Mario Szichman
(Una versión resumida de este artículo fue publicada el 11/09/2013 en Tal Cual http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=91862&tipo=AVA)
(Una versión resumida de este artículo fue publicada el 11/09/2013 en Tal Cual http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=91862&tipo=AVA)
Nueve/Once[i]
“Estuve tentado de
preguntarle al bombero
Cuanto se
prolongarían esas nubes de ceniza.
Y de repente
advertí la total ridiculez de la cuestión.
¿Cómo podía el
bombero contar con esa información?
¿En cuántas
ocasiones un edificio de 110 pisos
Colapsa totalmente
en el suelo?”
John Bussey, Eye of the Storm: One Journey through Desperation and Chaos.
THE WALL STREET JOURNAL, 12 de septiembre de
2001
En la década de los sesenta surgió en Estados
Unidos el happening, un espectáculo multidisciplinario donde se combinaba la
actuación de artistas profesionales, la improvisación, y la activa
participación de la audiencia. El happening podía ocurrir en cualquier parte:
en sótanos, en viviendas, e inclusive en callejuelas. La narrativa no era lineal. Tampoco se usaban
las unidades aristotélicas de tiempo y espacio. Muchas cosas podían ocurrir de
manera simultánea. La interacción eliminaba la distancia entre el artista y el
espectador.
Posiblemente el ataque a las torres gemelas fue
el más grande happening en la
historia del mundo. En ese gigantesco escenario del crimen, en esa monumental pira funeraria,
durante 102 minutos, se registró un happening.
Y de no ser por el recuerdo de los
sobrevivientes, y por algunas imágenes
recogidas por fotógrafos y por video cámaras, tendríamos una experiencia mucho
más menguada de lo que ocurrió.
En ese anfiteatro de la muerte que moldearon las
torres gemelas en el momento en que se estrelló el primer avión, la realidad fue
fusionando las escenas, las formas se trastocaron.
Durante los primeros minutos, hasta que cayó la
primera torre, la Torre Sur (la segunda en ser embestida), el happening consistió básicamente en el alud
de escombros y de cuerpos, en el incremento feroz del incendio, en una evacuación
parcialmente ordenada.
Ya ese primer incendio fue el peor con el que
debieron lidiar los bomberos en toda la historia de Nueva York. Más de diez
pisos ardían al mismo tiempo en cada torre, atrapando a centenares de personas,
impidiéndoles todo escape. Y la zona del Trade
World Centre siguió ardiendo durante 99 días, más que ninguna otra
conflagración registrada en una ciudad atacada con bombas incendiarias durante
la segunda guerra mundial.
El fin del primer ataque devolvió cierta
tranquilidad a los ocupantes de la Torre Sur. Faltaban 19 minutos para que
fuese embestida. Inclusive se aventuró un retorno a la normalidad. Con el
estrellamiento del segundo avión, el happening empezó a desplegar sus alas, y
fue cambiando la disposición de los espectadores. Mientras se iniciaba la fuga
de quienes estaban cerca de las torres gemelas o habían logrado evacuar la
primera torre, llegaban al lugar los corderos del sacrificio, bomberos y
personal de emergencia que se introducían en la torre para no retornar.
Con el colapso de la primera torre el paisaje
volvió a alterarse. La Torre Sur se abatió en el suelo como esas carpas de
campaña a las que les quitan los postes, y dejó asomar el límpido cielo de
Manhattan. Pero también el cielo fue rápidamente oscurecido por los incendios,
por el humo, por el detritus del calcinado concreto.
Con el derrumbe de la Torre Norte, el paisaje
volvió a cambiar. Un edificio que había permanecido erguido durante años a casi
400 metros de altura se transformó en una inmensa montaña de escombros. El
derrumbe también generó un simulacro de huracán. Una gigantesca nube surgió de
la torre derribada y comenzó a perseguir a los sobrevivientes.
Los ataques pueden también ser considerados el derby de demolición más gigantesco de la
historia. Más de un millón y medio de toneladas de residuos fueron acarreados de
las ruinas del World Trade Center rumbo
a Fresh Kills,[ii]
en Staten Island, que se transformó en el mayor basurero de escombros en la historia.
En ese happening
se borraron las distancias entre los espectadores y los actores. A veces, los
actores mataron a los espectadores. Algunos jumpers,
las personas que se lanzaron desde los pisos últimos de las torres gemelas, cayeron
sobre las personas que los observaban incrédulas, o contra quienes acudían a salvarlos,
arrastrándolos en sus muertes.
Y para resguardarse de esos cuerpos letales, algunos
descubrieron que una precaria barrera de protección estaba constituida por los
techos de plástico transparente situados a la entrada de las torres.
Jack, director de los servicios médicos de
emergencia del Presbyterian Hospital,
descubrió la imposibilidad de marchar de una torre a la otra tras la llegada
del primer avión. Los jumpers estaban
saltando del edificio y constituían un peligro para nosotros”, dijo. Hasta que
uno de sus subordinados descubrió un método: protegerse de los jumpers bajo esas marquesinas de plástico.
“Uno podía ver cuando una persona se estrellaba contra el techo transparente”,
dijo Jack.” Luego rebotaba, sin penetrarlo”.
También los animales participaron en el macabro
espectáculo, ofreciendo un momento de alivio, y hasta de diversión. Los perros
de la unidad de rescate K-9 [iii]estaban
entrenados para encontrar sobrevivientes. Pero a medida que pasaban las horas
había menos heridos que
rescatar. Ni siquiera había cadáveres enteros. Lo único que había era millares
de restos de seres humanos formando una inestable aleación con el concreto, con
los escombros, con las vigas de acero. Y los perros, que cuando se ponen
melancólicos adquieren los ojos más tristes del mundo, comenzaron a observar a
sus cuidadores con una mirada que partía el alma, pues no lograban rescatar a
nadie.
Hasta que a uno de esos cuidadores se le ocurrió
hacer otro happening. Christine, una
veterana de la policía de Nueva York, dijo que algunos voluntarios acordonaron
un área de escombros en The Pile, la
pira funeraria de las torres gemelas. Varios de ellos, incluida Christine, se
ocultaron entre los escombros y comenzaron a gemir, como si estuvieran heridos.
“Y luego se envió a los perros a esa zona”, dijo
Christine. “Los perros comenzaron a ladrar alborozados al descubrir
sobrevivientes. Todos los presentes empezaron a aplaudirlos. La vida retornó al
lugar luego que simulamos que estábamos siendo rescatados por los perros. Fue
algo emocionante, maravilloso, y hasta divertido”.
También los muertos celebraron sus cumpleaños en
el transcurso de ese happening. Un
detective de la policía de Nueva York que trabajó en the bucket brigade, la brigada del balde, buscando cualquier objeto
que pudiera identificar a una persona, participó, con un grupo de compañeros en
un homenaje a un compañero muerto que ese día cumplía años. “Le cantamos el
cumpleaños feliz”, dijo el detective. “La carpa donde celebramos el cumpleaños
estaba repleta de rescatistas. Fue realmente una cosa extraña. Inclusive la
madre del muerto preparó una torta para la celebración”.
Ya se trate de la cifra más conservadora de 50
muertos, de la cifra más cercana a la realidad de 200, ningún previo happening contó con tantos jumpers, que se suicidaron de manera
escalonada. El periodista Tom Junod dijo que fue “como si cada individuo
hubiese necesitado ver a otro congénere saltar, antes de conseguir el coraje
suficiente para arrojarse por las ventanas”.
Los jumpers
empezaron a saltar al vacío poco después que el primer avión se estrelló
contra la Torre Norte. Siguieron arrojándose al vacío hasta que la torre se
derrumbó, una hora, 41 minutos y 45 segundos luego del impacto del avión de American Airlines, vuelo 11.
Junod dijo que saltaron de manera gradual, una vez “los cielorrasos cayeron
y los pisos colapsaron. Algunos saltaron para poder respirar una vez más antes
de morir. Saltaron con persistencia, desde
los cuatro costados del edificio, y desde todos los pisos situados por encima y
en torno a la letal herida del edificio. Una fotografía, tomada a cierta distancia,
muestra a un grupo de personas saltando en una secuencia perfecta, como
paracaidistas, formando un arco compuesto de tres personas separadas a corta
distancia, una de otra, descendiendo de manera pareja”.
No todos querían morir. Nuevos
artefactos se incorporaron al espectáculo. Algunas personas improvisaron
paracaídas, usando cortinas y manteles. Lograron postergar algunos segundos su
muerte, hasta que el feroz viento arrancó las telas de sus manos.
Otros artificios fueron creados al calor del
momento, y luego desechados en las llamas. No hay fotos de la trompa o de la
cola de los aviones emergiendo de los edificios en llamas. Pero sí persisten en
los recuerdos de rescatistas y sobrevivientes. Carol, la policía de la División
de Tránsito observó la cola del avión de
American Airlines despuntando de la
Torre Norte.
“El avión estaba incrustado en el edificio y no
parecía muy grande”, dijo luego. Pero la cola indicaba que se trataba de un
gran aparato. “No muchas personas vieron la cola del avión”, dijo Carol, “pues
una vez el combustible del jet goteó en el edificio, hubo una explosión, y el
avión desapareció”.
Por su parte Carolyn Kyle, una muchacha que trabajaba
en una de las torres y quería celebrar sus 30 años de vida luciendo un vestido
rojo y gracia a eso salvó su vida[iv]
, observó no sólo la bola de fuego que consumía la Torre Norte. Al mirar hacia
arriba, con los ojos entrecerrados para eludir el resplandor del sol, vio
asomar el cono de la trompa del avión, y la cascada de escombros plateados, y un
diluvio de cuerpos con sus brazos y sus piernas estirados en una mortal
zambullida.
“Estaba contemplando el infierno”, dijo Carolyn, “y
el infierno recién comenzaba”.
El crematorio más grande del mundo funcionó
varios días seguidos en The Pile, la
gigantesca pira funeraria en que quedaron convertidas las torres gemelas[v].
The Pile se convirtió luego en The Pit, la fosa, una vez sus escombros
fueron transportados a Fresh Kills, Staten Island, una isla situada frente a la
parte baja de Manhattan, que se transformó en la escena del crimen más grande del mundo, y una década más tarde,
en un parque estatal donde se intenta hacer olvidar su previo uso.
Edward Conlon, un ex policía, ahora un exitoso
novelista policial, recordó en la revista The
New Yorker “los meses irreales que pasé en Fresh Kills, donde
tuvimos que luchar con las gaviotas para impedirles que nos arrebataran trozos
de cadáveres”.
Conlon trabajó en Fresh Kills pues era “considerado una escena de crimen”:
la escena de crimen más indescifrable del mundo.
Para febrero de 2005, la oficina del médico forense de la ciudad de Nueva
York había emitido 2.752 certificados de defunción vinculados a los ataques del
11 de septiembre. De esos certificados, 1.588, sólo un 58 por ciento
correspondían a restos humanos identificados a través del ADN. Pero, según The Associated Press, hay en la oficina
del médico forense “unos 10.000 huesos y fragmentos de tejidos que no coinciden
con la lista de los muertos”. Todavía en el 2006, fragmentos de huesos seguían
apareciendo en el área de las torres gemelas donde obreros de la construcción
se aprestaban a demoler el dañado edificio del Deutsche Bank.
[i] Para los norteamericanos, los ataques se registraron el 9/11 del 2001, pues
primero ponen el mes (septiembre) y luego la fecha, a diferencia de lo que se
hace en muchos países, en que la fecha antecede al mes. El detalle no es
trivial. Hay evidencias de que quienes planearon los ataques dieron inclusive
la fecha: 11/9. Hubo intercepción de esos datos, y algunos analistas de
inteligencia dedujeron que los atentados se concretarían el nueve de noviembre.
[ii] Aunque la traducción literal de Fresh Kills sería asesinatos nuevos o
flamantes, el nombre del lugar proviene de la palabra holandesa kille, que significa “lecho del río” o
“canal de agua”.
[iii] K-9 juega
con la onomatopeya de la letra “K” y el número 9 (nine) para armar la palabra “canine”, canino.
[iv] Carole estaba tan empecinada en comprar
el vestido, que se quedó aguardando a que abrieran la tienda. Su hora de
ingreso a la oficina era a las 8:00 de la mañana. La tienda abrió a las 8:30.
Cuando Carole estaba pagando por el vestido, se registró el primer ataque.
[v] “The Pile”, el montón, fue el término que usaron los obreros de grupos de
rescate para describir las toneladas de escombros que se acumularon tras el
colapso de las torres gemelas. Esos obreros nunca usaron el término más dramático
de “Ground Zero” empleado por las organizaciones periodísticas y por
funcionarios gubernamentales. Ground Zero describe el epicentro de una
explosión causada por una bomba de gran poder.
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