Mario Szichman
Tal vez la película más subversiva de todo el
canon del film noir hollywoodense es White Heat, interpretada por James
Cagney, en el rol de un gángster demente, y dirigida por Raoul Walsh. Como dice
Peter Bogdanovich en su libro “Who the
Devil Made it,” Walsh era el único
director de Hollywood “que podía salirse con la suya al sentar a Cagney en las
faldas de su madre”.
Si Out of
the Past, protagonizado por Robert Mitchum y Jane Greer es el más tórrido
film noir engendrado en Hollywood,
demostrando una vez más que no se necesita mostrar un desnudo frontal para
estimular los sentidos de los espectadores, White
Heat tampoco requiere de impudicia para mostrar el incesto con la nitidez
de una tragedia griega.
White Heat, estrenada en 1949, es la historia de Cody Jerrett (Cagney), un asesino
psicótico y líder de un gang que
asalta un tren en California, mata a cuatro personas, y huye con el botín.
Posteriormente, cuando la policía empieza a cercarlo, Cody se atribuye un
crimen menor, que le permite lavarse las manos del atraco al tren, y va a parar
a la cárcel. Funcionarios del departamento del Tesoro, convencidos de la
culpabilidad de Cody, envían a la prisión a uno de sus agentes (Edmond
O´Brien), para que se convierta en su amigo y confiese su asalto al tren. Todo
es muy convencional, y se ha visto en decenas de películas de las décadas del
treinta y del cuarenta, desde el asalto al tren, hasta el envío a prisión del
héroe o antihéroe. Pero White Heat demuele
las convenciones del género al situar el incesto y la psicosis en su trama, y
al ubicar en el centro del escenario a James Cagney y a la anciana Margaret Wycherly,
en el papel de la madre del gánster.
Aunque Cody tiene una sensacional amante, Verna,
interpretada por Virginia Mayo, otra figura que rompe con las convenciones del
género, pues es una femme fatale sin
clase, que mastica y escupe chicles, la verdadera girlfriend del demente asesino es su
progenitora. Si bien Virginia Mayo nunca exhibió tanto talento o lució
más bella que en White Heat (cuando Verna le
pregunta a Cody: “¿No luzco bien, querido, en un tapado de armiño?”, Cody debe
admitir que “Tú luces bien inclusive en una cortina de baño”) la verdadera
pasión del gánster se vuelca hacia una anciana (Wicherly), armada con dos
revólveres.
CUANDO LA PASIÓN
SE APODERA DEL PROYECTO
Lo interesante del caso es que Cagney no estaba
entusiasmado con el guión de White Heat.
“Las películas deben divertir al público, no convertirse en baños de sangre”,
dijo cuando estaba por finalizar su contrato con la productora Warner Brothers.
“Estoy harto de cargar un revólver y caerles a golpes a las mujeres”, o
aplastarles la mitad de una toronja en pleno rostro, como hizo con Mae Clarke
en el filme The Public
Enemy. Pero obviamente había algo en la trama que lo fascinó.
Cagney, un maravilloso actor con enorme
destreza física, quien empezó su carrera en el vodevil, interpretando a una
bailarina en una comedia musical, aceptó el rol del gángster en White Heat cuando acababa de cumplir
cincuenta años. La esbeltez de su cuerpo en Yankee
Doodle Dandy, donde mostró sus aptitudes de bailarín en varios números
musicales, había cedido paso a la corpulencia. Como Orson Welles en A Touch of Evil, otro fenomenal film noir, se podía decir de su aspecto lo
que le murmuraba Marlene Dietrich al policía interpretado por Welles: “You're a mess,
honey.”
Cody es un ser más allá del bien y del mal. Y Cagney logra
humanizarlo. Esa es realmente una hazaña, teniendo en cuenta los atributos del
protagonista. En una escena un cómplice de Cody, del cual el gánster sospecha,
se oculta en la maleta de un carro. El cómplice le dice a Cody que se está
sofocando en el baúl. Y Cody le pregunta: “¿Qué, sientes calor? Vamos a refrescarte”.
Y abre varios agujeros a balazos en el baúl, matando al secuaz.
¿Cómo consigue Cody humanizarse? Uno de los métodos de Cagney
es transformarlo de victimario en víctima. Cody está absolutamente convencido
de que el mundo se ha puesto en su contra, y que él se limita a reaccionar
contra la injusticia. En el rostro de Cagney el espectador encuentra padecimientos
similares a los suyos.
Para suerte del actor, el director de White Heat fue Raoul Walsh, que
combinaba talento con respeto por sus actores. Además, Walsh tenía una ventaja
sobre otros directores. Conocía el mundo del cine desde ambos lados del
banquillo. Comenzó siendo un actor, e hizo el papel del asesino de Abraham Lincoln
en El nacimiento de una nación,
dirigida por D.W. Griffith, tal vez la película más famosa del cine mudo. Se trocó
en director debido a un insólito accidente. Cuando manejaba de noche por una
carretera de California en un automóvil descapotado, un conejo se introdujo en
la parte delantera del vehículo y le arrancó un ojo.
Walsh era famoso por su temeridad y por sus bromas
pesadas. Robó de la morgue el cadáver del actor John Barrymore y lo dejó
sentado en el living room de Errol
Flynn. Cuando Flynn retornó a su casa tras una noche parranda, y se encontró
con el cadáver de Barrymore, recuperó la sobriedad de inmediato, comentó luego
Walsh.
Esa temeridad de Walsh se reflejó en todas sus películas,
y especialmente en White Heat. Además,
tuvo la sabiduría de ofrecer a Cagney carta blanca para que alterara el guión.
En su autobiografía Cagney by Cagney, el actor
dijo que la trama del film le pareció “pura fórmula”, sin el menor toque de
originalidad. La primera propuesta de
Cagney a los guionistas fue convertir a la pareja de Cody y de su madre en
sucedáneos de Ma Barker y de sus hijos, los famosos gánsters de la década del
treinta inmortalizados en la novela No
Orchids for Miss Blandish, de James Hadley Chase. Y luego, transformó a Cody
en un ser aquejado por terribles dolores de cabeza que sólo su madre puede
calmar.
Todavía se ignora a quien se le ocurrió la
idea de sentar a Cody en las faldas de su madre. Cagney dijo que le propuso la
escena a Walsh diciéndole: “Vamos a ver si podemos salirnos con la nuestra”,
pues el código Hayes solía censurar todo aquello que merodeara el incesto. Pero
años después, Walsh se atribuyó la idea, y dijo que si la escena funcionó, fue
porque Cagney y Margaret Wycherly “la hicieron tan convincente”. Realmente
¿tiene alguna importancia a quien se le ocurrió la idea? Tal vez fue idea del
actor y del director. Lo cierto es que Walsh permitía trabajar en equipo.
Aparte del final de White Heat, donde Cody se inmola en medio de un gigantesco incendio
mientras lanza aullidos de “Made it, Ma! Top of the World!”, la escena que sigue afectando los
sueños de muchos espectadores se registra cuando Cody, en la cárcel, se entera de
que su madre ha muerto. La noticia va circulando entre los presos emplazados en
el gigantesco comedor de la prisión. Finalmente, le llega a Cody Jarrett, quien
se retuerce como un animal herido, se arrastra por una gigantesca mesa lanzando
platos y cubiertos al suelo, y luego arremete a puñetazos contra los guardias
que se cruzan en su camino, hasta que es dominado a bastonazos.
Según críticos de cine, los más de doscientos
extras contratados para la escena no fueron alertados sobre el estallido de rabia
que les aguardaba. Y en la película se nota a las claras que muchos de los
extras quedaron tan alarmados como los espectadores ante esa furia, propia de
un animal herido.
Años después, un reportero le preguntó a Cagney
cómo había hecho para llegar a ese grado de exaltación. ¿Cuántas semanas de
práctica había dedicado a la escena? Y Cagney le respondió: “Usted no realiza
prácticas para ese tipo de escenas. Simplemente las hace”. El actor solía decir
a sus discípulos que prepararse para internalizar un alto grado de emoción era
una total pérdida de tiempo, una excusa para que un actor se sintiera
satisfecho con su propio desempeño. No, el actor debía entender el personaje
que estaba representando, y actuar exclusivamente para el público. El único
preparativo para esa escena fue recordar una visita a un hospicio cuando era
joven. “¡Mi Dios, qué educación!” comentó luego. “Los gritos, los alaridos de
esas personas. Recordé esos gritos, consideré que se adecuaban a la situación
de Cody, y los actué”.
Pero por supuesto, había algo más en la escena
que solo podía interpretar un gran profesional. Cuando Cody escucha la noticia
de que su madre ha muerto, su reacción inicial es simplemente mirar hacia
abajo. Años después, Cagney le explicó a Charles Champlin, crítico de cine de Los Angeles Times que “la primera
agonía es siempre privada. Si en el momento en que recibía la noticia de la
muerte de mi madre alzaba enseguida la vista y comenzaba a lanzar gritos, la
escena habría sido un fiasco total”.
Aunque Cagney será recordado por la mayoría
de sus películas, sus asombrosos finales le han creado un sitio muy especial en
Hollywood. Hay tres que
vienen de inmediato a la memoria. En The Public Enemy protagoniza al criminal
Tom Powers. En los minutos finales, una banda rival lo
secuestra de un hospital, lo tortura, y luego lo deja en la puerta de su
vivienda. Cuando el hermano del gánster abre la puerta, Cagney aparece envuelto
de la cabeza a los pies como una momia. Y luego cae muerto. Ni se encorva ni se
desploma en el suelo. No, cae de frente, de manera brutal, como un pesado leño.
Después está el final de 13 Rue Madeleine, donde interpreta a un agente de Estados Unidos tratando
de descubrir un traidor en la resistencia francesa. El agente está siendo
torturado por los nazis en una celda cuando de repente, empiezan a bombardear
la prisión. Hay que ver a Cagney, demolido a puñetazos, y hecho una piltrafa
humana, alzar la cabeza y lanzar una horrenda carcajada antes de morir abatido
junto a sus guardias. Y finalmente está Cody Jerrret subido al techo de una
planta química repleta de gigantescos tanques de gasolina, prendiéndoles fuego
a balazos, y consumiéndose entre las llamas al grito de “Made it, Ma! Top of the World!” Sólo por
esa escena se pasa a la historia del cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario