domingo, 8 de diciembre de 2013

“Made it, Ma! Top of the World!”[i]



Mario Szichman




Tal vez la película más subversiva de todo el canon del film noir hollywoodense es White Heat, interpretada por James Cagney, en el rol de un gángster demente, y dirigida por Raoul Walsh. Como dice Peter Bogdanovich en su libro “Who the Devil Made it,”  Walsh era el único director de Hollywood “que podía salirse con la suya al sentar a Cagney en las faldas de su madre”.

Si Out of the Past, protagonizado por Robert Mitchum y Jane Greer es el más tórrido film noir engendrado en Hollywood, demostrando una vez más que no se necesita mostrar un desnudo frontal para estimular los sentidos de los espectadores, White Heat tampoco requiere de impudicia para mostrar el incesto con la nitidez de una tragedia griega.

White Heat, estrenada en 1949, es la historia de Cody Jerrett (Cagney), un asesino psicótico y líder de un gang que asalta un tren en California, mata a cuatro personas, y huye con el botín. Posteriormente, cuando la policía empieza a cercarlo, Cody se atribuye un crimen menor, que le permite lavarse las manos del atraco al tren, y va a parar a la cárcel. Funcionarios del departamento del Tesoro, convencidos de la culpabilidad de Cody, envían a la prisión a uno de sus agentes (Edmond O´Brien), para que se convierta en su amigo y confiese su asalto al tren. Todo es muy convencional, y se ha visto en decenas de películas de las décadas del treinta y del cuarenta, desde el asalto al tren, hasta el envío a prisión del héroe o antihéroe. Pero White Heat demuele las convenciones del género al situar el incesto y la psicosis en su trama, y al ubicar en el centro del escenario a James Cagney y a la anciana Margaret Wycherly, en el papel de la madre del gánster.

Aunque Cody tiene una sensacional amante, Verna, interpretada por Virginia Mayo, otra figura que rompe con las convenciones del género, pues es una femme fatale sin clase, que mastica y escupe chicles, la verdadera girlfriend del demente asesino es su progenitora. Si bien Virginia Mayo nunca exhibió tanto talento o lució más bella que en  White Heat  (cuando Verna le pregunta a Cody: “¿No luzco bien, querido, en un tapado de armiño?”, Cody debe admitir que “Tú luces bien inclusive en una cortina de baño”) la verdadera pasión del gánster se vuelca hacia una anciana (Wicherly), armada con dos revólveres.



CUANDO LA PASIÓN

SE APODERA DEL PROYECTO



Lo interesante del caso es que Cagney no estaba entusiasmado con el guión de White Heat. “Las películas deben divertir al público, no convertirse en baños de sangre”, dijo cuando estaba por finalizar su contrato con la productora Warner Brothers. “Estoy harto de cargar un revólver y caerles a golpes a las mujeres”, o aplastarles la mitad de una toronja en pleno rostro, como hizo con Mae Clarke en el filme The Public Enemy. Pero obviamente había algo en la trama que lo fascinó.

Cagney, un maravilloso actor con enorme destreza física, quien empezó su carrera en el vodevil, interpretando a una bailarina en una comedia musical, aceptó el rol del gángster en White Heat cuando acababa de cumplir cincuenta años. La esbeltez de su cuerpo en Yankee Doodle Dandy, donde mostró sus aptitudes de bailarín en varios números musicales, había cedido paso a la corpulencia. Como Orson Welles en A Touch of Evil, otro fenomenal film noir, se podía decir de su aspecto lo que le murmuraba Marlene Dietrich al policía interpretado por Welles: “You're a mess, honey.

Cody es un ser más allá del bien y del mal. Y Cagney logra humanizarlo. Esa es realmente una hazaña, teniendo en cuenta los atributos del protagonista. En una escena un cómplice de Cody, del cual el gánster sospecha, se oculta en la maleta de un carro. El cómplice le dice a Cody que se está sofocando en el baúl. Y Cody le pregunta: “¿Qué, sientes calor? Vamos a refrescarte”. Y abre varios agujeros a balazos en el baúl, matando al secuaz.  

¿Cómo consigue Cody humanizarse? Uno de los métodos de Cagney es transformarlo de victimario en víctima. Cody está absolutamente convencido de que el mundo se ha puesto en su contra, y que él se limita a reaccionar contra la injusticia. En el rostro de Cagney el espectador encuentra padecimientos similares a los suyos.

Para suerte del actor, el director de White Heat fue Raoul Walsh, que combinaba talento con respeto por sus actores. Además, Walsh tenía una ventaja sobre otros directores. Conocía el mundo del cine desde ambos lados del banquillo. Comenzó siendo un actor, e hizo el papel del asesino de Abraham Lincoln en El nacimiento de una nación, dirigida por D.W. Griffith, tal vez la película más famosa del cine mudo. Se trocó en director debido a un insólito accidente. Cuando manejaba de noche por una carretera de California en un automóvil descapotado, un conejo se introdujo en la parte delantera del vehículo y le arrancó un ojo.

Walsh era famoso por su temeridad y por sus bromas pesadas. Robó de la morgue el cadáver del actor John Barrymore y lo dejó sentado en el living room de Errol Flynn. Cuando Flynn retornó a su casa tras una noche parranda, y se encontró con el cadáver de Barrymore, recuperó la sobriedad de inmediato, comentó luego Walsh.

Esa temeridad de Walsh se reflejó en todas sus películas, y especialmente en White Heat. Además, tuvo la sabiduría de ofrecer a Cagney carta blanca para que alterara el guión.

En su autobiografía Cagney by Cagney, el actor dijo que la trama del film le pareció “pura fórmula”, sin el menor toque de originalidad.  La primera propuesta de Cagney a los guionistas fue convertir a la pareja de Cody y de su madre en sucedáneos de Ma Barker y de sus hijos, los famosos gánsters de la década del treinta inmortalizados en la novela No Orchids for Miss Blandish, de James Hadley Chase. Y luego, transformó a Cody en un ser aquejado por terribles dolores de cabeza que sólo su madre puede calmar.

Todavía se ignora a quien se le ocurrió la idea de sentar a Cody en las faldas de su madre. Cagney dijo que le propuso la escena a Walsh diciéndole: “Vamos a ver si podemos salirnos con la nuestra”, pues el código Hayes solía censurar todo aquello que merodeara el incesto. Pero años después, Walsh se atribuyó la idea, y dijo que si la escena funcionó, fue porque Cagney y Margaret Wycherly “la hicieron tan convincente”. Realmente ¿tiene alguna importancia a quien se le ocurrió la idea? Tal vez fue idea del actor y del director. Lo cierto es que Walsh permitía trabajar en equipo.

Aparte del final de White Heat, donde Cody se inmola en medio de un gigantesco incendio mientras lanza aullidos de Made it, Ma! Top of the World!”, la escena que sigue afectando los sueños de muchos espectadores se registra cuando Cody, en la cárcel, se entera de que su madre ha muerto. La noticia va circulando entre los presos emplazados en el gigantesco comedor de la prisión. Finalmente, le llega a Cody Jarrett, quien se retuerce como un animal herido, se arrastra por una gigantesca mesa lanzando platos y cubiertos al suelo, y luego arremete a puñetazos contra los guardias que se cruzan en su camino, hasta que es dominado a bastonazos.

Según críticos de cine, los más de doscientos extras contratados para la escena no fueron alertados sobre el estallido de rabia que les aguardaba. Y en la película se nota a las claras que muchos de los extras quedaron tan alarmados como los espectadores ante esa furia, propia de un animal herido.

Años después, un reportero le preguntó a Cagney cómo había hecho para llegar a ese grado de exaltación. ¿Cuántas semanas de práctica había dedicado a la escena? Y Cagney le respondió: “Usted no realiza prácticas para ese tipo de escenas. Simplemente las hace”. El actor solía decir a sus discípulos que prepararse para internalizar un alto grado de emoción era una total pérdida de tiempo, una excusa para que un actor se sintiera satisfecho con su propio desempeño. No, el actor debía entender el personaje que estaba representando, y actuar exclusivamente para el público. El único preparativo para esa escena fue recordar una visita a un hospicio cuando era joven. “¡Mi Dios, qué educación!” comentó luego. “Los gritos, los alaridos de esas personas. Recordé esos gritos, consideré que se adecuaban a la situación de Cody, y los actué”.

Pero por supuesto, había algo más en la escena que solo podía interpretar un gran profesional. Cuando Cody escucha la noticia de que su madre ha muerto, su reacción inicial es simplemente mirar hacia abajo. Años después, Cagney le explicó a Charles Champlin, crítico de cine de Los Angeles Times que “la primera agonía es siempre privada. Si en el momento en que recibía la noticia de la muerte de mi madre alzaba enseguida la vista y comenzaba a lanzar gritos, la escena habría sido un fiasco total”.  

Aunque Cagney será recordado por la mayoría de sus películas, sus asombrosos finales le han creado un sitio muy especial en Hollywood. Hay tres que

vienen de inmediato a la memoria. En The Public Enemy protagoniza al criminal Tom Powers. En los minutos finales, una banda rival lo secuestra de un hospital, lo tortura, y luego lo deja en la puerta de su vivienda. Cuando el hermano del gánster abre la puerta, Cagney aparece envuelto de la cabeza a los pies como una momia. Y luego cae muerto. Ni se encorva ni se desploma en el suelo. No, cae de frente, de manera brutal, como un pesado leño.

Después está el final de 13 Rue Madeleine, donde interpreta a un agente de Estados Unidos tratando de descubrir un traidor en la resistencia francesa. El agente está siendo torturado por los nazis en una celda cuando de repente, empiezan a bombardear la prisión. Hay que ver a Cagney, demolido a puñetazos, y hecho una piltrafa humana, alzar la cabeza y lanzar una horrenda carcajada antes de morir abatido junto a sus guardias. Y finalmente está Cody Jerrret subido al techo de una planta química repleta de gigantescos tanques de gasolina, prendiéndoles fuego a balazos, y consumiéndose entre las llamas al grito de “Made it, Ma! Top of the World!” Sólo por esa escena se pasa a la historia del cine.








[i] ¡Lo conseguí, mamá! ¡Llegué a la cumbre del mundo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario