Mario
Szichman
Basta leer las crónicas de Edna Buchanan,
recopiladas en su libro The Corpse Had a
Familiar Face, para ratificar por qué es considerada “La reina del crimen”.
Durante
16 años Buchanan estuvo a cargo de la “police beat” del Miami Herald.En ese
período hizo una excelente cobertura de más de cinco mil asesinatos. En
ocasiones, la víctima de un crimen se emparentaba con la víctima de otro. “Por
ejemplo”, dice Buchanan en su libro, “La víctima número 141 en 1980, demostró
ser el viudo de la víctima número 330 en 1979”.
La muerte violenta en Miami toca a ciertos sectores, pero no a
otros. La periodista dice que muy difícilmente los visitantes corran peligros.
“Un ciudadano respetuoso de la ley, razonablemente prudente, no corre más
riesgo en Miami que en su sitio de origen. Tal vez menos, dependiendo de su
sitio de origen”.
Hay por cierto inocentes que son
asesinados. Pero, por lo general, “la vasta mayoría de las víctimas contribuyen
a su propia desaparición”, ya sea porque se dedican al narcotráfico, roban, o
cometen infidelidades, dice la periodista.
En ese sentido, Buchanan coincide con el
médico forense Michael Baden, quien en su libro “Unnatural Death,”, indica que
“la manera en que muere una persona es un reflejo de la vida que ha vivido”. La
mayoría de los asesinados actuaron de una manera “que atrae la violencia”.
Cuando se hace la autopsia de personas acribilladas a balazos, señala Baden,
“muchas de ellas tienen en su cuerpo antiguas balas de previas aventuras”.
Viví un año en Miami, y lamenté todos los
días estar en esa ciudad. Pero nunca lamentaré haber leído las cotidianas
crónicas de los crímenes que se cometían allí. Entiendo la fascinación que
mostró Norman Mailer en su crónica periodística Miami and the Siege of Chicago, o por qué han surgido excepcionales
novelistas policiales como Carl Hiassen o Charles Willeford. (“La ventaja de
Miami”, me dijo en cierta ocasión un periodista venezolano, “es que se halla cerca
de Estados Unidos”).
En el año que estuve en Miami pude seguir
la pista al menos una docena de crímenes muy interesantes. En uno de ellos, una
mujer que había trabajado en un club de strip-tease
fue acusada de asesinar a su esposo, un millonario dueño del hotel más famoso
de Miami, y a su suegra. Pero lo interesante del caso fue ver actuar a la
policía local, y luego al FBI. Para la policía local, los asesinatos habían
sido accidentes. Recién cuando intervino el FBI, los asesinatos pasaron a ser
asesinatos. Sería muy interesante escribir un libro sobre la idiosincrasia de la
policía del sur de Florida, pero es recomendable que quien ose emprender la
tarea trabaje de incógnito, y lejos de Florida, por si las moscas.
Curiosamente, uno de los comentarios que
más me atrajeron de Buchanan es su fascinación por Miami. Tal vez se entiende
cuando se toma en cuenta que proviene de Paterson, New Jersey. Buchanan
menciona el impiadoso juicio que emitió el ensayista Edmund Wilson sobre New
Jersey: “Uno de los atributos de New Jersey es que ni siquiera lo horrible
adquiere proporciones realmente heroicas”.
La periodista visitó Miami por primera
vez en julio de 1961. Su propósito era quedarse dos semanas. Esas dos semanas
se transformaron en décadas. ¿Por qué considera a Miami un sitio tan atractivo?
Su síntesis es bastante escueta y descriptiva: “Todo es más intenso. Todo es
exagerado: las nubes, los colores que de tan brillantes parecen irreales, el
calor, la violencia. Todo lo feo es más feo en Miami, pero la belleza quita el
aliento, nos engancha de por vida”.
Y recordando
algunos atardeceres, no puedo menos que coincidir con Buchanan. No hay nada que
se les asemeje.
Algo debe tener Miami para que hayan
surgido dos narradores excepcionales como son Hiaasen y Willeford. Ambos
explotaron lo que podría considerarse el costado “wacky”, disparatado, de la
ciudad, la increíble corrupción, los sagaces métodos para quitarle el dinero al
contribuyente o al prójimo. Afortunadamente, durante mi estadía en Miami, pude
enviar abundantes crónicas al periódico Tal
Cual de Caracas describiendo mi fascinación por esa atmósfera cargada de
plomo. Sentía que el mundo había dejado de ser ancho y ajeno. De repente, era
como participar en esa famosa fiesta de El
Gran Gatsby, donde cuando el protagonista creía llegado el momento de
saludar a los invitados y marcharse, algo nuevo ocurría que lo obligaba a
permanecer en la mansión.
SOCORRIENDO
A QUIENES OFRECEN AYUDA
El 13 de enero de 2011, Richard P. Dunn, comisionado
de la parte Norte de Miami, declaró al Miami
Herald que su condado era “El hazmerreír de Estados Unidos”.
No lo dijo indignado, ni molesto. Lo
señaló como un hecho imposible de refutar. Dunn había descubierto que para
internarse en el mundo de la corrupción del sur de la Florida, se necesitaba la
energía
de un explorador, de esos que cubren su cabeza con un casco de corcho y cuentan
con un buen machete para abrirse paso entre la maleza. Y es que la flora de la
corrupción es tan variada como sus manglares, y tan exuberante como las hileras
de cocoteros que se inclinan en sus playas. En cuanto a su fauna, nada la
supera en el esplendor de sus atavíos, o en la capacidad de urdir cada día
nuevas tramoyas a fin de vaciar los bolsillos de los contribuyentes. Y no
olvidemos los pájaros de cuenta, para quienes el latrocinio es como un segundo,
vistoso plumaje.
Veamos por ejemplo el condado de Broward,
uno de los tres condados que componen el área metropolitana del sur de la
Florida, y cuya sede de gobierno está en Fort Lauderdale. Broward alardea de
numerosas atracciones, como el Museo del Descubrimiento y de la Ciencia,
situado en Fort Lauderdale, el Salón de la Fama de la Natación Internacional,
también en Fort Lauderdale, numerosas entradas a las Everglades, un santuario
de la vida silvestre, los Jardines de los Flamencos, otro santuario de la vida
silvestre, y las Arcas del Gobierno, un santuario de los peces gordos que
incluyen comisionados municipales, representantes de la junta de educación, y
alguaciles.
The Miami Herald divulgó
el 10 de octubre del 2010 trece casos de corrupción en el condado de Broward.
Esta es una muestra, no exhaustiva:
–Un ex administrador de la población
de Davie fue condenado por lavado de dinero, conspiración para defraudar, y
robar más de 400.000 dólares, y sentenciado a 12 años de cárcel.
– Un ex comisionado del condado de
Broward se declaró culpable de lavado de dinero y de soborno. Fue condenado a
dos años y medio de cárcel por cada uno de los cargos.
–La ex integrante de la junta
escolar del condado de Broward se declaró culpable de soborno, y debió cumplir
una condena de tres años y un mes en una prisión federal.
–Un ex comisionado de la población
de Miramar fue condenado por soborno y extorsión, y a una pena de más de cuatro
años en una prisión federal.
Y después está la costumbre de
ofrecer ayuda y quedarse con el vuelto.
Un ejemplo es lo ocurrido con la
ayuda a Haití. Tras el devastador terremoto de enero de 2010, residentes de la
ciudad de North Miami donaron 116.300 dólares a la Cruz Roja a fin de ayudar a
los habitantes de la nación caribeña. Andre Pierre, alcalde de North Miami,
viajó a Puerto Príncipe con un gigantesco y simbólico cheque donde estaba
inscripta la cifra de 200.000 dólares, y se lo entregó al primer ministro de
Haití Jean Max Bellerive.
Pero ni los 200.000 dólares que
aparecían en el simbólico cheque ni los 116.300 dólares recolectados por los
ciudadanos de North Miami fueron enviados a Haití. Ese dinero fue depositado en
una cuenta bancaria. Luego, los cinco miembros del concejo municipal de North
Miami expresaron sus dudas. No estaban muy convencidos que esos 116.300
dólares, donados por más de 200 residentes y pequeños empresarios de los condados
de Broward y Miami-Dade debían ser destinados a las víctimas del terremoto. Una
de las ideas era emplear el dinero para financiar "overhead costs",
gastos administrativos de la ciudad.
Sam Tidwell, presidente de la Cruz
Roja de Estados Unidos en la zona del Gran Miami y de los Cayos, puso el grito
en el cielo al enterarse de los second thoughts
de los concejales de North Miami. “Cuando algunas personas usan el nombre de la
Cruz Roja para recaudar dinero", dijo al Miami Herald, "esperan que
el dinero sea usado para las tareas de socorro de la Cruz Roja”.
Ignoro qué ocurrió finalmente con
ese dinero. No le he seguido la pista a ese forcejeo administrativo. Pero es
obvio que para un novelista, la escena política y social, y su interesante
clase criminal, permiten una frondosa libertad de imaginación.
Cuando un lector se hunde en las absurdas,
cómicas aventuras de los protagonistas de Hiaasen y Willeford sin haber
visitado Miami, piensa que ambos han abrevado en el realismo mágico. Pero quien
ha vivido en Miami sabe que eso se asemeja al realismo socialista.
A veces siento una enorme tentación de
escribir un policial que tenga por escenario el sur de la Florida. Me fascina,
sobre todo, el ingenio de los estafadores.
EL FRAUDE CON
MEDICARE
Miami es considerada desde hace varios
años la capital nacional de las estafas a Medicare[i] y a
otros servicios nacionales de salud. Algunos de sus habitantes han desarrollado
una serie de estrategias para revolucionar la medicina y la psicoterapia
contemporánea.
He
aquí algunos ejemplos:
–Edward
Davis, un juez jubilado, descubrió en una de sus cuentas enviadas por Medicare
que le habían cobrado 3.400 dólares por insertarle dos brazos artificiales.
"He revisado mis brazos, y todavía llevo conmigo los que obtuve al
nacer", declaró Davis a la carta noticiosa de la AARP, la principal
organización de jubilados de Estados Unidos.
Y después está la política
de las zonas erógenas. Agentes del FBI
arrestaron en el condado de Hialeah a presidentes de dos empresas que ofrecían
servicios a Medicare, tras descubrirse que exigían reembolso de
falsos honorarios por una cifra cercana a los dos millones de dólares. Entre
los productos que dijeron haber vendido, pero que nunca entregaron, había
“penis pumps”, una especie de diminutos infladores para causar erecciones,
según informó The Miami Herald.
Lo interesante del caso es que
algunos de los beneficiarios eran mujeres. La fiscalía de Miami dijo que una de
esas mujeres había reclamado cuatro sistemas de erección. Al menos queda un
consuelo: en el sur de la Florida, el falocentrismo ha muerto.
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