viernes, 5 de julio de 2013

El arte de la mentira afronta su hora más difícil



Mario Szichman

“Uno comienza acariciando un círculo
Y termina convirtiéndolo en vicioso”.
Eugene Ionesco


     Proust decía que a medida que una sociedad se corrompe, se refinan sus nociones de moral. Pero no es el caso de Venezuela, donde la corrupción gubernamental lejos de ser acompañada  por la elegancia en los modales y en las normas, es socorrida por una perversión  de todo aquello que ya es de por sí pérfido. Y un ejemplo es la decadencia en el arte de mentir. En manos de artistas, la mentira puede aspirar a lo sublime, y confundirse fácilmente con la verdad. Pero cuando los devotos de la mentira se convierten en unos holgazanes, la mentira pierde hasta sus cortas patas.
     ¿Por qué los gobernantes de Venezuela muestran tanta apatía ante sus propias falacias? No pasa semana sin que un ministro, un ex vicepresidente, o el propio presidente autoelegido y todavía no legitimado, denuncien algo que ni siquiera ellos mismos creen. Generalmente se trata de complots para derrocar al gobierno. Y digo que ni siquiera ellos mismos creen en sus denuncias porque nunca hay un follow up, un seguimiento.  Y esa es la mejor demostración de que algo no suena auténtico.
     Esa incompetencia para darle seguimiento a un complot está demostrada en el caso de Timothy Hallet Tracy, el cineasta transformado en espía, o el espía transformado en cineasta, (en el caso del gobierno que solía despachar desde el Palacio Miraflores, y ahora preside desde la calle, ni siquiera  se puede decidir a cuál de los dos embustes creer).
     El ministro del Interior de Venezuela, Miguel Torres, anunció a fines de abril de 2013 el arresto de Tracy, quien llegó a Venezuela aparentemente para filmar un documental. Torres acusó a Tracy de delitos que, en otros países conducen de manera automática al sospechoso ante un pelotón de fusilamiento.
     Según Torres, bajo su disfraz de cineasta Tracy era un espía maestro dispuesto a afectar no sólo la política venezolana, sino también la paz mundial.  El funcionario venezolano dijo que Tracy había intentado “desestabilizar el país con el propósito de iniciar una guerra civil” y propiciar “la intervención de una potencia extranjera”.  Por menos que eso los franceses fusilaron a Mata Hari en la primera guerra mundial, y los japoneses ejecutaron al famoso espía soviético Richard Sorge en el curso de la segunda.
     Sin embargo, un mes y medio después, el 5 de junio de 2013, en su cuenta de Twitter, el ministro del Interior de Venezuela informó que “El gringo Timothy Hallet Tracy, capturado haciendo espionaje en nuestro país, ha sido expulsado del territorio nacional”.  
     ¿Por qué un hombre tan peligroso fue expulsado de Venezuela sin que las autoridades investigasen de manera minuciosa lo ocurrido? ¿No indica la liberación de Tracy una gran incompetencia por parte del ministro del Interior venezolano? Me imagino que otros servicios de inteligencia, especialmente occidentales, habrán tomado nota del episodio. Y deben haber seleccionado a Venezuela como el sitio ideal para practicar toda clase de espionaje, pues si alguno de sus agentes es capturado, lo máximo que le espera es un mes y medio en una de esas cárceles de Venezuela donde, como diría Cervantes, “toda incomodidad tiene su asiento, y todo triste ruido hace su habitación”.
     Tal como ocurre toda vez que se instala un delirio en una sociedad, el delirio prospera. Más de un analista político propenso a creer en el chavismo señaló que en realidad, la decisión del ministro Torres fue una astuta jugada, pues, aparte de las agencias de inteligencia, existen las agencias de contrainteligencia, y Venezuela seguramente cuenta con excelentes émulos de James Bond.
     Una de las tareas de toda agencia de contrainteligencia es entrenar  moles, topos. Uno de los mejores moles de la historia fue el británico “Kim” Philby, un alto funcionario de la inteligencia británica que servía como doble agente y quien tras ser descubierto huyó a la Unión Soviética, donde trabajó para la NKVD y la KGB.
     Poco después de la liberación de Tracy, comenzó a circular la versión de que el espía/cineasta  o cineasta/espía Tracy, sería un mole que el gobierno venezolano entrenó durante muchos años en Estados Unidos, y luego lo hizo llegar a Venezuela para hacer creer que su proyecto era “infiltrarse” en sectores opositores. De esa manera, muchas cosas inexplicables comienzan a tener una explicación. Si Tracy era realmente un doble agente que trabajaba para el gobierno venezolano, empiezan a ajustarse todas las piezas del rompecabezas.
Esta es la tesis que me propuso uno de mis amigos periodistas, quien tiene simpatías por el régimen gobernante de Venezuela: Tracy fue expulsado del país de manera ignominiosa con toda premeditación y alevosía para hacer creer a las autoridades de Estados Unidos que era víctima de un régimen autocrático. Y como para cualquier gobierno  “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, señaló mi amigo, el paso siguiente fue recibir a Tracy con alfombra roja en sitios de máxima seguridad. Y una vez en esos sitios ¿qué le impidió al mole Tracy cumplir con su labor de doble agente? Gracias a Radio Shack se puede espiar a un gobierno a precios de gallina flaca. Hay por ejemplo, un chip que se implanta de manera subcutánea en las mascotas para localizarlas si se pierden. Según mi amigo, un chip similar  podría haber sido implantado en el cerebro de Tracy permitiéndole registrar las actividades de las abundantes agencias de seguridad de Estados Unidos (Hay por lo menos dieciséis de esas agencias. Sin contar aquellas que encubren sus actividades detrás de las públicas agencias secretas). También en Radio Shack, por 19,99 dólares, más gastos de envío, se consiguen grabadores de alta fidelidad del tamaño de un garbanzo, y cámaras fotográficas de similares dimensiones.
     “Una vez Tracy ingrese en un sitio de acceso restringido”, me dijo mi amigo, “sus handlers podrían empezar a grabar y a fotografiar todo aquello que ayude al gobierno de Venezuela a defender su soberanía”. Mi amigo enunció esas palabras con un rostro muy serio. Y estoy seguro que muchas personas tan inteligentes y serias como él comparten esa teoría. Pues la histeria siempre se da a coro. Recién cuando los seres humanos comienzan a recoger los restos de sus desafortunados intentos por alterar su atávica conducta, descubren que estaban locos. Pero tampoco abundan esos seres humanos.  Sentarse a reflexionar y tomar inventario de nuestros desvaríos suele generar sospechas. Basta observar la historia del último siglo, la historia de cualquier siglo. Como decía Gibbon, “Mientras la humanidad siga otorgando más aplausos a sus destructores que a sus benefactores, la sed de gloria militar será siempre la depravación de sus personajes más enardecidos”.

EL COMPLOT
PARA INVADIR A VENEZUELA

     Hace poco volví a recuperar el libro The Second Oldest Profession, (la segunda profesión más vieja del mundo), escrito por Phillip Knigthley, experto en espionaje del London Sunday Times. Es siempre un placer leer a Knightley, por su ironía, y porque no come cuentos. Según Knightley, hay tres propuestas que garantizan la subsistencia y expansión de las agencias de inteligencia. Se trata de propuestas enunciadas por los jefes de esas agencias.
     La primera propuesta es que resulta imposible distinguir el éxito del fracaso. La segunda es que la agencia de inteligencia siempre proporciona a los gobiernos la información correcta, pero los gobiernos la interpretan de manera desatinada. La tercera es que si bien la agencia poseía la información correcta, no había podido entregarla a tiempo, o divulgar los nombres de los sospechosos, por falta de presupuesto.
     La más interesante de las propuestas es la primera: la imposibilidad de distinguir el éxito del fracaso. Por ejemplo, digamos que la agencia advierte sobre la inminencia de un ataque. Esa advertencia hace que la potencial víctima se prepare para rechazar el ataque. Ante esa advertencia,  el potencial agresor decide no atacar. Al no registrarse el ataque, la potencial víctima sospecha que la advertencia era errónea.
Hace algunas semanas, el ex vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, denunció en su programa de televisión un complot para invadir el país por parte de sectores opositores.
     No se puede acusar al doctor Rangel de ser sloppy, desordenado, incompetente. Por el contrario, si tiene un defecto es el de poseer una mente sagaz, aunque excesivamente meticulosa. Rangel, un veterano periodista, dio tal vez el mejor tubazo de su carrera al asegurar que la oposición venezolana “compró 18 aviones de guerra” para usarlos como parte de una fuerza invasora. Los detalles que brindó el ex vicepresidente de Venezuela son demasiado precisos como para sospechar una burda patraña. Hay además fechas, hay coordenadas con minutos y segundos, hay ciudades que se mencionan. Gracias a Rangel sabemos que “Los aviones fueron negociados el pasado 27 de mayo en la ciudad de San Antonio, Texas” entre “ejecutivos de la industria de aviones de guerra y venezolanos de la oposición”.  Los aviones, dijo Rangel, serían traslados a una base militar estadounidense ubicada en Colombia “y la cual tiene las coordenadas siguientes: P 11 grados, 25 minutos 31 segundos. M 72 grados, 7 minutos, 46 segundos”.
     Rangel también recomendó a los organismos de seguridad de Venezuela “chequear esta información que no vacilo en calificar de extremadamente grave y recabar información de las autoridades norteamericanas y colombianas”. Además, se preguntó si se prepara “una agresión armada debidamente camuflada con la participación de mercenarios”.
     La denuncia formulada por José Vicente Rangel entra en la primera de las propuestas enunciadas por Knigthley en relación a los servicios de inteligencia: la imposibilidad de distinguir el éxito del fracaso. El doctor Rangel advirtió sobre la inminencia de un ataque. La advertencia hace que la potencial víctima se prepare para rechazar el ataque. Ante esa advertencia,  el potencial agresor decide no atacar. Al no registrarse el ataque, la potencial víctima sospecha que la advertencia era errónea.
     Con su denuncia,  el ex funcionario chavista ha obligado a la oposición venezolana  y a las autoridades norteamericanas y colombianas a desmentir la invasión. Y obviamente, a cancelarla. Pero, lejos de ser aplaudido por su acto de pundonor, el doctor Rangel ha sido tomado a la chacota. Y no solo por sus enemigos. ¿Qué elemento está ausente de esa denuncia? Un seguimiento. Rangel se ha dedicado a formular otras denuncias contra la oposición, pero ese tronco de denuncia que incluye la fecha en que los escuálidos compraron los aviones, la ciudad donde se llevó a cabo la operación, y especialmente el traslado de los aparatos a una base militar estadounidense ubicada en Colombia “y la cual tiene las coordenadas siguientes: P 11 grados, 25 minutos 31 segundos. M 72 grados, 7 minutos, 46 segundos”, no ha tenido un follow up.
     Y sin seguimiento, la denuncia pierde eficacia. Aunque tal vez el doctor Rangel se ha guardado una carta bajo la manga. Su intuición le dice que si la invasión de Venezuela no se concreta en los últimos meses de este año, podría llevarse a cabo en años futuros.  Y esa es la carta que se guarda bajo la manga: las futuras invasiones. Estoy seguro que con el transcurso del tiempo, el doctor Rangel hará otras denuncias similares y seguirá impidiendo otras invasiones. Bastará con que siga despertando a los tres televidentes que observan su programa para formular otros alarmantes presagios. De esa manera, continuará evitando que la planta insolente del extranjero profane el sagrado suelo de la Patria.
    Y en eso, Rangel sigue acatando la primera de las propuestas enunciadas por Knigthley en relación a los servicios de inteligencia: la imposibilidad de distinguir el éxito del fracaso.
     Mientras los venezolanos pueden dormir tranquilos gracias a las denuncias del doctor Rangel, el doctor Rangel es el que recibe las bofetadas por culpa de su acendrado patriotismo.

2 comentarios:

  1. wow y recontrawow! 18 aviones! that's a lora mani! quién la pone? o se los regalaron? (el imperialismo yanqui sabe ser generoso cuando le conviene). Tal vez fue un astutísimo plan del doble (o triple, o cuádruple) agente Timothy Hallet Tracy para empobrecer a la oposición que gastó tanta plata en aviones que no van a poder usar porque el gobierno ya está alertado, O sea que Timothy Hallet Tracy en realidad trabaja para el gobierno de Maduro. Get it?

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  2. Gracias, querido Daniel, por tu sarcasmo. Es un soplo de aire fresco.
    Un abrazo
    Mario

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