Mario Szichman
“El
código moral de toda ficción es éste:
aquello
que atrapa la atención del lector es BUENO,
y
aquello que aburre al lector es MALO".
Jeff
Gerke
“¿Cómo
escribo una novela? Me siento frente al escritorio
Y
tecleo en la máquina: ´Página uno, primer capítulo´.
Eso,
sí, previamente escribo el final”.
Mickey
Spillane
Un escritor de novelas policiales que se
ha convertido en un objeto de culto es Lee Child. Hace un año se estrenó “Jack
Reacher”, un filme basado en la novela One
Shot, de Child, y protagonizada por Tom Cruise. Ahora están preparando una
secuela, con otra novela de Child, Never
Go Back.
Hasta ahora, Child (seudónimo del
escritor británico Jim Grant) ha escrito 18 novelas que tienen como
protagonista a Jack Reacher, un ex miembro de la policía militar de Estados
Unidos que vagabundea por los Estados Unidos en busca de aventuras.
A medida que Reacher ha añadido nuevos exploits a su curriculum, su figura crece en incongruencias y enigmas. Algunas de
sus tramas recuerdan lo que decía Mickey Spillane de su novela Long Wait, que tienen
más agujeros que un queso gruyere.
Pero los
lectores perdonan a Child cualquier cosa, pues Reacher no sólo es una máquina
de asesinar, sino que es astuto. Sabe detectar señales de peligro, es un buen
karateca, y viaja de manera frugal. Además, es un solitario, como el Clint
Eastwood de los spaghetti westerns.
En toda ciudad a la que llega, Reacher es considerado el primer sospechoso
en cualquier crimen que se comete. En realidad, Reacher parece contar con un
infalible imán para atraer asesinatos. Basta que descienda de un autobús para
que alguien muera de manera absolutamente ilegal. Y diez minutos después,
mientras Reacher está desayunando o cenando en algún dinner, un patrullero policial frena en la puerta, y se lo lleva
esposado.
No he leído
más de dos o tres de las novelas de Child, pero Reacher suele ser sometido a
peligrosas ordalías de las cuales emerge victorioso. Uno de los sitios
favoritos en que van a parar sus huesos es alguna cárcel del sur de Estados
Unidos, donde los criminales convictos y confesos son proclives a probar la
masculinidad del nuevo prisionero con técnicas sádicamente ingeniosas. Luego,
en el segundo acto de la novela, Reacher conquista una bella dama que está
dispuesta a correr cualquier peligro, con tal de estar a su lado, y se gana la
confianza de algún jefe policial. Como Reacher siempre cuenta con una coartada
para demostrar su inocencia, y conoce muy bien los bajos fondos, se transforma
en un ser indispensable para los guardianes de la ley.
Pese a esos
clichés y desvaríos, resulta muy difícil soltar una novela de Child a mitad de
camino. ¿Cuáles son los méritos del novelista? Su prosa es escueta, y sus
descripciones atinadas. Algunos personajes están bien delineados, aunque cuando
se trata de describir a femmes fatales
o a damiselas en apuros, es mejor saltear las páginas. Pero sabe crear
suspenso. Y como es un novelista generoso, explica su método.
En su ensayo: A Simple
Way to Create Suspense Child
dice que toda novela necesita un motor narrativo, “una razón para que los
lectores sigan leyendo hasta el final”, sin importar el género, el tema, el
estilo, o el enfoque.
Cualquier libro de las decenas
que se publican anualmente en Estados Unidos y ofrecen técnicas para seducir al
lector tienen una fórmula similar a la de los libros de cocina, dice Child. ¿Cómo se
hornea una torta? ¿Cómo se cocina una novela?
Para hacer una torta se
necesitan ingredientes. Luego se los combina, se deja descansar la masa, y
finalmente se la deposita en un recipiente, y se la pone en el horno.
Los ingredientes de una novela
son un protagonista y un antagonista. El protagonista debe ser atractivo, con
rasgos capaces de conquistar la simpatía del lector. Si bien Raskolnikov
asesina a una vieja, en Crimen y Castigo,
Dostoievski nos ha alertado previamente de su belleza física y de sus rasgos de
nobleza. De esa manera, nos preocupa su suerte. No querríamos que el diabólico
inspector de policía lo enrede en sus manejos. O que el enorme villano
Svidrigailov seduzca a su hermana. Durante más de quinientas páginas,
Dostoievski nos mantiene en vilo con las peripecias de Raskolnikov y su
descenso a los infiernos. Y sentimos realmente un gran alivio cuando se
registra la catarsis, Raskolnikov confiesa, se entrega, y sabe que Sonia, la
prostituta, lo esperará hasta que salga de la cárcel, para la redención final.
Pero Child no cree en esa
fórmula. No se trata de aprender a hornear una torta, dice, sino de mantener al
lector hambriento hasta el final. ¿Y cómo se logra esa hazaña? “Hay que
conseguir que espere horas para satisfacer su apetito”.
La tarea de los novelistas, dice
el narrador, “es formular o sugerir una pregunta al comienzo del relato, y
luego, posponer la respuesta.”. Child dice que aprendió ese recurso mientras
trabajaba como productor de televisión en Londres. Un artefacto cambió el modo
de mirar televisión: el control remoto. Antes de esa invención, era factible
que un televidente viera un programa de principio a fin, sin cambiar de canal.
Simplemente porque tenía pereza para levantarse del sillón y caminar hasta el
televisor. Pero una vez llegó el control remoto, cambiar de canales era
sencillo. ¿Cómo lograr que el televidente siguiera viendo el mismo canal? (No
olvidemos que los ratings de
audiencia deciden la publicidad que recibe cada canal). La idea que cuajó fue
formular preguntas al televidente al concluir un segmento de un programa, y
antes del inicio de los comerciales. Si por ejemplo el programa que se estaba
propalando se dedicaba a reseñar películas, se formulaba una pregunta tal como
“¿Quién fue el primer actor elegido para protagonizar Dirty Harry?” Eso frenaba la tentación del televidente de cambiar
el canal. Cómo ¿no había sido Clint Eastwood? Inclusive quienes sabían la respuesta
(originalmente, fue Frank Sinatra el escogido para el rol) deseaban escuchar la
respuesta para sentirse gratificados.
Y en el caso de las novelas,
dice Child, funciona el mismo principio. “Alguien ha cometido un
asesinato. ¿Quién? Eso lo descubrirá el lector al
finalizar el libro. Algo extraño ha ocurrido. ¿Qué? Eso lo descubrirá el lector
al finalizar el libro”.
Pero una novela es algo más que su
final. ¿Qué se hace entre el comienzo y la conclusión? Filtrar las respuestas
por cuentagotas. Y cada respuesta, en lugar de resolver el misterio, debe
hacerlo más impenetrable.
Este es el esquema típico de una
novela de Child: Jack Reacher llega a una población. Algo raro
ha ocurrido. El rumor es que alguien ha sido asesinado. O que una banda está falsificando dinero. O que un poderoso
cacique del lugar está tratando de adquirir una fábrica. Ni siquiera es
necesario que la persona poderosa o en problemas sea conocida del lector. Aún si
se trata de un rumor, el lector quiere enterarse de lo que ocurre.
Y eso, dice Child, es la trama
básica de sus relatos. Por supuesto, si además los personajes son atractivos,
simpáticos, y tienen sentido del humor, y los villanos son “bigger than life”, eso permite elevar la
calidad del texto. Por otra parte, colocar al protagonista en un dilema de
hierro, en una situación insostenible, contribuye a la satisfacción del lector.
“Pero se trata de lujos”, dice Child. “El combustible básico de toda narración
es la lerda revelación de la respuesta final”. No se trata de hornear tortas,
sino de mantener al lector hambriento.
Este tipo de consejos se acopla
perfectamente con la filosofía de Mickey Spillane, el creador del sádico
detective Mike Hammer. Cuando explicaba por qué escribía primero la escena
final de una novela, Spillane decía que todo relato es como un chiste. Y la
parte principal de un chiste es la “punch
line”, el remate. Spillane indicaba que los lectores están interesados en
llegar al final de un libro, no deambular en el medio. “Y esperan que ese final
justifique todo el tiempo que perdieron leyendo. Una vez conozco el final,
escribo para llegar a esa conclusión. Mi placer es saber hacia donde me dirijo,
aunque ignoro cómo llegaré allí”.
Uno de los enunciados más famosos de
Spillane es éste: “La primera frase vende una novela. La última frase vende la
novela siguiente”.
Una de las frases finales más famosas
enunciadas por Mike Hammer apareció en su primera novela, I, the Jury. Tras amar apasionadamente a una mujer, el detective
descubre que se trata de una homicida y está dispuesta a asesinarlo. Mike
Hammer se adelanta y le dispara un balazo. Mientras la mujer agoniza, le
pregunta al detective: “¿Cómo pudiste hacer eso?” Y el detective responde: “Eso
fue muy fácil”.
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