Reseña del relato infantil Sito, y entrevista a su autora, Carmen
Virginia Carrillo
Mario Szichman
Jorge Luis
Borges solía decir que los buenos gobiernos suelen ser imperceptibles. Eso se
extiende a los buenos narradores. Como lo demuestra el cuento para niños Sito de Carmen Virginia Carrillo. Hay
ecos en el relato de Sherwood Anderson, de su libro Winnesburg, Ohio. Especialmente una gran compasión, pero no aflicción o desdén, por aquellos señalados
por la mano de Dios. La escritora conoce muy bien a esos seres cuya anormalidad
los despoja de agresión y de malevolencia, y los acerca al misticismo. (Buena
parte de la narrativa de Dostoievski se concentra en esas figuras que nos
asustan debido a su incapacidad para mentir o para causar daño).
Otra virtud
de los buenos narradores es su desdén por las introducciones. Sito (Nicolasito
López), un niño minusválido, aparece casi de inmediato en el relato. Pero visto
a través de los ojos indagadores de Ana, una niña de cuatro años de edad que
visita con sus padres Vigo, España, para conocer a su abuela gallega.
El acierto de
la narradora es confrontar dos seres vulnerables y cotejar sus desamparos sin
la intervención o las admoniciones de un adulto. Para Ana, Sito cuenta con los
siguientes atributos: es muy simpático, habla en media lengua (como Ana) y es
muy alto. Tan alto “que tenía que levantar mucho la cabeza para mirarle a los
ojos”.
Los ojos y
oídos de Ana se encargan de advertir la discrepancia entre la altura de Sito y
su media lengua. Pero la curiosidad de la niña nunca es acompañada de sospecha.
Es su madre quien le informa que a Sito “le había costado mucho nacer y su
cabecita había sufrido daño”.
La reacción
de la niña es absorber la información y olvidarla. Pues Sito “era muy especial
¡y se divertían tanto!”
Sito no es
un marginado. Ha sido incorporado a su sociedad. Participa en el espacio
comunitario no a través de la piedad, sino del trabajo. Un trabajo concreto
(separar tuercas, limpiarlas con un trapo muy sucio) del cual no está ausente
la recreación.
Cuando se
trata de narrar, el diablo está en los detalles. Carmen Virginia Carrillo es siempre
precisa en sus descripciones. Antes de saludar a su amiga Ana, Sito se lava las
manos. Pero no de cualquier manera. La narradora nos brinda este detalle: cuando
Sito ve acercarse a Ana, se frota “con fuerza los dedos con una pasta de jabón
que hacía mucha espuma”. (Para un buen narrador, ni siquiera dos jabones son
iguales). Y cuando se trata de cambiar de ropa, Carrillo no olvida el clima del
relato. Sito se quita el delantal de mecánico y se pone una chaqueta ligera. Y
el detalle es que “el otoño comenzaba a refrescar las tardes”. Del mismo modo
cuando Ana y Sito comen churros sus dedos quedan azucarados, y al caminar por
la calle cubierta de conchas de mar, las caparazones crujen “bajo las pisadas
de la gente o las ruedas de las bicicletas”.
No voy a
revelar el nostálgico, exacto final. Lo he leído tres veces y siempre me ha
emocionado. Por lo tanto, lo pasaré por alto. Sólo puedo decir que clausura el
relato de manera armoniosa. Y lo más importante, sin dar golpes bajos al
lector.
El cuento ha sido magníficamente ilustrado por Omau, seudónimo del
artista plástico venezolano Osvaldo Barreto.
La
edición digital de Sito acaba de
salir en iBookstore, las tiendas
electrónicas de Apple.
Entrevista con Carmen Virginia Carrillo
Mario
Szichman: –Es evidente un trasfondo de recuerdos personales en su relato Sito. ¿Cuánto es fantasía, cuánto es recuerdo?
¿Existió Sito?
Carmen
Virginia Carrillo: –Si, Sito existió, el relato resume el recuerdo que tengo de ese maravilloso amigo.
¿Cuánto hay de real en la memoria de la infancia y cuánto de fantasía? Difícil
medirlo, solo puedo decir que a pesar de la distancia temporal siguen vivas las
imágenes de las anécdotas que el texto recoge.
M. S.: – ¿Usted
escribe para los niños o para los adultos? ¿Con quienes establece complicidad?
C.V.C.: –Escribo
para niños, lo que incluye a los adultos que son capaces de sacar a flote al
niño que siempre llevamos dentro.
M. S.: –
Tratándose de sensibilidades tan especiales como las de los niños ¿Están
autorizados los adultos a escribir cuentos infantiles?
C.V.C.: –Si,
absolutamente, eso sí, con la condición de que escribamos desde el niño
interior.
M.S.: – En
una conversación anterior usted hizo alusión a una serie de relatos que
escribió en los últimos años. Se relacionan con sus antepasados, con las
guerras civiles que vivió Venezuela hasta comienzos del siglo XX. ¿Qué le dio
la idea de escribir sobre sus ancestros? ¿Cuándo empezó a trabajar en esas
narraciones?
C.V.C.: – Yo
pertenezco a una familia que está muy orgullosa de sus antepasados, de ellos
heredamos el sentido de pertenencia y una gran responsabilidad, pues nos
sentimos parte de un sistema familiar que ha luchado por construir un mundo
mejor.
Comencé a
trabajar en las narraciones de las hazañas de mis ancestros cuando tenía
aproximadamente 20 años. Estudiaba letras en la Universidad Católica Andrés
Bello de Caracas, y cuando venía en vacaciones a Valera, mi ciudad natal, pedía
a mi papá y a mis tíos que me contaran de nuevo esas fascinantes historias que
siempre había escuchado desde niña para recopilarlas, pues consideraba que si
no se escribían iban a perderse, a olvidarse por completo. En el transcurso de
los años esas notas han ido transformándose y tal vez pronto estén listas para
ser mostradas.
M.S.: – ¿Cómo
vincula sus relatos infantiles con aquellos donde describe la vida de sus antepasados?
¿Son acaso dos estrategias diferentes de narrar?
C.V.C.: – Tal
vez no son tan diferentes. En ambos casos acudo a la memoria, bien sea personal o familiar. El
discurso cambia dependiendo de la edad del lector hacia el que decido dirigir
mis textos.
M.S.: –
Faulkner decía que el escritor suele empezar por lo más difícil, ya sea la
poesía, o el relato corto, y que en la mayoría de los casos concluye en la
novela, pues es un género donde se permiten mayor cantidad de errores y de
desvíos del tema central. Usted insiste con los relatos cortos. ¿Ha pensado en
escribir novelas?
C.V.C.: –Lo
intenté, pero al final desistí de ello. Creo que el relato corto se ajusta
mejor a mi personalidad y al ritmo de mi escritura.
M.S.: – Es
generalmente muy difícil compaginar dos sensibilidades, la del narrador de un
cuento, y la del ilustrador. A veces parecería que vivieran en planetas distintosedistintos.
Distintos. Pero en el caso de Sito hay una sabia interrelación entre el texto y la imagen,
al punto que refuerza el relato y ofrece elementos para incentivar las
expectativas del lector. ¿Cuál es el secreto?
CVC.:
– Quería que el cuento fuera ilustrado por alguien con mucha sensibilidad, que
supiera captar el sentimiento de amor que se manifiesta en la verdadera
amistad, como la que se materializa entre estos dos personajes. Por otro lado,
era muy importante que la imagen de Sito se pareciera al personaje real, —guardo
como un tesoro una foto en la que estamos Sito y yo caminando por la calle del
Toural—, y Omau lo logró con gran maestría. Además de captar perfectamente a
Sito, supo darle un toque de color a las ilustraciones y un trazo tan original
al dibujo que hace resplandecer el texto.
Gracias Mario por tan hermosa reseña de mi cuento "Sito"
ResponderEliminarLa vuelta a la infancia siempre está justificada en quiénes creemos haberla dejado atrás cuando realmente siempre se queda. Más que un cuento el relato de Carmen Virginia es un himno a la amistad que nace de la espontaneidad, de la ternura de dos individualidades inéditas.
ResponderEliminarFeliz por Carmen, feliz por la infancia recuperada, feliz también por tan bella reseña Mario.
Carmen Virginia: Tu cuento "Sito" es apenas la punta del iceberg. Hay varios tan precisos, tan honestos, tan conmovedores como el de tu amigo de la infancia. Tengo el privilegio de haber leído algunos de ellos. Y como otras personas que han pasado por la misma experiencia, puedo decirte que esos relatos son para quitar el aliento. Tú no escribes en extensión, escribes en profundidad. Cada personaje tiene tres dimensiones, y se prolonga en otras vidas. Las tragedias que cuentas no son lúgubres: son un canto a la vida.
ResponderEliminarHermosa reseña, Mario. Y el cuento ni se diga. Está lleno de ternura y añoranza. Cuánto de Vigo llevamos dentro, cuanto del mar y de Galicia. felicidades a los dos: a Carmen y a Mario.
ResponderEliminarCarmen Virginia cuando tuve la oportunidad de contemplar y acariciar la lectura de Sito quedé prendada de tu magistral manera de conducir el paseo por esa infancia pura y tierna que encarnan Ana y Sito, es la mágica vivencia de la pureza del amor en la espontaneidad de la entrega de la Amistad. Felicitaciones amiga!!!
ResponderEliminarFelicitaciones Mario porque tu maravillosa reseña me permite confirmar la profundidad de la escritura de Carmen Virginia, la entrevista es un gran re-descubrimiento de todo su potencial como escritora. Felicidades y éxitos para ambos.