domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Puede ser tediosa una novela pornográfica de 3.000 páginas?



Mario Szichman

Bueno, el lector tendrá que llegar al capítulo 27 de “Chin P’ing Mei” (La ciruela en el jarrón dorado) la más famosa novela pornográfica china, para entender realmente el término “hard–core”. En ese escabroso capítulo nada queda librado a la imaginación.  Es el momento en que el más infame comerciante de China, Ximen Qing, convoca  a su más depravada concubina para someterla, como dice la crónica de The New York Times, a la “ignominia más imaginativa y peculiarmente prolongada”.
Pero para llegar a ese capítulo que quema las manos del lector con el calor de la lascivia, es necesario superar primero más de dos mil páginas en las cuales más de 800 personajes protagónicos sufren toda clase de problemas narrados en intrascendentes detalles. Contar la vida cotidiana de un chino es tan entretenido como leer una revista de fisiocultura en la antesala de un dentista. En general, la vida de los chinos nunca ha sido muy glamorosa. No lo fue durante la revolución cultural, cuando le cercenaron la posibilidad de tener más de un hijo, y obviamente, tampoco lo fue antes. Siempre han estado sometidos a algún terrible emperador que los ponía a construir obras monumentales y totalmente carentes de sentido. Tuvieron, es cierto, su momento de esplendor, cuando la dinastía Ming se dedicó a fabricar floreros, pero todo lo derrocharon en la construcción de la gran muralla, la obra vial más ridícula en la historia de la humanidad. Al parecer, los chinos quisieron copiar la Via Appia, una obra maestra de la ingeniería romana, pero en algún momento alguien debe haber mezclado los planos, porque la gran muralla parece haber sido creada por los genios de la Academia de Lagado, que, según decía Swift en Los viajes de Gulliver, construían sus viviendas a partir del techo, y trataban de extraer rayos de sol de los pepinos.  
No voy a aburrir al lector con la muralla china. Afortunadamente, tenemos la obra maestra de Kafka donde se explican los detalles de su construcción. La intención del emperador que mandó a erigirla era frenar las hordas mogoles creando una barrera infranqueable que terminó siendo la más franqueable del mundo. La única manera de que la gran muralla hubiera funcionado como barrera de contención era que encerrara las fronteras de China por los cuatro costados y además fuesen emplazadas torres cada cincuenta metros custodiadas por centinelas. En cambio, los genios que la diseñaron se limitaron a crear una larguísima muralla. Y como en algún momento esa muralla tenía que concluir, en un extremo o en el otro, por ahí podían pasar tranquilamente los mongoles para invadir China.
Los mongoles no tuvieron que esperar a que la muralla fuera concluida para atravesarla con toda tranquilidad. Pudieron hacerlo también mientras la construían no sólo porque durante el proceso de construcción había muchos lugares aún por construir, sino por una singular idea de sus constructores, todos chinos. Esa idea consistía en construir la muralla por etapas, y en diferentes sitios a la vez. Dios mediante, en algún momento quedarían unidos los tramos desconectados. Por supuesto, en ese proceso siempre hubo numerosos tramos sin construir que aprovechaban los mongoles para infiltrarse y consumar sus depredaciones. Según tenemos entendido, la muralla china sigue siendo A work in progress. 

EL TEDIO QUE ARRUINA EL EROTISMO

Chin P’ing Mei” ha sido traducida al inglés por Oxford University Press con el título de “The Plum in the Golden Vase.” No es desatinado considerarla la gran muralla china de las novelas pornográficas, especialmente por la manera en que frustra las expectativas. En primer lugar, fracasa en su objetivo principal, el de excitar al lector. Se necesita la avidez de un mogol para recorrer previamente dos mil páginas y conocer a 800 chinos en su vida cotidiana antes de llegar al capítulo 27. Calculemos que un lector moderno puede leer cada día cien páginas y tropezarse con unos cuantos chinos. Demorará por lo menos veinte días antes de conocer al infame comerciante Ximen Qing y a su depravada concubina.
Una vez llegado al capítulo 27, el lector busca el sillón más cómodo de su estudio, se pone su saco fumuar, se sirve una copa de coñac, y piensa: “Por fin podré disfrutar de la ignominia más imaginativa y peculiarmente prolongada”. Y es en ese instante que tropieza con la cruda realidad. Pues la novela ha sido editada por un erudito.
No hay como un erudito para arruinar la mejor de las novelas pornográficas. Y en este caso,  The Plum in the Golden Vase” ha pasado por las horcas caudinas del erudito David Tod Roy, quien descubrió la novela en 1950, en la ciudad china de Nanjing, cuando tenía dieciséis años de edad.  
“En mi adolescencia”, declaró el señor Roy al New York Times, “me fascinaba leer algo pornográfico”. Ahora el señor Roy tiene 80 años, es profesor emérito de literatura china en la universidad de Chicago. Ha dedicado casi cuarenta años de su vida para traducir el texto completo de la obra al inglés. El último volumen, titulado “The Dissolution”, acaba de salir a la venta, y hay una larga lista de lacanianos argentinos en la lista de espera.
Pero la tarea de análisis no será fácil. Uno de los problemas de la traducción es que el señor Roy, como reconocen sus estupefactos colegas, no ha dejado piedra sobre piedra en su afán por revelar alusiones literarias o detalles culturales que mejor explican la ignominia más imaginativa y peculiarmente prolongada.
Wei Shang, profesor de literatura china en la universidad de Columbia, dijo que Roy “es alguien que considera su obligación saber absolutamente todo acerca de un libro, inclusive cosas mencionadas al pasar”.
Por lo tanto, a las 3.000 páginas de texto, el profesor Roy ha sumado más de 4.400 notas al pie. La descripción de una posición amatoria es imposible de imaginar porque hay unas ciento veintisiete notas al pie intentando explicar obscuras referencias literarias como “Usó flores impacientes y jugo de ajo para teñir las uñas de mujeres”. En realidad, el pornógrafo quería dar detalles muy íntimos capaces de erizar los cabellos del lector, pero sin ofender su gazmoñería. El profesor Roy dice que ni siquiera eruditos chinos han podido captar el significado de esa sentencia tan procaz. El catedrático tampoco ha querido revelarla. “Revisen mi texto”, ha dicho con traviesa sonrisa, “quedarán atónitos”. Podemos garantizar al lector que abundan en el texto el uso de flores impacientes y de jugo de ajo para teñir las uñas de mujeres capaces de ruborizar a un estibador de Macao.
Patricia Sieber, profesora de literatura china en la universidad del estado de Ohio, dijo al diario que “Cuando analizamos la novela, mis estudiantes quedaron boquiabiertos, a pesar de estar enterados de la reputación de la novela. Hay sadismo y masoquismo, el uso de objetos inusitados como juguetes sexuales, uso excesivo de afrodisíacos, y relaciones sexuales bajo toda clase de viles circunstancias. Cualquier cosa que se le ocurra, está en esa novela”. Para eso hay que unir el rompecabezas de cuatrocientos sesenta y un notas al pie.
Con esa promesa de una lectura excitante, seguramente abundarán los interesados en  obtener un ejemplar de ese clásico del porno. Inclusive no se ha descartado imprimir en separata el  infame capítulo veintisiete, que no tiene más de seiscientos cuarenta y cinco páginas. Allí,  la descripción de una fellatio se lleva casi la mitad del capítulo, sin olvidar las doscientas dieciocho notas al pie y las partes que han sido traducidas del latín al inglés, pues el previo traductor era mucho más casto que Roy y algunas actividades eróticas rehusaba explicar en el idioma corriente de la época. Ah, y no hay que olvidarse del slang.
Por supuesto, “Chin P’ing Mei” no es una novela para leer en el transporte público. Más de un pasajero puede sentirse ofendido al observar su portada con una mujer sujetando en su mano derecha una flor de loto, pues evoca de inmediato el uso de flores impacientes y de jugo de ajo para teñir las uñas de mujeres.
Sin embargo, los eruditos señalan que es necesario leerla no sólo por su abundante e incomprensible lascivia, sino por sus interesantes comentarios acerca de la vida cotidiana en China. “Es una descripción excepcionalmente detallada de una sociedad corrupta y moralmente en bancarrota”, dice el profesor Roy.
Además, el personaje del depravado Ximen Qing puede ser encontrado fácilmente en la actualidad, no sólo en China, sino también a nivel mundial. Pero sin tantas notas al pie.

1 comentario:

  1. Felicitaciones al erudito David Tod Roy!!!! Capaz de traducir una novela pornográfica y escribir 4.400 notas... con una sola mano!!!!!

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