MARIO SZICHMAN
¿Quién
es el verdadero Oswaldo Barreto Miliani? Porque, al parecer, existen dos
versiones de esa persona.
Uno
de ellos, descripto por Lisa St. Aubin de Teran en su excelente novela Swallowing Stones (Harper Perennial, Nueva
York, 2006) parece desbordar la realidad. Se trata de un revolucionario que
participó en osadas fugas –y ayudó también a otros a escapar de prisión, como a
Teodoro Petkoff, el ex líder guerrillero y actual director del diario caraqueño
TalCual – además de planificar
revoluciones en tres continentes. El otro, a quien conozco de manera personal,
es un hombre inteligente, tranquilo, versado en varias lenguas, de inagotable
erudición, dotado de una personalidad muy atractiva, que escribe una espléndida
columna de opinión en TalCual.
El
Oswaldo Barreto Miliani mencionado por St. Aubin de Teran fue en una época, asesor
de Fidel Castro y amigo del derrocado presidente chileno Salvador Allende.
Conoció muy de cerca al Che Guevara, y cruzó sendas con Carlos El Chacal.
Participó en la lucha por la liberación de Argelia, y conoció a uno de los más
formidables y enigmáticos líderes de la revolución en el Tercer Mundo, el
marroquí Mehdi Ben Barka, quien fue luego secuestrado y asesinado en París, en
octubre de 1965, en un complot liderado, al parecer, por el general Muhammad
Oufkir, entonces ministro del Interior de Marruecos, con la ayuda de agentes de
la policía francesa, y de miembros del servicio de inteligencia de Francia (y
posiblemente, del Mossad de Israel, según indicó la revista Time en una investigación publicada en
1975).
Barreto
Miliani combatió contra la dictadura del general venezolano Marcos Pérez
Jiménez, y fue miembro de la guerrilla que intentó derrocar al presidente
Rómulo Betancourt. Fue torturado, la CIA y la KGB recopilaron con sus
antecedentes un prontuario del tamaño de la guía telefónica, y, en una época,
estuvo casado con una mujer que lideró la rebelión curda en Irán y ahora,
septuagenaria, es considerada una diosa por sus seguidores, y es asiduamente
buscada por la policía iraní. (La compañera de cuarto de su esposa se casó
posteriormente con el shá de Irán y pasó a la historia con el nombre de Farah
Diba).
Filósofo
de profesión, Barreto Miliani siempre se las arregló para quedar involucrado en
la lucha política y armada. “Soy un excelente ejemplo de un hombre conquistado
para la causa”, señala en Swallowing
Stones. “Nunca tuve interés alguno en la política, y tampoco deseos de
pelear. Cuando era un niño, la última cosa que se me podía haber ocurrido era
participar en la lucha armada. Y pese a ello, me convertí en un militante y
luego en un guerrillero. Soy un pensador que se convirtió en un combatiente”. Algunas
de las mejores páginas del libro están dedicadas a esa lucha que condujo a
Barreto Miliani a los parajes más asombrosos e inhóspitos.
Pero
¿por qué una persona tan pacífica, tan amante de los libros, decidió empuñar
las armas? Barreto Miliani cree que “si existe una cosa llamada carácter
nacional, el del venezolano radica en su afición a actuar por simple impulso
... Los venezolanos tienen el hábito de lanzarse a la lucha. No porque crean en
ella o les preocupe de qué se trata, sino porque la lucha está ahí, está
ocurriendo, y Venezuela tiene una larga historia de arrojarse a la acción y de
pelear. La mejor razón para ello es que ha surgido una buena oportunidad para
hacerlo”. No es una mala caracterización para un país que ha dado al Libertador
Simón Bolívar.
RECORRIENDO
EL CAMINO
Escrito
con gusto y con pasión, Swallowing Stones,
es un excepcional texto que tiene como protagonista a un hombre absorbido por
las corrientes revolucionarias de la región del Caribe durante las décadas del
sesenta y del setenta, cuando Fidel Castro y el Che eran los íconos de la lucha
armada. (St. Aubin de Teran ofrece un extraordinario retrato íntimo de Castro
en su época de su mayor esplendor, que ayuda a explicar ciertos rasgos de su carácter).
Pero,
a riesgo de ponerse insistente, ¿es esta la verdadera historia de Oswaldo
Barreto Miliani? ¿Donde concluye la biografía y empieza la novela? ¿Existen
puntos de contacto entre el Barreto Miliani real y su alter ego? Inclusive la
escritora admite haberse tomado “las libertades más diabólicas” con el
personaje.
APARTES
El
personaje del gran Oswaldo Barreto Miliani constituye parte de la magia que me
ha formado como escritor. Una magia que a veces me asusta un poco. En 1971,
publiqué en Buenos Aires una versión corregida de mi primera novela, Crónica falsa. La versión original me pareció tan
deplorable que bauticé a la segunda escritura La verdadera crónica falsa. Es otra novela, escasamente parecida a
la primera. Incorpora también personajes. Uno de ellos se llama Laura, y en ese
momento no conocía una mujer que se llamara Laura, aunque el personaje que
describí estaba dotado de la inteligencia, la valentía, la humanidad de la
mujer que conocí más tarde con el nombre de Laura y con la cual viví 36 años.
Cuando
leí la novela de Lisa St. Aubin de
Teran no conocía la ciudad de Valera, en el estado venezolano de Trujillo. La
visité en mayo de 2012, cuando fui invitado por el Núcleo Rafael Rangel de la Universidad
de Los Andes, a conversar sobre mi trilogía de la patria boba. Sentí que el tiempo se detenía y empezaba a
vivir en el mundo de Faulkner. Un mundo donde todos conocen a todos, y en el
cual el diálogo es absolutamente faulkneriano. Esto es, cada personaje remite a
otro personaje, a sus antepasados, y a sus historias. Hasta el escenario trujillano
parecía faulkneriano, con sus fincas, sus fondas, y el recuerdo de personajes,
muertos pero presentes, o ausentes, pero aún dominantes en la memoria de sus vecinos.
No había Snopes, o Compson en Valera, pero perduraban seres bigger than life. Y todos recordaban a
la familia Barreto.
Mis anfitriones me señalaron una finca. Y me contaron la historia de sus dueños, y
el romance de uno de ellos con Lisa St. Aubin de Teran. En esa época era otro
el apellido de la novelista. Su enamorado la había conocido en Londres, se
había casado con ella y la había llevado a vivir con él a las afueras de Valera.
Lisa era apenas una adolescente, que no sabía una palabra de español. El dueño
de la finca solía abandonarla a veces, sin comida, y ella tenía que arreglarse
como pudiese. Fue una experiencia increíblemente ardua, pero templó la fibra de
Lisa, que tras abandonar Venezuela escribió varios libros sobre sus vivencias.
Uno de ellos se titula La Hacienda.
Y
ahora voy a rebobinar el relato.
Recuerdo
que cuando trabajaba en The Associated
Press, le hice una entrevista por correo electrónico a Barreto Miliani. No
parecía muy satisfecho con el retrato forjado por la novelista en Swallowing Stones.
“A Lisa (St. Aubin de Teran) la conocí cuando
era todavía un adolescente y yo andaba por los barrios de Londres en una de mis
escapadas”, me contó el biografiado. “Vino luego a Venezuela, donde permaneció
siete años, recolectando material para utilizarlo en numerosos libros. Swallowing Stones no es sino uno de sus
libros ... En base a algunos hechos reales que ella conoce por haber sido hasta
ahora una de mis más consecuentes y cercanas amigas, construye un mundo de
deliciosa fantasía que, como tal, como fantasía, no tiene nada que ver con la
realidad”.
Barreto
Miliani rechazó “Y seguiré rechazando toda tentativa de publicar cualquier tipo
de trabajo donde se tome el libro como biografía y no como novela”.
¿Existe
alguna manera de frenar la controversia? ¿Podría el verdadero Oswaldo Barreto
Miliani ponerse de pie y alzar la mano? Me parece imposible. Para bien o para
mal, Barreto Miliani es más trujillano que caraqueño. El hogar de sus ancestros
lo sigue marcando. Además, en Trujillo, cuando hay que elegir entre la verdad y
la leyenda, los trujillanos, de manera invariable, eligen la leyenda.
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