Mario Szichman
La guerra es paz,
La libertad es esclavitud
La ignorancia es fortaleza
George Orwell, 1984
La novela 1984,
del británico George Orwell, comparte con Fahrenheit
451, de Ray Bradbury, un sitio muy especial entre las fantasías
apocalípticas. Hay una diferencia: Fahrenheit
451, que describe un mundo donde la quema de libros garantiza la felicidad
de los habitantes de un país, tiene un final feliz. En cambio 1984 es absolutamente devastadora en su
pesimismo.
Hay otras novelas distópicas, pero ninguna de ellas
arremete, como 1984, contra los
peligros del totalitarismo. Orwell usó como modelo la Unión Soviética liderada
por José Stalin.
Es curioso verificar cómo en épocas de gran turbulencia social,
no son los científicos sociales sino los novelistas quienes se aproximan más a
la verdad. Y cuando leo 1984 y veo lo
que está ocurriendo en Venezuela, tengo la sensación de ingresar en la distopia
urdida por Orwell. En primer lugar está El Hermano Grande que vigila. Por
supuesto, los jefes políticos de la novela de Orwell son más astutos que los
gobernantes venezolanos, que vigilan desde la eternidad. Pues El Hermano Grande
de Orwell trasciende la misma eternidad. Como sabemos, la eternidad sólo se
puede otorgar a seres mortales. Pero El Hermano Grande no puede ser eterno porque
nadie sabe si está vivo o muerto. Inclusive se ignora si alguna vez existió, o
si es un invento del Partido Único. Y si es una creación del Partido, su divinidad
está garantizada, como la del mismo Dios. Nadie le pide a Dios que presente sus
documentos de identidad, o el sello de la parroquia donde se verificó su
nacimiento.
El nombre del país donde transcurre 1984 es Pista de Aterrizaje Número Uno (previamente conocido como
Gran Bretaña). El Partido Único ha tenido que refundar todo, en base a un lavado
de cerebro, y crear una entidad totalmente desconectada de la previa nación. El
país sufre una guerra perpetua, su gobierno se especializa en la vigilancia
constante de todos sus habitantes y ha convertido la manipulación pública en un
arte. El Partido Único persigue el individualismo y el pensamiento
independiente. Las cadenas de radio y televisión agobian al pueblo de manera
cotidiana, constante. El partido justifica las medidas de opresión a cada
persona en nombre del bienestar colectivo.
En la novela Orwell inventó el Newspeak, o lenguaje de la indoctrinación. Todo lo blanco es negro,
y viceversa. De esa manera, el Ministerio del Amor se encarga de supervisar la
tortura, el Ministerio de la Abundancia administra las hambrunas y la escasez,
el Ministerio de la Paz lidia con la guerra y con la comisión de atrocidades, y
el Ministerio de la Verdad controla la propaganda y el revisionismo histórico.
Así como hay un Hermano Grande que vigila, está también el
súper villano, Emmanuel Goldstein, inspirado en el líder revolucionario Leon
Trotsky, el supremo traidor para Stalin y sus acólitos. Goldstein es acusado de
haber escrito el ensayo La Teoría y
Práctica del Colectivismo Oligárquico. Todos los días hay un programa de
televisión, “Los dos minutos de odio”, donde se muestra una imagen de
Goldstein, al que se denigra por sus teorías, un burdo intento por devolver el
poder a los plutócratas. El propósito del traidor ha sido abrir las puertas a
las fuerzas apátridas y al imperio enemigo.
Uno de los grandes aciertos de Orwell es mostrar todas las
variantes que usa el Partido Único para fomentar el odio contra quien piensa
diferente. Todo comienza en la infancia. Se amaestra a los niños para que
confíen en las mentiras del partido, sean sus incondicionales voceros y gocen
denunciando a sus padres cuando muestren actitudes sospechosas.
Existe en el gobierno de la Pista de Aterrizaje Número Uno la
necesidad de un perpetuo enemigo, y de alterar el pasado de manera constante.
De esa manera puede encubrir sus desastres y monopolizar sus logros. Cuando Winston
Smith, el protagonista de 1984,
empieza a revelarse contra las mentiras oficiales, le enfurece que en los
libros de historia se atribuya la invención de los aviones al Partido Único. Él
recuerda que cuando era niño, antes que el Partido tomara el poder, ya existían
los aviones. Pero es imposible señalarlo pues el partido ha destruido todas las
evidencias. Y con ayuda del Newspeak,
es capaz de mentir al pueblo en la cara sin necesidad de inventar subterfugios.
LA MARCA DEL
POPULISMO
Tolstoi decía que todas las familias felices se parecen
entre ellas, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Y creo que algo similar ocurre con el populismo. En las
buenas épocas, todos los populismos tienen algunos atributos comunes. Pero en
los momentos de crisis, cada populismo tiene todos los vicios de una familia
infeliz, y sufre de una manera muy peculiar.
En la Pista de Aterrizaje Número Uno de 2014 (previamente
conocida como Venezuela) los indicadores económicos hablan de una posible
bancarrota. No hay dinero suficiente para pagar las importaciones,
especialmente de alimentos y de medicinas. Hay carestía crónica de productos
esenciales, en tanto el gobierno se obstina en ocultar datos. Por ejemplo, el
presidente del Banco Central ha decidido cancelar la divulgación del índice de
escasez, pues se ha “politizado”. El último índice de escasez divulgado en la flamante
Pista de Aterrizaje Número Uno, correspondiente a enero de 2014, alcanzó el 28
por ciento. Para un pesimista, eso significa que más de una cuarta parte de los
productos incorporados al índice han desaparecido de los estantes. Pero un funcionario
optimista dijo que la inflación y la escasez son
parte de una situación coyuntural que vive el país, consecuencia del mayor
poder adquisitivo de sus habitantes. En realidad, en vez de hablar de escasez
del 28 por ciento, sería más sensato hablar de una abundancia del otro 72 por
ciento. (Por cierto, todas, absolutamente todas las situaciones coyunturales de
la Pista de Aterrizaje Número Uno,
devienen crónicas).
En el 1984 convertido en el 2014, la culpa siempre la tiene
el otro. El gobierno es la eterna víctima y la oposición, la eterna victimaria.
Aunque el gobierno cuenta con la suma del poder público y la oposición es
escuálida, es imposible prodigar la felicidad por culpa de esas fuerzas oscuras
que frustran susdesignios a cada paso.
Cada día, exactamente cada día, el presidente de la Pista de
Aterrizaje Número Uno anuncia una nueva conspiración por parte de las fuerzas
de la antipatria aliadas al imperio. Es el golpe de estado más lento de la
historia.
La escasez de productos esenciales, la aterradora ola de
delincuencia, que se lleva de este mundo más de 24.000 habitantes al año, es,
según el gobierno, parte de la campaña de la oposición para acabar con los
logros de la revolución. Las refinerías petroleras de la Pista de Aterrizaje
Número Uno en su versión 2014 tienen a cada rato accidentes y en ocasiones se
registran decenas de muertos. Se trata, dice la fementida oposición, de la
falta de mantenimiento. Se trata, dice el presidente, de actos de sabotaje.
Los apagones se suceden en todas partes del país, y el
ministro encargado de la red eléctrica denuncia que son el resultado del
sabotaje. El país está repleto de saboteadores. En ocasiones uno piensa que si
se crea un partido de saboteadores, barrería en los comicios.
Si se ha dicho una mentira, y se ha comprobado que es una
mentira, nadie sale a pedir disculpas. Vendrán otras mentiras a tapar viejos
dislates. Es el mundo del aquí y el ahora.
En una época, un ex vicepresidente anunciaba en su programa de
televisión que las fuerzas oscuras preparaban una invasión al país. Inclusive
ofreció las coordenadas, al minuto y al segundo, de la base desde donde se
lanzaría la invasión. También el día, la hora, el minuto y el segundo en que se
iniciaría la invasión. La oposición había comprado 18 aviones de guerra para
perpetrar la invasión. Y aunque la cifra de aviones invasores fue variando con
el transcurso del tiempo, nunca cesó la amenaza de avasallar el suelo sagrado
de la patria ni se alteró la fecha donde se consumaría la perfidia: noviembre
de 2013. Ahora, ese ex vicepresidente ha cesado de anunciar la amenaza de invasión,
aunque no la descarta en una fecha posterior. Su discurso ha cambiado. Dice que
las actuales manifestaciones en las calles son financiadas por el imperio.
Seguramente ya el dinero había sido distribuido entre las filas opositoras
dispuestas a estampar la suela insolente del extranjero, y en algo había que
emplearlo. Los aviones se trasmutaron en estudiantes financiados por
Washington.
El gobierno es un curioso tipo de víctima que trabaja con
naipes marcados y con dados cargados. Su sueño es crear torneos de fútbol donde
sólo haya un arco: el del rival.
En un país donde las autoridades parecen estar proclamando a
cada momento: “Usted tiene razón, pero marche preso”, es obvio que la justicia
siempre falla en favor del mandamás.
Por otra parte, no hay otro país del gerrymandering que pueda imitar a la actual Pista de Aterrizaje
Número Uno. La oposición ganó las últimas elecciones legislativas, pero eso no
se refleja en la Asamblea Nacional. En algunos distritos opositores se requerían
en ocasiones hasta 400.000 votantes para llevar un legislador a la AN. En los
distritos oficialistas bastaban a veces 20.000 votantes para conseguir un
representante.
En los comicios presidenciales de abril de 2013, el actual
presidente ganó por mínimo margen. El candidato presidencial opositor pidió un
recuento de votos. El Tribunal Supremo Electoral desestimó el pedido. Todavía
hoy nadie sabe con certeza cual fue el resultado final. De esa manera se
consagró el dictum del ministro del Interior de una pasada dictadura, quien
señaló: “Las elecciones son como el juego del dominó. Gana quien obtiene menos
puntos”.
Y si algún funcionario electo no le gusta al gobierno, pues se
lo despoja del cargo. Ha ocurrido con alcaldes opositores, y con al menos una
legisladora. Todos ellos son traidores, y cosas peores. Los funcionarios
oficialistas los denigran en cadena de radio y televisión, y no se trata de
escasos dos minutos de odio.
En la versión 2014 de la Pista de Aterrizaje Número Uno
existe una cambiante realidad. Lo que ayer era inconcebible , hoy es la nueva
normalidad. Lo que en el pasado era ridículo, hoy es sublime. La pretérita
escasez se ha transmutado en el frugal suministro de los productos esenciales
de hoy. Los productos esenciales de ayer que han desaparecido de las
estanterías han cesado de ser productos esenciales, y pasan a la categoría de
productos de lujo. El fallecido fundador de esa nueva versión de la Pista de
Aterrizaje Número Uno se ha trasformado en el comandante eterno, aunque nunca
libró una guerra. Su nuevo título es “Libertador del siglo veintiuno”, aunque
nadie explicá qué es lo que ha liberado.
Lo fascinante es que todo eso está transcurriendo delante de
nuestros ojos, una y otra vez, de manera incansable, como en el reiterativo loop de las películas pornográficas. Y
aunque muchos de los atributos de ese régimen parecen una mala copia de 1984, a otros les parece perfectamente
plausible.
Chico Marx solía decir: “¿A quien va a creerle, a mí, o a lo
que ven ustedes delante de sus ojos?” muchos prefieren creerle a Chico Marx. Los
muertos siempre pertenecen a otros, y no ha habido torturados en la familia, o
atracados por malandros. Eso les ocurre a los demás, eternamente a los demás. Al
fin y al cabo, La guerra es paz, la libertad es esclavitud, y la ignorancia es
fortaleza. Y todo eso transcurre día tras día, y peor aún, delante de nuestros
propios ojos.
So peligro de parecer anticuado, cito el diario íntimo de Winston Smith: "Si hay alguna esperanza, ésta radica en los proles" (o sea los proletarios). Orwell olvida esa pequeña grieta de esperanza, pero los lectores no tenemos por qué descartarla. Y vale también para Pista de Aterrizaje Uno 2014.
ResponderEliminarGracias, Daniel, por tu recordatorio. Y sí, hay esperanzas. Un abrazo
EliminarMario