Mario
Szichman
Podría llamarse Jeremy
Wilson. O Jeremiah Asimov-Beckingham, o Jeremy
Clark-Erskine, o Jeremy Keenan. O Angus Jocko Ferguson. O Duncan C. MacDonald.
Hay más nombres en su lista de apodos.
Es posible que
haya nacido en Indianapolis, en julio de 1973, aunque no es totalmente seguro,
dijo The New York Times.
El hombre que se
hizo pasar por Jeremiah Asimov-Beckingham ingresó a una jefatura policial en
Chelsea, un distrito de Manhattan, el 4 de enero pasado. Dijo que era un
veterano de la guerra de Afganistán. Había sido herido en combate, y trabajaba
como ejecutivo de una aerolínea. Venía a recoger su vehículo.
Su flamante
automóvil BMW había sido incautado por las autoridades municipales, como
evidencia en un crimen. En realidad, se trataba de una trampa que le tendió la
policía para capturarlo. El hombre había estado librando cheques falsos en
Cambridge, Massachusetts, y se apropió de 70.000 dólares y del BMW. El
automóvil fue localizado en un garaje de Manhattan. Un oficial de la policía
leyó al señor Asimov-Beckingham sus derechos, especialmente el derecho a no autoincriminarse, y lo acusó de robo.
Tras algunos
interrogatorios y pesquisas, se verificó que el nombre del ladrón no era Asimov-Beckingham.
Nunca había sido herido en combate. En realidad, nunca había participado en escaramuza
alguna. Jamás había pasado por un cuartel o por una academia militar.
El documento más
viejo del ladrón, su certificado de nacimiento, lo identificaba como Jeremy
Wilson. Se ignora si es realmente su certificado de nacimiento, o una
falsificación más.
Las autoridades
dicen que el presunto Jeremy Wilson ha pasado un cuarto de siglo robando
documentos del Seguro Social, e inventando nombres, apellidos y profesiones.
Lo que hace tan
interesante su caso es que no se trata de un gran estafador. En realidad,
pertenece a la categoría del perdedor nato. Carece del glamour de Frank William
Abagnale, que entre los 15 y los 21 años de edad se hizo pasar por piloto de
aerolíneas, docente auxiliar, médico, agente de la Oficina Federal de
Prisiones, y abogado. Tras ser capturado y pasar algunos años en prisión,
Abagnale fue asesor del FBI. Luego creó una empresa de seguridad, y se encargó
de capturar a estafadores menos exitosos que él. (Su figura fue inmortalizada
por Leonardo di Caprio en el filme Catch
me If you can.)
Seis semanas
antes de ser apresado por la policía de Manhattan, Jeremy Wilson había salido
de una prisión federal de New Hampshire, tras cumplir seis años de condena por
robo de documentos de identidad. En esa ocasión, era conocido como Jeremy
Clark-Erskine. Pero el diario dijo que cuenta con más de 27 identidades
diferentes agenciadas en cinco estados norteamericanos. Su partida de
nacimiento ha sido alterada en varias ocasiones. Ni siquiera se sabe en qué
país nació. Ha sido deportado en más de una ocasión como inmigrante ilegal.
Wilson asevera
que su verdadero nombre es Jeremy Keenan y que es un hijo del amor. Su presunto
padre sería Brian Keenan, un miembro del Ejército Republicano Irlandés que
lideró una campaña de atentados en Gran Bretaña en la década del setenta del
siglo pasado, y luego desempeñó un papel en el proceso de paz de Irlanda del
Norte. Keenan falleció en el 2008.
Wilson dijo que
está en condiciones de confirmar su aseveración. Su madre tuvo un breve affair
con el guerrillero irlandés a comienzos de la década del setenta, y él es
producto de esa relación. También señala que realizó tareas clandestinas para
el ERI en la década del noventa, aunque se niega a ofrecer fechas. La mayor
parte de la década del noventa Wilson visitó diferentes prisiones federales en
Estados Unidos, en ocasiones, por plazos prolongados. Se ignora cómo hizo para
estar simultáneamente en dos países a la vez.
Entre sus impersonations figuran la de un disc
jockey nacido en Escocia, un actor teatral entrenado en Cambridge, un oficial
de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, y un profesor del Instituto
Tecnológico de Massachusetts. También se ha presentado en distintos lugares
como ejecutivo de las firmas Microsoft, British Airways y Apple. Cuando estuvo
preso en una cárcel de Indiana su acento irlandés era tan perfecto, que su
compañero de celda quedó convencido que era un gánster procedente de Irlanda.
Louis B.
Schlesinger, profesor de psicología forense, dijo a The New York Times que
personas como Wilson se caracterizan por sus egos inflados: “Cuando algo no es grandioso,
es al menos extraordinario”, Además, les resulta imposible sentir empatía por
sus víctimas. “Todo es de ellos”, señaló Schlesinger. “Ven un reloj de marca y
piensan que les pertenece. El problema es que el reloj adorna la muñeca de otra
persona”.
Lo interesante
del caso es que ese tipo de psicópatas nunca inspiran plena confianza. Tienen
talento para engañar a sus semejantes, pero nunca para convencerlos totalmente
del engaño. Hasta la víctima más inocente sabe que existe algo raro en sus
manejos. El problema es que el embaucador miente con excesivo detalle, y suele
cargar con numerosos documentos que necesita mostrar al potencial defraudado.
En ocasiones, sin exigencia alguna.
Pero, esa
fluctuante personalidad ¿es un defecto o una virtud? Quizás se trata de una virtud.
El con man, el estafador, prospera en
base al exceso de testimonios que suele ser acompañado por múltiples silencios.
Es como la versión oral de un narrador. Las amplias lagunas en sus disquisiciones
obligan a la víctima a reclamar más antecedentes, una manera de explicar que no
es un incauto. Y no hay peor incauto que quien anhela desenmascarar a un
tramposo.
El reportaje de The New York Times da un buen ejemplo al
mencionar la manera en que Wilson enredó en sus manejos a la señora Miryam
Weisberg. La mujer fue pareja de Wilson durante algunos meses, a comienzos de
2006.
Cuando la mujer
puso en entredicho sus credenciales, Wilson la convenció de que era un exsoldado
y había hecho tours of duty en Afganistán. Sus historias tenían el sabor de
la verdad. Un mitómano nunca se aferra a lo convencional o a lo trillado. Es
capaz de explicar la herida causada por una cuchillada con la sencillez y
pormenores de un patólogo forense.
“Gracias a él”,
dijo la señora Weisberg, “conocí más detalles sobre la rutina militar” que en
cualquier otra parte. Y eso, de labios de un hombre que nunca sirvió bajo
bandera.
El idilio entre
la señora Weisberg y Wilson concluyó bruscamente cuando el galán le robó el
carro y sus tarjetas de crédito, y huyó hacia Canadá.
LA DOBLE VIDA DE UN ESTAFADOR
Si se analiza la
vida de Frank Abagnale, el héroe de Catch
me If you can, podrá verificarse que los estafadores inician su doble vida
a edad temprana. Toda la vida de crimen de Abagnale transcurrió entre los 15 y
los 21 años de edad. Ahora es un respetable pilar de la comunidad. En el caso
de Wilson, comenzó a timar al prójimo en Indianápolis, cuando era estudiante de
un colegio secundario administrado por jesuitas. Llegaba a clases en una silla
de ruedas, alegando haber sufrido un accidente, para conquistar la simpatía de
sus compañeros. Fue expulsado poco después, tras robar dinero a otros
estudiantes. Abandonó el colegio
caminando por su cuenta, sin dificultad alguna.
Su hogar estuvo
poblado de dificultades financieras, y de cambiantes figuras parentales. Eso
podría explicar algo de su conducta posterior, pero no la justifica. La niñez y
adolescencia de Stephen King no fue precisamente un lecho de rosas, y sin
embargo, en lugar de usar la imaginación para delinquir, creó novelas
excepcionales.
El abuelo de
Wilson intentó actuar como figura paterna, y se lo llevó a vivir con él tras su
primera infracción, que incluyó el robo de un automóvil. En pago por la
protección del abuelo, Wilson le robó el vehículo y sus tarjetas de crédito. A
partir de ese momento, el abuelo decidió que la justicia, no la familia, debía
encargarse del ingrato.
En su larga
carrera criminal, Wilson desempeñó variados oficios. Reid Reimers, un profesor
de arte dramático, lo conoció en Missoula, Montana. En esa época tenía el
nombre de Angus Jocko Ferguson y exhibía vastos conocimientos en materia
teatral. Al menos Reimers quedó fascinado con su sabiduría. El impostor aseguró
que había estudiado en Cambridge, Inglaterra. Conocía a Shakespeare al dedillo.
Podía recitar de memoria largos monólogos del bardo sin cometer error alguno.
“Dada la cantidad
de veces que el señor Wilson ha sido arrestado”, dijo el periódico, “es difícil
considerar su carrera un gran éxito”. A mediados de la década del noventa, pasó
bastante tiempo en prisiones de Ohio y de Pensilvania. También fue arrestado
varios meses en 1999 y en el 2000 por las autoridades de inmigración, luego de
intentar ingresar al estado de Washington desde la Columbia Británica usando
dos pasaportes falsos, uno canadiense y otro de la República de Irlanda.
En el 2001 fue
condenado en Indiana a ocho años de cárcel tras usar tarjetas de crédito que no
le pertenecían y gastar 7.400 dólares en strip
clubs y en hoteles. En esa época se hacía llamar Duncan C. MacDonald, y decía
ser ejecutivo de Microsoft.
Conmovió a varias
de sus víctimas con sus odiseas familiares, y fue protegido hasta que les robó
el automóvil, o las tarjetas de crédito, o ambas cosas a la vez. Una de sus
historias favoritas era su hijo, un niño adorable que se estaba muriendo de
cáncer. El sueño del hijo era conocer la Gran Muralla de China antes de morir. Todos
pueden dar cuenta de la existencia de la Gran Muralla de China. Nadie puede dar
cuenta del hijo de Wilson, porque no existe.
En una entrevista
que le hizo The New York Times a
comienzos de año, Wilson dijo que era fácil engañar a sus víctimas. “Los seres
humanos no solo tienen tendencia a creer en otros”, dijo. “También sienten la
necesidad de creer en otros”.
Aseguró que no
siente remordimiento alguno por estafar a bancos y empresas que emiten tarjetas
de crédito, pero sí angustia por haber engañado a personas que le brindaron su
amistad.
¿Admite sus
delitos? Solo aquellos por los cuales sirvió penas de prisión. “En general, lo
que se dice de mí es cierto en su mayor parte”, reconoce. Pero no comenta
acerca de las nuevas acusaciones, pues podrían obligarlo a pasar varios años
más en la cárcel.
¿Quién es
realmente Jeremy Wilson? “Nadie puede decirlo”, señala el sospechoso. En
realidad, nadie puede confirmar con absoluta certeza su existencia.
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