrastra a otro mito. A veces, parecería que el verdadero fundador de Venezuela fue el Tirano Aguirre, un personaje bigger than life que incursionó en esas soledades buscando El Dorado.   
Cuando Milagros Mendoza recorre con su prosa esos territorios, nadie puede dudar de su auténtica fascinación por esa tierra de gracia que se perdió en algún recodo de la historia para ser reemplazada por seres de escasas ambiciones –excepto la ambición de saquear—aglomerados en sitios de los cuales se encuentra excluida la grandeza.

LA NARRATIVA ÉPICA

Cada escritor hace su apuesta. Milagros Mendoza apuesta a ese pasado épico, a lo telúrico, a todo aquello que despierta el delirio de una resurrección.  
Es una mujer de mundo, ha recorrido continentes, pero sigue fascinada con la Venezuela de su infancia, con los aromas de su infancia, con ese pueblo indígena que conoció en su infancia. Y emplea esa Venezuela como cuaderno de bitácora.
Además, pertenece a un selecto núcleo de escritores venezolanos que sembraron un camino muy prolífico.  
Cuando pienso en Amacoy, de inmediato me viene a la mente Cubagua, del gran Enrique Bernardo Núñez. La isla de Cubagua parece suspendida entre un pasado de esplendor, gracias a sus madreperlas, y a un presente cargado de infortunio. También recuerdo País Portátil, de Adriano González León, donde hay que aferrarse al pasado de Venezuela –La tierra roja y heroica—para no desesperar de un presente en el cual hubo muchos anticipos de un futuro tenebroso.

LIDIAR CON EL PRESENTE

Hay épocas en que la literatura pasa a segundo plano. Eso suele ocurrir cuando los habitantes de un país viven en prosperidad, o se hallan sumergidos en falsas esperanzas.
Pero Venezuela ha superado esa etapa. O más bien, ha retrocedido décadas. Y de repente, hay una necesidad de volver a leer sabias palabras de quienes no se han dejado arrastrar por los anhelos de la inestable mayoría, o por las promesas de sus salvadores de la patria.
El país requiere reflexión. Y sus mejores pensadores, investigar por qué Venezuela está en permanente decadencia. ¿Es posible emerger de las ruinas señaladas en Cubagua, en País Portátil, y ahora en Amacoy?
Los habitantes de una nación pueden ignorar muchas cosas, y en Venezuela, un país de desmemoriados, muchos se acostumbran a desdeñar aquello que transcurre delante de sus ojos. 
Pero la literatura siempre termina triunfando. No apela al instante, sino al transcurso del tiempo. Explora seres humanos y alternativas. Y, sobre todo, recuerda. Recuerda que existió otro país, y que existió otra gente. Recuerda no solo la cotidianeidad, sino también los milagros; se concentra en la magia, en el esplendor, y desdeña la torpeza de seres humanos carentes de visión, y de audacia, solo concentrados en lo efímero, y cuya mayor virtud parece ser el saqueo.
Cuando la protagonista pregunta en su sitio de origen:
— ¿Quiénes son los Amacoy?--  le responden:  
 —Simplemente son leyendas de la selva de una tribu fantasma que aparece con un fuerte viento frío, todos se pintan de blanco y desaparecen rápidamente.
Hay en Amacoy una sensualidad, un amor por la vida, una persistencia –de afectos, de admiración por la tierra de gracia– que obliga al lector a rendirse ante la voz de la autora.
Nunca me convenció el término de “realismo mágico”, pues evoca a todos esos sagaces empresarios que se apoderaron de tierras canjeándolas por cuentas de colores.
Pero hay en este relato algo que trasciende el realismo tradicional.
Milagros Mendoza nos ayuda a confrontar dos mundos, y curiosamente, el mundo del pasado, del ensueño, del sortilegio, triunfa sobre la realidad. Posee una cuota de heroísmo, de reto, de temeridad, imposible de encontrar en el presente.   
La travesía de su protagonista tiene todos los atributos de una búsqueda. Hay escenas muy bellas, y otras terribles, plagadas de vericuetos. Hay asesinatos, accidentes devastadores, enfermedades malignas. Pero los lectores no se perderán en laberintos. O en el desconsuelo. Serán tutelados con la ciencia de quien sabe explorar, y amar la vida. Además, esta tarea cargada de incertidumbre tiene como guía a una dama muy sabia: la mujer elemento.
-----------------------0--------------------------------
Amacoy, fantasmas del viento, fue impresa en España por la editorial Caligrama en abril de 2018. La edición estuvo a cargo de  la profesora Carmen Virginia Carillo.



sábado, 26 de mayo de 2018

Lo importante no es llegar: lo importante es partir. Las primeras 200 mil visitas a mi blog.


Mario Szichman


Foto: Diego Riera Da Costa


Cuando la profesora Carmen Virginia Carrillo me propuso que creara un blog, en abril de 2013, le dije rotundamente que no. Ni siquiera sabía cómo hacerlo. La profesora Carrillo me dijo que ella se podía encargar de la parte técnica. Yo solo tendría que escribir artículos, de unas cinco o seis páginas cada uno. Con dos artículos por semana sería suficiente.
En esa época también colaboraba con el periódico Tal Cual de Caracas, y escribía para esa publicación entre dos y tres artículos por semana. Y tenía también proyectos de algunas novelas. Me parecía agobiador sumar ocho artículos más por mes. A cinco o seis páginas por artículo, eso involucraba una carga adicional de alrededor de 40 páginas mensuales.
  
Fast—forward. Hoy, 26 de mayo de 2018, mi blog tiene publicados 526 artículos. A un promedio de cinco páginas, son un total de 2.630 páginas. Una novela mía suele tener un promedio de 250 páginas. Eso equivale a 10 novelas.  

Por supuesto, el blog no me privó de escribir cinco novelas más, todas ellas bajo la supervisión y edición de la profesora Carillo. Dos de ellas ya han sido publicadas: Eros y la doncella, sobre el Reino de Terror en Francia, y La región vacía, que tiene como tema central el ataque a las torres gemelas de The World Trade Center. También ha sido traducida al inglés con el título de The Empty Region. (Ambas fueron publicadas por la editorial Verbum, de Madrid.)
A WORK IN PROGRESS


Descubrí bastante tarde que la escritura no es una labor solitaria, sino a cuatro manos. Estuve 20 años sin publicar, aunque nunca cesé de escribir, simplemente porque no sabía cómo confeccionar una novela, crear personajes creíbles, eludir puntos muertos. Me lanzaba a escribir, y en algún momento tropezaba con un callejón sin salida, y debía abandonar el manuscrito. 
Cuando concluí la trilogía narrativa de la familia Pechof, (La verdadera crónica falsa, Los judíos del Mar Dulce, A las 20:25 la señora pasó a la inmortalidad, todas ellas editadas luego por la profesora Carrillo), pensé que estaba agotado como escritor.  
Afortunadamente, Nelson Luis Martínez, director del diario Ultimas Noticias de Caracas, me convenció que escribiera una novela sobre El Precursor Francisco de Miranda. Fue como un vuelco del destino. Los grandes hombres promueven en los escritores vastas alucinaciones. Y mi extravío llegó al punto que hice hablar a Miranda en primera persona, lo sumergí en los delirios de la Revolución Francesa, lo hice transitar por algunos de los episodios históricos más relevantes de finales del siglo dieciocho y comienzos del siglo diecinueve, y lo mostré como un héroe trágico.  


A Los Papeles de Miranda siguió Las dos muertes del general Simón Bolívar, donde también puse a hablar al Libertador en primera persona, y Los años de la guerra a muerte, quizás la novela más feroz de toda la trilogía, gracias a la presencia del asturiano José Antonio Boves, quien tenía costumbre de sumergir a los patriotas en barriles de melaza hirviendo.
Aunque era más fácil la manera de narrar, pues me estaba guiando por episodios históricos, sabía que necesitaba algo más: el funcionamiento de la imaginación dialógica.

LA REPUDIABLE SOLEDAD DEL ESCRITOR

Siempre pensé que una mujer alteró la manera de narrar de Dostoievski: su esposa, Anna Grigoryevna Snitkina. Anna era estenógrafa, y ayudó a Dostoievski a terminar su novela El Jugador en 26 días. Y luego, como compañera inseparable, colaboró en la transcripción de varias de sus novelas.
Pero existía un elemento adicional: cuando Dostoievski comenzó a trabajar con Anna, cambió su técnica de escritura y comenzó a dictar en voz alta. Y en esas circunstancias, el método de narrar altera su curso. Haga el lector la prueba de escribir algunos párrafos, y luego, repítalos en voz alta. Podrá comprobar que hay una variación en el texto, tal vez por la entonación, quizás porque el énfasis se deposita en otras palabras.  
El método tan ponderado de Mijail Bajtin de La imaginación dialógica tiene varias posibilidades, pero todo confluye en lo mismo. En tanto en la narrativa tradicional hay un personaje central y varios secundarios, en la escritura de Dostoievski nadie es prima donna. En Crimen y Castigo, es obvio que el personaje central es el estudiante Raskolnikov. Pero sus ideas y métodos, inclusive su tesis de que el asesinato de la vieja usurera y su hermana tiene como propósito un bien mayor: favorecer a otras personas, pronto queda disuelto en los interrogantes de otros personajes.
Y, lo más interesante es que el personaje más detestable, Svidrigailov, un amoral a quien no repugna cometer asesinatos, es más lúcido que Raskolnikov.  
Eso deja al lector sumido en un total desconcierto. Si la novela carece de un personaje capaz de decidir la moral de una acción ¿qué le resta al lector?  
Hasta Dostoievski, el escritor era el ser supremo, decidiendo qué estaba bien, y qué estaba mal. Con Dostoievski, el lector es apremiado para decidir el conflicto, junto con los personajes de una narración.   
La imposición del lector como jurado, si no al menos como juez, ha traído interesantes cambios en la escritura de novelas.  Han perdido su actitud rectora, navegan en la ambigüedad. Hay un tercero en discordia, que es el lector.

FAST—FORWARD POR SEGUNDA VEZ

Finalmente, un consejo: nunca rechacen un desafío. Sin el blog, nunca hubiera podido escribir más de 500 artículos en cinco años. Tampoco hubiera logrado explorar algunos de mis temas favoritos: la novela de aventuras, el policial noir, ciertos episodios históricos, algunas demencias políticas.   
Varias tramas que aparecieron luego en mis novelas fueron anticipadas en el blog. El blog siempre fue material de discusión con la profesora Carrillo.
Y de esa discusión, siempre surgieron ideas provechosas. Otras, en cambio, tras ser puestas a prueba en el blog, fueron excluidas de mis novelas de común acuerdo.
El blog es como un enorme cajón de sastre. Permite toda clase de experimentos.
Como acotación final: nunca rehúsen una propuesta hasta explorar sus entretelones. Siempre pueden surgir cosas sorprendentes.




miércoles, 23 de mayo de 2018

Eros y la doncella: La decapitación de Maximiliano Robespierre




Para la profesora Carmen Virginia Carrillo.
Sin ella, esta novela no existiría.


       La ejecución de Maximiliano Robespierre, luego que envió a miles de sus enemigos al cadalso, pertenece a la historia del grotesco. Robespierre era un hombre muy atildado, que solía empolvar su blanca peluca. Particularidad que no suelen recordar los libros de historia, y que quise evocar en mi novela Eros y la doncella, sobre La Gran Revolución, publicada por la editorial Verbum.
La imagen que, para muchos franceses, quedó de su maltratada figura, es el eje del episodio que a continuación les ofrezco. 
         Mario Szichman.



“Uno tras otro, los veintidós condenados fueron conducidos hacia el cadalso, para enfrentar al verdugo Sanson y a sus dos ayudantes. El convencionista Couthon gritó y rogó, y se ensució los pantalones de miedo.
Henriot, el ex comandante de la guardia nacional, fue arrastrado hacia el cadalso cargando en su chaleco los excrementos de los demás. Un precario parche de pirata le cubría el ojo desprendido de un bayonetazo, suspendido de sus ligamentos sobre una de sus mejillas.
Cuando estaban a punto de subirlo por las escaleras, un espectador desprendió el ojo de los ligamentos y huyó con el trofeo. la mayoría de los condenados fueron empujados o transportados hacia la báscula, cada vez más ensangrentada. las cabezas comenzaron a apilarse en los redondos cestos forrados de cuero. Sus torsos fueron asidos uno tras otro por los dos ayudantes de Sanson y arrojados en carruajes alfombrados de paja. Solo Saint Just, el único ileso de la jornada, pudo marchar al cadalso sin ayuda, conservando su frialdad y su desdén hasta el final.
El vigésimo primer espécimen que recibió la doncella fue el de su amado Maximiliano.
Robespierre observó desde el carruaje a los veinte condenados que lo precedían, el charco de sangre que se iba ampliando en torno a la base de la plataforma. Para él era un espectáculo novedoso y molesto. Nunca le habían apasionado las ejecuciones.
 El tribuno sintió su cuerpo escindido en diferentes trozos. Cada uno lo atormentaba como una articulación machacada. Era imposible que todos esos trozos pudieran acomodarse a la báscula.
Sobre su cuerpo lucía, como un palimpsesto, la famosa chaqueta de seda de color azul que seis semanas antes había usado, inmaculada, durante la Fiesta del Ser Supremo. La chaqueta estaba manchada de sangre. la sangre que seguía manando de su herida en la mandíbula apenas si podía ser absorbida por el vendaje anudado en la coronilla.
Los dos ayudantes de Sanson comenzaron a subir el cuerpo de Robespierre por la escalera. El tribuno fue contando los escalones. Sus manos manchadas de sangre se balanceaban sobre los brazos de los ayudantes de Sanson. Sus pies golpeaban duro en cada escalón. El vendaje que intentaba sostener la mandíbula unida a su boca parecía formar parte de su nuevo rostro. Cuando lo empujaron hacia la báscula, sus rodillas flaquearon. Durante algunos segundos quedó apoyado en la báscula, despatarrado. Luego lo amarraron a la báscula con cinturones de cuero. Sintió la sangre pegajosa fundirse con la sangre que humedecía su venda.
Por primera vez el tiempo se congeló. Aunque separaban a Robspierre escasos segundos de su ingreso en la eternidad, el tiempo cesó de transcurrir. El relámpago iluminó el área del cadalso, y persistió. Retumbó el trueno, y siguió retumbando, alimentándose de su propio eco. Robespierre volvió a pensar en el gabinete de maravillas del mago Robertson.
Uno de los ayudantes de Sanson le murmuró al oído que debía quitarle la venda, pues podía interferir con el limpio corte de la cuchilla. Cuando Robespierre creyó que le estaba pidiendo permiso para proceder, sintió que le arrancaban la venda. Fue como si hubiera recibido otro pistoletazo en la mandíbula y lanzó un grito desgarrador.
Sanson inclinó brevemente su cabeza. Uno de sus ayudantes ladeó la báscula para que reposase entre los dos montantes verticales de la guillotina.
Casi de inmediato, el cepo de madera aseguró el cuello de Robespierre. Sanson bajó la palanca y el seco trallazo de la doncella separó la garganta del grito de Robespierre. al rodar la cabeza en el cesto, su empolvada peluca diseminó una nube de talco.
Los cadáveres de Robespierre y de sus compañeros fueron trasladados al cementerio de Errancis, pues el cementerio de la Madeleine, la fosa común más popular, había sido clausurado cinco meses atrás, por falta de espacio.
El transporte de los torsos y de las cabezas costó 193 libras. Sobre los cadáveres fueron arrojadas paletadas de cal viva. los sepultureros recibieron una remuneración adicional de siete libras cada uno.”





De la novela han opinado los estudiosos:


Existe, en la novela, una relación pendular entre la muerte y el amor. Entre el erotismo y el tono épico de quien narra una verdadera batalla, de todos contra todos. Pues así fue desarrollándose una revolución que transformó las necesidades humanas en venganzas y muerte. El cadalso es el escenario por excelencia y la Doncella su mayor protagonista. La animidad con la que se describe a la Gillotina, siempre  Doncella, permite al narrador construir una relación amorosa y mórbida entre  Robespierre,  a quien se le describe  “despiadado, arrollador, impasible, virgen y asexuado” (p. 14) y la Doncella, “Estilizada como una escuadra de carpintero, escueta como un atril, virtuosa como un altar”. Ella es su amante, su pieza perfecta para construir el mundo del terror que después lo devoraría  a él.”
Dra. Guadalupe Isabel Carrillo, ensayista. Autora, entre otras obras, de Miradas a la ciudad. Profesora de la Universidad Autónoma del Estado de México. (Tomado de Diario de los Andes, Venezuela)


Eros y la doncella (2013) de Mario Szichman, es una atractiva novela histórica, escrita en un estilo, tono y ritmo apasionantes, pero a su vez desgarradora, insinuante y también precisa. Sin llegar a perder la intención del eje narrativo, el autor  logra recrear momentos, personajes y acciones  notables de la Revolución Francesa en un acto creador fascinante, que se instaura a partir del mismo título, conformado gramaticalmente por dos sustantivos que connotan belleza y seducción, en un  juego lingüístico  que representa, al estilo Aristotélico, la “síntesis ideal” de la trama narrativa.
Dra. Alexis del C. Rojas P., profesora de la Universidad Experimental Simón Rodríguez, Venezuela.


“Un universo de personajes se asoma a las páginas del texto de Szichman en medio de confrontaciones, alianzas y traiciones. La seducción y la lascivia constituyen la válvula de escape en ese mundo abyecto, contaminado  de una profunda degradación moral y física. La gran protagonista: la guillotina, insaciable doncella a la que Robespierre proveerá de cuerpos.”
Dra. Carmen Virginia Carrillo, profesora de la Universidad de los Andes, Venezuela, ensayista. Autora de varios libros, entre ellos, De la belleza y el furor.

“Aunque suene paradójico, Eros y la doncella de Mario Szichman es una convulsa historia de amor donde los amantes se mueven en un terrible laberinto que es la vida; historia del deseo que sobrepasa los cánones históricos y presenta al cuerpo como centro de la existencia humana… Mario Szichman se ha convertido en un verdadero maestro que interroga realidades desde la cotidianeidad de los personajes, privilegiando el cuerpo como el gran cartabón para intentar reflexionar sobre las bondades y miserias de la existencia humana”.
Dr. Luis Javier Hernández, profesor de la Universidad de los Andes, Venezuela, escritor. Tomado del Diario TalCual de Venezuela.


“En todo caso, la Revolución Francesa de 1789 dio papel protagónico a un instrumento que segó miles y miles de vidas: la guillotina, rebautizada rápidamente por el pueblo como La Doncella.  Szichman nos la presenta como un personaje femenino por la que especialmente Maximiliano Robespierre experimentaba una auténtica pasión amorosa: era el medio favorito para terminar con sus enemigos justificados e injustificados.  Pero además desempeñaba el papel central en las decapitaciones, que se transformaban en espectáculos macabros, pero a los que asistía la población civil con un evidente morbo.  Se popularizó tanto, que, como recuerda nuestro autor, se fabricaron modelos de ella en miniatura para que los niños “jugaran” a la decapitación empleando pajarillos.”
Dr. Edgar Samuel Morales Sales, profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México, autor de varios libros, entre ellos: El sabor agrio de la cultura Mazahua. (Tomado del Diario El Impulso de Barquisimeto, Venezuela)




miércoles, 16 de mayo de 2018

"Algunas reflexiones sobre los primeros textos de Rafael Cadenas" por Carmen Virginia Carrillo

Este excelente texto sobre el gran poeta venezolano Rafael Cadenas fue escrito por la profesora Carmen Virginia Carrillo, de la Universidad de los Andes, Venezuela. Agradezco a la profesora Carrillo por permitirme compartir su trabajo en mi blog.

Mario Szichman.




Carmen Virginia Carrillo

Rafael Cadenas. Foto tomada de El Universall

El poeta y ensayista venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930), ha sido distinguido con el premio XXVII Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Galardón que suma al Premio Internacional de poesía Federico García Lorca 2015 y el  Premio de Literatura FILCAR del 2017.
Cadenas publicó su primer poemario, Cantos iniciales (1946) a los dieciséis años. Ya desde los primeros versos, se perfilan algunos de los ejes temáticos que se han reiterado a lo largo de toda su obra, entre ellos cabe destacar el de la exploración del ser y del lenguaje.  
En 1952, el poeta tuvo que abandonar el país rumbo al destierro, en la isla de Trinidad. Allí comenzó a escribir un segundo libro titulado Una isla, que culminó, después de su regreso al país, en Caracas, y cuya versión original circuló multigrafiada en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela en 1977.
En 1960, la editorial del grupo Tabla redonda editó el largo poema en prosa Los cuadernos del destierro. Tres años más tarde apareció el poema más conocido de Cadenas, “Derrota”, texto que plasma la crisis existencial de una generación que se sintió traicionada.
El año 1966, la Universidad Central publicó Falsas maniobras, libro que agudiza la problematización del yo que ya se anunciaba en los textos anteriores. Luego vendrán "Memorial" 1977, "Intemperie" 1977,  "Amante" 1983, "Dichos" 1992, "Gestiones” 1992. Y los libros de ensayo Literatura y vida (1972), Realidad y literatura (1979), Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística (1977, 1995), La barbarie civilizada (1981), Anotaciones (1983), Reflexiones sobre la ciudad moderna (1983), En torno al lenguaje 1984), Sobre la enseñanza de la literatura en la Educación Media (1998).
Sus últimos títulos son: Sobre abierto (2012)  En torno a Basho y otros asuntos (2016)Contestaciones (2016)
La obra de Cadenas dialoga con la cultura oriental, particularmente con el pensamiento vedántico, el taoísmo y el zen. De Occidente encontramos en Cadenas los ecos de Arthur Rimbaud, Walt Whitman, Rainer Maria Rilke, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Giuseppe Ungaretti, Czeslaw Milosz, Henri Michaux, Carl G. Jung, Alan Watts, López Pedraza, Ortega y Gasset, Unamuno, Machado, Salinas y Guillén.  
En Los cuadernos del destierro (1960) destaca la reflexión sobre la identidad del ser y la palabra poética. El hablante se define por su condición de desterrado e intenta fundar un mundo mítico en el cual busca reconocerse. El desarraigo lleva a una crisis de identidad, que se intenta restablecer en el texto poético. Un relato fundacional que tiene como marco de fondo el espacio insular de Trinidad.
Este largo poema en prosa, que rompe la lógica del discurso, se enlaza con toda una tradición de poesía narrativa que se inicia en el siglo XIX con los románticos, continúa en Baudelaire y sus Petits poèmes en prose y en América Latina alcanza con Azul, de Rubén Darío, su concepción más moderna.  
La relación del libro de Cadenas con Una temporada en el infierno, de Rimbaud, se percibe desde las primeras líneas.
Al igual que el poeta francés, Cadenas inicia el texto estableciendo el origen ancestral y  mítico del hablante:

Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor.
Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben –o lo suponen- quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas, en sus trajes, en sus vocablos. (1960:7).

Una vez determinada la genealogía, el hablante se describe a sí mismo “Soy desaliñado, camino lentamente y balanceándome por los hombros y adelantando, no torpe, más si con moroso movimiento un pie, después otro” y anuncia el propósito del texto: “relataré no sin fabulaciones mi transcurso por tierra de ignominias y dulzuras, ruptura y reuniones, esplendores y derrumbes”. De esta manera anuncia la intención de rescatar del olvido las vivencias en el destierro, a la vez que pone en evidencia la intervención de la imaginación en la construcción del poema.
El hablante se encuentra escindido, se pierde en una multiplicidad de rostros. La representación de un yo dividido es una forma de plasmar los enigmas de un sujeto que pierde su unidad y que puede llegar a su disolución total. Palabra que nombra y al nombrar da nueva vida a los recuerdos, palabra génesis del exiliado que se desborda en imágenes surrealistas.
El olvido es una amenaza permanente; en la medida en que los acontecimientos pasados se van borrando de la memoria, el individuo va perdiendo su identidad. En el poema, el hablante lamenta la pérdida de los recuerdos; sin embargo, todo el texto representa un intento por rescatar las vivencias del exilio, de la lengua hablada en el país extranjero.
La presencia del sol, el mar, la luz, se reiteran a lo largo del poema; aguas resplandecientes que reflejan las emociones de un yo que se debate en la duda “Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo”. Comienza entonces la larga lista de inseguridades:

Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Yo nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Yo jamás pude precisar si tenía dos manos, dos piernas,
un rostro, una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí y a mis ancestros.
Yo nunca  creí que  mis ojos,  orejas,  boca,  piel,  nariz,
movimientos,  gustos,  dilecciones,  aversiones  me  
pertenecían enteramente.

El texto está organizado a partir de dos tiempos, un presente que se vive en la añoranza, y un pasado. Ese pasado puede ser ´otra edad`, la infancia o un lugar impreciso del que se regresó. Del pasado se conservan sucesos, separaciones, contradicciones, encuentros, pérdidas y reparos. El aquí y el ahora se enfrentan a un allá y un antes; el país del destierro frente al país natal; la muerte aparece como la estación final de las trajinadas mudanzas de la vida.  
La representación que el poeta hace de sí mismo oscila entre el polo mítico y el realista; por un lado, tenemos al vate que se reconoce en los orígenes míticos, por el otro la autorreferencia. En uno se oculta y en el otro se revela. Este constante debatirse de un ser dividido entre dos realidades, una mítica y otra histórica, se reitera en este fragmento en que el yo interpela a su alter ego.
En Los cuadernos del destierro conviven los contrarios, magia y logos, sonido y silencio, presencia y ausencia del hablante, en una lucha por superar el límite del lenguaje mismo.  El poeta plantea la incapacidad del lenguaje para nombrar con propiedad la realidad, para revivir el pasado y para expresar los estados de ánimo.
  Se escribe con la intención de rescatar del olvido la experiencia vivida, memoria cómplice que se vale tanto de la verdad histórica como de la ficción para reconstruir el pasado.  Un yo lírico se dibuja desde un imaginario mítico y un yo autobiográfico que se asoma a ratos, ofreciendo pinceladas de la historia personal de Cadenas. Las vidas de estos dos ´yoes` se narran de forma entrecruzada a lo largo del poema.
El poema “Derrota” (1963) puede considerarse una muestra fundamental de la poesía conversacional en nuestro país. En un lenguaje en apariencia directo, despojado de artificios, el poeta reitera la sensación de fracaso que ya había anunciado en Los cuadernos del destierro.

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que aprendí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo
    que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido
   por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creía que mi padre era eterno         
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la res-
    puesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante,
    ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas
    porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
            que poco me ha faltado para echar a correr por
     la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente
    por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo   
que seguiré toda la vida así y que el año entrante
    seré muchas veces más burlado en mi ridícula
     ambición

El hablante, en una actitud autocrítica exacerbada, se va describiendo en función de la enumeración detallada de sus carencias, negaciones e insuficiencias. Construcción de una imagen pública en negativo; burla y juicio crítico de sí mismo que lleva implícito un cuestionamiento de la sociedad en general.  
 En Falsas maniobras (1966) encontramos algunos de los asuntos que ya habían ocupado a Cadenas en Los cuadernos del destierro, tales como los problemas del exilio, la presencia del doble, la reflexión sobre el lenguaje, el cuestionamiento de la identidad de un yo poético conflictivo y desadaptado; incluso el paisaje, que en algunos momentos se convierte en el eje de los poemas, es el mismo.
Sin embargo, el lenguaje es otro. En este poemario, Cadenas se despoja de la metáfora surrealista, del discurso poético ambiguo y polisémico. La concepción estético-filosófica ha cambiado, ahora la escritura quiere ser un acto de revelación y busca en el Oriente, en el budismo Zen, la iluminación.  En el poemario el hablante lucha consigo mismo y con un entorno al que percibe hostil; conciencia desgarrada que realiza un ejercicio de autoacusación. El conflicto existencial se despliega en los desdoblamientos y la vacilación del hablante frente a las demandas del entorno social.
En un lenguaje decantado que tiende a la economía verbal, Cadenas propone una nueva poética con una actitud más auténtica y comprometida, a la vez que nos deja entrever la tendencia orientalista de sus planteamientos metapoéticos. La búsqueda de la iluminación a través del budismo Zen se hace más explícita.
En el poema “Nombres” el poeta vuelve a la reflexión metapoética sobre la capacidad nominadora del lenguaje y de la poesía:

 te llamas hoja húmeda, noche de apartamento
    solo, vicisitud, campana, tersura y lascivia,
    ingenuidad, lisura de la piel, luna llena, crisis
oh mi cueva, mi anillo de saturno, mi loto de
     mil pétalos
Eufrates y Tigris, erizo de mar, guirnalda, Jano,
     vasija, tórtola, S. y trébol
ovípara
uva, vellocino y petrificación
podrías llamarte …
pero tu nombre es
lecho, lavabo, dentífrico, café, primer cigarrillo,
luego sol de taxis, acacia, también te llamas acacia
   y six pi em –em- o half past six o seven,
       cerveza y Shakespeare
y vuelves a llamarte hoja húmeda, noche de
       apartamento solo
día tras día,
sí, tienes tantos nombres
y no te puedo llamar.

La poesía da nombre a los objetos y al nombrar entra en contacto con el ser de las cosas; el poema es el mundo, la experiencia del hablante, sus carencias. En la poesía de Cadenas, la búsqueda de la identidad no es solamente la búsqueda del ser, sino también la búsqueda de la lengua y su materialización en el ejercicio poético.  
A lo largo de  su obra poética y ensayística, Rafael Cadenas reflexiona sobre el lenguaje. Si bien la función del lenguaje es nombrar lo real, Cadenas pareciera mostrarnos lo contrario.  En este sentido el autor se inscribe en la tradición moderna que nos habla de la toma de conciencia de los poetas sobre la incapacidad nominadora del lenguaje.
En su libro Anotaciones, Cadenas ofrece textos metapoéticos escritos en prosa en los cuales la realidad y la palabra son interpretadas por un hablante que demuestra su preocupación frente al lenguaje y la escritura.  En este libro el discurso poético del autor se aleja de la retórica y asume un tono más directo que llega incluso a lo conversacional haciéndose, de esta manera, más acorde con los planteamientos de orden ético que acompañan las reflexiones de índole estético. 
   ¿Angustiosa demanda de lo imposible?, ¿fracaso del acto creador?, o aceptación de los límites de la experiencia humana frente al misterio de la creación. Tal vez no sea la palabra el vehículo adecuado para desvelar el misterio, de ahí que al final sólo quede el silencio inefable que inspira al hombre hacia nuevos y utópicos intentos de conocer el mundo y conocerse a sí mismo.
La idea del poema como representación de la imposibilidad de escribir, como segmento de un deseo inconcluso es una variante de la conciencia desgarrada del poeta frente a la crisis del lenguaje.  Y es en la ausencia de la palabra que el ser reconoce lo efímero de su existencia, el vacío indecible de la muerte, su inminente final.
La palabra sustituye lo real, es la alquimia del verbo que lo transforma todo. Escritura fragmentaria que da cuenta de los conflictos del ser  moderno, que pone en evidencia la precariedad del lenguaje.

Rafael Cadenas y Eugenio Montejo

En medio del silencio, la palabra permite al ser manifestarse, nombrar lo real; no obstante, la crisis de la era moderna ha conducido al escritor hacia el cuestionamiento de las posibilidades del lenguaje, de su concreción. Este diálogo permanente entre la palabra y el silencio es el fondo sobre el que el escritor cuestiona la realidad, la vida, la muerte, la trascendencia.
En Rafael Cadenas, el silencio es vacío que se complementa con la plenitud de la palabra; es el último estado alcanzable ante la dificultad del lenguaje por nombrar lo real. Para el autor el decir fragmentado sobre el oficio de la escritura encuentra en el silencio su máximo resplandor. Su poesía reflexiona sobre la capacidad nominadora del lenguaje y sobre los procedimientos textuales a través de los cuales el poema se convierte en un generador de mundos.
   En estos tiempos aciagos que atraviesa Venezuela, el reconocimiento internacional de la obra de nuestro gran escritor Rafael Cadenas nos recuerda que la mejor literatura resplandece aún en las peores circunstancias. Sus versos siguen comprometidos con el país, con el lenguaje, con su visión del mundo.