Mario
Szichman
“Y mañana…
Nadie sabe qué nos
ofrecerá el mañana…
El mañana es lo
desconocido.
…A partir de ahora
todas las cosas serán nuevas,
Sin precedentes,
imposibles de concebir”.
Nosotros, Yevgeny Zamyatin
¿Puede un hombre estar enamorado de una
mujer que se llama I-330, y querer estar junto a su cuerpo “cada minuto,
cualquier minuto, siempre con ella”? ¿Es
viable para el lector imaginar que ese amor feroz, imposible de acallar o de amedrentar,
que obliga a la traición, y conduce a la muerte, es enunciado por un hombre
llamado D-503?
Nosotros, la novela del escritor ruso Yevgeny
Zamyatin (1884-1937) sigue estando en el centro de todas las grandes distopías
modernas. No sólo es precursora – reconocida por el propio George Orwell – de 1984 y también de Un mundo feliz de Aldous Huxley –aunque Huxley dijo que su novela
fue escrita en reacción a las utopías de H.G. Wells – y de la extraña, magnífica Anthem, de Ayn Rand. Kurt Vonnegut indicó que su novela Player Piano (1952) estuvo inspirada en Un mundo feliz, “cuya trama fue
gozosamente plagiada de Nosotros”. Y Convite
para una decapitación, de Vladimir Nabokov, describe una sociedad que
muestra afinidades con la narración de Zamyatin. (Nabokov leyó Nosotros durante la elaboración de su
novela).
Pero Nosotros
es una extraña obra precursora. Sus herederos se apropiaron de su estructura, y
relegaron a un segundo plano su núcleo central: el ardor erótico, y la sátira.
El peligro de quien narra una utopía o
una distopía (un deprimente sitio imaginario) es dejarse seducir por el
escenario. Orwell eludió el riesgo creando un personaje físicamente enfermo.
(Creo que sufre de venas varicosas), y Ayn Rand inició la narración anunciando
un sofocante, inmediato peligro para su protagonista, antes de diseñar la
ciudad ideal donde transcurre la fábula. Zamyatin, por su parte, hizo algo más
astuto: reveló la desigual lucha entre el estado y el individuo a través de un
esquema malthusiano en que la razón, inicialmente, pertenece a la autoridad.
En Nosotros,
el estado ha conseguido invadir la última frontera del ser humano al despojarlo
de su nombre propio. El crítico J.
Hillis Miller dice que “Nombrar a alguien es distanciarlo
de sí mismo al convertirlo en parte
de una familia”. Pero si despojamos a un ser humano de su nombre y lo trocamos en una sigla,
pierde su parentesco y se transfigura en un objeto dispuesto a ser manipulado
por la autoridad. El nombre propio
autoriza también el nombre falso, el seudónimo. La clandestinidad es el refugio
final de la persona. Pero en las sociedades totalitarias y en los campos de
concentración los seres humanos devienen
números y en letras. (Hasta en las cárceles nos permiten mantener nuestra
identidad, ser visitados por familiares). Y en su empecinada lucha por rescatar
al individuo, Zamyatin devuelve la filiación a sus abstrusos protagonistas, les
brinda carne y hueso, y el más pernicioso de los órganos: un alma.
D-503, el protagonista y narrador de Nosotros, es inicialmente un
oficialista. Es un toque de talento de Zamyatin, pues ese tipo de conformistas
atrapa mejor la atención del lector que un rebelde inaugural. D-503 es un ingeniero encargado de construir
una nave espacial, la Integral, a fin
de trasplantar la felicidad de su gobierno a otros planetas. En un principio,
D-503 cree que vive en el mejor de los mundos posibles, hasta que se enamora,
contra su voluntad, de I-330.
Robert Malthus enunciaba que los seres
terrestres enfilan hacia su extinción pues la manufactura de niños se expande de manera
geométrica, en tanto la creación de alimentos prospera apenas de manera aritmética.
Coleridge resumió bien la incómoda cuestión al señalar que el deseo sexual y el
hambre son “pasiones de la necesidad física, y cada uno de ellos están
emancipados de la razón y de la voluntad”. Malthus suponía que el ser humano
podría rápidamente perecer pues su falla primordial es que actúa durante toda
su vida a partir de la cintura. Si no se controlan sus necesidades a través del
vicio o de la miseria, decía Malthus, algún día la especie humana desaparecerá
en las gargantas de los caníbales.
Frente a esas pasiones de la necesidad
física, el estado, cualquier estado, inclusive el más totalitario, el más
horrendo, el más corrupto, asegura tener un solo objetivo: la felicidad
universal. Hasta el dictador de Corea del Norte desea la felicidad universal,
aunque para conseguirla deba arrojar a perros feroces y sin desayunar contra un
tío, un ser malo, trastornado por sus ambiciones de poder. Cuando el fallecido
presidente de Venezuela Hugo Chávez pensó en el Mar Caribe, lo rebautizó El Mar
de la Felicidad, pues bañaba las costas de su país y las de Cuba, su aliado. La
palabra felicidad tiene siempre más sex
appeal que la palabra desdicha.
¿Cómo puede un estado, cualquier estado,
liderar la marcha hacia el júbilo cuando el individuo es un ser asocial que
sólo desea poseer al ser amado y fecundarlo, aunque el mundo se venga abajo?
Esa preocupación es el eje de Nosotros. Zamyatin contaba con buenos elementos para mostrar el
irreconciliable conflicto, pues durante su corta y azarosa vida enfrentó
experiencias similares a las detalladas
en su narrativa. Mientras estudiaba ingeniería naval en San Petersburgo
participó en la Revolución Bolchevique de 1905. La policía del zar de Rusia lo
apresó, y lo envió al exilio interior en Siberia. Una vez triunfó la Revolución
de Octubre, en 1917, el escritor fue uno de los primeros críticos de sus
tendencias totalitarias. Como resultado, sus escritos fueron prohibidos en
Rusia, entre ellos Nosotros. Cuando
el texto fue publicado en inglés, en 1924,
Zamyatin fue acusado de traidor, se le cerraron las puertas de la
industria editorial y del teatro, las asociaciones profesionales de escritores
repudiaron sus textos, y tuvo que pedirle a José Stalin que le permitiera
emigrar. En su carta, Zamyatin le dijo al líder soviético: “La verdadera
literatura solo puede existir cuando es creada por locos, ermitaños, herejes,
soñadores, rebeldes y escépticos, no por funcionarios diligentes y
confiables”. Curiosamente, Stalin aceptó
el pedido del escritor, y en 1931 Zamyatin se asiló en París, donde falleció en
1937.
La trama de Nosotros recuerda al caballo de Troya. En este caso, el armazón es
una sociedad ideal, rodeada por la Gran
Muralla hecha de vidrio. Todos son prisioneros en su interior, pero felices,
aunque padecen un espionaje constante, pues las paredes son transparentes.
En épocas pretéritas, en el área donde
transcurre la novela, se libró la Guerra de los Doscientos Años. Tras la
hecatombe posterior, la población mundial quedó reducida a un 0,2 por ciento de
la existente antes del conflicto.
En el mundo de La Gran Muralla, presidido por
El Gran Benefactor, todo está regulado, especialmente el amor. Los celos han
sido desterrados de ese mundo feliz, así como la fogosidad sexual. No existen
parejas. Las relaciones más comunes son las triangulares o cuadrangulares.
Hombres y mujeres reciben del estado cupones rosados donde se marca la fecha y
la hora en que pueden acoplarse. (El único período en que se bajan las cortinas
en esa sociedad transparente es cuando dos personas se disponen a hacer el
amor).
Las
relaciones sexuales son un deporte más, que contribuye a la salud mental. Hasta
la perpetuación de la especie se ha hecho más sana gracias a una serie de
normas. Por ejemplo, O-90, la novia inicial de D-503, tiene prohibido quedar
embarazada, pues es “diez centímetros más corta que la Norma Maternal”.
Por
supuesto, el estado se muestra muy interesado en cultivar otros deportes menos
entrelazados, y en fomentar una sana masticación.
Una vez por
año, en ese mundo feliz, se realizan elecciones. La jornada ha sido bautizada
como El Día de la Unanimidad. El protagonista dice que es como el sucedáneo de
las Pascuas de épocas pretéritas. El Benefactor será reelecto sin disidencia
alguna, y recibirá una vez más, “las llaves que garantizan la imperecedera
fortaleza de nuestra felicidad”.
El narrador recuerda con sorna las
“desordenadas elecciones del pasado cuando, aunque parezca absurdo, los
resultados de los comicios eran desconocidos con antelación”. ¿Cómo podía
prosperar una civilización en base a “eventualidades totalmente impredecibles”?
se pregunta D-503. La humanidad debió padecer siglos de guerra civil hasta
llegar a la convicción de que solo la unanimidad nos hace felices.
Pero dentro del caballo de Troya viven
seres humanos, y sus deseos no han podido ser totalmente aplacados por el
estado. Por ejemplo, O-90, la novia de
D-503, quiere violar la prohibición que le impide procrear a raíz de su
estatura y mudarse en madre, aunque está al tanto de las aterradoras secuelas.
Y luego aparece la bella I-330, la vampiresa imposible de resistir, quien
conduce a D-503 hacia la felicidad por la senda del pecado. ¿No es inevitable
que en algún momento, la dicha se transformará en infortunio por culpa del
egoísmo humano?
El Gran Benefactor desea transportar su
civilización, definida por números, e iniciales de letras, y por la perfecta
unanimidad, hacia otros planetas. Pero D-503, el ingeniero encargado de
construir la nave espacial sabotea los planes, pues su amada, I-330, integra
una pequeña banda de rebeldes. El objetivo inicial de la insurrección es
destruir el navío espacial. Al parecer, el Integral
es el portador de la desdicha universal. Y cunde el desorden en ese mundo
feliz. Algunos empiezan a sospechar que ese desorden es causado por el más
pernicioso de los órganos: el alma.
El final de Nosotros es trágico,
pero no sombrío. La seductora I-330 muere a manos de sus captores, pero ni la
peor de las torturas puede arrancarle las letras y números de sus
cómplices. Y D-503 es sometido a una
operación cerebral para extirparle la imaginación y las emociones. Sin embargo,
La Gran Muralla ha sido derribada, y otros revolucionarios se unen a la
revuelta. Un hombre, D-503, que sólo quería estar junto al cuerpo de su amada
“cada minuto, cualquier minuto, siempre con ella” es el héroe de esta historia.
Zamyatin nos promete un mañana diferente. Nadie sabe qué nos ofrecerá ese
mañana. El mañana es lo desconocido. Todas las cosas del mañana serán nuevas,
sin precedentes, imposibles de concebir. Pero hay algo de lo cual podemos estar
seguros y tranquilos. En ese mañana imposible de imaginar estará abolida la
felicidad que nos acecha desde el poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario