Comparto este trabajo de la profesora Brigitte Natanson, de la Université d’Orléans, Rémélice, sobre mi novela A las 20:25 la señora entró en la inmortalidad
L’absurde fait rire
car il fait le vide de sens,
vide qui soudain
contraste avec
l’excès de sens
revenu d’ailleurs
(Daniel Sibony)
Ya desde el título
de la tercera novela de la saga de los Pechof: A las 20:25 la señora entró en la inmortalidad[1], los
significados se disparan. Al utilizar la frase cuidadosamente elaborada para
anunciar por radio la muerte de María Eva Duarte de Perón el 26 de julio de
1952, sin que se pronunciara la palabra "muerte" o "defunción",
y ni siquiera el nombre del sujeto, el autor parece anticipar el tema. El
lector puede esperarse una novela sobre, a partir de, que trate el tema de…
Pero no. En rigor, a la inversa de la abundantísima literatura, tanto por parte
de sus admiradores como de sus detractores, la novela no habla de "La
abanderada de los humildes". El significado debe entonces buscarse en otras
direcciones.
Como parte del
proceso de mitificación del personaje, junto con la máxima negación del tiempo gracias
al embalsamiento del cuerpo (operación que durará un año), durante los tres
días de duelo nacional, se suspende el otorgamiento de certificados de
defunción: ningún entierro debe desviar la atención del pueblo del entierro
oficial, aunque sin cuerpo.
El
velorio de la Señora convirtió a Buenos Aires en una ciudad de desarrollo
detenido […] La vida cotidiana quedó atrofiada en el primer día del velorio de
la Señora y los Pechof, que aún no habían sepultado a Rifque, su compartida
sobrina, fueron informados que el gobierno había cancelado la firma de los
certificados de defunción hasta nuevo aviso. […] (Szichman, 15-16)
La novela de
Szichman utiliza esta situación como punto de partida, como motivación: ha muerto Rifque, hija de
Dora, una de las hermanas Pechof, y el único médico que podría aceptar firmar
el documento sufre de una enfermedad no tan rara: es antisemita, y se negaría a
ayudarles si se enterara de los orígenes de la familia Pechof. Jaime Pechof se
encarga entonces de contratar a un "manager" que le va a enseñar cómo
sería formar parte de una familia muy argentina, muy católica, muy criolla, de
ascendencia irreprochable y protagonismo probado en la construcción de la
nación.
A partir de esta
situación se construye un juego de oposiciones en las que resaltan las
irreductibles diferencias entre el grupo minoritario, los judíos, y el grupo
mayoritario, "la sociedad argentina tradicional católica", y,
definitivamente, las enormes ventajas de no ser judío.
Eso era lo bueno de
ser goi, pensó Jaime. Dónde miraban,
ahí saltaba un recuerdo interesante que de inmediato se engarzaba con una
historia repleta de sucesos heroicos. El menor de los incidentes tenía un
puesto de honor en los libros[2]. […]
El problema de los Pechof era que no podían reivindicar ningún pasado. […] Por lo menos, lo mío puede durar, pensó
Jaime. Entre ser Gutiérrez Anselmi y ser Pechof, no había mucho para elegir.
[…] ¿Tengo opción? ¿Acaso tengo opción?, pensó Jaime y
resolvió proseguir con la anulación del pasado judío. (Szichman , 53-55)
Como apunta Beatriz
Sarlo, la parodia […] profundiza este
juego de diferencias. Todo separa a los judíos de los cristianos, desde los
estados de ánimo a las enfermedades: los judíos tienden a la autoconmiseración
y a sufrir de los intestinos; los cristianos son despóticos y sus hijos sólo
tienen enfermedades elegantes, que curan con penicilina. Los judíos tienen
tics, los cristianos "maneras", (buenos) modales (Sarlo, 374).
El humorismo de la
novela va mucho más allá de esa simple amplificación de diferencias. Y es que reírse
de sus carencias y creencias es sólo un aspecto, pero básico, del humor idish, tal
como lo define, entre otros, Moni Obadia:
Son but vise à proscrire l’arrogance des certitudes et à introduire une
dimension imprévue qui amène la création d’une nouvelle source de pensée
consciente de sa précarité. Il relève d’une forma mentis s’opposant résolument
à l’idolâtrie. Son ambition est de confondre la brutalité des préjugés et de
fustiger la stupidité du monde (Obadia, 26).
BIFURCACIONES Y DOBLES SENTIDOS
En tanto que meneur de jeu, Jaime parece ser el
maestro de los senderos que se bifurcan, pero no es el único en intentar salir
del paso con una pirueta verbal. Esa forma particular del humorismo es señalada
desde el principio de la novela. Autodefinirse en comparación con los católicos,
le sirve a Jaime para justificar su decisión de anular su pasado judío:
[…] En cambio, ser Pechof era rendir pleitesía
a unos hombres ilusionados con estar siempre a la última moda porque no cesaban
de enfundarse en sus ropas finales, mantener conversaciones truncas,
rápidamente auxiliadas con frases de una canción de moda o un chiste […]. (Szichman, 54)
El doble sentido se
entiende comúnmente de la siguiente manera: un primer sentido, inmediato, y un
segundo que contradice el primero, pero que no debe percibirse en un primer
momento. Para fines humorísticos, también se define como primer grado y segundo
grado. Entre el primer grado, o el significado inmediato, y el segundo, se
considera que existe una contradicción. Ahora bien, queda por definir para
quién funciona el doble sentido, si todos los interlocutores tienen la
capacidad de descodificar tal como lo puede hacer el lector (aunque que sea con
la ayuda de un glosario –en las primeras ediciones- o de notas, en la última
edición). La comicidad no surge solamente de los distintos niveles de
significaciones, de por sí cómicas, sino también y sobre todo del hecho de que
varios interlocutores quedan afuera del doble sentido. Es un efecto casi
visual: Esconderse, desaparecer y reaparecer, este juego infantil que empieza a
provocar la risa desde la pequeña infancia, funciona cuando los dos
participantes se prestan al juego y recuperan ambos la identidad. Solo es un
momento de pérdida, y el vacío relámpago, posiblemente generador de angustia,
es colmado por la reaparición, por la recuperación
de la identidad. En la novela, el tercero -aquí el manager y el médico o
cualquier otro personaje con pretensiones a entorpecer el proceso de cambio
radical de identidad- no debe darse cuenta del primer sentido de las frases
pronunciadas sino del segundo o tercer sentido inmediatamente propuesto por el
locutor. Los juegos lingüísticos y metalingüísticos de los hermanos Pechof se
dedican, a la inversa, a seguir ocultando y disimulando la identidad propia
debajo de las palabras que los delatan, no siempre con éxito como veremos.
REESCRITURA DE LA HISTORIA
FAMILIAR, AUTOIRRISIÓN Y ESTEREOTIPOS
No se trata
solamente de crear "mitos y pasados históricos maleables" (Sosnowski,
129) para convencer al médico, sino también de integrarlos incluso dentro de la
familia. Jaime pretende que su hermano Salmen se apiade de él, y de paso se le
reconozca su estatuto de víctima.
[…]–Dame tiempo–le
rogó Jaime [a
su hermano Salmen quien lo quiere despedir de su trabajo]. –Sabés que estoy reclamando mi
pensión de guerra.
–Pero si la mano la
perdiste en una podrida con un taxista–le recordó Salmen.
–Eso es un
vilipendio. Reaccioné indignado cuando el taxista osó cuestionar nuestros
valores patrios. Era lo menos que podía hacer. (Szichman, 13)
Sin que se precise
ni importe el motivo de la altercación con el taxista, ésta forma parte de la
"guerra" cotidiana de los miembros de la familia por la integración a
la sociedad mayoritaria. Lo sugerido es un prejuicio del taxista sobre esa
misma pertenencia a los "valores patrios" o incluso el cuestionar el
derecho a ellos, y el intento de transformación del percance en beneficio
propio. Al aspirar a que se reconozca su pequeña guerra personal pretende Jaime
al mismo tiempo confortar su personalidad de buen patriota (en la construcción
de la nueva configuración familiar) y conmover a un hermano (por antonomasia
conocedor de la "verdadera" historia y como tal imposible receptor de
la impostura): "Tres años demoró
Salmen en alejar a esos hermanos del cascarón familiar. Para eso usó el sistema
de transmisión inalámbrica de culpas". (Szichman, 17)
La descripción de la
manera cómo Salmen se deshizo de sus hermanos en su negocio descansa sobre
varios estereotipos. La tradicional solidaridad —sociológicamente observable,
por la simple necesidad— basada en redes familiares es realizada, y, para
romperla, hace falta mucho tiempo (tres años) y el recurso a otro estereotipo
presente en varios chistes del tipo (¿por qué los peluqueros?), el sentimiento
de culpabilidad propio de una minoría
vejada. Sólo que aquí no lo maneja la sociedad exterior, mayoritaria, opresora,
sino la propia familia. La autoirrisión juega a su vez con la modernidad al
definir esta modalidad corriente, sobre todo de los padres (y especialmente de
las madres) hacia su progenitura como si fuera un invento técnico (sistema
inalámbrico)[3]. En
la novela varias otras referencias ahondan en la supuesta relación de los
judíos con las técnicas, como lo veremos más adelante.
Las clases del
manager para construir una identidad familiar argentina son el lugar
privilegiado de las frases de múltiples sentidos con efectos humorísticos.
Primero por la exageración del propio manager: en ese caso, el objeto del
humorismo es la pretensión de los que sí tienen pedigree. En segundo lugar, por la interpretación que de ellas hace
el que recibe las enseñanzas, es decir Jaime Pechof, y en tercer lugar el
comentario que hace el narrador, poniéndose en la piel de Jaime.
El mayor intento de
duplicar significados lo hace Jaime al principiar la primera, única y fatal
visita del médico a la casa arreglada de los seudo Gutiérrez Anselmi. Han logrado más o menos que todos vistan
"como aristócratas", han cambiado muebles y suprimido huellas,
objetos religiosos como las mezuzes[4],
pero los deslices empiezan pronto:
[…] Ah, veo que aquí
llega Teófilo. Háblele por señas. Es mudo. [habla Jaime]
—¿Desean algo los
señores? —preguntó Pinie haciendo una reverencia.
—¿Por qué dijo que
era mudo? —se encrespó el médico.
—No, es un chiste
—explicó Pinie para salir del paso—. Don Javier siempre dice: A Teófilo le comieron la lengua los ratones.
Pero no fue más que la puntita.
—Pero, ¿qué dices,
Teófilo? —le encaró Jaime. Con la mitad de la cara hacía guiños a Pinie y con
el resto buscaba la complicidad risueña del médico[5]. (Szichman, 264)
INTERVENCIONES METALINGÜÍSTICAS
DE LOS PERSONAJES
En uno de esos
ensayos familiares para engañar al médico, en los que Jaime pretende asesorar a
sus hermanos, imagina la situación siguiente:
Hagamos de cuenta
que la familia Gutiérrez Anselmi bajó al campo. […] ¿Saben cómo hacían los
capataces para descubrir a los indios ? Pegaban la oreja al suelo, y oían
el galope. En este caso, ¿qué preguntaría un Gutiérrez Anselmi ?: ¿Entreveróse abuelo en combate ? […]
-Szo quería saber
otra cosa –dijo Itzik-. ¿Eso era para cuando los indios estaban dónde ?
-Lejos… -contestó
Jaime.
-¿Y cómo hacían para
saber si estaban cerca ?
-Lo que les decía.
Espíritu de contradicción –dijo Jaime-. Como el que pegaba la oreja al suelo
era un goi, no sirve. Pero si hubiera sido un id, todo cambia. Nos juntan en el
schill y anuncian que nosotros inventamos el teléfono a tierra. Nosotros,
siempre nosotros… Para que sepan, los goim nunca dicen nosotros. Dicen vosotros.
-¿Y a quién se lo
dicen ? –preguntó Salmen.
-¿Y a quién va a
ser ?: a ellos. Y si no pueden decir vosotros, se ponen a hablar en
francés. Con cultura, todo se arregla. […] ¿Llegaremos algún día a ser
menschn ? –concluyó Jaime deprimido por la cruz que cargaba. (Szichman, p. 168-169)
Para Michel Steiner,
el humorismo ashkenazi consiste en que un judío se mira a sí mismo ser judío
como si fuera no judío[6].
Szichman parece entrar tanto en esa
definición que hace de esa mirada la conciencia permanente del protagonista
Jaime, constantemente deprimido o agobiado por la imposibilidad de olvidarse de
la propia historia. Esa imposibilidad se retuerce en su propia contradicción en
la última frase citada: "llegaremos algún día a ser menshn". Al expresar la meta final en idish, al no encontrar
la manera de decir lo mismo sólo en
castellano (¿llegaremos algún día a ser hombres?),
porque la traducción disminuiría la fuerza de la frase bilingüe, —habría que
añadir un adjetivo para intentarlo—, se hace cargo del fracaso. La frase
pronunciada por él lo delata, mientras el comentario del narrador, a la
inversa, lo incluye, con la imagen del pecado simbolizado por la cruz, en la
comunidad católica que quiere integrar.
La novela entera
parece una sucesión de chistes, siendo muchas de las situaciones y diálogos
reminiscencias de cuentos ancestrales. La reacción de Jaime a la pregunta de
Itzik "¿Cómo hacían para saber si estaban cerca?" recalca el carácter
sistemática y falsamente contradictorio de Itzik, pero más allá, de todo lo que
ya no quiere ser. Interioriza tanto esa mirada del no judío hacia el judío que
termina descalificando la permanente duda, el cuestionamiento incesante de cualquier
evidencia, es decir, la esencia misma del estudio, del Talmud (que significa estudio
y no es doctrina), de la búsqueda de todos los sentidos posibles y por lo tanto
la definición del judaísmo. (De esa manera, da en el blanco, como sin querer,
al señalar lo que ha provocado el odio inmemorial[7]). Recordemos
la recomendación de la manera de estudiar la Torá en la tradición talmúdica contenida
en el acrónimo PARDÈS (Pchat - Remez - Drach – Sod, formando a su vez la
palabra que significa "paraíso"), que expresa los cuatro niveles de
significación :
PCHAT = significado inmediato
REMEZ = significado alusivo
DRACH = significado simbólico
SOD = significado secreto
En otra bifurcación
inesperada, Jaime imagina una situación que se parece al chiste citado sobre el
telégrafo. El alto nivel de autoirrisión se corresponde una vez más con la
identificación con la mirada del otro: la simple pregunta de Itzik lo lleva a
convocar la posibilidad, para él ineludible, de la apropiación por un grupo de
judíos, quienes llamarían a todos en la sinagoga para anunciar una hazaña, la
invención del "teléfono a tierra". Se burla de una supuesta
propensión a atribuirse méritos, en ese caso por un falso invento. Se arma así
una cadena de dobles o triples significados, que además desembocan en una
pirueta lingüística basada sobre un supuesto egocentrismo: "Nosotros,
siempre nosotros… Para que sepan, los goim nunca dicen nosotros. Dicen
vosotros." destinada a bajarles los humos a sus hermanos, y sobre todo a
confundirlos a ellos, y, más allá, a todos sus correligionarios. La pregunta de
Salmen, que hay que imaginar estupefacto por la verborragia, provoca una nueva
imagen no más comprensible, y el final resueltamente absurdo, cumpliendo con al
análisis de Daniel Sibony sobre lo absurdo como "vacío resultando de un
exceso de sentidos" (Sibony 58): "Y si no pueden decir vosotros, se
ponen a hablar en francés. Con cultura, todo se arregla."
Más adelante Jaime, retomando
la pregunta de Salmen, va a intentar corroborar lo que había intuido con la
oposición entre el "nosotros" y el "vosotros":
—[Jaime al manager] ¿Es cierto que los ricos
dicen vosotros?
—Con frecuencia
—reconoció el manager.
—¿Y a quién?
—Siempre encuentran
a quién decirle vosotros. Claro, gente de categoría. Ahora, con vosotros, le
conviene que sean dos por lo menos. Para uno solo le aconsejo el tú.
—¿Tú para uno y
vosotros para dos, ¿Y si hay muchos?
—Sigue con el
vosotros. (Szichman, 200)
El juego es doble, se
sabe que el uso del "ustedes" para dos o más personas es generalizado
hoy en toda la América hispanófona. Pero al haber sido usado el
"vosotros" sobre todo en el lenguaje escrito "elevado", se
considera aquí como un cultismo necesario para aparentar lo que no son. En
cuanto al "vos", reivindicado como marca identitaria en el Río de la
Plata, ni se menciona, pero en las conversaciones que mantendrán con el médico,
hablarán de "tú" y no de "vos".
En
esa conversación gramatical parece que estuvieran aprendiendo a hablar un castellano
aristocrático, cuestionándose así de nuevo su derecho a pertenecer a la
sociedad argentina.
En otro momento de
invento de la genealogía de los Gutiérrez Anselmi, Jaime ensaya con el manager
la evocación de
[…] las tertulias de
antaño. Y las porteñas de antaño. […] Ah, las contradanzas, ah, las uverturs
—expresó Jaime estirando los labios—. Curioso. Se escribe ouvertures y se
pronuncia uverturs. Son prodigios de los idiomas foráneos. (Szichman, 228)
La ignorancia de la
lengua francesa, una vez más, permite realzar su prestigio.
¿CÓMO SALIR DE UNA IDISHE
ENFERMEDAD? EL IDIOMA QUE PERSISTE Y SIGUE ASOMANDO?
Si la patria es la
lengua[8],
como lo pregonan varios sujetos para quienes la idea de exilio solo se refiere
a ella, cambiar de identidad pasa por el intento de deshacerse de esa lengua
pegadiza, siempre en desventaja con cualquier otro idioma.
–Doctor, encantado de conoceglo–
dijo Salmen al médico. –No se preocupe por la erre.
Hablo así porque me quedó el
acento francés. (Szichman, 266)
Como en el ejemplo
anterior, la "cultura francesa", en sus distintas vertientes, pretende
salvarlos de la inminente y siempre postergada desgracia. Aquí le permite a
Salmen disimular su acento idish, mientras Jaime justifica un exabrupto en el
mismo idioma confortando la herencia europea y la superioridad simbólica del
idioma alemán:
–Discúlpelo al
Nemesio– le rogó Jaime al médico. –No sabe lo que dice.
–Creo que fue un
ardid– dijo el médico. –Para salvar al conde. Si es que es conde[9].
–Se lo juro, doctor–
se desesperó Jaime. –Es que a veces olvida detalles. Tiene la cabeza partida. Combis
er gueit[10]. Es
una cita en alemán. Del bajo Rin. (Szichman, 267)
Cada vez que Jaime
se desespera, cuando siente que se le está escapando la situación y la
posibilidad de probar su cambio de identidad, vuelve a salpicar su discurso del
idioma tan pegadizo. El manager visita la casa supuestamente desjudaizada de
los Pechof, encuentra tantas huellas que amenaza con irse y volver solo cuando
sea correcta:
—Doctor —suplicó
Jaime—. Puede revisarnos el pedigrí. Católicos bis inder un tzvontik iurn[11].
—¿Qué idioma es ese?
—Croata —dijo Jaime
desesperado. (Szichman , 227)
No es la primera vez
que se recurre al croata, lengua poco difundida y por lo tanto con menos riesgo
de ser identificada, para explicar los exabrupto en idish. En un encuentro con
el manager, tiempo atrás, y sin saber para qué lo necesitarían, Jaime ("el
grandote") ya había disimulado su identidad y de el de su hermano bajo un
supuesto origen croata:
–No me dijo su
nombre– le recordó el manager.
–Le presento a mi
hermano– dijo el grandote para ganar tiempo. – Este es Isaac. En casa le
decimos Itzik. Un sobrenombre croata. Como usted sabrá, todos los croatas son católicos.
Yo soy Javier.
–Tse,
Jaim, ¿nos
vamos?– le
propuso Itzik.
–Me llamo
Javier pero él insiste
en llamarme Jaim, para abreviar. Es un apelativo muy usual en Montenegro.
El propio nombre de
Itzik, versión idish del nombre hebreo Itzhak, encierra lo cómico. La historia
judía empieza con un chiste, cuando se anuncia a Sara y Abraham que, ya
centenarios, van a tener un hijo. Se ríen, y llaman a ese hijo Itzhak, es
decir, "el que reirá". En
cuanto a Jaime, nombre aparentemente bien castellano, aunque el susodicho
prefiera el de Javier para su nueva
identidad, es llamado Jaim por su hermano, operación mínima pero delatora: así
vuelve a su raíz hebrea, "Haim", que significa "vida".
Ambos por
consecuencia no pueden ser más herederos del sentido de la vida y de la risa:
en ese caso, el doble sentido pretende esconderse bajo otro idioma, en ese caso
no tan prestigioso como el francés, pero con menos posibilidades de
desenmascaramiento.
CONCLUSIONES
Si el humorismo
judío, como dice Steiner,
[…] vise le surmoi, celui du Juif que l’on est comme celui que l’on aurait
pu être, donc celui auquel on a échappé. […] une histoire juive est une
façon pour un Juif de se regarder être Juif d’une certaine place, et à chaque
place son regard, lequel peut être affectueux, compréhensif, pétillant,
angélique, amusé ou encore assassin. (Steiner, 162)
confirmamos que toda la novela
es una inmensa historia judía, en la que se juntan todas esas maneras de mirar,
todas esas tonalidades. Esa ambición de "confundir la brutalidad de los
prejuicios" puede funcionar para el lector, pero no lo hace para los
personajes de la novela. Al final fracasan los intentos y la vuelta a la
normalidad para la sociedad argentina después de los días de luto nacional por
la muerte de Eva Perón no lo es para la familia Pechof, que otra vez tiene que
cargar las maletas.
Según dos personajes
de la película El tren de la vida[12]:
"El idish parodia al alemán... para hablar alemán hay que quitarle al
idish el sentido del humor" (ya lo decía Kafka) "¿Los
parodiamos?-responde el otro, con una pregunta- ¡quizás por eso nos
odian!".
Pero dejemos mejor
la palabra a nuestro Jaime, con un ejemplo, entre muchos, de la función
antiinflamatoria del humorismo sobre sí mismo[13]:
¿No puede existir
una desgracia por vez? Eso era lo bueno de ser goi. Siempre había una sola
desgracia por vez. Si se moría la Señora, no se moría también el marido de la
Señora. Tiempo al tiempo. En cambio, en su familia, las desgracias parecían
sincronizadas para que una arrastrara a la otra. (Szichman, 281)
BIBLIOGRAFÍA
Grumberg, Jean-Claude, Pleurnichard, Paris,
Seuil, 2010, 248 p.
Ovadia, Moni, Le baladin du monde yiddish,
Monaco, Éd. du Rocher, 2002, 247 p.
Rabinovitch, Gérard, Comment ça va mal?:
l’humour juif, un art de l’esprit, Paris, Bréal, 2009, 205 p.
Sarlo, Beatriz, « Judíos y argentinos »,
in Escritos sobre literatura argentina, Buenos Aires, Siglo
Veintiuno Editores, 2007, pp. 369‑375.
Sibony, Daniel, Les sens du rire et de l’humour,
Paris, Odile Jacob, 2010, 238 p.
Sosnowski, Saúl, La orilla inminente:
escritores judíos argentinos, Buenos Aires, Editorial Legasa, 1987,
171 p.
Steiner, Michel, Freud et l’humour juif,
Paris, In press, 2012, 206 p.
Szichman, Mario, A las 20:25, la señora entró
en la inmortalidad, Hanover, N.H., U.S.A.; New York, NY, Ediciones del
Norte ; Ediciones Vitral, 1981,
292 p.
[1]. En una reciente
reedición, se ha modificado ligeramente este título
para que reprodujera exactamente esas palabras de los boletines de radio: A las 20:25 la Señora pasó a la inmortalidad. Tercera edición:
Editorial Aleph/ Aleph Publishing House, New Jersey, USA, 2012.
[2]. Llama la atención
el contraste que se podría establecer con un dramaturgo en Francia, quien
cuenta cómo, durante un coloquio, una
joven lo interpela así: " 'Vous, vous avez de la chance, la mort en déportation de votre père
vous fournit de quoi écrire.' Du tac au tac, je répondis que, vu son relatif
jeune âge, elle se devait d’avoir confiance en l’avenir. Qui sait? Demain, le
soir même –avec un peu de chance, c’est tout le mal que je lui souhaitais en
tout cas- la mort d’un être cher, l’annonce d’une maladie, voire d’une catastrophe familiale ou planétaire, la
touchant dans sa chair, lui donnerait, à elle aussi, la chance d’avoir de quoi
écrire." (Grumberg, 197)
[3]. Esos juegos con la técnica forman parte del
repertorio del humor judío. Por ejemplo, un griego y un judío haciendo alarde
de sus descubrimientos pasados gracias a las excavaciones. El griego cuenta
cómo descubrieron cables en el subsuelo de Atenas, prueba de que los griegos
antiguos ya tenían el telégrafo. El judío le contesta: "Nosotros también
excavamos en el subsuelo de Jerusalén, y no encontramos nada, porque ya
teníamos el telégrafo, pero inalámbrico" (Ovadia, 34). Este chiste
encuentra su eco en las citas siguientes.
[4]. Pequeños tubos
decorados que contienen rollitos con fragmentos de la Torá. Por supuesto, si los quitan de los marcos de las
puertas de la casa donde han sido colocados, dejan una huella, un agujerito con
varias interpretaciones posibles. El manager no dejará
de considerar mal tapados esas huellas, motivo por el cual decidirá posponer una visita. (Szichman, 226).
[5]. Quizás el único
capaz de realizar el gesto sea Groucho Marx.
[6]. "L'humour ashkénaze
consiste pour un Juif à se regarder être Juif d’une place de goy" (Steiner,
155).
[7]. "Un immense corpus de délibérations, le Talmud,
transmettant la Tradition sous forme de débats : il rassemble des traités
juridiques, éthiques, anthropologiques, des échanges sourcilleux et
pointilleux, des légendes, des contes, des paraboles, des anecdotes. Tous
ensemble, ils scrutent l’infini des éventualités que produit la vie ; ils
sondent la profusion des possibilités du sens dans l’existence des choses. Le Talmud,
jamais un corps de doctrine, mais une canonisation des Controverses
rabbiniques, prospecte les paramètres multidimensionnels d’une voie de vie
jugulant les tendances mortifères qui habitent l’homme. Au détour de celui-ci,
s’y tisse aussi un filet serré de préventions contre les débordements de
l’agressivité sui generis humaine et
de précautions contre les fragilités narcissiques de l’homme. Et, dans les
Nations, cette observance a suscité une haine intarissable. "Les Juifs se
livrent à des interprétations insensées ", accusait l’empereur
Justinien (novelle 146)." (Rabinovitch 32-33).
[8]. Para los judíos
del Este, sometidos a cambios de nacionalidad según los azares de la
geopolítica, el idish fue precisamente su única patria durante mucho tiempo.
[9]. Otra frase de
doble sentido, pero dentro de un mismo idioma.
[10]. Literalmente:
"apenas que todavía camina".
[11].
Literalmente : "hasta los ciento veinte años",
es decir, una fórmula para desear a una persona
"que viva hasta los ciento veinte años".
La frase es así doblemente traidora por el
idioma y por el significado sacado de la tradición bíblica.
[12]. Radu Mihaileanu,
1998.
[13]. Por ejemplo,
citado por Michel Steiner: Un Juif, les yeux au ciel,
regarde s’éloigner l’oiseau qui vient de lui lâcher une fente sur le chapeau et
marmonne tristement : « Et pour les autres tu chantes ! » (Steiner, 158).
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