viernes, 13 de septiembre de 2013

"La historia y las artes en Eros y la doncella" Reseña de mi novela por Libertad León González




     La profesora Libertad León González, de la Universidad de los Andes, Venezuela, ha escrito la reseña de Eros y la doncella que hoy publico en este espacio y en el que, en oportunidades,  cedo la palabra a quienes generosamente han hablado de mis novelas.
  





          
“Lo que buscamos y gozamos en la historia de la humanidad
no es la felicidad del hombre, sino su actividad y energía”.
Ernst Cassirer

     Eros y la doncella (2013), de Mario Szichman, seduce desde el comienzo. Con  impecable lenguaje surge la guillotina humanizada como doncella;  luego, casi la misma descripción entre la princesa Lamballe y la guillotina; entre la guillotina y el valor de la virtud. Describir una y las otras es una deliciosa repetición. La verdadera significación de todos estos cuerpos femeninos está en la única constante de la gran revolución, la muerte,  la cual sucumbe en las vidas que se desvanecen, sin importar la estirpe, la condición social, aunque sí, la convicción ideológica. Cualquiera puede morir en los  terribles y devastadores brazos de la doncella, de apariencia perfecta y femenina: “Estilizada como una escuadra de carpintero, escueta como un atril, virtuosa como un altar, la doncella aguarda la llegada de su amante”. (Szichman, 2013:).

La apariencia esbelta de la doncella va tornándose en crueldad a medida que avanzan las descripciones del relato. Las acciones esbozadas por el narrador describen desde el prólogo los aciertos de la doncella en su determinación por seccionar los cuerpos de sus víctimas, coloca la sutil figura descrita al comienzo en trágico destino de todas las víctimas que terminaron sus vidas atrapadas en la indefensión de los criterios terribles de la época de la Revolución Francesa en manos de Robespierre. En esta novela de Szichman la guillotina humanizada se constituye en el último escenario del destino de sus víctimas.

Tenemos en Eros y la doncella otra oportunidad de descubrir grandes personajes históricos: Maximiliano Robespierre, el Rey Luis XVI, su esposa, la reina María Antonieta, la princesa Lamballe, Georges Jacques Danton, Joseph Ignace Guilllotin, Francisco de Miranda, entre muchos otros. Con la mirada precisa de un artista que talla y delinea  los gestos, las maneras de ser y comportarse en los escenarios de la trama narrativa que recrea, en muchos momentos apegado a la Historia, otras veces, completamente sumergido  en las posibilidades de la creación.

El comienzo de la novela está marcado por las escenas trágicas de los momentos culminantes de la Revolución entre jacobinos y girondinos. El narrador nos ubica en el personaje Robespierre, cuando asiste a la Fiesta del Ser Supremo y enarbola un discurso que exalta a la Diosa de la Razón, muy a pesar de prevalecer los actos irracionales de toda una época en esa mente apegada al poder. La cronología salta la historia, zigzaguea los momentos más intensos entre personalidades de la Revolución y la extinta monarquía.

Sorprende la similitud descriptiva de la princesa Lamballe en relación con la doncella, es decir, la guillotina. La crueldad se pasea de la propia doncella a la frágil humanidad de la princesa. De cualquier modo, las une la precisa exaltación a la belleza: “El retrato más famoso de la princesa lo pintó uno de sus asesinos. Allí aparece escueta como una escuadra de carpintero, estilizada como un atril, erguida, austera...” (Szichman, 2013:36). El retrato más violento de la doncella Lamballe, exaltado en la novela de Szichman, está en la cruenta deformación que sufrirá en un futuro su reputación por ser acusada de ser la amante de María Antonieta.

El narrador de las novelas de Szichman vuelve a utilizar diversas técnicas que hacen más tangibles las escenas del pasado, más artística la percepción de ciertos episodios de la novela, como si se tratara de valorar, simultáneamente, a partir de un plano narrativo diversas posibilidades artísticas de un personaje notable o un momento crucial de la reminiscencia histórica. La memoria traspone la razón a los hechos, Mnemosina reflexiva sobre el hilo de la Historia, sobre la pertinencia de la forma en el tejido narrativo. La aparición del pintor Jacques Louis David, retratista, quién más que demostrar  sus habilidades como pintor utiliza el mismo cadáver de Michel Lepeletier para 'recrear' otra obra como La Piedad de Miguel Ángel. ¿Imitación o superposición de pintura y realidad, cuerpo presente del cadáver pintado, deformado en su real apariencia o cuerpo ausente representado a través de la habilidosas manos del pintor? Ambas posibilidades se funden, traspasan el relato de lo meramente anecdótico a la inconmensurabilidad creativa y risible de la desfiguración, además representada. Convergencia de posibilidades artísticas, relato, pintura y drama, en un mismo momento narrativo. Creación de otra historia ajena a la historia del cadáver en manos del pintor David, hacer y deshacer bocetos al carboncillo del cadáver de Lepeletier cada vez menos parecidos al difunto: “David obliteraba un rasgo del asesinado miembro de la convención nacional y lo suplía con un rasgo del ideal jacobino” (p.83), distorsión o reacomodación placentera del narrador, semejante a un titiritero que mueve los hilos de sus marionetas. La muerte como espectáculo de la historia y de la ficción.

La  futilidad de la realidad tantas veces enunciada en la novela de Szichman, la insensatez de todo lo que se presenta ante los ojos de los condenados a la guillotina se constituye en algunos de los fundamentos recursivos que anuncian la versatilidad del narrador para involucrar con acertados artificios la maravilla de las miradas del artista, llámese pintor, escultor, dramaturgo, cineasta o narrador ante los ojos del espectador. Todo es un espectáculo en la novela Eros y la doncella de Szichman. Cualquier escena puede desencadenar en una propuesta estética hacia cualquier manifestación artística, el narrador demiurgo se desdobla en su apasionamiento por la creación.  



     El último capítulo de la novela, denominado “La Huida” deja al desnudo la develación de los subterfugios del oficio del escritor, a través de la referencia inicial a un episodio del El Quijote, del personaje Louvet y su deseo de contar una novela haciendo esbozos y trazos iniciales que preparan al escritor a realizar su oficio, en definitiva la escritura como insinuación y/o anuncio de lo que ya ha sido revelado a todo lo largo del relato a propósito de la gran revolución, es decir, la novela Eros y la doncella, propiamente dicha. Lo que fue en su tiempo motivo de inspiración del músico Luigi Cherubini para la creación de la opera Lodoïska, la novela romántica Les amours du chevalier de Faublas (1790) del escritor Jean-Baptiste Lovet de Couvray sirve también de referencia estética e histórica a los grandes episodios que inspiran el cierre de la novela de Szichman en la época de la gran revolución.

Igualmente, como lectora, creo importante destacar, al final de la novela,  el gran cinismo que ante la muerte demuestra el personaje de Madame Roland antes de ser llevada al cadalso. La muerte deja de ser padecimiento temido y displicente. Ser condenada a la guillotina ya no duele, la muerte es vencida a través de la indiferencia y serenidad que muestra Madame Roland ante su destino fatal, inexorable y prematuro. Luego, la muerte del Incorruptible, Maximiliano Robespierre, es como el gran cierre entre esos dos pivotes de la gran revolución, jacobinos y girondinos. Y al cerrar  la novela de Szichman sólo resta, una vez más, tal y como lo hicieron los condenados antes de ser llevados al cadalso, escuchar los compases de la Marsellesa.




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