La profesora Libertad León González, de la Universidad de los Andes, Venezuela, ha escrito la reseña de Eros y la doncella que hoy publico en este espacio y en el que, en oportunidades, cedo la palabra a quienes generosamente han hablado de mis novelas.
“Lo que
buscamos y gozamos en la historia de la humanidad
no es la
felicidad del hombre, sino su actividad y energía”.
Ernst Cassirer
Eros y la doncella (2013), de
Mario Szichman, seduce desde el comienzo. Con
impecable lenguaje surge la guillotina humanizada como doncella; luego, casi la misma descripción entre la princesa
Lamballe y la guillotina; entre la guillotina y el valor de la virtud. Describir
una y las otras es una deliciosa repetición. La verdadera significación de
todos estos cuerpos femeninos está en la única constante de la gran revolución,
la muerte, la cual sucumbe en las vidas
que se desvanecen, sin importar la estirpe, la condición social, aunque sí, la
convicción ideológica. Cualquiera puede morir en los terribles y devastadores brazos de la
doncella, de apariencia perfecta y femenina: “Estilizada como una escuadra de
carpintero, escueta como un atril, virtuosa como un altar, la doncella aguarda
la llegada de su amante”. (Szichman, 2013:).
La apariencia esbelta de la doncella va
tornándose en crueldad a medida que avanzan las descripciones del relato. Las
acciones esbozadas por el narrador describen desde el prólogo los aciertos de
la doncella en su determinación por seccionar los cuerpos de sus víctimas,
coloca la sutil figura descrita al comienzo en trágico destino de todas las
víctimas que terminaron sus vidas atrapadas en la indefensión de los criterios terribles
de la época de la Revolución Francesa en manos de Robespierre. En esta novela
de Szichman la guillotina humanizada se constituye en el último escenario del
destino de sus víctimas.
Tenemos en Eros y la doncella otra
oportunidad de descubrir grandes personajes históricos: Maximiliano
Robespierre, el Rey Luis XVI, su esposa, la reina María Antonieta, la princesa
Lamballe, Georges Jacques Danton, Joseph Ignace Guilllotin, Francisco de
Miranda, entre muchos otros. Con la mirada precisa de un artista que talla y
delinea los gestos, las maneras de ser y
comportarse en los escenarios de la trama narrativa que recrea, en muchos
momentos apegado a la Historia, otras veces, completamente sumergido en las posibilidades de la creación.
El comienzo de la novela está marcado por las
escenas trágicas de los momentos culminantes de la Revolución entre jacobinos y
girondinos. El narrador nos ubica en el personaje Robespierre, cuando asiste a
la Fiesta del Ser Supremo y enarbola un discurso que exalta a la Diosa de la
Razón, muy a pesar de prevalecer los actos irracionales de toda una época en
esa mente apegada al poder. La cronología salta la historia, zigzaguea los
momentos más intensos entre personalidades de la Revolución y la extinta
monarquía.
Sorprende la similitud descriptiva de la
princesa Lamballe en relación con la doncella, es decir, la guillotina. La
crueldad se pasea de la propia doncella a la frágil humanidad de la princesa.
De cualquier modo, las une la precisa exaltación a la belleza: “El retrato más
famoso de la princesa lo pintó uno de sus asesinos. Allí aparece escueta como
una escuadra de carpintero, estilizada como un atril, erguida, austera...”
(Szichman, 2013:36). El retrato más violento de la doncella Lamballe, exaltado
en la novela de Szichman, está en la cruenta deformación que sufrirá en un
futuro su reputación por ser acusada de ser la amante de María Antonieta.
El narrador de las novelas de Szichman vuelve
a utilizar diversas técnicas que hacen más tangibles las escenas del pasado,
más artística la percepción de ciertos episodios de la novela, como si se
tratara de valorar, simultáneamente, a partir de un plano narrativo diversas
posibilidades artísticas de un personaje notable o un momento crucial de la reminiscencia
histórica. La memoria traspone la razón a los hechos, Mnemosina reflexiva sobre
el hilo de la Historia, sobre la pertinencia de la forma en el tejido
narrativo. La aparición del pintor Jacques Louis David, retratista, quién más
que demostrar sus habilidades como
pintor utiliza el mismo cadáver de Michel Lepeletier para 'recrear' otra obra
como La Piedad de Miguel Ángel. ¿Imitación o superposición de pintura y
realidad, cuerpo presente del cadáver pintado, deformado en su real apariencia
o cuerpo ausente representado a través de la habilidosas manos del pintor?
Ambas posibilidades se funden, traspasan el relato de lo meramente anecdótico a
la inconmensurabilidad creativa y risible de la desfiguración, además
representada. Convergencia de posibilidades artísticas, relato, pintura y
drama, en un mismo momento narrativo. Creación de otra historia ajena a la
historia del cadáver en manos del pintor David, hacer y deshacer bocetos al
carboncillo del cadáver de Lepeletier cada vez menos parecidos al difunto:
“David obliteraba un rasgo del asesinado miembro de la convención nacional y lo
suplía con un rasgo del ideal jacobino” (p.83), distorsión o reacomodación
placentera del narrador, semejante a un titiritero que mueve los hilos de sus
marionetas. La muerte como espectáculo de la historia y de la ficción.
La
futilidad de la realidad tantas veces enunciada en la novela de
Szichman, la insensatez de todo lo que se presenta ante los ojos de los
condenados a la guillotina se constituye en algunos de los fundamentos recursivos
que anuncian la versatilidad del narrador para involucrar con acertados
artificios la maravilla de las miradas del artista, llámese pintor, escultor,
dramaturgo, cineasta o narrador ante los ojos del espectador. Todo es un
espectáculo en la novela Eros y la doncella de Szichman. Cualquier
escena puede desencadenar en una propuesta estética hacia cualquier
manifestación artística, el narrador demiurgo se desdobla en su apasionamiento
por la creación.
El
último capítulo de la novela, denominado “La Huida” deja al desnudo la
develación de los subterfugios del oficio del escritor, a través de la
referencia inicial a un episodio del El Quijote, del personaje Louvet y su
deseo de contar una novela haciendo esbozos y trazos iniciales que preparan al
escritor a realizar su oficio, en definitiva la escritura como insinuación y/o
anuncio de lo que ya ha sido revelado a todo lo largo del relato a propósito de
la gran revolución, es decir, la novela Eros y la doncella, propiamente
dicha. Lo que fue en su tiempo motivo de inspiración del músico Luigi Cherubini
para la creación de la opera Lodoïska, la novela romántica Les amours du
chevalier de Faublas (1790) del escritor Jean-Baptiste Lovet de Couvray
sirve también de referencia estética e histórica a los grandes episodios que
inspiran el cierre de la novela de Szichman en la época de la gran revolución.
Igualmente, como lectora, creo importante
destacar, al final de la novela, el gran
cinismo que ante la muerte demuestra el personaje de Madame Roland antes de ser
llevada al cadalso. La muerte deja de ser padecimiento temido y displicente.
Ser condenada a la guillotina ya no duele, la muerte es vencida a través de la
indiferencia y serenidad que muestra Madame Roland ante su destino fatal,
inexorable y prematuro. Luego, la muerte del Incorruptible, Maximiliano
Robespierre, es como el gran cierre entre esos dos pivotes de la gran
revolución, jacobinos y girondinos. Y al cerrar
la novela de Szichman sólo resta, una vez más, tal y como lo hicieron
los condenados antes de ser llevados al cadalso, escuchar los compases de la
Marsellesa.
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