domingo, 31 de mayo de 2015

¿Puede un gobierno impedir los trastornos mentales?

Mario Szichman

Crecí en Buenos Aires, una ciudad donde abundan los psicoanalistas.  Inclusive hay un área conocida como “Villa Freud”, por la cantidad de terapeutas que habitan la zona. Es muy difícil que alguien en Buenos Aires ignore lo que es una “madre esquizofrenizante”, o la teoría del doble vínculo.
Una madre esquizofrenizante es la mejor propagandista de la teoría del doble vínculo, que consiste en emitir mensajes contradictorios. El término fue acuñado por el antropólogo Gregory Bateson.  
Tal vez la obra más famosa de la narrativa norteamericana que lidia con el doble vínculo es Catch–22 de Joseph Heller. La novela transcurre durante la segunda guerra mundial, y su improbable héroe es Yossarian, un soldado aterrado por la posibilidad de morir en combate. Cuando le expresa a uno de sus camaradas que todos los enemigos se han puesto de acuerdo para asesinarlo, el interlocutor le dice que esa sospecha es producto de su paranoia. “En realidad, el enemigo no te quiere asesinar a ti, sino a todos nosotros”, le explica su camarada para tranquilizarlo. La invariable respuesta de Yossarian es: “¿Y cuál es la diferencia?”
En la novela, el más articulado expositor de Catch–22 o de la teoría del doble vínculo es Doc Daneeka, un psiquiátra del ejército. Cada vez que algún piloto de combate solicita que le hagan una evaluación de su estado de salud mental, con la esperanza de demostrar que está incapacitado para volar, el doctor Daneeka le demuestra que está perfectamente sano. Solo los dementes aceptan sin vacilación alguna volar misiones peligrosas.  
Todo gobierno, sin importar su alcurnia, siempre intentará hacer pasar gato por liebre. Posiblemente los gobiernos de Washington se destacan a la hora del double talk, que consiste en hablar al mismo tiempo por ambos costados de la boca. (Eso se extiende a todas las corporaciones del país, y especialmente a las especializadas en la fabricación de medicamentos).  
El Concejo Nacional de Maestros de Inglés, con sede en Urbana, Illinois, otorga anualmente The Doublespeak Awards a instituciones y funcionarios que mienten sin mentir, usufructuando una confusa asociación de palabras. En cierta ocasión, los galardones fueron otorgados a una línea aérea que definió el estrellamiento de un avión como “un contacto descontrolado contra el suelo”,  a un hospital que describió la muerte de un paciente como “un percance de diagnóstico de elevada magnitud”, y al senador Orrin Hatch, quien dijo que “la pena de muerte es el reconocimiento que hace nuestra sociedad a la santidad de la vida”.
       En su Dictionary of Euphemisms and Other Double Talk, Hugh Rawson ofreció buenos ejemplos de cómo la inflación de términos en el ámbito militar es correlativa a una deflación o encubrimiento del sentido. Es el caso de executive action (el término probable sería “hecho consumado”)  “un eufemismo empleado por la CIA”, dice Rawson, “para sacarse de encima a personas, especialmente líderes de otras naciones”.
         En la nomenclatura militar los pertrechos de guerra atacan dos clases de objetivos, hard, duros, y soft, blandos. Los objetivos duros son ladrillos, concreto o acero. Los objetivos blandos son aquellos constituidos por carnes y huesos, esto es, seres humanos. De ahí que el napalm, una bomba incendiaria, dice Rawson, haya sido rebautizado como soft ordnance, pertrecho de guerra para objetivos blandos.
          En otros casos, los eufemismos pueden ser demoledores. Las retiradas militares suelen ser definidas como retrograde manoeuver, maniobras de retroceso –se supone que rigurosamente ordenadas. La frase, dice Rawson, surgió en 1975, cuando el entonces presidente de Vietnam del Sur Nguyen Van Thieu decidió retirar sus tropas de varias provincias, ante la embestida del Vietcong. La maniobra de retroceso de Thieu prosiguió hasta que logró maniobrar para ceder el poder, y exiliarse en Estados Unidos.
La confusión mental es uno de los problemas más graves que enfrenta una persona en cualquier sociedad. A eso le sigue el paulatino olvido de las nociones más elementales, como preludio a un cuadro clínico devastador. Eso no le ocurre jamás a un venezolano. Ya el hecho de contar con una tasa de dólar oficial, y varias tasas que abarcan una amplia gama de predilecciones, convierten su cerebro en algo más afinado que un violín bien templado.
Hace algunos días, el Miami Herald publicó una nota insinuando que Transparencia Internacional había pasado a la clandestinidad en Venezuela. El gobierno, y sus agencias, también han optado por una transparencia del color de la tinta china. Eso evita que los funcionarios mientan, algo que es poco fotogénico, basta ver cómo le creció la nariz a Pinocho, o digan la verdad, con resultados aún más devastadores.
El diario dijo que una especie de sudario cubre hasta la información más elemental. El gobierno no divulga cifras sobre la tasa anual de inflación, las muertes en las carreteras, los gastos en materia de turismo o los índices de aborto espontáneo. Ahí está el ejemplo de Deivis Ramírez, un reportero policial que visita de manera cotidiana la morgue de Caracas para descubrir cuantas personas han sido asesinadas en la capital en el curso de una semana o de un mes.  
Obtener datos de funcionarios que están siempre ocupados o escondidos en el baño es harto difícil. “Es como un parto cotidiano”, dijo Ramírez al diario. “Las estadísticas de crímenes son las más difíciles de obtener”.  

En ocasiones, los malabaristas del gobierno ni siquiera necesitan mentir para desalentar la verdad. Ramírez dijo al diario que ahora, cada vez que una persona es baleada por la policía, el episodio no es clasificado como un “homicidio”, sino como “resistencia a la autoridad”. Uno de los casos más famosos de resistencia a la autoridad es el de José Miguel Odreman, líder del colectivo chavista 5 de marzo. El 7 de octubre de 2014, en un video captado por las cámaras de Televen, Odreman responsabilizó al entonces ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, por cualquier cosa que le pudiera ocurrir. Poco después, Odreman fue muerto de 32 balazos por funcionarios policiales. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas informó que Odreman “Era el jefe de una banda delictiva de ex policías implicada en múltiples homicidios”.
Minutos después, algunos “twiteros” divulgaron fotografías donde Odreman aparecía junto a importantes figuras del chavismo, desde su líder, Hugo Chávez Frías, hasta Cilia Flores, la primera dama del país.
Casi un día más tarde, el presidente Nicolás Maduro ordenó investigar “los extraños sucesos” en los que murieron cinco personas, entre ellos Odreman, en el tiroteo entre activistas de los colectivos y funcionarios del CICPC. Y así, puso punto final  a toda investigación.
Es probable que acatando las normas de las autoridades, Odreman debería ingresar en el casillero de “resistencia a la autoridad”. Pero, como la teoría del doble vínculo también funciona en Venezuela, no sería desatinado suponer que es considerado un mártir por las autoridades.
En otros casos, muchos “asesinatos indiscutibles”, señaló el periódico, son engavetados en un archivo con el rótulo “bajo investigación”. Y de allí, pasan a navegar el Triángulo de las Bermudas. 
Aunque la Constitución de Venezuela garantiza el acceso público a toda la información gubernamental (también la Constitución de Corea del Norte) del dicho al hecho hay un largo trecho. A cada rato el presidente Nicolás Maduro exige a la prensa “decir la verdad” sobre su gobierno, recordó The Miami Herald. Pero, sin estadísticas oficiales, es muy difícil opinar.
Ahí está el caso del gobernador opositor Henrique Capriles, quien aseguró que la inflación durante los cuatro primeros meses de 2015 se había acercado al 50 por ciento. El año pasado, la inflación anual en Venezuela fue del 68,5 por ciento, la mayor del hemisferio. Y si las cosas siguen así, seguramente será la mayor del mundo antes de concluir el 2015. (Todavía hay que determinar qué ocurrirá en Siria). Pero ¿son ciertas las cifras mencionadas por Capriles? Después de todo, es un opositor, no un funcionario del gobierno. Puede ofrecer la cifra que se le antoje. No hay manera de corroborarla, pues el Banco Central mantiene su mutismo desde el inicio del año.
Carlos Correa, director de Espacio Abierto, recordó que el Banco Central solía publicar cifras de la inflación “de manera religiosa en los primeros días de cada mes”. Ahora, dijo Correa, "no están publicando información alguna”.
Los funcionarios del Banco Central podrían ganar el concurso mundial de escamoteo de información. Cuando comenzaron a escasear productos de primera necesidad en el 2014, la institución, una dependencia más del poder central, cesó de publicar su “índice de escasez”. Durante años, eso formó parte de su información regular. 
The Miami Herald dijo que el gobierno chavista tiene una increíble capacidad para ocultar malas noticias. “En el 2003, cuando la tasa de asesinatos y crímenes comenzó a subir”, indicó la publicación, “el gobierno cerró la oficina de prensa de la policía encargada de proporcionar datos de manera regular”. Eso ocurrió en los comienzos de la administración de Hugo Chávez Frías, quien siempre mostró gran timidez a la hora de divulgar cualquier noticia que pusiera en duda los logros de la Revolución Bonita.
No importa si la información es peligrosa para el gobierno o totalmente inocua. Por ejemplo, en el 2014, la organización Espacio Público solicitó referencias sobre 10 cuestiones que no eran de vida o muerte. Por ejemplo, ¿cuánto pagó la emisora clandestina Telesur para que el ex futbolista argentino Diego Maradona emitiera sus filosóficos comentarios sobre la Copa Mundial de Fútbol? Hay dos posibilidades: o Maradona cobró un bojote de dinero, y en estos tiempos mencionar salarios altos es peor que mentar la soga en casa de ahorcado, o el ex futbolista trabajó gratis, y es demasiado humilde para revelar su aporte a la causa. Las dos posibilidades existen, pero no se ha formulado respuesta alguna. Tampoco el Fondo Nacional de Desarrollo, FONDEN, quiso notificar cuánto dinero hay en sus arcas.
En otra ocasión, Espacio Público pidió a un tribunal que informara qué pasos había adoptado el ministerio de Salud Pública tras revelarse que medicina importada de Cuba se había perdido o había pasado su fecha de vencimiento. La Cámara Político Administrativa de la Corte Suprema calificó la solicitud de “una amenaza a la eficiencia y eficacia de la administración pública”.  
A comienzos de mayo, el Bank of America dijo que “la economía de Venezuela representa un formidable desafío para los investigadores. Datos sobre indicadores claves requeridos para evaluar una razonable actividad fiscal o externa son imposibles de obtener. En otras ocasiones, los informes son ofrecidos tras graves demoras”.
En diciembre pasado, el ministerio de Comunicación e Información cesó de comunicar y de informar a muchos corresponsales extranjeros. Aunque las notas que envía el ministerio son simples press releases, sin el menor valor informativo, algún funcionario temió que un corresponsal pudiese leer entre líneas. Sin información alguna, ese peligro quedaba cancelado. Y la excusa, como podrá adivinar el lector, era que había “problemas con las computadoras” y era imposible enviar la información por correo electrónico. “Cuatro meses más tarde”, indicó The Miami Herald, “el problema aún no había sido solucionado”.
Mercedes De Freitas, directora de Transparency International en Venezuela, emergió brevemente de la clandestinidad para explicar que “La opacidad es la ley, y la política cotidiana” del gobierno chavista. “Lo insólito es poseer información completa y pública”. Una de las virtudes de ese enfoque es que “resulta imposible averiguar a qué se destinan los gastos públicos”, dijo De Freitas. 
El diario señaló que “la mezcla de falta de información y de impunidad, ha hecho que Venezuela se halle ubicada en el puesto 161º del Índice de Percepción de la Corrupción” elaborado anualmente por Transparency International. Venezuela está a 11 puestos del fondo de la olla, en un empate cabeza a cabeza con Haití y con Yemen. Recordemos que Haití es el país más pobre del Hemisferio Occidental, y que Yemen está hundido en una catastrófica guerra civil. De todas maneras, algo bueno ha conseguido el chavismo ocultando información: mantener la mente del venezolano tan afilada como el escalpelo de un cirujano.
En otros países, las personas usan calculadoras para realizar las operaciones aritméticas más elementales. Un venezolano, sin importar su edad, le resolverá hasta la raíz cuadrada de la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo, y cuánto debe pagar de propina al bachaquero que le consiguió un neumático en San Cristóbal. Y eso, mientras observa con uno de sus ojos el grupo de motorizados que está inspeccionando el capot de su carro, y con el otro a las fuerzas que intentan imponer el orden tras volcar una gandola cargada con bolsas de harina Pan. Todo eso, en milésimas de segundo, sin gesticular, o hacer un solo movimiento innecesario.
Y a fin de cuentas, ¿para qué sirven las estadísticas? Solo para amargar la vida. El ser humano disfruta de una sola existencia. No tiene un botón que pueda oprimir a fin de lograr una segunda oportunidad. Por lo tanto, durante su efímero paso por la tierra, debe abandonar toda aflicción, y disfrutar cada jornada al máximo, como si fuera el último de su vida. (Algo que ocurre anualmente con al menos 24.000 de sus compatriotas).
El buen soldado Schweik nunca se sintió afectado por las estadísticas. Por el contrario, las adoraba. “Me encantan las estadísticas”, decía, “porque en primer lugar son muy precisas. En segundo lugar, ofrecen pormenores muy detallados. Y en tercer lugar, aunque siempre mienten, es lo único que tenemos”.





miércoles, 27 de mayo de 2015

No hay nada nuevo, salvo lo olvidado: Las increíbles aventuras del señor Peter Tourmalin


Mario Szichman


Thomas Anstey Guthrie


Es imposible pronosticar o imaginar el futuro; por lo tanto, el ser humano se limita a ampliar el pasado, y a configurarlo de manera insistente. Eso también ocurre en el campo intelectual, donde más del noventa por ciento de los genios del pasado pasan al desván de los recuerdos, en tanto un escaso porcentaje es restituido a la fama, o adquiere un prestigio del cual nunca disfrutó en vida.
Un género narrativo que me encanta, por los desafíos que enfrenta, es el conocido por los anglosajones como the time travel, el viaje a través del tiempo. El más popular es el viaje al pasado, como ocurre en Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889), de Mark Twain. El protagonista, un ingeniero norteamericano de mediados del siglo diecinueve, es acarreado por accidente a la Inglaterra medieval, y usa sus conocimientos de tecnología para convertirse en un “mago” a los ojos de sus antepasados lejanos. Sus intentos por modernizar su entorno fracasan, no puede impedir la muerte del rey Arturo, y la iglesia católica, asustada de su poder, le dicta un interdicto. De todas formas, el ingeniero la saca barata. ¿Qué le hubiera ocurrido si en lugar de aterrizar en la Inglaterra medieval hubiera incursionado en la España de Torquemada? Tendríamos, quizás, un corto relato, y un final fácil de imaginar. (Siempre he sentido gran curiosidad por averiguar cómo se las arreglaría un Robinson Crusoe español en una isla desierta. Hay una larga lista de libros dedicados a reseñar las aventuras de náufragos españoles, aunque no recuerdo si en ellos se cuenta la historia de un solitario marinero, o si vivió para contarla).
Una de las últimas, e inacabadas, novelas de Henry James es The Sense of the Past, que generó una excelente secuela teatral: Berkeley Square, de John Balderston, y numerosas imitaciones. En la obra de teatro, un personaje que vive en Londres a finales de la década del veinte del siglo veinte recibe una mansión como herencia. En la vivienda, situada en Berkeley Square, de Londres, el protagonista descubre diarios y otros artefactos culturales que revelan en íntimo detalle la vida de sus ancestros. Además, en una de las paredes de la casa, hay un cuadro de uno de sus antepasados pintado por el famoso artista inglés Joshua Reynolds. Al igual que el protagonista, el nombre del personaje retratado es Peter Standish, quien habitó la mansión un siglo y medio antes. El moderno Peter Standish, un hombre obsesionado con toda clase de artilugios técnicos, consigue viajar hacia el pasado, y encarnar a su predecesor, un americano que ha peleado en el ejército de George Washington y ha decidido contraer nupcias con una prima inglesa. Pero el visitante del futuro rápidamente se convierte en un sospechoso para todos los miembros de la familia de su enamorada, pues pronostica toda clase de eventos, inclusive, que posará para un retrato del famoso pintor inglés Joshua Reynolds.  
Al mismo tiempo, es obvio el desdén del viajero del tiempo por la vida cotidiana en Londres, su desprecio por el trato que reciben dementes y criminales, su disgusto ante el placer de sus habitantes por asistir a ejecuciones. Peter Standish se siente asqueado ante la terrible suciedad de las calles de Londres, inquieto por la escasa higiene de las personas, pues aunque existen perfumes, el uso del desodorante no se ha difundido. Varios visitantes de la mansión comentan desconcertados la obsesión del visitante por bañarse todos los días.
Berkeley Square es una obra de teatro que me ha fascinado durante muchos años, especialmente el análisis de la visualización simultánea del pasado, del presente y del futuro, de acuerdo al punto de vista del narrador. Utilicé esa idea en la versión corregida de una de mis novelas, Los años de la guerra a muerte. El poeta Andrés Bello recuerda una explicación de la teoría del tiempo esbozada por el sabio Alexander Humboldt. “Supongamos que una persona navega en una embarcación, siguiendo la línea de la costa” señalaba Humboldt. “Esa persona pasa delante de una plantación de caña. Es el presente. Hay un recodo. La plantación de caña desaparece de la vista de la persona. Pero la persona recuerda esa plantación. Es el pasado. Y más adelante, tras otro recodo, hay un grupo de árboles. Pero todavía no nos hemos acercado a esos árboles. El recodo los oculta. Esos árboles están en el futuro. Pero, ¿qué ocurre si hay otra persona a bordo de un globo Montgolfiero? Esa persona puede observar desde las alturas la plantación de caña y el grupo de árboles, lo que hay en el pasado, lo que hay en el presente, y lo que hay en el futuro. Todo al mismo tiempo”. En el caso del joven poeta Andrés Bello esa teoría del tiempo le permite comparar de manera concurrente lo que ha sucedido en España, tras la invasión de Napoleón Bonaparte en 1807, y sus probables consecuencias: aquello que sucederá en un futuro cercano en la capitanía general de Venezuela, tras anular un factor físico: la distancia. (Como acotación al margen: Los años de la guerra a muerte, en su versión original, fue durante una época la cenicienta en mi Trilogía de la Patria Boba. Gracias a la versión corregida por la profesora Carmen Virginia Carrillo se ha convertido en aquello que los franceses han bautizado como succès d'estime. Es apenas otro recordatorio de la inmensa labor cumplida por el editor).
Uno de los temas principales del viajero del tiempo es el peligro que corre una civilización cuando el protagonista decide intervenir en la historia. De repente, un acto benéfico es capaz de trastornar un país o un continente hasta los cimientos, sumirlo en una tragedia inesperada.  Por otra parte, la sumisión al devenir del tiempo conlleva otras tragedias. En un famoso relato de Roald Dahl, una madre lleva a su bebé al pediatra. El niño está agonizando. El pediatra salva la vida del bebé. Luego nos enteramos de que su nombre es Adolf Hitler. Otro elemento que estimula la imaginación del autor es el menosprecio del protagonista por las personas que encuentra en un pasado lejano; examinadas desde la contemporaneidad, todas ellas ya están muertas, sin importar la causa.  
Tanto en los viajes al pasado, o a diferentes futuros, como en La máquina del tiempo, de H.G. Wells, o en el relato de Ray Bradbury A Sound of Thunder, el mínimo error provoca catástrofes colosales. (En el cuento de Bradbury, posiblemente su más famoso, un cazador del futuro realiza un viaje al pasado para perseguir un Tyrannosaurus Rex, y mata inadvertidamente a una mariposa, alterando el flujo del tiempo de manera desastrosa).  
Thomas Anstey, caricatura de Harry Furniss

Thomas Anstey Guthrie (1856 -1934) un periodista de la famosa revista humorística Punch, de Londres, y escritor, quien firmaba con el seudónimo de F. Anstey, creó varias novelas  muy divertidas, parodiando distintos temas en boga. Por ejemplo, en Viceversa, Anstey usó el recurso de Príncipe y Mendigo, de Mark Twain, aunque en lugar de sustituir a un personaje de la realeza británica con un mendigo, puso a un padre en el lugar de su hijo, y viceversa. Las consecuencias eran inquietantes. (El padre terminaba yendo al colegio al cual su hijo se había negado a ingresar pues los maestros infligían humillantes castigos corporales).


Varias de las novelas de F. Anstey han resucitado en filmes, obras de teatro y musicales, en ocasiones, sin dar crédito alguno al autor. Tal vez la versión cinematográfica más famosa es la de su novela The Tinted Venus con guion de un famoso humorista norteamericano, S. J. Perelman,  y música de Kurt Weill, quien compuso las melodías para La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht.  El filme, titulado One Touch of Venus (1948), era protagonizado por Ava Gardner.  
F.Anstey ha tenido un reciente “revival” en Gran Bretaña gracias a su novela Tourmalin’s Time Cheques, que combina la idea del viajero del tiempo con la comedia de situaciones. La trama es muy divertida, y además, muy moderna.  
Peter Tourmalin es un empleado londinense que retorna a su país en un paquebote, The Boomerang, tras pasar vacaciones en Australia. Tourmalin no solo debe regresar a Inglaterra, sino a los brazos de su prometida, un ser absolutamente insoportable.  La mayor parte del viaje es un aburrimiento completo, y eso se agudiza por el añadido de horas extra debido al cruce de husos horarios.  
Un día, ocurre al señor Tourmalin algo que parece una especie de milagro. Un desconocido le dice que existe un banco, The Anglo-Australian Joint Stock Time Bank, Limited, donde puede depositar las horas de aburrimiento padecidas en el barco, y retirarlas luego, a su conveniencia,  a fin de aprovecharlas como se le venga en gana. El señor Tourmalin recibe una chequera, y cada vez que se mortifica con su vida cotidiana en Londres, endosa uno de sus cheques, generalmente, de 15 minutos de duración, pues ignora qué tropiezos sufrirá.
Tras endosar cada cheque, el señor Tourmalin es transportado súbitamente al barco donde regresaba de Australia. Al parecer, el protagonista no había estado tan ocioso como lo pensaba. En realidad, había establecido diálogos con dos bellas mujeres, mucho más interesantes y apasionadas que su fiancée.   
El problema con los cheques endosados por Tourmalin es que no siguen un orden cronológico. Cada nuevo cheque lo hunde en una situación comprometida con una de las dos mujeres, o con damas que le reprochan sus infidelidades. Además, los diálogos carecen de comienzo o de final.  
El señor Tourmalin es elogiado en ocasiones por alguna acción heroica –que ignora en qué consiste– o insultado por una grave ofensa de la cual no tiene la menor idea. El viajero del tiempo debe hacer toda clase de malabarismos verbales para descubrir su conducta, es como si fuera al mismo tiempo el paciente y el psicoanalista.  
Toda persona necesita emociones estables, avanzar o retroceder cautamente en sus relaciones sentimentales, o en el trato con  sus semejantes. Al señor Tourmalin le está vedado ese atributo. ¿Fue acaso infiel con su prometida? ¿Ha incurrido en promiscuidades con ambas mujeres a bordo del Boomerang? Un día, la intimidad con una de las damas es absoluta (inclusive la Inglaterra victoriana sugería escenas de alcoba sin necesidad de mencionarlas), y días después, la misma mujer ignora quien es el señor Tourmalin, y éste debe hacer una presentación formal.   
Tourmalin se halla de manera constante en la cuerda floja. En una coyuntura, es recibido con improperios por una matrona a quien no ha visto nunca en su vida. La señora lo considera un Don Juan, un ser miserable, que ha causado la desgracia de su hija. Tourmalin ignora quien es la hija de la señora, y no puede consultar a la ofendida madre de qué persona está hablando, pues  sumaría el insulto a la injuria.
En otras ocasiones, el canje de tiempos agrava las infidelidades. Cuando el señor Tourmalin viajaba en el Boomerang,  estaba de novio. Pero en algunos de sus retornos al barco, tras librar uno de sus cheques,  ya contaba con una cónyuge. Y las preguntas que le formulaban sus tiernas amantes lo obligaban a multiplicar sus mentiras. Por culpa de esos cheques, un ser absolutamente honesto se va enredando progresivamente en mentiras cada vez más escabrosas.
La particularidad de F. Anstey es haber investigado los avatares de un viajero del tiempo no en tiempos remotos, sino en escasas semanas, usando un recurso muy original: la fragmentación del diálogo. Cuando nos presentan a una persona, nuestro diálogo es muy formal, repleto de antecedentes. Todo ser humano debe enmarcarse primero ante un interlocutor. Pero a medida que avanza una amistad o un romance, disminuye la necesidad de ofrecer un resumé de nuestra vida.  Imagine el lector que cada vez que se encuentra con un amigo le dice: “Yo soy fulano de tal, mi profesión es tal, soy un divorciado, he tenido tres hijos de mi primer matrimonio, y mis padres viven en España”. La amistad, o el romance, nos permiten obviar presentaciones. Al mismo tiempo, los diálogos pueden ser indescifrables para alguien que desconoce nuestras referencias. Y eso ocurre obviamente en novelas, en filmes o en obras de teatro.
F. Anstey era un maestro analizando la confusión que causan en las relaciones humanas nuestros patrones de lenguaje, así como nuestro prejuicio, o ignorancia, de otros seres. La comedia de las equivocaciones trasladada a un viajero del tiempo permitió a F.Ansey renovar un género, multiplicar las oportunidades de tramas y guiones de gran encanto. Los ecos que desperdigó en otros autores se han acrecentado. Ahora, afortunadamente, ha retornado el momento en que los lectores pueden multiplicar su interés por la persona encargada de originarlos.



domingo, 24 de mayo de 2015

Miente, miente, que nada queda. La muerte de Osama bin Laden


Mario Szichman

Hersh durante una entrevista en Vietnam del Norte en 1972, tres 
años  después de divulgar  la matanza de My Lai.  


La historia nunca se escribe hacia adelante, siempre se cuenta para atrás. Y cuando se trata de una historia manipulada, se multiplican los libros intentando desentrañar la verdad. Primero tenemos the breaking news, la noticia de último momento, y luego aparecen las conjeturas, las versiones contradictorias, y en ocasiones, las mentiras flagrantes.
El senador norteamericano Hiram Johnson dijo en 1917, “The first casualty when war comes is truth.” Cuando estalla una guerra, la primera baja es la verdad. La misma norma se aplica a tiempos de paz. 
La manipulación de una noticia puede obedecer a diferentes causas. Ahí está, por ejemplo, el caso del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy ¿Fue resultado de una conspiración? ¿Actuó Lee Harvey Oswald solo, o era miembro de un grupo de ultraderecha disgustado con el rumbo que intentaba imponer al país?  
El año pasado, en una carta al editor del Times Literary Supplement, un lector ofreció varios datos interesantes sobre Oswald.  Decía que tanto la CIA como el FBI se habían encargado de seguir la pista y “vigilar” a Oswald “desde el momento en que regresó de su presunta deserción (en Rusia) hasta que un informante del FBI lo asesinó mientras se hallaba bajo custodia de la policía en Dallas”. El lector recordaba que antes de su deserción, “Oswald había sido operador de radar encargado de cubrir los vuelos de aviones espías U-2 sobre la Unión Soviética”. Cuando un avión U-2 fue derribado por los soviéticos, y el piloto norteamericano Francis Gary Powers capturado, se acabó el programa del U–2. Oswald recibió permiso para retornar a Estados Unidos. Fue “una de apenas 500 personas cuya correspondencia era abierta (de manera rutinaria) por el FBI”. Eso se hizo no de manera encubierta, como ocurrió con el escritor Ernest Hemingway, sino con la anuencia de Oswald, sugería el lector.  
Oswald pasó algunos meses en New Orleans y Dallas acompañado de “conocidos agentes de la CIA y de informantes del FBI”, señaló el lector, quien a continuación formuló esta hipótesis: “¿Qué habría ocurrido si Edward Snowden”, el experto en computadoras que filtró datos secretos de la Agencia Nacional de Seguridad a medios de información, “hubiera recibido permiso para regresar a los Estados Unidos, bajo la condición de que toda su correspondencia sería revisada y debería reportarse de manera  regular ante agentes de la CIA y del FBI, y una vez en suelo norteamericano hubiera baleado al presidente de los Estados Unidos? Al menos alguien hubiera sospechado que agencias del gobierno tenían cierta participación en el atentado”.
Las conjeturas sobre el asesinato de Kennedy son casi infinitas. En varias ocasiones hablé con un formidable patólogo forense, Michael Baden, quien participó en la década del setenta en una revisión de la autopsia que se le hizo a Kennedy. Baden escribió un muy buen libro sobre su práctica, Unnatural Death, Confessiones of a Medical Examiner, tan apasionante como la mejor aventura de Sherlock Holmes, y reconoció que la autopsia fue botched, una completa chapucería. Baden no creía que el médico encargado de practicar la disección hubiera participado en una conspiración, sino que era un amateur en cuestiones forenses. Luego, se multiplicaron los desaciertos, cada experto, cada investigador, intentó encubrir sus fallas, y al final, todo concluyó en una conspiración, el complot de los ineptos, no de los traidores. La explicación de Baden parece plausible.  
Hay dos instituciones tan perdurables en Estados Unidos como su Constitución, la del plausible denial (desmentido plausible) y aquella conocida con el acrónimo de CYA, Cover your ass, o protege tu trasero. Y si hago mención a ellas es porque volvieron a exhibir su esplendor a raíz del asesinato de Osama bin Laden durante una incursión de comandos SEALS contra su residencia en la población de Bilal, Abbottabad, Pakistán, el 2 de mayo de 2011.

FICCIÓN Y REALIDAD

Hay una excelente novela sobre el asesinato de Kennedy: Libra, de Don DeLillo. Andrew O´Hagan, cuando escribía en The New York Review of Books (28 de junio de 2007) dijo que Libra “ubica a los lectores en la esquina del cuarto del Depósito de Libros” donde “Oswald oprimió el gatillo de su rifle”. El crítico comparaba el relato con el informe de la Comisión Warren encargada de investigar el asesinato del presidente norteamericano, y señalaba que parecía un tedioso reporte al lado del vívido relato de DeLillo.  
O´Hagan contrastaba luego Libra con la novela Falling Man, también escrita por DeLillo, una recreación de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra el Centro de Comercio Mundial y contra un ala del Pentágono, en los suburbios de Washington, D.C., por parte de 19 piratas aéreos. En ese último caso, decía O´Hagan, Falling Man era inferior al Informe de la Comisión que investigó los episodios del 9/11. “Basta abrir el informe en cualquier página”, indicaba el crítico, “para encontrar una imponente descripción, segundo a segundo, de lo ocurrido esa mañana, y de los antecedentes de los piratas aéreos”.    
El 11 de septiembre, señalaba O´Hagan, “ofreció algunas breves horas en que los novelistas estadounidenses debieron permanecer en sus casas, en tanto el periodismo les enseñó feroces lecciones en el uso de múltiples voces, de diferentes puntos de vista, de la estructura de la trama, del monólogo interior, de la presión de la historia, de la fuerza del silencio y de lo siniestro. En realidad, expuso ese día, su propio arte al desnudo”.
De no ser porque en el examen final de la comisión del 9/11 fueron censuradas dos docenas de páginas detallando las presuntas conexiones entre la organización al–Qaida y la familia real de Arabia Saudita (la información sigue classified) la indagación sería perfecta.
Cuando se compara el informe Warren con el de la comisión del 9/11, puede diagnosticarse que no proliferarán los libros sobre los ataques a las torres gemelas con la intensa asiduidad de los dedicados al asesinato de Kennedy. El informe Warren, la desatinada investigación del crimen, permitió abrir las compuertas a la imaginación de los narradores. Es improbable que eso pase con la destrucción de las torres gemelas. Claro que abundarán los libros sobre el episodio, pero no tantas novelas con tramas alternativas como en el caso de Kennedy. (Inclusive Stephen King participó en el género con un muy buen relato en que maneja varias hipótesis, entre ellas, que el presidente emerge ileso del atentado).
Creo que estamos en vísperas de otra avalancha de libros relacionados con la muerte de Osama bin Laden. Y, en este caso, quien abrió la caja de Pandora de las dudas y de múltiples conspiraciones es Seymour Hersh, uno de los periodistas más respetados de Estados Unidos. Hersh ganó el premio Pulitzer en 1970 por su investigación de la matanza de My Lai. Se estima que entre 200 y 500 civiles vietnamitas, mujeres, ancianos y niños, fueron asesinados por soldados norteamericanos en una aldea de Vietnam el 16 de marzo de 1968.
Ahora, a los 78 años, Hersh mantiene con todo vigor su empeño en demostrar cómo, en ocasiones, la verdad oficial solo consiste en plausible denials y en el acrónimo CYA.  
A mediados de mayo de 2015, Hersh publicó en The London Review of Books un artículo titulado The Killing of Osama bin Laden, el asesinato de Osama bin Laden, que tuvo gran repercusión en la prensa internacional. Básicamente, Hersh dijo que la Casa Blanca mintió una y otra vez en su intento por explicar la ejecución de bin Laden.  
Como dirían en estas tierras, tengo un invested interest, en la historia. Cuando escribí La región vacía, una novela sobre los ataques del 9/11, el penúltimo capítulo lidiaba, justamente, con la muerte de bin Laden en el compound de Abbottabad.
Discutí el tema con mi editora, la profesora Carmen Virginia Carrillo, y ella me aconsejó eliminar ese capítulo porque parecía desconectado de la trama central. La novela transcurre entre fines de agosto y diciembre de 2001, en los días previos y las semanas posteriores a los ataques. ¿Cómo se explicaba entonces la inserción de un capítulo que rompía la continuidad narrativa y reseñaba un episodio ocurrido una década después de los principales eventos? Eliminé el capítulo. (Esa es la ventaja de contar con una excelente editora y de acatar sus consejos). De esa manera pude evitar dos pasos en falso. Uno, el imperdonable, de introducir un elemento en la intriga que trastornaba el ritmo del relato. El otro, aunque más plausible, tenía serias consecuencias. Todavía los episodios estaban frescos, abundaban las conjeturas, y era posible ofrecer una versión errada de la muerte de bin Laden. Recordé un caso que me hizo agradecer la eliminación del capítulo.
Hace algunas décadas, una novelista argentina escribió una historia alternativa sobre el Che Guevara. Era la época en que el Che había desaparecido de la escena pública, y circulaban toda clase de versiones sobre su suerte. Si mal no recuerdo, la novelista había decidido que el Che, quizás decepcionado con la revolución, había optado por abandonar la lucha armada e irse a vivir como expatriado en la margen izquierda del río Sena, en París. (Es curioso, nunca oí mencionar la margen derecha). Una vez el Che apareció muerto en La Higuera, Bolivia, tras ser capturado por soldados y asesinado,  la novela desapareció silenciosamente de las librerías.  
El riesgo que corre el novelista cuando intenta conjeturar el porvenir de algún personaje histórico cuya suerte se desconoce, es ofrecerle un destino que coincida con su vocación personal. Es posible imaginar los muchos destinos de un ser humano, pero es difícil instalar a una personalidad como el Che Guevara en la margen izquierda del río Sena, y ofrecerle la vida de un expatriado.
El capítulo eliminado de La región vacía se basaba en varios libros publicados algunos meses después de su muerte, especialmente No Easy Day, de Matt Bissonnette, quien escribió bajo el seudónimo de Mark Owen. En el libro, Bissonnette mencionaba su participación en la misión que acabó  con la vida del líder de al–Qaida.
La versión oficial, ofrecida por el presidente Barack Obama al día siguiente de la incursión en Abbottabad, fue que bin Laden murió en el curso de un tiroteo con comandos estadounidenses. Obama negó que funcionarios paquistaníes hubiesen sido alertados sobre la incursión de soldados norteamericanos en su territorio.   
La versión alternativa que ofrece Hersh, en base a entrevistas con altos ex funcionarios norteamericanos y paquistaníes involucrados en el operativo, entre ellos el general Ashfaq Parvez Kayani, jefe del estado mayor del ejército, y el general Ahmed Shuja Pasha, director general del ISI (el servicio de inteligencia de Pakistán), es que se trató de un operativo conjunto.
Según la Casa Blanca, bin Laden siguió dirigiendo las operaciones de al-Qaeda desde su refugio en Abbottabad, hasta el día de su muerte. Hersh entrevistó a Asad Durrani, un general retirado, que lideró la agencia de inteligencia paquistaní a comienzos de la década del noventa. Durrani dijo al periodista que bin Laden era prisionero del ISI, y estaba confinado en su residencia de Abbottabad desde el 2006, cinco años antes de su asesinato. En cuanto a Kayani y Pasha,  respectivamente jefe del estado mayor del ejército, y director general del ISI en la época del operativo, “estaban enterados de la incursión”. Inclusive consiguieron que “los dos helicópteros que transportaban los comandos SEALS a la población de Abbottabad lograsen atravesar el espacio aéreo de Pakistán sin activar las alarmas”.
Es difícil creer que los militares de un país como Pakistán, que se halla en estado de preparación militar permanente luego de tres devastadoras guerras con India, hayan obviado la presencia de dos helicópteros sobrevolando su cielo.  
Otra de las versiones que hizo circular el gobierno de Washington es que la CIA logró averiguar el paradero de bin Laden siguiendo la pista a algunos de sus mensajeros. Hersh dijo que de acuerdo a sus informantes, la cosa fue mucho más sencilla: “un ex agente de la inteligencia paquistaní divulgó el secreto, a cambio de buena parte de los 25 millones de dólares de recompensa ofrecidos por Estados Unidos”.   
Lo único que sobrevivió de la versión oficial es que Obama ordenó la incursión en territorio paquistaní, y que el comando SEAL lo llevó a cabo. “Muchos otros aspectos del recuento del gobierno”, indicó Hersh, “son falsos”.
Una de las personas que proveyó a Hersh de información dijo que el sitio donde vivía bin Laden con algunas de sus esposas y de sus hijos, no era un lugar protegido por guardias armados pagados por el jefe de al–Qaida, “pues estaba bajo control del ISI”. El servicio de inteligencia paquistaní logró capturar al líder de al-Qaida y a miembros de su familia en el 2006 “pagando sobornos a algunos tribeños”, presumiblemente en el área de las montañas de Hindu Kush.  
En agosto de 2010, meses antes del operativo, Jonathan Bank, entonces jefe de la estación de la CIA en la embajada de Estados Unidos en  Islamabad, recibió información de que bin Laden había sido confinado por el ISI en Abbottabad, y se hallaba muy enfermo, al punto  que el servicio de inteligencia ordenó a Amir Aziz, un médico y mayor del ejército paquistaní, mudarse cerca de la vivienda a fin de atender al paciente de manera permanente.
Para Hesh, la principal fuente de información del lado norteamericano fue alguien que el periodista menciona como “A retired senior intelligence oficial”, un alto funcionario de inteligencia en situación de retiro.   
Allegados a la Casa Blanca cuestionaron a Hersh por utilizar esa fuente de manera preponderante. Al parecer, olvidaron que en el escándalo Watergate, los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward usaron como una especie de franquicia a Deep Throat (garganta profunda) a fin de revelar las actividades de espionaje del gobierno de Richard Nixon en la sede del partido Demócrata.  
El escándalo Watergate estalló en 1972. En el 2005, treinta y un años después, se reveló que Deep Throat era el seudónimo de Mark Felt, ex directivo del Federal Bureau of Investigation (FBI). Felt estaba furioso con el sempiterno director del FBI, Edgar J. Hoover, pues no había sido considerado para una promoción hacia el final de su carrera, y optó, como señala la jerga, por “spill the beans,” descubrir el pastel. (Nunca hay que descuidar el papel del individuo en la historia).
La principal fuente de información del periodista dijo que tras la novela de cowboys versus indios escrita por el gobierno, hay algo mucho más sórdido y deprimente. “La verdad es que bin Laden era un inválido, pero no podemos decir eso”, dijo a Hersh el former senior American officer.  Y mencionar un tiroteo entre miembros del comando SEAL y los guardaespaldas de bin Laden y su jefe, parecía más meritorio que admitir haber “baleado a un lisiado”, dijo el informante.
La Casa Blanca aseguró que los comandos mataron a bin Laden porque éste se resistió. De haberse rendido, era la versión oficial, lo hubieran llevado ante los estrados de la justicia.  Hersh dice que “no hubo enfrentamiento alguno” cuando los integrantes del comando SEAL ingresaron a la vivienda. Los guardias del servicio de inteligencia paquistaní que vigilaban el lugar, y a su valioso prisionero, “se habían marchado” antes del arribo de los helicópteros norteamericanos.  
El informante dijo que “no había una sola arma” en la vivienda de bin Laden. Un funcionario de enlace del ISI, el servicio de inteligencia paquistaní, viajó en un helicóptero que transportaba a un comando SEAL, y luego guio a sus integrantes “en el interior de la oscura vivienda y hacia las escaleras donde estaba bin Laden”. Los efectivos norteamericanos sabían, gracias al funcionario paquistaní, que algunas puertas de acero bloqueaban el acceso al dormitorio del líder de al-Qaida situado en el tercer piso. Las puertas fueron destruidas con explosivos.
Los miembros del comando enfilaron hacia el dormitorio de bin Laden, quien trató de esconderse en el recinto. Dos de los SEALS “lo siguieron” y dispararon sus armas. “Algo muy simple, muy directo, muy profesional”, dijo el informante a Hersh. Luego, otros cuatro integrantes del comando ingresaron al lugar, y remataron a bin Laden.
Por cierto, algunos de los miembros del equipo que mató a bin Laden se sintieron “horrorizados” al enterarse que según la versión de la Casa Blanca, habían actuado en defensa propia, dijo el ex funcionario. “Seis de los SEALS, seis de los más distinguidos, y los más diestros soldados se enfrentan con un civil anciano y desarmado ¿y lo matan en defensa propia? Bin Laden estaba viviendo en una especie de celda, con barrotes en la ventana y alambre de púas en el techo”. En ningún momento, señaló el ex funcionario, existió la intención de arrestarlo. Las órdenes que recibieron los miembros del comando “eran que tenían autoridad absoluta para matar al tipo”.  
La Casa Blanca dijo luego que bin Laden fue rematado de uno o dos tiros en la cabeza. Al parecer, según el informante, lo cosieron a balazos.Finalmente, según la Casa Blanca, el cadáver de bin Laden fue envuelto en un sudario, y lanzado al mar acatando todos los ritos islámicos.
El principal informante de Hersh dijo que nada de eso ocurrió. En realidad, los restos del líder de bin Laden habrían sido usados por algunos integrantes del comando para prácticas de tiro al blanco. Algunos de ellos “alardearon luego ante sus colegas y otras personas que habían disparado sus rifles y destrozado el cuerpo de bin Laden. El resto, incluida su cabeza, que solo tenía algunos agujeros, fue puesto en una bolsa y durante el vuelo de helicóptero de regreso a Jalalabad, Afganistán, algunos trozos del cadáver fueron arrojados sobre las montañas Hindu Kush”.  
Eso originó problemas adicionales, inclusive la presunta invención del funeral a bordo del portaaviones USS Carl Vinson, que realizaba patrullajes de rutina en el Mar de Arabia.  
En ese caso, dijo Hersh, se apeló a un functional body, pues era imposible reconstruir un cadáver con tantos fragmentos sucesivamente desechados. El imaginario cadáver de bin Laden, fue sepultado en el mar, con todos los honores imaginables. La ceremonia habría sido llevada a cabo por seres invisibles.
Cuando Hersh pidió que le facilitaran documentos capaces de confirmar el funeral de bin Laden a bordo del portaaviones y el ulterior lanzamiento del cadáver al mar, la solicitud fue rechazada  “por razones de seguridad nacional”. Posteriormente, dos asesores del Comando de Operaciones Especiales (USSOCOM) dijeron al periodista que el funeral de bin Laden a bordo del Carl Vinson había sido otra invención de la Casa Blanca. Uno de ellos añadió: “El asesinato de bin Laden fue puro teatro político, destinado a bruñir las credenciales militares de Obama”. Una misión como la que puso fin a la vida de bin Laden, “resulta irresistible para un político”, añadió el asesor de USSOCOM. Bin Laden se convirtió para Obama, “en un activo disponible”, una credencial que le ayudó en sus tareas como líder del ejecutivo de Estados Unidos.
La Casa Blanca ha hecho numerosos intentos por señalar inconsistencias en el artículo. La pregunta es: ¿Cuál sería el objetivo de Hersh de arruinar su gloriosa carrera ahora que está llegando a sus postrimerías? Además del Pulitzer obtuvo en cinco ocasiones el premio Polk (1969, 1973, 1974, 1981, y 2004), y el Premio George Orwell (2004). A diferencia de un presidente norteamericano, que tiene como máximo ocho años para emitir plausible denials y algunos más protegiendo con el acrónimo CYA todo intento de esclarecer los misterios de su vida política, Hersh vive en un tiempo diferente. Sabe que cada uno de sus trabajos lo puede catapultar al estrellato o hundir en el descrédito. Toda su vida ha defendido su honestidad ante un público que no es muy amable con quienes traicionan su confianza. Por lo tanto, es una buena apuesta creer en sus denuncias.


miércoles, 20 de mayo de 2015

¿Es posible escribir buenas obras, una tras otra?

Mario Szichman


Edgar Allan Poe, uno de los escritores más “comerciales” de Estados Unidos, recibió un face–lift de los románticos franceses, con Charles Baudelaire a la cabeza, y se transformó en un poeta maldito al que solo preocupaban sus demonios interiores.  
 “Si cualquier hombre ambicioso abriga la fantasía de revolucionar, de un solo golpe, el mundo universal del pensamiento humano, de la opinión humana, del sentimiento humano”, dijo Poe en cierta ocasión, el camino “del renombre universal se despliega delante suyo, sin interferencias”. Es suficiente “con escribir y publicar un libro muy pequeño. Su título podría ser: ´Mi corazón al desnudo´. Pero ese pequeño libro debe ser fiel al título”. Poe estaba convencido de que ningún hombre se atrevería jamás a redactar tal libro, “pues el papel se arrugará y arderá a cada trazo de su feroz pluma”.  
A diferencia de Baudelaire, Poe creía que el oficio de escritor era una impostura. Siempre se mostró cínico en relación a su oficio, al estilo de Ambrose Bierce, quien en su Diccionario del Diablo definía al cínico como un “Canalla que debido a una falla visual observa las cosas como son, y no como deberían ser”.  
T. S. Elliot, quien realmente admiraba a Poe, nunca pudo perdonarle que uno de sus ensayos (creo que en Método de Composición) tuviese como único propósito desmenuzar la creación de su poema más famoso, The Raven. Poe explicó cómo su única intención había sido conmover  una audiencia con un poema que pudiera leerse de una sola sentada. Ofreció pormenores sobre los efectos creados para conmover al público, y de qué manera las estrofas tenían como objetivo elevar el trance hasta la exclamación final, forzando a las damas a extraer sus pañuelos a fin de secar las lágrimas y a los hombres a toser de manera discreta.
Elliot creía, o necesitaba hacer creer a su audiencia, que estaba por encima del común de los mortales. Y revelar la cocina literaria (o en el caso de Poe la poética) podría derribarlo de su pedestal.    
Toda persona necesita enaltecer su oficio, quitarle los andamiajes, elevarlo a las esferas celestes. Y en el caso de los escritores, esa necesidad se eleva a la enésima potencia.
Nadie le pide a un médico o a un albañil que busquen inspiración antes de curarnos una dolencia o de añadir un cuarto más a una vivienda. Pero resulta difícil aceptar que un escritor pueda crear sus novelas, sus obras de teatro, sus cuentos o poemas, sino que la inspiración corone sus sienes. Y esa es, quizás, la razón de que buena parte de los escritores carecen de segundo acto.
¿Quién va a permitir que un médico, tras realizar una exitosa operación mate a dos pacientes? ¿O que un albañil, luego de construir una bella mansión erige una vivienda que se derrumba porque no ha diseñado bien los cimientos?  
Alfred Hitchcock hizo más de 50 películas. Todas son recordables, y algunas de ellas memorables. Nunca alardeó de su inspiración, aunque fue un genio. Decían que sus filmaciones eran la cosa más aburrida del mundo porque nunca improvisó una sola escena. Antes de iniciar sus tareas los intérpretes, los decoradores, los músicos, los directores de cinematografía, sabían exactamente que debían hacer. Los libretistas entregaban sus textos con meses de anticipación. Y las últimas correcciones estaban listas semanas antes de iniciarse el rodaje.  
En mi biblioteca hay varios libros que enseñan cómo diseñar tramas, urdir intrigas, crear personajes, y especialmente, seducir a los lectores para que una vez abran un libro, no lo cierren hasta la palabra “fin”. (Estoy hablando de libros de alrededor de 250 páginas). Esos ensayos comparten una sugestión: antes de sentarse a escribir, un narrador debe saber cómo terminará la novela, quien será el protagonista y el antagonista, cuál será el conflicto central. Es posible que en el transcurso de la narración deba añadir algunos personajes o eliminar otros. Pero siempre en función de la trama, que permite arribar sin tropiezos del punto de partida a la página final, sin que el autor se pierda en vericuetos o disquisiciones que empobrecen la narración.  
Hace poco descubrí un manual donde el autor explicaba cómo armar una novela súper interesante, aunque lo más interesante era el prólogo, en que el autor explicaba las teorías de Lajos Egri, un intelectual húngaro que creó en Nueva York una escuela para asesorar a dramaturgos. De esa manera descubrí una joya titulada The Art of Dramatic Writing. Aunque el libro está consagrado al teatro, cualquier persona interesada en escribir quedará deslumbrada por la sabiduría de sus conclusiones. Al igual que Elements of Fiction Writing, de Ansen Dibell, el trabajo de Egri desmenuza los factores centrales de toda obra de ficción: su propuesta central, los personajes que la encarnan, y el conflicto.
La propuesta central de Romeo y Julieta es “Todo gran amor desafía inclusive la muerte”, nos dice Egri. El rey Lear sucumbe a otra premisa: “La confianza ciega conduce a la destrucción”. Tartufo, de Molière, tiene este tema: “Aquel que cava una fosa para otros, termina cayendo en ella”. En todos los casos mencionados por Egri, el autor no pierde tiempo en anunciar su propuesta, y desarrollarla y profundizarla en el transcurso de la obra. La premisa permite elaborar los caracteres y agudizar el conflicto hasta la confrontación final. Si en Romeo y Julieta todo gran amor desafía inclusive la muerte, los protagonistas deben ostentar ciertos atributos esenciales. Romeo no es cualquier clase de amante. Es un ser impetuoso. No teme desafiar la muerte con tal de poder observar, aunque solo sea una vez, a su adorada, que no es precisamente Julieta, sino Rosalinda. Romeo sabe que Rosalinda estará en la vivienda de los Capuletos, sus mortales enemigos, pero acepta correr todos los riesgos necesarios, y visita la mansión. Allí conoce a Julieta, y cae perdidamente enamorado de ella. Nada frenará su deseo. Y como Julieta no vacila un momento en corresponder a su pasión, la suerte de ambos está sellada.
El rey Lear tiene tres hijas. En su vejez, ha decidido repartir su reino entre ellas: Cordelia, Regan y Gonerila. La única que lo ama con sinceridad es Cordelia. Pero aunque es su hija favorita, Cordelia se niega a fingir afecto. Por lo tanto, Lear decide desheredar a Cordelia, y dividir el reino entre Regan y Gonerila, que saben cómo halagarlo. Esas dos hijas despojan a su padre de todo poder. Lear, avergonzado y afligido, se vuelve loco, y muere.
Si Lear hubiera acatado su inteligencia, en lugar de aceptar mentirosas declaraciones de afecto, otra hubiera sido la historia. O tal vez Shakespeare no hubiera escrito drama alguno con Lear como protagonista. Su carácter causa la tragedia. Su primer error anticipa su destino final.
Y en cuanto a Tartufo, aunque Molière intentó demostrar el fracaso de la hipocresía, su obra trajo imprevistas consecuencias. Algunos críticos de su época dijeron que el retrato de Tartufo era la perfecta encarnación de un jesuita, y la obra, un directo ataque a la iglesia católica. Sin embargo, es evidente que Tartufo no es una institución sino un ser humano animado de pasiones. Quiere seducir a la esposa de Orgon, el hombre que lo acogió en su hogar, y además apropiarse de su fortuna. El deseo y la codicia animan todos sus actos. No tiene paciencia para esperar. Sin esa inquietud, es imposible imaginar la obra. O al menos Molière se hubiera visto obligado a diseñar otra trama, pensar en otros conflictos.  
En todos esos casos, señala Egri, el protagonista, debido a la premisa central, marcha raudo hacia un conflicto que en la gran mayoría de los casos desemboca en su destrucción final.
Los tres elementos de una poderosa trama narrativa están presentes en toda gran obra. Falla el propósito del autor cuando hay más de una premisa vigente, pues debilita a los personajes y apacigua el conflicto. En otras ocasiones, el personaje no obedece a las expectativas creadas por el autor. Es inconvincente. O puede suceder que el conflicto carece de trascendencia.
Volviendo a Alfred Hitchcock: en el filme Los 39 escalones hay un actor secundario, Mr. Memory, que cumple un rol trascendental en la resolución del conflicto. Se trata de un personaje de vodevil que aparece solo al comienzo y al final de la película. Mr. Memory trabaja en un concert hall de Londres y desafía a los espectadores exigiéndoles que le formulen cualquier clase de preguntas. Mr. Memory responde sin vacilar, ya se trate del nombre de un caballo que ganó un Derby en cierto año, el triunfador en una pelea de box, o el nombre completo de algún personaje famoso.  


Hitchcock brindaba al inicio de Los 39 escalones otro dato muy importante sobre Mr. Memory: se trataba de un hombre orgulloso de sus conocimientos, y además, incapaz de mentir. De esa manera ofreció a los espectadores datos para la escena final. Un grupo de espías le había  dictado a Mr. Memory información sobre un secreto militar. Cuando el protagonista de la película le preguntó a Mr. Memory sobre la frase 39 escalones, que encubría el secreto militar, éste no vaciló un momento en revelarlo, pues en la pregunta jugaba su orgullo y su honestidad. Por supuesto, la respuesta le costaba la vida.  
Existen gran cantidad de variantes en una obra de ficción. Cada autor puede ir alterando sus elementos. Egri se restringió a mostrar sus atributos fundamentales. Con ellos, una faena puede ser plausible, moderamente buena, o sublime. Sin ellos, ninguna obra está en condiciones de trascender.




domingo, 17 de mayo de 2015

¿Es que el chavismo y la oposición viven en la isla de la fantasía? Reportaje a Diego Arria

Mario Szichman
(Segunda Parte: La oposición)


Diego Arria (foto: Mario Szichman)

“Estoy –por ahora– en Nueva York porque el régimen ordenó arrestarme por un fantasioso delito del cual ni hablan ya, pues nunca existió.
“No he sido un opositor a control remoto sino muy adentro de la tragedia. Desde que el 4 de febrero de 1992 cuando ingresé con el presidente Carlos Andrés Pérez a Miraflores y vi el suelo la entrada de su despacho todavía ensangrentada por el teniente que Chávez había enviado a matar a CAP. Allí  supe quién era ese señor y lo  adversé públicamente desde entonces, tanto en Venezuela como en el exterior. Sin dudas hice valer mis relaciones en el mundo para estos propósitos. Te digo esto, Mario, porque algunos desinformados, para llamarlos de alguna manera dicen que me activé solo después que el difunto ordenara el asalto y saqueo de nuestra hacienda La Carolina. Soy tal vez  el único político que ha sido afectado en su patrimonio.

“Por cierto, ni un solo  dirigente político se atrevió a solidarizarse en esta causa tan importante. Temían al finado. En nombre de casi cuatro mil venezolanos atropellados por estos delitos documentamos la denuncia formal que presenté a la Corte Penal Internacional en La Haya. La justicia divina se le adelantó a la Corte”.


Esa podría ser otra de las cartas de presentación de Diego Arria, un veterano de las lides políticas en Venezuela, y un funcionario internacional con destacada participación en las Naciones Unidas. En 1973, Arria participó en la campaña electoral de Carlos Andrés Pérez, siendo posteriormente diputado por el Estado Miranda, gobernador del Distrito Federal de Caracas, presidente del Centro Simón Bolívar y el primer ministro de Información y Turismo. En materia de derechos humanos, Arria ha sido siempre daltónico. Viajó en 1975 a Chile a fin de solicitar al dictador Augusto Pinochet que liberara a su amigo, el ex canciller y último ministro de la defensa de Allende,  Orlando Letelier, recluido en la Isla Dawson. Fue el primer liberado y Arria lo trajo a Venezuela al igual que a  otros presos, de todas las filiaciones políticas, quienes trabajaron en la gobernación.  
Como crítico, fundó a finales de los setenta El Diario de Caracas, un periódico que marcó pauta en el periodismo venezolano; y desde entonces no ha dejado de escribir en diversos diarios de Venezuela y el mundo.  

En el área internacional, fue representante de Venezuela en las Naciones Unidas, y presidente del Consejo de Seguridad. Luego secretario general asistente de la ONU y asesor especial del secretario general Kofi Annan. Hoy sigue asociado a consejos asesores de instituciones como el International Crisis Group, la escuela de Estudios Internacionales de American University en Washington DC, Brandeis University Académico visitante en la Universidad de Columbia, en el Council on Foreign Relations y en el directorio de la Academia Internacional de la Paz, en Nueva York.

Mario Szichman: ¿Se van a realizar elecciones parlamentarias en Venezuela?
Diego Arria: Si lo creo. Pero las elecciones nada van a cambiar, sin importar si las ganamos o las perdemos. Sin embargo esta realidad no es compartida con los electores.  La MUD ofrece soluciones que sabe que  no estarán a su alcance no importa cuántos diputados se elijan.
M.S: ¿Crees que los chavistas pueden perder las elecciones?
D.A.: Si fueran limpias no hay duda que serían vencidos hasta por un margen de 50%. Podrían perder las elecciones, pero no el poder. Digamos que la oposición saca el 60 o más por ciento de los votos. Entonces ¿qué hace el régimen? Los colectivos armados impiden entrar a los diputados opositores a la Asamblea Nacional. El régimen no da plata a administraciones en poder de la oposición. Puede acelerar la implantación de la ley de las comunas. ¿De qué nos han servido a nosotros los 60 diputados que tenemos en la Asamblea Nacional? Han servido para que se promuevan algunos de ellos, pero para el país, nada.
M.S.: La MUD dice que un triunfo en las elecciones parlamentarias permitirá cambiar el modelo económico…  
D.A.: … Como si la Asamblea manejara la economía…
M.S.: … Y que va a liberar a los presos políticos…
D.A: … Supongamos que los diputados opositores aprueban. ¿Cómo las van a implementar? La mitad de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia ya están nombrados, por 12 años. Nombraron a los miembros del Consejo Nacional Electoral por siete años, nombraron al nuevo Contralor.
M.S.: Algunos te acusan de cargar un Memorial de Agravios contra sectores de oposición. ¿Por qué muestras tanta indignación ante fuerzas que algún día podrían reemplazar al chavismo?
D. A: La verdad, Mario, que no tengo la práctica de guardar memoriales porque opino públicamente y de manera muy independiente. El no depender ni política ni económicamente ni de partidos ni de grupos económicos es lo que me hace muy incómodo para ellos. Y me lo cobran. Por ejemplo, cuando el régimen ordenó mi arresto la MUD rechazó el acto contra sus amigos pero no dijo una sola palabra sobre mí. Los entiendo porque debe ser terrible estar obligado a hacer cosas incorrectas y tener que acomodarse. En serio me apena por ellos.
M.S.: Has participado en varios eventos electorales en Venezuela. No pareces muy satisfecho ni de los resultados, ni del comportamiento que tuvo la oposición. 
D.A.: Para contestarte a ti y a tus lectores permíteme ubicarme en el  contexto de estos “16 años terribilis”, como diría la Reina Isabel.
Estuve como voluntario de Súmate el día del referéndum revocatorio presidencial del 15 de agosto 2004, y vi cómo no se defendió –como se debía– el triunfo. No se protestó el resultado fraudulento y se aceptó como válido. 
Luego formé parte de la campaña presidencial  de Manuel Rosales de 2006 como coordinador de las dos empresas internacionales  que realizaron los exit polls, y presencié con asombro- y si con verdadera indignación- la entrega prematura de Rosales, quien admitió la derrota cerca de las 7:00 pm, cuando aún no se habían cerrado todas las mesas y no se había contabilizado las Constancias de Verificación Ciudadana. Ni llegó a hablar con los asesores que contratamos y que aseguraban que había fraude.
 Un  año después en 2007 vi cómo el día del referéndum por la reforma constitucional los coordinadores políticos de los partidos reunidos en el Centro Lido querían reconocer a  las 5 pm una supuesta victoria del SI, lo que fue impedido por una acción vigorosa liderada por Leopoldo López, Yon Goicoechea  y Gustavo Tovar, que forzaron a que Chávez aceptara su derrota. Entiendo que el General Raúl Baduel también jugó un rol importante ante la Fuerza Armada.
Sigo con este recuento. Chávez, al perder el referéndum que impedía su reelección indefinida, lo que le obligaría a abandonar el poder a principios de 2013, esperó un poco y en 2009 le puso una zanahoria “irresistible” a nuestros alcaldes, diputados y gobernadores con la enmienda constitucional, que les permitiría a ellos, al igual que a Chávez, reelegirse indefinidamente. No se habla de este antecedente. Si se hubiese pensado en el país y no en puesticos, la historia podría haber sido otra, pero a los nuestros les gusta la reelección igual que a los chavistas.
Llegamos a la elección del 7 de octubre de 2012, cuando el candidato Henrique Capriles se apresuró a declarar “Yo voy a ser claro y raspao, aquí no hubo fraude, lo digo clarito”. Nunca se contaron los votos como se había comprometido el candidato y la MUD.
M.S.: Y ahora llegamos a la elección crucial, la de abril de 2013, en que se enfrentaron Nicolás Maduro y el líder opositor Henrique Capriles.
D.A.: Aceptamos ir a elecciones contra un candidato ilegitimo, que usurpaba funciones nada menos que de presidente encargado de la República. Por esa y otras consideraciones, el 12 de marzo de ese año le dirigí una carta pública a Capriles (http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/155895/los-consejos-de-diego-arria-a henrique-capriles-de-cara-a-su-nueva-campana-electoral/) donde le decía que, en primer lugar, dejase en claro que no estaba “legitimando ni avalando semejante ilegalidad”, y que exigiese “la eliminación del sistema biométrico –máquinas captahuellas”, algo “crucial, clave, impostergable, innegociable”, pues representaban “un elemento adicional de intimidación al elector al pensar que identificaba su voto”.  Después de ganar, Capriles aseguró que no se reconocería el resultado sin antes contarse “hasta el último voto”. Esto tampoco se cumplió. En vez de defender la victoria, le ofreció al país la opción de “drenar la arrechera tocando cacerolas con fuerza y con salsa”. Palabras que la historia recogerá como símbolo de nuestra decadencia.
M.S.: ¿Sugieres que no hay posibilidad alguna de salvación para Venezuela si la MUD sigue liderando a la oposición?
D.A.: Así es Mario. He declarado y publicado en toda clase de medios que mientras no se arme una verdadera Gran Alianza Nacional que integre a los distintos sectores del país no lograremos tener una verdadera unión que es superior a una unidad que sea realmente representativa del país. Que los partidos son importantes pero como vemos no son para nada suficiente. Así lo corrobora la temperatura política del país y su muy escaso respaldo popular. Después de la narrativa que te hice de mis experiencias con esa dirigencia en estos 16 años es evidente que no  puedo tenerles confianza. De hecho igual aplican el viejo principio de la General Motors: “Lo que es bueno para GM es bueno para los Estados Unidos”. La MUD cree y practica que lo que es bueno para sus partidos es bueno para el país. Lo acontecido nos indica que eso no es cierto.
M.S.: Ahora soy yo el que empieza a alarmarse. Si la MUD no sirve cómo fuerza opositora, el peligro es que el chavismo se quede en Venezuela para siempre. ¿Qué ofreces como alternativa?
D.A.: Para poder opinar sobre las próximas elecciones a la AN era necesario que resumiera algunas de estas experiencias en las que he participado o  que he presenciado. Pues eso ayuda a entender la razón del muy escaso respaldo, confianza y credibilidad que tienen los partidos que integran la MUD, convertida hoy en una franquicia electoral que ejerce como un verdadero monopolio de la voluntad popular. Por ejemplo, entiendo que el 70% de los candidatos serán seleccionados a dedo. Esa práctica “cogollérica”  llevó a los partidos a desembocar en Hugo Chávez por la falta de representatividad y legitimidad de sus candidatos. Por cierto esos candidatos  corren el riesgo de ser eliminados por no seguir las condiciones del CNE.
M.S.: A Leopoldo López lo arrestaron acusándolo de incitar a la violencia durante las manifestaciones de marzo del año pasado. Ahora ¿de qué lo pueden acusar al alcalde de Caracas Antonio Ledezma? El gobierno parece haber demostrado con su arresto que está en condiciones de hacer lo que se le antoja. Ni siquiera necesitaba una excusa para detenerlo. Es un poco como en Alicia a través del espejo. La Reina comenta el drama del mensajero del Rey. “Él se halla ahora en prisión, y lo están castigando. El proceso no comenzará hasta el próximo miércoles, y por supuesto, la perpetración del crimen vendrá recién al final”. ¿Es eso lo que ocurrió con Ledezma?
D.A.: Yo quedé igualmente sorprendido por ese arresto. Creo, como tú, que el régimen le ha ido tomando la temperatura a la oposición de manera progresiva. Primero escogen a Leopoldo, luego a Ledezma. Ya se olvidaron y ni mencionan el invento del magnicidio donde me involucraron para impedirme regresar al país so pena de ser arrestado. Debo aprovechar para destacar que, como ves,  no soy un prófugo sino un perseguido del régimen. Por cierto el caso Ledezma ha despertado un interés mundial, porque es el alcalde de la nuestra capital. López es hoy el líder político más popular víctima, de este régimen infame. Pero claro, Ledezma es una autoridad, en el fondo se ve como la segunda del país, por representatividad de votos. Es más grave institucionalmente que la de Leopoldo.
M.S.: Tú has dicho en varias ocasiones que Chávez nunca engañó a nadie.
D.A.: Así es. En el discurso que pronunció Chávez en la Universidad de La Habana ante jerarcas cubanos, tras salir de la cárcel, dijo exactamente lo que se proponía: crear un estado comunista, y expresó un rechazo total al sistema político que prevalecía en Venezuela. Y muchos venezolanos pensaron “¿Para qué nos vamos a alarmar con él? Estamos muy cómodos aquí. Nosotros no somos cubanos. A nosotros no nos va a ocurrir lo de Cuba. Eso es un trapo rojo, un peine”. Después, no todo el mundo pone atención a los largos discursos. Por último, muchos empresarios pensaron que era más fácil manejar a un teniente coronel de Barinas, que manejarse con los partidos políticos. Y luego muchos de ellos pagaron las consecuencias.
M.S.: Numerosos empresarios alemanes pensaron también que podrían manejar a Hitler. Después de todo, apenas había alcanzado el rango de cabo...
D.A.: … Sí, y Chávez era un teniente coronel de Barinas, nada que temer. En definitiva, subestimaron a Chávez que nunca engañó a nadie. Los venezolanos se auto engañaron. Y desde esa época, se ha entronizado la irresponsabilidad de muchos dirigentes políticos que siguen promoviendo el vivir en  negación de la realidad, “No hay que alterar los procesos electorales”, señalan. De esos procesos electorales viven ellos, pero no siempre el país. Y eso, Mario, es imperdonable.
M.S.: Con tu prédica ¿no estás convocando a la abstención?
D.A.: Siempre he votado. Nunca he promovido la abstención. Pero seguiré protestando  y denunciando al ministerio de elecciones –Consejo Nacional Electoral – y a las Fuerzas Armadas  por su complicidad electoral con este régimen dictatorial, despótico y tramposo.