Mario Szichman
“Lo que queda aquí,
rodeado por Colombia, Brasil y Guyana
frente a ese hermoso e imponente mar Caribe.
Esto,
este corral
al norte de América del Sur.
Esta republiqueta de vivos, sicarios y
malhechores.
Esto
que ya no es un país sino una parodia de República
Bananera.
Esto
no es Venezuela.
Este pozo de plomo y sangre,
este luto en gerundio,
este llanto que no cesa,
no es el país del que nos canta el ‘Gloria al
Bravo Pueblo’.
Esto,
este solar de mansas colas de hambruna
no es la tierra que parió a héroes
independentistas.
Esto
no es más que
la república bolivariana de venezuela.
Así con minúsculas. Disminuida y empobrecida.
Ensombrecida, envilecida y triste”.
Golcar Rojas
“Es escándaloso”, declaró al The New
York Times Víctor Álvarez, un economista de izquierda y ex ministro durante
el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez Frías: Venezuela ha sido
saqueada “como en la época de la conquista” española, “cuando el oro y la plata
eran robados por toneladas”. Álvarez no estaba haciendo alusión a los gobiernos
de la Cuarta República, sino al presidido por Chávez y ahora por Nicolás Maduro
Moros.
El chavismo se llevó todo lo que no está atornillado al piso. No se trata
de una figura del discurso. El diario neoyorquino ofreció detalles de transacciones
que permitieron a funcionarios y sus compinches robar a los venezolanos en su
conjunto decenas de miles de millones de dólares. Ninguno de ellos está preso.
El presidente venezolano ofrece una razón muy sencilla para explicar la
catástrofe que asola al país: la oposición y sus secuaces fabrican colas a fin
de inventar la escasez, en tanto Estados Unidos libra una feroz guerra
económica. Las colas, según Maduro, son una fantasía mediática. Grupos infiltrados “de gente corrompida” ponen
a la gente a hacer cola frente a los supermercados y cadenas de farmacias, mientras en el interior de los negocios, todo
está vacío de personas, y repleto de productos, de acuerdo a la versión del jefe
de estado venezolano.
Uno de los resultados de esa retórica chavista ha sido generar el ridículo,
dijo The Financial Times. Y citó a
Russ Dallen, quien lidera el banco de inversiones Latinvest.
Dallen expresó que el sucesor de Chávez “debe ser uno de los escasos
líderes que resulta derrotado en una guerra económica que él mismo inventó”. El
país está tan quebrado, dijo el economista, que “los actuales ingresos del
petróleo son insuficientes para permitir al país pagar sus deudas, financiar
sus importaciones, y cancelar la prima de sus bonos externos”.
VIVIENDO EN LA
ESTRATÓSFERA
La nota del New York Times describe
cómo el patrimonio venezolano fue dilapidado durante los gobiernos de la
Revolución Bolivariana. Buena parte de los saqueos se registraron cuando Chávez
condujo los destinos de la nación directo hacia el abismo. He aquí algunos
datos oficiales:
– Una empresa venezolana importó equipo agrícola, entre ellos, máquinas
para sacar los granos de maíz de las mazorcas. Cada máquina, de acuerdo a la empresa,
costaba 477.750 dólares, aunque el precio en el mercado era de unos 2.900
dólares.
–Otra compañía adquirió equipos para matar y destripar pollos a un costo
total de 1,8 millones de dólares. Cuando la policía investigó, descubrió que
los equipos “eran un amasijo de chatarra oxidada”.
–Un empresario recolectó 74 millones de dólares para llevar a Venezuela
productos químicos y otras mercancías adquiridos en el exterior. “Pero no envió
casi nada a cambio”.
–La firma de consultoría Ecoanalítica,
dijo que entre el 2003 y el 2012, durante todo el gobierno de Chávez, “unos
69.500 millones de dólares fueron robados del erario público a través de
fraudes a la importación”.
–Un 20 por ciento de las importaciones fueron hechas por “empresas
privadas” que eran tan inexistentes como las millones de firmas que recaudó
Maduro para defender a siete funcionarios acusados de violar los derechos
humanos y faltar a sus deberes. Por otra
parte, un 40 por ciento de las importaciones concretadas por agencias del
gobierno y compañías administradas por el estado “fueron fraudulentas”.
–La ex presidenta del Banco Central, Edmée Betancourt, dijo que unos 20.000
millones de los 59.000 millones de dólares destinados a importar productos en
el 2012 (cuando todavía gobernaba Chávez) “desaparecieron a través de
transacciones fraudulentas”.
Jesús Faría, un chavista, integrante de una comisión investigadora
destinada a examinar las importaciones dolosas, y miembro de la Asamblea
Nacional de Venezuela, dijo que habían sido descubiertas más de 250 compañías
que habían violado la ley, en tanto la oficina del fiscal general “debe
investigar y evaluar a centenares de empresas”. ¿Qué ha ocurrido? Faría lo
explica mejor: “No he visto que hayan
sancionado una sola de esas compañías”.
ENTRE TANTO, EN
EL PLANETA TIERRA…
El gobierno de Arabia Saudí está realizando fuertes cortes en los gastos
públicos, pues sabe que ya no volverá la época del crudo a 100 dólares el
barril. Convencidos que Alá no proveerá, los funcionarios saudíes preparan
planes a fin de evitar el colapso de las finanzas
Mohammed bin Salman, de 30 años, heredero del trono de Arabia Saudí, se ha
convertido en el point man en la
guerra y en la paz. Además de ser ministro de Defensa y liderar las acciones en
la guerra contra la insurgencia Houthi respaldada por el gobierno de Irán, bin
Salman encabeza el equipo encargado de reestructurar la economía.
Algún funcionario de la nomenklatura
chavista debe preguntarse qué anda mal con la economía saudí para que requiera
ser reestructurada. En primer lugar, Arabia Saudí es el principal productor de
crudo del mundo. Cuando entre junio de 2014 y la actualidad el petróleo bajó de
alrededor de 100 dólares el barril a menos de 42 dólares, las autoridades de
Riad enfrentaron la remezón con un gigantesco colchón de 640.000 millones de
dólares en reservas. Eso representa alrededor de dos terceras partes del dinero
que dilapidaron dos administraciones chavistas entre la llegada de Chávez al
poder, en 1999, y el día de hoy. (Se estima que el derroche del erario público
venezolano supera los 900.000 millones de dólares. Otros dan, como cifras
redondas, un billón de dólares).
Ahora, Arabia Saudí está emperrada en proteger su cuota en el mercado, sin
importar a qué precio caerá el petróleo. Pues, en algún momento, la cotización
del crudo aumentará, y es mejor estar prevenido. Por su parte, el presidente de
lo que aún queda de Venezuela, ha ofrecido como alternativa aullarle a la luna
y reclamar un “precio justo” para el producto.
En fecha reciente, Maduro dio su palabra de que no descansaría hasta que el
precio del petróleo llegara a los 88 dólares por barril. En cambio, en
noviembre del 2014, el jefe de estado prometió no pegar los ojos hasta que el
crudo llegase a 100 dólares por barril.
Hace más de un año que el presidente se la pasa desvelado tratando de
conseguir un precio justo para el petróleo, mientras aliados y enemigos en la
Organización de Países Exportadores de Petróleo pelean a cuchillo en el mercado
internacional hasta la cuota más pequeña.
La única excusa de Maduro es que muy poco se puede hacer, excepto padecer
de insomnio. Como ya ha explicado hasta la saciedad, los precios del barril de
petróleo son fijados por “pelucones capitalistas”.
Sin embargo, en el mundo real, el gobierno de Arabia Saudí, con una
población muy similar a la de Venezuela (30 millones de habitantes) y un estado
benefactor muy superior al inventado por la Revolución Bolivariana, sabe que el
petróleo es pan para hoy y una enorme hambruna para mañana.
Los funcionarios de Riad no quieren esperar como el gobierno de la
Revolución Bonita a que llegue enero de 2016 para averiguar que podrá
conseguirse además de plátanos para el pueblo o cambures para los funcionarios
del régimen.
The Financial Times dijo
que el gobierno saudí ha reducido el gasto público en una cuarta parte, y ha
acumulado durante el 2015 un total de 27.000 millones de dólares a través del
endeudamiento interno (las reservas de Venezuela en el Banco Central son de
unos 15.000 millones de dólares, aunque medios financieros indican que
disminuyeron mil millones de dólares solo en noviembre), y estudia un programa
para emitir bonos durante el 2016.
Los cortes presupuestarios, de 80.000 millones de dólares, han bajado los
gastos a 267.000 millones de dólares. Pero el año que viene, según datos
oficiales, la intención es acrecentar la austeridad, y reducir el presupuesto a
entre 229.000 y 240.000 millones de dólares. Un funcionario saudí dijo al
periódico londinense que “los gastos eran descontrolados, y como el precio del
petróleo bajó, tuvimos que examinar en todas partes”, a fin de hacer recortes.
Preocupados por los próximos años de vacas flacas, los gobernantes de Riad
intentan acelerar la diversificación de la economía. No olvidemos que el país
es un inmenso desierto, con escasas áreas cultivables, a diferencia de
Venezuela, que era un vergel, hasta que los chavistas la convirtieron en un
páramo.
Pero los saudíes cuentan con buen asesoramiento tecnológico a escala
internacional, y hay numerosos países donde pueden aprender cómo crear cultivos
en zonas desoladas. Como decía el Libertador, “Con modo, todo se puede”.
El futuro de Venezuela es imposible de predecir. Pero hay algo cierto: el
chavismo siempre ha llevado al país palo abajo. La política del tío regalón
durante la época de las vacas gordas, ha sido reemplazada por el raspado de la
olla en la época de las vacas flacas.
El desborde de imaginación no es un pecado chavista. Lo único que aprendió
el régimen de la Revolución Bolivariana es a no soltar el coroto. Quien hizo el
diagnóstico más ominoso sobre lo que podría ocurrir en Venezuela es Francisco
Rodríguez, economista de The Bank of
America. La complacencia por esa riqueza petrolera que parecía infinita,
condujo al país a un callejón sin salida. El gobierno solo sabe exportar
petróleo, mientras sus funcionarios gastan como si no existiera el mañana.
Y eso ha llevado a Rodríguez a la siguiente conclusión: “Si el petróleo
llegara a perder un día todo su valor, Venezuela retornaría a la edad de
piedra”. Por cierto, la piedra es el material favorito con que están
construidos los rostros de políticos oficialistas y de varios de la oposición.
Este fin de semana, habrá elecciones parlamentarias en Venezuela. Tanto el
gobierno, como la oposición, creen que triunfar es una cuestión de vida o
muerte, aunque para algunos sectores, se trata de una cuestión de vida o
heridas leves. La inflada retórica de la superestructura suele superar siempre
la verdad de la infraestructura. Una
clase política que ha perdido toda visión de futuro, repite, en ambos bandos,
consignas gastadas, sin ofrecer solución alguna a un país que marcha a la
deriva. Nadie lo ha expresado mejor que Golcar Rojas:
"Lo que queda aquí,/ rodeado por
Colombia, Brasil y Guyana/ frente a ese hermoso e imponente mar Caribe/ Esto,/ este corral al norte de América
del Sur/Esta republiqueta de vivos, sicarios y malhechores/Esto/ que ya no es un país sino una parodia de República Bananera./
Esto/ no es Venezuela”.
Los venezolanos viven en lo que es hoy apenas un lugar habitado, “un pozo
de plomo y sangre” un “luto en gerundio”, un “llanto que no cesa”.
La nación de Bolívar, el Bolívar que se atrevió a desafiar a la naturaleza
para que obedeciera a las huestes patriotas, no merece ser gobernada por
patanes que intentan convertir a un pueblo entero en un ejército de pedigüeños.
Al menos no es la Venezuela que conocí, un bastión de la democracia que
enfrentó a las dictaduras genocidas del Cono Sur, ofreció asilo a chilenos,
argentinos, uruguayos, bolivianos y brasileños, y reclamó de manera incansable
para lograr la libertad de sus presos políticos.
Ojalá que la pesadilla termine, la esperanza resurja, el bravo pueblo
recupere su gloria. Mal, muy mal anda un país cuando no son los políticos sino
un poeta quien se atreve a denunciar los perdurables embustes y revela el
cáncer que está corroyendo a Venezuela. Una Venezuela reemplazada por “la
república bolivariana de venezuela/. Así con minúsculas. Disminuida y
empobrecida/. Ensombrecida, envilecida y triste”.
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