Mario Szichman
Bueno, el lector tendrá que llegar al capítulo
27 de “Chin P’ing Mei” (La ciruela
en el jarrón dorado) la más famosa novela pornográfica china, para entender realmente
el término “hard–core”. En ese escabroso
capítulo nada queda librado a la imaginación. Es el momento en que el más infame comerciante
de China, Ximen Qing, convoca a su más
depravada concubina para someterla, como dice la crónica de The New York Times, a la “ignominia más
imaginativa y peculiarmente prolongada”.
Pero para llegar a ese capítulo que quema
las manos del lector con el calor de la lascivia, es necesario superar primero
más de dos mil páginas en las cuales más de 800 personajes protagónicos sufren
toda clase de problemas narrados en intrascendentes detalles. Contar la vida
cotidiana de un chino es tan entretenido como leer una revista de fisiocultura
en la antesala de un dentista. En general, la vida de los chinos nunca ha sido
muy glamorosa. No lo fue durante la revolución cultural, cuando le cercenaron
la posibilidad de tener más de un hijo, y obviamente, tampoco lo fue antes.
Siempre han estado sometidos a algún terrible emperador que los ponía a
construir obras monumentales y totalmente carentes de sentido. Tuvieron, es
cierto, su momento de esplendor, cuando la dinastía Ming se dedicó a fabricar
floreros, pero todo lo derrocharon en la construcción de la gran muralla, la
obra vial más ridícula en la historia de la humanidad. Al parecer, los chinos
quisieron copiar la Via Appia, una
obra maestra de la ingeniería romana, pero en algún momento alguien debe haber mezclado
los planos, porque la gran muralla parece haber sido creada por los genios de
la Academia de Lagado, que, según decía Swift en Los viajes de Gulliver, construían sus viviendas a partir del
techo, y trataban de extraer rayos de sol de los pepinos.
No voy a aburrir al lector con la muralla china.
Afortunadamente, tenemos la obra maestra de Kafka donde se explican los
detalles de su construcción. La intención del emperador que mandó a erigirla
era frenar las hordas mogoles creando una barrera infranqueable que terminó
siendo la más franqueable del mundo. La única manera de que la gran muralla
hubiera funcionado como barrera de contención era que encerrara las fronteras
de China por los cuatro costados y además fuesen emplazadas torres cada
cincuenta metros custodiadas por centinelas. En cambio, los genios que la
diseñaron se limitaron a crear una larguísima muralla. Y como en algún momento
esa muralla tenía que concluir, en un extremo o en el otro, por ahí podían
pasar tranquilamente los mongoles para invadir China.
Los mongoles no tuvieron que esperar a que
la muralla fuera concluida para atravesarla con toda tranquilidad. Pudieron
hacerlo también mientras la construían no sólo porque durante el proceso de
construcción había muchos lugares aún por construir, sino por una singular idea
de sus constructores, todos chinos. Esa idea consistía en construir la muralla
por etapas, y en diferentes sitios a la vez. Dios mediante, en algún momento
quedarían unidos los tramos desconectados. Por supuesto, en ese proceso siempre
hubo numerosos tramos sin construir que aprovechaban los mongoles para
infiltrarse y consumar sus depredaciones. Según tenemos entendido, la muralla
china sigue siendo A work in progress.
EL TEDIO QUE
ARRUINA EL EROTISMO
“Chin
P’ing Mei” ha sido traducida al inglés por Oxford University Press con el título de “The Plum in the Golden Vase.” No es desatinado considerarla la gran
muralla china de las novelas pornográficas, especialmente por la manera en que
frustra las expectativas. En primer lugar, fracasa en su objetivo principal, el
de excitar al lector. Se necesita la avidez de un mogol para recorrer previamente
dos mil páginas y conocer a 800 chinos en su vida cotidiana antes de llegar al
capítulo 27. Calculemos que un lector moderno puede leer cada día cien páginas
y tropezarse con unos cuantos chinos. Demorará por lo menos veinte días antes
de conocer al infame comerciante Ximen Qing y a su depravada concubina.
Una vez llegado al capítulo 27, el lector
busca el sillón más cómodo de su estudio, se pone su saco fumuar, se sirve una copa de coñac, y piensa: “Por fin podré
disfrutar de la ignominia más imaginativa y peculiarmente prolongada”. Y es en
ese instante que tropieza con la cruda realidad. Pues la novela ha sido editada
por un erudito.
No hay como un erudito para arruinar la
mejor de las novelas pornográficas. Y en este caso, “The Plum
in the Golden Vase” ha pasado por las horcas caudinas del erudito David Tod
Roy, quien descubrió la novela en 1950, en la ciudad china de Nanjing, cuando
tenía dieciséis años de edad.
“En mi adolescencia”, declaró el señor Roy
al New York Times, “me fascinaba leer
algo pornográfico”. Ahora el señor Roy tiene 80 años, es profesor emérito de
literatura china en la universidad de Chicago. Ha dedicado casi cuarenta años
de su vida para traducir el texto completo de la obra al inglés. El último
volumen, titulado “The Dissolution”,
acaba de salir a la venta, y hay una larga lista de lacanianos argentinos en la
lista de espera.
Pero la tarea de análisis no será fácil. Uno
de los problemas de la traducción es que el señor Roy, como reconocen sus
estupefactos colegas, no ha dejado piedra sobre piedra en su afán por revelar
alusiones literarias o detalles culturales que mejor explican la ignominia más
imaginativa y peculiarmente prolongada.
Wei Shang, profesor de literatura china en
la universidad de Columbia, dijo que Roy “es alguien que considera su
obligación saber absolutamente todo acerca de un libro, inclusive cosas
mencionadas al pasar”.
Por lo tanto, a las 3.000 páginas de texto,
el profesor Roy ha sumado más de 4.400 notas al pie. La descripción de una
posición amatoria es imposible de imaginar porque hay unas ciento veintisiete
notas al pie intentando explicar obscuras referencias literarias como “Usó
flores impacientes y jugo de ajo para teñir las uñas de mujeres”. En realidad,
el pornógrafo quería dar detalles muy íntimos capaces de erizar los cabellos
del lector, pero sin ofender su gazmoñería. El profesor Roy dice que ni
siquiera eruditos chinos han podido captar el significado de esa sentencia tan
procaz. El catedrático tampoco ha querido revelarla. “Revisen mi texto”, ha
dicho con traviesa sonrisa, “quedarán atónitos”. Podemos garantizar al lector
que abundan en el texto el uso de flores impacientes y de jugo de ajo para
teñir las uñas de mujeres capaces de ruborizar a un estibador de Macao.
Patricia Sieber, profesora de literatura
china en la universidad del estado de Ohio, dijo al diario que “Cuando
analizamos la novela, mis estudiantes quedaron boquiabiertos, a pesar de estar
enterados de la reputación de la novela. Hay sadismo y masoquismo, el uso de
objetos inusitados como juguetes sexuales, uso excesivo de afrodisíacos, y
relaciones sexuales bajo toda clase de viles circunstancias. Cualquier cosa que
se le ocurra, está en esa novela”. Para eso hay que unir el rompecabezas de
cuatrocientos sesenta y un notas al pie.
Con esa promesa de una lectura excitante,
seguramente abundarán los interesados en obtener un ejemplar de ese clásico del porno.
Inclusive no se ha descartado imprimir en separata el infame capítulo veintisiete, que no tiene más
de seiscientos cuarenta y cinco páginas. Allí,
la descripción de una fellatio
se lleva casi la mitad del capítulo, sin olvidar las doscientas dieciocho notas
al pie y las partes que han sido traducidas del latín al inglés, pues el previo
traductor era mucho más casto que Roy y algunas actividades eróticas rehusaba explicar
en el idioma corriente de la época. Ah, y no hay que olvidarse del slang.
Por supuesto, “Chin P’ing Mei” no es una novela para leer en el transporte público.
Más de un pasajero puede sentirse ofendido al observar su portada con una mujer
sujetando en su mano derecha una flor de loto, pues evoca de inmediato el uso
de flores impacientes y de jugo de ajo para teñir las uñas de mujeres.
Sin embargo, los eruditos señalan que es
necesario leerla no sólo por su abundante e incomprensible lascivia, sino por
sus interesantes comentarios acerca de la vida cotidiana en China. “Es una
descripción excepcionalmente detallada de una sociedad corrupta y moralmente en
bancarrota”, dice el profesor Roy.
Además, el personaje del depravado Ximen
Qing puede ser encontrado fácilmente en la actualidad, no sólo en China, sino
también a nivel mundial. Pero sin tantas notas al pie.
Felicitaciones al erudito David Tod Roy!!!! Capaz de traducir una novela pornográfica y escribir 4.400 notas... con una sola mano!!!!!
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