Mario Szichman
“Uno comienza acariciando un círculo
Y termina convirtiéndolo en vicioso”.
Eugene Ionesco
Proust decía que a medida que una sociedad se corrompe, se refinan sus
nociones de moral. Pero no es el caso de Venezuela, donde la corrupción
gubernamental lejos de ser acompañada
por la elegancia en los modales y en las normas, es socorrida por una
perversión de todo aquello que ya es de
por sí pérfido. Y un ejemplo es la decadencia en el arte de mentir. En manos de
artistas, la mentira puede aspirar a lo sublime, y confundirse fácilmente con
la verdad. Pero cuando los devotos de la mentira se convierten en unos
holgazanes, la mentira pierde hasta sus cortas patas.
¿Por qué los gobernantes de Venezuela muestran tanta apatía ante sus
propias falacias? No pasa semana sin que un ministro, un ex vicepresidente, o
el propio presidente autoelegido y todavía no legitimado, denuncien algo que ni
siquiera ellos mismos creen. Generalmente se trata de complots para derrocar al
gobierno. Y digo que ni siquiera ellos mismos creen en sus denuncias porque
nunca hay un follow up, un
seguimiento. Y esa es la mejor
demostración de que algo no suena auténtico.
Esa incompetencia para darle seguimiento a un complot está demostrada en el
caso de Timothy Hallet Tracy, el cineasta
transformado en espía, o el espía transformado en cineasta, (en el caso del
gobierno que solía despachar desde el Palacio Miraflores, y ahora preside desde
la calle, ni siquiera se puede decidir a
cuál de los dos embustes creer).
El ministro
del Interior de Venezuela, Miguel Torres, anunció a fines de abril de 2013 el
arresto de Tracy, quien llegó a Venezuela aparentemente para filmar un
documental. Torres acusó a Tracy de delitos que, en otros países conducen de
manera automática al sospechoso ante un pelotón de fusilamiento.
Según
Torres, bajo su disfraz de cineasta Tracy era un
espía maestro dispuesto a afectar no sólo la política venezolana, sino también
la paz mundial. El funcionario venezolano
dijo que Tracy había intentado “desestabilizar el país con el propósito de
iniciar una guerra civil” y propiciar “la intervención de una potencia
extranjera”. Por menos que eso los
franceses fusilaron a Mata Hari en la primera guerra mundial, y los japoneses
ejecutaron al famoso espía soviético Richard Sorge en el curso de la segunda.
Sin embargo, un mes y medio después, el 5 de
junio de 2013, en su cuenta de Twitter, el ministro del Interior de Venezuela
informó que “El gringo Timothy Hallet Tracy, capturado
haciendo espionaje en nuestro país, ha sido expulsado del territorio nacional”.
¿Por qué un
hombre tan peligroso fue expulsado de Venezuela sin que las autoridades
investigasen de manera minuciosa lo ocurrido? ¿No indica la liberación de Tracy
una gran incompetencia por parte del ministro del Interior venezolano? Me
imagino que otros servicios de inteligencia, especialmente occidentales, habrán
tomado nota del episodio. Y deben haber seleccionado a Venezuela como el sitio
ideal para practicar toda clase de espionaje, pues si alguno de sus agentes es
capturado, lo máximo que le espera es un mes y medio en una de esas cárceles de
Venezuela donde, como diría Cervantes, “toda incomodidad tiene su asiento, y
todo triste ruido hace su habitación”.
Tal como
ocurre toda vez que se instala un delirio en una sociedad, el delirio prospera.
Más de un analista político propenso a creer en el chavismo señaló que en
realidad, la decisión del ministro Torres fue una astuta jugada, pues, aparte
de las agencias de inteligencia, existen las agencias de contrainteligencia, y Venezuela seguramente cuenta con excelentes émulos de James Bond.
Una de las tareas de toda agencia de contrainteligencia es entrenar moles,
topos. Uno de los mejores moles de la
historia fue el británico “Kim”
Philby, un alto funcionario de la inteligencia británica que servía como doble
agente y quien tras ser descubierto huyó a la Unión Soviética, donde trabajó
para la NKVD y la KGB.
Poco después de la
liberación de Tracy, comenzó a circular la versión de que el
espía/cineasta o cineasta/espía Tracy,
sería un mole que el gobierno
venezolano entrenó durante muchos años en Estados Unidos, y luego lo hizo
llegar a Venezuela para hacer creer que su proyecto era “infiltrarse” en
sectores opositores. De esa manera, muchas cosas inexplicables comienzan a
tener una explicación. Si Tracy era realmente un doble agente que trabajaba para
el gobierno venezolano, empiezan a ajustarse todas las piezas del rompecabezas.
Esta es la tesis que me
propuso uno de mis amigos periodistas, quien tiene simpatías por el régimen
gobernante de Venezuela: Tracy fue expulsado del país de manera ignominiosa con
toda premeditación y alevosía para hacer creer a las autoridades de Estados
Unidos que era víctima de un régimen autocrático. Y como para cualquier
gobierno “El enemigo de mi enemigo es mi
amigo”, señaló mi amigo, el paso siguiente fue recibir a Tracy con alfombra
roja en sitios de máxima seguridad. Y una vez en esos sitios ¿qué le impidió al
mole Tracy cumplir con su labor de doble agente? Gracias a Radio Shack se puede espiar a un gobierno a precios de gallina
flaca. Hay por ejemplo, un chip que se implanta de manera subcutánea en las
mascotas para localizarlas si se pierden. Según mi amigo, un chip similar podría haber sido implantado en el cerebro de
Tracy permitiéndole registrar las actividades de las abundantes agencias de
seguridad de Estados Unidos (Hay por lo menos dieciséis de esas agencias. Sin
contar aquellas que encubren sus actividades detrás de las públicas agencias
secretas). También en Radio Shack,
por 19,99 dólares, más gastos de envío, se consiguen grabadores de alta
fidelidad del tamaño de un garbanzo, y cámaras fotográficas de similares
dimensiones.
“Una
vez Tracy ingrese en un sitio de acceso restringido”, me dijo mi amigo, “sus handlers podrían empezar a grabar y a
fotografiar todo aquello que ayude al gobierno de Venezuela a defender su
soberanía”. Mi amigo enunció esas palabras con un rostro muy serio. Y estoy
seguro que muchas personas tan inteligentes y serias como él comparten esa
teoría. Pues la histeria siempre se da a coro. Recién cuando los seres humanos
comienzan a recoger los restos de sus desafortunados intentos por alterar su atávica
conducta, descubren que estaban locos. Pero tampoco abundan esos seres humanos.
Sentarse a reflexionar y tomar
inventario de nuestros desvaríos suele generar sospechas. Basta observar la
historia del último siglo, la historia de cualquier siglo. Como decía Gibbon, “Mientras
la humanidad siga otorgando más aplausos a sus destructores que a sus
benefactores, la sed de gloria militar será siempre la depravación de sus
personajes más enardecidos”.
EL COMPLOT
PARA INVADIR A VENEZUELA
Hace poco volví a recuperar el libro The
Second Oldest Profession, (la segunda profesión más vieja del mundo),
escrito por Phillip Knigthley, experto en espionaje del London Sunday Times. Es siempre un placer leer a Knightley, por su
ironía, y porque no come cuentos. Según Knightley, hay tres propuestas que
garantizan la subsistencia y expansión de las agencias de inteligencia. Se
trata de propuestas enunciadas por los jefes de esas agencias.
La primera propuesta es que resulta imposible distinguir el éxito del
fracaso. La segunda es que la agencia de inteligencia siempre proporciona a los
gobiernos la información correcta, pero los gobiernos la interpretan de manera desatinada.
La tercera es que si bien la agencia poseía la información correcta, no había
podido entregarla a tiempo, o divulgar los nombres de los sospechosos, por
falta de presupuesto.
La más interesante de las propuestas es la primera: la imposibilidad de
distinguir el éxito del fracaso. Por ejemplo, digamos que la agencia advierte
sobre la inminencia de un ataque. Esa advertencia hace que la potencial víctima
se prepare para rechazar el ataque. Ante esa advertencia, el potencial agresor decide no atacar. Al no
registrarse el ataque, la potencial víctima sospecha que la advertencia era
errónea.
Hace algunas semanas, el ex vicepresidente de Venezuela, José Vicente
Rangel, denunció en su programa de televisión un complot para invadir el país
por parte de sectores opositores.
No se puede acusar al doctor Rangel de ser sloppy, desordenado, incompetente. Por el contrario, si tiene un
defecto es el de poseer una mente sagaz, aunque excesivamente meticulosa.
Rangel, un veterano periodista, dio tal vez el mejor tubazo de su carrera al
asegurar que la oposición venezolana “compró 18 aviones de guerra” para usarlos
como parte de una fuerza invasora. Los detalles que brindó el ex vicepresidente
de Venezuela son demasiado precisos como para sospechar una burda patraña. Hay
además fechas, hay coordenadas con minutos y segundos, hay ciudades que se
mencionan. Gracias a Rangel sabemos que “Los aviones fueron negociados el
pasado 27 de mayo en la ciudad de San Antonio, Texas” entre “ejecutivos de la
industria de aviones de guerra y venezolanos de la oposición”. Los aviones, dijo Rangel, serían traslados a
una base militar estadounidense ubicada en Colombia “y la cual tiene las
coordenadas siguientes: P 11 grados, 25 minutos 31 segundos. M 72 grados, 7
minutos, 46 segundos”.
Rangel también recomendó a los organismos de seguridad de Venezuela
“chequear esta información que no vacilo en calificar de extremadamente grave y
recabar información de las autoridades norteamericanas y colombianas”. Además,
se preguntó si se prepara “una agresión armada debidamente camuflada con la
participación de mercenarios”.
La denuncia formulada por José Vicente Rangel entra en la primera de las
propuestas enunciadas por Knigthley en relación a los servicios de
inteligencia: la imposibilidad de distinguir el éxito del fracaso. El doctor
Rangel advirtió sobre la inminencia de un ataque. La advertencia hace que la
potencial víctima se prepare para rechazar el ataque. Ante esa
advertencia, el potencial agresor decide
no atacar. Al no registrarse el ataque, la potencial víctima sospecha que la
advertencia era errónea.
Con su denuncia, el ex funcionario
chavista ha obligado a la oposición venezolana y a las autoridades norteamericanas y
colombianas a desmentir la invasión. Y obviamente, a cancelarla. Pero, lejos de
ser aplaudido por su acto de pundonor, el doctor Rangel ha sido tomado a la
chacota. Y no solo por sus enemigos. ¿Qué elemento está ausente de esa
denuncia? Un seguimiento. Rangel se ha dedicado a formular otras denuncias
contra la oposición, pero ese tronco de denuncia que incluye la fecha en que los
escuálidos compraron los aviones, la ciudad donde se llevó a cabo la operación,
y especialmente el traslado de los aparatos a una base militar estadounidense
ubicada en Colombia “y la cual tiene las coordenadas siguientes: P 11 grados,
25 minutos 31 segundos. M 72 grados, 7 minutos, 46 segundos”, no ha tenido un follow up.
Y sin seguimiento, la denuncia pierde eficacia. Aunque tal vez el doctor
Rangel se ha guardado una carta bajo la manga. Su intuición le dice que si la
invasión de Venezuela no se concreta en los últimos meses de este año, podría
llevarse a cabo en años futuros. Y esa
es la carta que se guarda bajo la manga: las futuras invasiones. Estoy seguro
que con el transcurso del tiempo, el doctor Rangel hará otras denuncias
similares y seguirá impidiendo otras invasiones. Bastará con que siga
despertando a los tres televidentes que observan su programa para formular
otros alarmantes presagios. De esa manera, continuará evitando que la planta insolente del extranjero profane el sagrado
suelo de la Patria.
Y en eso, Rangel sigue acatando la primera de las propuestas enunciadas por Knigthley en relación a los
servicios de inteligencia: la imposibilidad de distinguir el éxito del fracaso.
Mientras los venezolanos pueden dormir tranquilos gracias a las denuncias
del doctor Rangel, el doctor Rangel es el que recibe las bofetadas por culpa de
su acendrado patriotismo.
wow y recontrawow! 18 aviones! that's a lora mani! quién la pone? o se los regalaron? (el imperialismo yanqui sabe ser generoso cuando le conviene). Tal vez fue un astutísimo plan del doble (o triple, o cuádruple) agente Timothy Hallet Tracy para empobrecer a la oposición que gastó tanta plata en aviones que no van a poder usar porque el gobierno ya está alertado, O sea que Timothy Hallet Tracy en realidad trabaja para el gobierno de Maduro. Get it?
ResponderEliminarGracias, querido Daniel, por tu sarcasmo. Es un soplo de aire fresco.
ResponderEliminarUn abrazo
Mario