miércoles, 14 de mayo de 2014

Miami Vice

Mario Szichman


      Basta leer las crónicas de Edna Buchanan, recopiladas en su libro The Corpse Had a Familiar Face, para ratificar por qué es considerada “La reina del crimen”.
      Durante 16 años Buchanan estuvo a cargo de la “police beat” del Miami Herald.En ese período hizo una excelente cobertura de más de cinco mil asesinatos. En ocasiones, la víctima de un crimen se emparentaba con la víctima de otro. “Por ejemplo”, dice Buchanan en su libro, “La víctima número 141 en 1980, demostró ser el viudo de la víctima número 330 en 1979”.

     La muerte violenta en Miami toca a ciertos sectores, pero no a otros. La periodista dice que muy difícilmente los visitantes corran peligros. “Un ciudadano respetuoso de la ley, razonablemente prudente, no corre más riesgo en Miami que en su sitio de origen. Tal vez menos, dependiendo de su sitio de origen”.
      Hay por cierto inocentes que son asesinados. Pero, por lo general, “la vasta mayoría de las víctimas contribuyen a su propia desaparición”, ya sea porque se dedican al narcotráfico, roban, o cometen infidelidades, dice la periodista.
      En ese sentido, Buchanan coincide con el médico forense Michael Baden, quien en su libro “Unnatural Death,”, indica que “la manera en que muere una persona es un reflejo de la vida que ha vivido”. La mayoría de los asesinados actuaron de una manera “que atrae la violencia”. Cuando se hace la autopsia de personas acribilladas a balazos, señala Baden, “muchas de ellas tienen en su cuerpo antiguas balas de previas aventuras”.
      Viví un año en Miami, y lamenté todos los días estar en esa ciudad. Pero nunca lamentaré haber leído las cotidianas crónicas de los crímenes que se cometían allí. Entiendo la fascinación que mostró Norman Mailer en su crónica periodística Miami and the Siege of Chicago, o por qué han surgido excepcionales novelistas policiales como Carl Hiassen o Charles Willeford. (“La ventaja de Miami”, me dijo en cierta ocasión un periodista venezolano, “es que se halla cerca de Estados Unidos”).
      En el año que estuve en Miami pude seguir la pista al menos una docena de crímenes muy interesantes. En uno de ellos, una mujer que había trabajado en un club de strip-tease fue acusada de asesinar a su esposo, un millonario dueño del hotel más famoso de Miami, y a su suegra. Pero lo interesante del caso fue ver actuar a la policía local, y luego al FBI. Para la policía local, los asesinatos habían sido accidentes. Recién cuando intervino el FBI, los asesinatos pasaron a ser asesinatos. Sería muy interesante escribir un libro sobre la idiosincrasia de la policía del sur de Florida, pero es recomendable que quien ose emprender la tarea trabaje de incógnito, y lejos de Florida, por si las moscas.
      Curiosamente, uno de los comentarios que más me atrajeron de Buchanan es su fascinación por Miami. Tal vez se entiende cuando se toma en cuenta que proviene de Paterson, New Jersey. Buchanan menciona el impiadoso juicio que emitió el ensayista Edmund Wilson sobre New Jersey: “Uno de los atributos de New Jersey es que ni siquiera lo horrible adquiere proporciones realmente heroicas”.
      La periodista visitó Miami por primera vez en julio de 1961. Su propósito era quedarse dos semanas. Esas dos semanas se transformaron en décadas. ¿Por qué considera a Miami un sitio tan atractivo? Su síntesis es bastante escueta y descriptiva: “Todo es más intenso. Todo es exagerado: las nubes, los colores que de tan brillantes parecen irreales, el calor, la violencia. Todo lo feo es más feo en Miami, pero la belleza quita el aliento, nos engancha de por vida”.
Y recordando algunos atardeceres, no puedo menos que coincidir con Buchanan. No hay nada que se les asemeje.
     Algo debe tener Miami para que hayan surgido dos narradores excepcionales como son Hiaasen y Willeford. Ambos explotaron lo que podría considerarse el costado “wacky”, disparatado, de la ciudad, la increíble corrupción, los sagaces métodos para quitarle el dinero al contribuyente o al prójimo. Afortunadamente, durante mi estadía en Miami, pude enviar abundantes crónicas al periódico Tal Cual de Caracas describiendo mi fascinación por esa atmósfera cargada de plomo. Sentía que el mundo había dejado de ser ancho y ajeno. De repente, era como participar en esa famosa fiesta de El Gran Gatsby, donde cuando el protagonista creía llegado el momento de saludar a los invitados y marcharse, algo nuevo ocurría que lo obligaba a permanecer en la mansión.

SOCORRIENDO A QUIENES OFRECEN AYUDA

      El 13 de enero de 2011, Richard P. Dunn, comisionado de la parte Norte de Miami, declaró al Miami Herald que su condado era “El hazmerreír de Estados Unidos”.
      No lo dijo indignado, ni molesto. Lo señaló como un hecho imposible de refutar. Dunn había descubierto que para internarse en el mundo de la corrupción del sur de la Florida, se necesitaba la energía de un explorador, de esos que cubren su cabeza con un casco de corcho y cuentan con un buen machete para abrirse paso entre la maleza. Y es que la flora de la corrupción es tan variada como sus manglares, y tan exuberante como las hileras de cocoteros que se inclinan en sus playas. En cuanto a su fauna, nada la supera en el esplendor de sus atavíos, o en la capacidad de urdir cada día nuevas tramoyas a fin de vaciar los bolsillos de los contribuyentes. Y no olvidemos los pájaros de cuenta, para quienes el latrocinio es como un segundo, vistoso plumaje.
      Veamos por ejemplo el condado de Broward, uno de los tres condados que componen el área metropolitana del sur de la Florida, y cuya sede de gobierno está en Fort Lauderdale. Broward alardea de numerosas atracciones, como el Museo del Descubrimiento y de la Ciencia, situado en Fort Lauderdale, el Salón de la Fama de la Natación Internacional, también en Fort Lauderdale, numerosas entradas a las Everglades, un santuario de la vida silvestre, los Jardines de los Flamencos, otro santuario de la vida silvestre, y las Arcas del Gobierno, un santuario de los peces gordos que incluyen comisionados municipales, representantes de la junta de educación, y alguaciles.
      The Miami Herald divulgó el 10 de octubre del 2010 trece casos de corrupción en el condado de Broward. Esta es una muestra, no exhaustiva:
            –Un ex administrador de la población de Davie fue condenado por lavado de dinero, conspiración para defraudar, y robar más de 400.000 dólares, y sentenciado a 12 años de cárcel.
            – Un ex comisionado del condado de Broward se declaró culpable de lavado de dinero y de soborno. Fue condenado a dos años y medio de cárcel por cada uno de los cargos.
            –La ex integrante de la junta escolar del condado de Broward se declaró culpable de soborno, y debió cumplir una condena de tres años y un mes en una prisión federal.
            –Un ex comisionado de la población de Miramar fue condenado por soborno y extorsión, y a una pena de más de cuatro años en una prisión federal.
            Y después está la costumbre de ofrecer ayuda y quedarse con el vuelto.
            Un ejemplo es lo ocurrido con la ayuda a Haití. Tras el devastador terremoto de enero de 2010, residentes de la ciudad de North Miami donaron 116.300 dólares a la Cruz Roja a fin de ayudar a los habitantes de la nación caribeña. Andre Pierre, alcalde de North Miami, viajó a Puerto Príncipe con un gigantesco y simbólico cheque donde estaba inscripta la cifra de 200.000 dólares, y se lo entregó al primer ministro de Haití Jean Max Bellerive.
            Pero ni los 200.000 dólares que aparecían en el simbólico cheque ni los 116.300 dólares recolectados por los ciudadanos de North Miami fueron enviados a Haití. Ese dinero fue depositado en una cuenta bancaria. Luego, los cinco miembros del concejo municipal de North Miami expresaron sus dudas. No estaban muy convencidos que esos 116.300 dólares, donados por más de 200 residentes y pequeños empresarios de los condados de Broward y Miami-Dade debían ser destinados a las víctimas del terremoto. Una de las ideas era emplear el dinero para financiar "overhead costs", gastos administrativos de la ciudad.
            Sam Tidwell, presidente de la Cruz Roja de Estados Unidos en la zona del Gran Miami y de los Cayos, puso el grito en el cielo al enterarse de los second thoughts de los concejales de North Miami. “Cuando algunas personas usan el nombre de la Cruz Roja para recaudar dinero", dijo al Miami Herald, "esperan que el dinero sea usado para las tareas de socorro de la Cruz Roja”.
            Ignoro qué ocurrió finalmente con ese dinero. No le he seguido la pista a ese forcejeo administrativo. Pero es obvio que para un novelista, la escena política y social, y su interesante clase criminal, permiten una frondosa libertad de imaginación.
      Cuando un lector se hunde en las absurdas, cómicas aventuras de los protagonistas de Hiaasen y Willeford sin haber visitado Miami, piensa que ambos han abrevado en el realismo mágico. Pero quien ha vivido en Miami sabe que eso se asemeja al realismo socialista.
      A veces siento una enorme tentación de escribir un policial que tenga por escenario el sur de la Florida. Me fascina, sobre todo, el ingenio de los estafadores.

EL FRAUDE CON MEDICARE

      Miami es considerada desde hace varios años la capital nacional de las estafas a Medicare[i] y a otros servicios nacionales de salud. Algunos de sus habitantes han desarrollado una serie de estrategias para revolucionar la medicina y la psicoterapia contemporánea.
He aquí algunos ejemplos:
            –Edward Davis, un juez jubilado, descubrió en una de sus cuentas enviadas por Medicare que le habían cobrado 3.400 dólares por insertarle dos brazos artificiales. "He revisado mis brazos, y todavía llevo conmigo los que obtuve al nacer", declaró Davis a la carta noticiosa de la AARP, la principal organización de jubilados de Estados Unidos.         
     Y después está la política de las zonas erógenas.  Agentes del FBI arrestaron en el condado de Hialeah a presidentes de dos empresas que ofrecían servicios a Medicare, tras descubrirse que exigían reembolso de falsos honorarios por una cifra cercana a los dos millones de dólares. Entre los productos que dijeron haber vendido, pero que nunca entregaron, había “penis pumps”, una especie de diminutos infladores para causar erecciones, según informó The Miami Herald.
            Lo interesante del caso es que algunos de los beneficiarios eran mujeres. La fiscalía de Miami dijo que una de esas mujeres había reclamado cuatro sistemas de erección. Al menos queda un consuelo: en el sur de la Florida, el falocentrismo ha muerto.







[i] Programa estatal de asistencia sanitaria a personas mayores de 65 años.

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