domingo, 13 de marzo de 2016

Hay ocho millones de historias en la ciudad desnuda, y el abogado de la noche está enterado de todas.


Mario Szichman





En una película de Woody Allen el protagonista explicaba que su trabajo consistía en vestir y desvestir coristas. Cuando un amigo le preguntaba cuál era el pago por esa tarea, el protagonista respondía: “Cuarenta dólares la hora. Es lo máximo que puedo pagar”.
Sal (Salvatore) Strazzullo, un abogado en la cuarentena, no sólo tropieza todas las noches con beldades en sus recorridas por Nueva York. A diferencia del personaje interpretado por Woody Allen, esas beldades le pagan crecidas sumas para lidiar con toda clase de matones, incluidos deportistas, actores o simples millonarios.  
Cuando los neoyorquinos se van a dormir, la fauna que busca los servicios del abogado Strazzullo recién abandona la cama, lista para la farra, la pelea, y los encuentros amorosos. Por ejemplo, en una ocasión, el abogado fue despertado en la madrugada por Adam Hock, ex propietario de una cadena de clubes nocturnos cuyas meseras se desplazan en diminutos bikinis. Hock había tenido una discusión con el príncipe Pierre Casiraghi de Mónaco, pues al parecer ambos estaban interesados en el afecto de una (o varias) modelo(s). La discusión subió de tono, hasta que Hock decidió cancelarla propinándole una formidable trompada al príncipe. ¿Qué debía hacer?, le preguntó Hock al abogado. Pues lo obvio, le respondió Strazzullo: decir que había agredido al príncipe en defensa propia. Pero el abogado prefiere defender a damiselas en apuros –excepto cuando las acosa.
En una oportunidad, Strazzullo recibió una llamada, también en la madrugada, de Ingrid Gutiérrez, una bella modelo de 21 años de edad. Gutiérrez había ido a “W.I.P”, un club nocturno en el área de Soho, junto con media docena de sus amigos. En cierto momento, el cantante Chris Brown invitó a la modelo a tomar champagne. Mientras Gutiérrez conversaba con uno de los guardaespaldas de Brown, el rapero Drake le envió a Brown un mensaje, informándole que él se estaba acostando con su ex novia, la cantante Rihanna. Brown, que al parecer es un personaje bastante posesivo, se encabritó con el rapero, y la trifulca se diseminó a los respectivos entourages. Primero se intercambiaron insultos, y luego garrafas de licor. La modelo Gutiérrez recibió un botellazo en la cabeza. De inmediato llamó al abogado desde un hospital, porque quería entablar una demanda. Strazzullo le respondió que primero se curara la herida. Después, él se encargaría de iniciar un litigio por una jugosa suma de dinero.

       BAILARINAS EXÓTICAS

Aunque el abogado atiende a toda clase de clientes, con tal de que estén magullados o magulladas, en estado de ebriedad, pesen más de cuarenta kilos y respiren, su área mayor de expertise son las damas. No sólo las modelos, sino las bailarinas exóticas, una variedad que suele combinar las piruetas de la danza con la profesión más antigua del mundo. En ese sector de la vida nocturna neoyorquina proliferan los dólares.
Ahí está el caso de Sophia Kandelaki, una bailarina exótica, quien demandó a un millonario en 10 millones de dólares, tras acusarlo de haberle inferido una lastimadura golpeándola con su reloj Rolex. O el de Alexia Moore, experta en lap dancing , quien además de subir y bajar por una pértiga mientras se va desnudando, suele hacer movimientos lascivos sentada en las rodillas de clientes. Moore fue acusada de prostitución. Strazzullo logró que fuera absuelta de esa absurda acusación.
Como Vic Damone, Los tres chiflados y Salvatore Gravano, ­uno de los más famosos gángsters de la familia Gambino­, Strazzullo proviene del área de Bensonhurst. Se trata de uno de los barrios más pendencieros de Nueva York, donde hasta las bisabuelas lucen tatuajes.  Desde pequeño frecuentó el ambiente en el cual ahora recauda sus ganancias. Trabajó varios años en negocios y clubes nocturnos de Brooklyn. Hasta que un día llegó a la conclusión de que con su talento estaba perdiendo el tiempo trabajando de disc jockey, sirviendo a clientes, o echándolos a patadas actuando como bouncer, esos atléticos matones que tras ejercitarse algunas horas en un gimnasio, tratan de apaciguar a parroquianos pasados de copas. Por lo tanto, decidió inscribirse en un curso nocturno de la Escuela de Leyes de Nueva York, mientras seguía trabajando en bares y cultivando la amistad de bellas mujeres y de sus recios acompañantes.
Strazzulo estuvo casado con una ex Miss Massachusetts, que ahora es simplemente su ex. Su fama de mujeriego, y también de fastidioso perseguidor, lo sigue a todas partes. Ya le han presentado al menos una demanda por acoso sexual, tras algunos actos íntimos realmente desagradables.
Sin embargo, en lugar de taparse el rostro con un diario cuando recibe acusaciones, el abogado considera que la mejor defensa es un buen ataque. Cuando una de sus ex empleadas lo acusó de intentar propasarse con ella en una sala de conferencias Strazzullo, no precisamente un dechado de caballerosidad, dijo que la mujer “había provocado el encuentro pues se sentía profundamente insatisfecha con las dotes sexuales de su marido”.  
Hay otras ciudades que viven de su fama, París es una de ellas, y también Roma, pero inclusive en esas capitales se requieren visitas guiadas para conocer los lugares más interesantes. En cambio en The Big Apple –aunque proliferan las visitas guiadas—todos los días ocurren cosas que no requieren de guía alguno. ¿En qué ciudad del mundo un gánster famoso se baja de una limusina blanca de media cuadra de largo luciendo un tapado de chinchilla y acompañado de una señora gorda, muy hogareña, que podría ser su madre, y es en realidad su esposa? ¿En qué sitio, excepto en Manhattan, uno puede tropezar con camellos y elefantes en medio de una intense nevada? (Se trata de los camellos y elefantes del Ringling and Barnum Circus que son sacados a pasear por sus cuidadoras antes de participar en el espectáculo de fin de año en el Radio City Music Hall).   
Recuerdo una película italiana muy divertida donde un empresario periodístico inventaba una entrevista con Greta Garbo. (Vittorio Gassman era el encargado de la impersonation). La fama de solitaria y escurridiza que tenía la actriz sueca era legendaria. Pero, al parecer, eso no se extendía a Nueva York. No recuerdo si en 1987 o 1988, una vez que caminaba por la Quinta Avenida, cerca de la Catedral de San Patricio, me crucé con Greta Garbo, que iba del brazo de otro monstruo del cine, Bette Davis. Pocas personas las reconocieron, pero a esas pocas, las actrices respondieron con amables saludos. Greta Garbo vivía en la vecindad, y los paparazzi nunca la acosaban.
Aunque Strazzullo reconoce que podría ganar más dinero trabajando con seres normales –hay todavía seres normales en Manhattan–­ la noche neoyorquina lo sigue atrayendo por su extravagancia, sus continuas sorpresas y la abundancia de dinero que circula en los clip joints, (bares muy caros).
Uno de los logros mayores de Strazzullo, aquel que lo catapultó al estrellato, ocurrió en el 2008, cuando representó a la desnudista rusa Milana Dravnel. La mujer entabló una demanda contra el boxeador Oscar De La Hoya por causarle “angustia emocional”. De La Hoya, un hombre casado, negó toda relación con la desnudista, quien respondió exhibiendo fotos donde aparecía haciendo el amor con De La Hoya en el hotel Ritz Carlton de Filadelfia. En una de las fotos De La Hoya aparecía disfrazado de danzarina de ballet, y luciendo en las piernas medias de malla. Eso puede causarle una angustia emocional a cualquiera. El boxeador abandonó toda pretensión, y zanjó la demanda pagándole a la desnudista más de 20 millones de dólares.
La respuesta filosófica de Strazzullo, quien además de sus deslices sexuales se considera un hombre de familia, fue que De La Hoya se lo tenía bien merecido.
“Como solían decirme mi mamá y mi papá”, declaró el abogado a The New York Times: “Ninguna cosa buena ocurre en la noche”. Y gracias a eso, Strazzullo obtiene jugosos dividendos.     
      
      
      
      
       



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