Mario Szichman
Voy a revelar un secreto: Safia Farkash
Gaddafi, una de las viudas de Muamar Gaddafi, me contactó hace algunas semanas para
ofrecerme varios millones de dólares.
La viuda de Gaddafi me escribió “con lágrimas
en los ojos, y pena en el corazón”. Me contactó por una razón “muy especial”:
quería compartir el dinero que el líder libio había depositado a su nombre. No
recuerdo la suma exacta, pero superaba los cuatro millones de dólares.
La mujer había sufrido mucho a manos de
Gaddafi, y le deseaba la peor de las suertes. (Observando los vídeos del
asesinato de Gaddafi, presumo que su clamor de venganza fue satisfecho). Al
mismo tiempo, la mujer quería emprender una nueva vida, y el dinero aportado
por Gaddafi era un excelente comienzo.
Existía sin embargo un obstáculo. Cuando la
mujer quiso retirar el dinero depositado en un banco de Burkina Faso, el
gerente le informó que las leyes locales no se lo permitían. Ella tendría que
nombrar un trustee, un apoderado,
quien depositaría el dinero en escrow,
en custodia fiduciaria. Safia Farkash Gaddafi quería que yo fuese el apoderado.
Una vez resolviese el trámite legal, debería entregarle a la mujer el 60 por
ciento de la suma. Yo podría quedarme con el 40 por ciento restante. (Si
descontamos el medio millón de dólares que debía darle como garantía).
La razón de que Safia Farkash Gaddafi desease
tener “una buena relación” conmigo era muy sencilla: yo no era Muamar Gaddafi, o alguno de sus familiares directos, ni
siquiera uno de sus compinches. Al parecer, todos ellos le habían prometido a
la mujer que la quemarían en una pira funeraria si tocaba los fondos
depositados por Gaddafi a su nombre. Y aunque yo era para Safia Farkash Gaddafi
un desconocido, estaba segura que nunca le haría algo semejante.
La viuda
de Gaddafi decía que la transacción era “un 100 por ciento segura”. Lo único
que exigía era que yo le enviara medio millón de dólares como garantía de que
no la iba a estafar. Y luego, me nombraría como su apoderado, viajaríamos a
Burkina Faso, yo retiraría el dinero del banco, y procederíamos al reparto. Y
quien sabe, tal vez iniciaríamos un tórrido romance.
Ignoro qué ocurrió
después, pues toda comunicación cesó de manera intempestiva, aunque yo inicié
una activa campaña para conseguir el medio millón de dólares reclamado por la
mujer como garantía.
SUMA Y SIGUE
Aproximadamente dos veces por semana recibo en
mi correo personal un mensaje muy similar al que me envió Safia Farkash
Gaddafi. La mayoría de las personas me han contactado por una razón muy
especial: quieren compartir dinero que presidentes y primeros ministros
africanos, o simplemente dictadores, han depositado a su nombre. La mayoría de
las ofertas provienen de princesas o muchachas de buena cuna.
Allí está por ejemplo el caso de Mariam Bless
Justin Yak. Se trata de una joven de 24 años, oriunda del sur de Sudán, que me
pidió ayuda para concretar una operación financiera de varios millones de
dólares.
El padre de Mariam era el doctor Justin Yak
Arop, asesor especial de Salva Kiir, presidente de Sudán del Sur. Un día el
doctor Justin Yak, junto con su esposa, la madre de Mariam, y altos
funcionarios militares y del gobierno, subieron a un avión que terminó
estrellándose. El accidente ocurrió el dos de mayo de 2008.
Mariam me envió un link en el internet y pude
comprobar que la BBC había ofrecido amplia
información sobre el accidente.
Pero la emisora británica no dio detalles sobre
la secuela del evento. Algunos meses después del entierro del padre de Mariam,
la afligida muchacha descubrió que su tío había conspirado con su madrastra y
vendido todas las propiedades de su padre a un expatriado chino.
Por suerte, no todo estaba perdido. Mariam
descubrió en una alacena uno de los maletines de su padre. Y en el interior del
maletín había un documento indicando que el padre había depositado 5,6 millones
de dólares en un banco en Burkina Faso, y designado a Mariam “next of kin”, el
familiar más cercano.
Mariam había tropezado con el mismo obstáculo legal
que una de las viudas de Gaddafi. Cuando la joven viajó a Burkina Faso a fin de
retirar su dinero, el gerente del banco le dijo que las leyes locales impedían
dar el patrimonio a una persona que no fuese titular de la cuenta. Mariam debía designar un apoderado, quien se
encargaría de administrar los fondos del difunto hasta que la joven se casara. La muchacha había decidido contactarme para
que fuese el trustee de los fondos.
Si bien Mariam confiaba en mí, me exigía el
envío previo de cierta suma de dinero como garantía de mis honestas intenciones.
También me pedía que la ayudara a reubicarse en Estados Unidos pues su “wicked
uncle”, su perverso tío, había expresado su intención de quemarla en una pira
funeraria.
En esa época no contaba con el dinero que me
pedía Mariam, pues intentaba recolectar fondos para ayudar a la viuda de
Gaddafi. Así perdí la oportunidad de quedarme con el 40 por ciento de los 5,6
millones de dólares que el padre le había legado a Mariam. Pero si algún lector
quiere aprovechar la oferta de la infortunada muchacha, su email es
mariablesss007@gmail.com.
Todo para vender
También la princesa Anita Johnson, que tiene 21
años de edad y vive en Liberia, me pidió ayuda en un email que me partió el
corazón. Anita es la hija única de Harry Johnson Kigiase, viceministro de
Seguridad Nacional del presidente liberiano Charles Taylor. El sanguinario ex
presidente asesinó al papá de Anita tras acusarlo de intentar un golpe de
estado.
El problema de Anita es que la madrastra desea arrebatarle
la fortuna legada por su padre. Harry
Johnson Kigiase le donó a Anita de 8,5 millones de dólares. Y aunque Anita era
“the next of kin”, el gerente del banco donde el padre depositó su dinero le
dijo que necesitaba un apoderado. No les voy a contar el resto. Anita puede
brindarles todos los detalles necesarios: su email es princessanita19@yahoo.com
MIRANDO HACIA EL FUTURO
Además de princesas y muchachas de buena cuna, importantes
funcionarios de alto rango se han comunicado conmigo ofreciéndome cuantiosas
sumas de dinero. Hace poco, la oficina del presidente del Senado de la
República Federal de Nigeria me informó que yo había recibido una herencia de
2,5 millones de dólares, pero que no podía hacerla efectiva hasta cumplir con
algunos requisitos, como la información sobre mi número de cuenta bancaria, y la clave para ingresar en
ella. La intención del funcionario nigeriano era depositar el dinero de la
herencia en mi cuenta bancaria a través de una transferencia electrónica.
El mensaje me puso en un estado de
incontrolable agitación. Si bien estoy al tanto de mi herencia judía, ignoraba
mi ascendencia africana, aunque estoy enterado que el rey David se casó con
Betsheba, que era una reina etíope. Pero, hasta donde llega mi información, los
Szichman están más cerca de las estepas rusas o de los shtetl polacos que de Nigeria. ¿Cuál de mis parientes cercanos hizo
una incursión al África con tan singular suerte que logró sembrar su semilla y dejarme
tan cuantiosa herencia? Hasta ahora no he resuelto el enigma.
Tras recibir esos emails he llegado a la
conclusión de que África es el continente con mayores oportunidades para
invertir. Y el país predilecto de los inversionistas es Burkina Faso. Siempre
hay una muchacha infortunada cuyo padre ha sido asesinado o murió en un
accidente de aviación. A eso se añade un tío pérfido, una madrastra, y un
gerente de banco que reclama un trustee
para entregar los fondos.
Todos esos seres me contactaron porque deseaban
emprender una nueva vida. Muchos querían iniciar estudios universitarios. Todos
exigían que no revelara el secreto. Y aunque confiaban plenamente en mi
honestidad, siempre me exigían una garantía fiduciaria.
Un día, decidí enviar esos mensajes al spam por
razones de salud mental. Me afligía no poder ayudar a esos desdichados, pues mi
cuenta bancaria no es voluminosa. A veces soñé con trocarme en uno de esos
ministros africanos que guardan algunos millones de dólares en bancos de
Burkina Faso para ayudar a sus hijas en apuros. Entonces, ¡qué diferente sería
la vida! En vez de buscar trustees
para confiarles los fondos, yo sería el encargado de proporcionarlos. Sin
cobrar interés alguno, y sin reclamar garantías.
Lo peor es que todavía hay gente que se la cree y cae en la trampa. Yo recuerdo cuando vivía en New York que hubo una campaña de denuncia de estas estafas. Sabés quién hacía esta campaña? El gobierno nigeriano
ResponderEliminarGracias, Daniel, por tu comentario. Espero que algún día, también el gobierno de Burkina Faso haga una denuncia similar.
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