Mario Szichman
¿Ciudadanía? ¡Pero si no tenemos ciudadanía!
En su lugar enseñamos patriotismo,
al que Samuel Johnson definió
como el último refugio de los canallas.
Y yo creo que estaba en lo cierto.
Recuerdo que cuando era un niño
escuché repetir y repetir,
una y otra vez, la frase:
´ ¡Mi patria, con razón o sin ella, mi patria!´
¡Qué idea absolutamente absurda!
¡Qué absurdo tan absoluto es enseñar esa idea
a los jóvenes de nuestro país!"
Mark Twain
Eugene Ionesco, el autor de El
Rinoceronte y otras obras maestras del teatro del absurdo, contó en cierta
ocasión que cuando vivía en Rumania, se enorgullecía de las victorias que había
conseguido el ejército de su patria al enfrentar al enemigo. Luego visitó
varios de los países presuntamente derrotados por los soldados rumanos, y se
enteró que sus habitantes estaban orgullosos que en esas mismas batallas, los vencidos
habían sido los rumanos.
Nuestro planeta está plagado de lugares donde se libraron batallas en que
triunfaron simultáneamente los victoriosos y los subyugados. También hay batallas
perdidas que parecen batallas ganadas. Los españoles se han especializado en
esa clase de combates. Los sitios de Sagunto y de Numancia revelan un heroísmo
por parte de los vencidos que avergüenzan a sus vencedores. De acuerdo a la
leyenda, los vencidos usaron sus últimos esfuerzos para matar a sus compañeros,
a fin de impedir al triunfador capturar prisioneros. Y luego, se suicidaron
lanzándose sobre el filo de sus espadas, imagino que después de cavar un
agujero y apuntalar el pomo de las espadas. (Hubo, obviamente sobrevivientes.
Pero ese capítulo pertenece a la historia, no a la leyenda).
Suman centenares las tierras irredentas que aún no han sido redimidas.
Prácticamente cada país del planeta tiene alguna tierra sin redimir. España
reclama desde comienzos del siglo dieciocho el Peñón de Gibraltar, cedido a
Gran Bretaña luego del tratado de Utrech de 1713. Es improbable que lo consiga
a corto plazo.
En América Latina, desde México hasta la Patagonia, muchos países reclaman
sus territorios irredentos. Según Wikipedia, los territorios que México cedió a
Estados Unidos para poner fin a la ocupación militar del país entre 1846 y
1848, como consecuencia de la guerra mexicano-estadounidense representa “el
14,9 % del área total del territorio de los Estados Unidos actual y el 119% del
territorio actual de México”.
Bolivia perdió su salida al mar tras un conflicto con los chilenos, Chile
ha tenido continuas disputas territoriales con Perú, y Perú con Ecuador: la
Guerra de 1941 (5 de julio de 1941 - 29 de enero 1942); el Conflicto de
Paquisha (enero de 1981) y la llamada Guerra del Cenepa, entre enero y febrero
de 1995.
Argentina y Chile han sostenido varias pugnas sobre el canal de Beagle a
partir de 1888. El 22 de diciembre de 1978, la dictadura militar argentina
encabezada por el general Jorge Rafael Videla estuvo a punto de ocupar algunas
islas en disputa, pero la guerra se evitó gracias a la intervención del papa
Juan Pablo II. Sin embargo, los
militares argentinos estaban ansiosos por distraer a la opinión pública tras el
desastroso manejo de la economía y la matanza de entre 8.900 y 30.000 presuntos
guerrilleros, o simpatizantes de la guerrilla, o personas que simplemente
tenían ideas “progresistas”. Según explicó el general Ibérico Saint Jean en
mayo de 1977, poco después que la dictadura de Videla asumió el poder, el
propósito del régimen militar era el siguiente: “Primero mataremos a todos los
subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes,
enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los
tímidos”.
La eliminación de esos seres perniciosos que impedían el llamado “despegue”
argentino, no fue suficiente. Se requería algo mejor, por ejemplo, redimir otro
territorio irredento, las islas Malvinas. Finalmente, los militares argentinos se
dieron el gusto el 2 de abril de 1982, cuando sus tropas desembarcaron en las
islas situadas en el Atlántico Sur.
La redención de las Malvinas se prolongó dos meses, antes que volvieran a
ser irredentas. En junio de 1982, los bandos en pugna acordaron un cese de
hostilidades, y los derrotados jefes militares argentinos abordaron buques
ingleses tras entregar armas y bagajes. La exclusiva solicitud de esos
militares fue no viajar en los barcos donde se hallaban alojados los soldados
argentinos que tras sufrir toda clase de calamidades durante la ocupación de la
isla, volvieron al país como parias, y debieron pelear muchos años para que
reconocieran su coraje y sus penurias durante la lucha. (La única consecuencia
favorable de esa aventura fue que los militares decidieron llamar a
elecciones).
Aunque las Malvinas recuperaron el status
anterior, ningún gobierno civil argentino ha soñado hasta el momento con una
flamante redención, aunque nunca abandonó la reclamación de esas islas por vías
diplomáticas.
En estos días parece gestarse otro conflicto entre Venezuela y Guyana por
un territorio que el gobierno de Caracas considera irredento: el Esequibo. No
es arriesgado suponer que como en las disputas territoriales antes mencionadas,
la redención del Esequibo se vincula con la política interna de algún gobierno,
quizás el de Caracas. No todos los años son igualmente propicios para el
rescate de un territorio irredento. Pueden pasar inclusive décadas antes que
alguien se acuerde de alguno de ellos.
Durante el gobierno de Hugo Chávez (2 de febrero de 1999 – 5 de marzo de
2013), las relaciones entre Venezuela y Guyana fueron muy buenas. Inclusive el
gobierno venezolano benefició al de Guyana enviando petróleo subsidiado, como
parte de los acuerdos de PetroCaribe,
en los cuales participan 12 países del CARICOM.
Según el portal noticioso VenEconomy,
una de las razones de Chávez para congelar la disputa con Guyana fue que “no
deseaba ofender a los miembros del CARICOM, cuyo respaldo era crucial en foros
internacionales tales como la OEA o las Naciones Unidas”. Chávez tampoco
definió los límites marítimos de Venezuela con Guyana, “facilitando así a
Guyana la concesión de contratos de exploración de petróleo en bloques en la
región guyanesa, en áreas en disputa, y en áreas que claramente pertenecen a
Venezuela”.
Dos factores han cambiado la ecuación. El primero, el anuncio, por parte de
la empresa petrolera Exxon Mobil, del
descubrimiento de “un significativo” yacimiento petrolífero frente a la costa
de Guyana, en el bloque Stabroek. Según
funcionarios del gobierno de Georgetown, el pozo cuenta con reservas de 1.500
millones de barriles de petróleo. Otras empresas petroleras intentan también
extraer crudo del área, como CGX Energy
de Canadá, Repsol de España y Anadarko de Texas.
Ya el gobierno de la Revolución Bolivariana ha tenido sus roces con Exxon Mobil. En el 2007, la
administración de Chávez nacionalizó una serie de proyectos de la compañía en
el sector de los crudos pesados. Un tribunal de arbitraje dictaminó el año
pasado que el estado venezolano deberá pagar a Exxon Mobil una indemnización de 1.600 millones de dólares, algo
que los ejecutivos de la empresa consideran absolutamente quimérico, no por
falta de voluntad de las autoridades de Caracas, sino por el exceso de deudas.
Y eso nos traslada al segundo factor de la ecuación. La difícil situación
económica de Venezuela, y las elecciones parlamentarias a celebrarse en diciembre
de 2015.
El gobierno de Maduro no cuenta con la misma popularidad que su antecesor,
y la situación económica no es floreciente.
Escribiendo en The Washington Post,
Nick Miroff dijo que la miríada de problemas que afectan al pueblo venezolano
“son tan numerosos y graves, que es difícil hacer una lista de ellos”. Las
cosas no iban bien cuando el crudo venezolano se cotizaba a más de 100 dólares
el barril, y son mucho peores ahora que llegó a 49 dólares el barril. “El
gobierno de Maduro ha estado devorando sus reservas de divisas y hundiéndose
aún más en las deudas”, señaló el periodista. La inflación anual supera el 100
por ciento, la más alta en el mundo, “y el billete de más denominación, el
´bolívar fuerte´, se cotiza ahora a 17 centavos de dólar en el mercado negro”.
Ya hay “escasez de leche, de instrumentos quirúrgicos o de anticonceptivos”. Y todavía
falta lo peor. “Podrían escasear los suministros de cerveza”.
El pasado 27 de mayo, el gobierno venezolano decretó una “zona de defensa”
en la franja que disputa con Guyana. El decreto cierra todo acceso al Atlántico
de la nación fronteriza, e incluye, obviamente, las áreas de exploración
petrolera. El gobierno guyanés protestó por la acción, y recibió el apoyo unánime
del CARICOM, indicando la ingratitud de más de una docena de países del Caribe
de habla inglesa con un régimen que tanto hizo para comprarlos a realazos. En
fin, cría cuervos y te arrancarán los ojos.
La cancillería venezolana ha exigido a Guyana que frene toda exploración de
petróleo en la zona en disputa. Su titular, Delcy Rodríguez, acusó al gobierno
de Georgetown de “exhibir una peligrosa provocación política contra la pacífica
Venezuela, respaldada por el poder imperial de una trasnacional estadounidense,
Exxon Mobil”, según dijo Rodríguez.
El presidente Maduro prometió a sus compatriotas “recuperar lo que nuestros
abuelos nos legaron”, pidió al secretario general de las Naciones Unidas Ban
Ki-moon facilitar una nueva ronda de arbitraje internacional, prometió “una
gran victoria” sobre Guyana, pero “por medios pacíficos”, y anunció la creación
de la “Oficina del Rescate del Esequibo”, al mando del coronel retirado Pompeyo
Torrealba. Uno de los planes de esa oficina es emitir 200.000 cédulas de
identificación para los guyaneses que viven en la zona.
Torrealba dijo que creará una campaña destinada a las familias guyanesas
que viven en la selva, con el propósito de “acercarnos a ellos, conocerlos
mejor, ganarlos para nuestra causa, y conquistar su amor”. La tarea tiene sus
bemoles. En primer lugar, esas familias guyanesas hablan inglés, no español. Y
después está el problema del papel. Los venezolanos tienen problemas para
obtener papel, ya se trate del indispensable, o del usado para imprimir
periódicos. Por lo tanto, la manufactura de esas cédulas será casi un milagro.
Pero en épocas de grave apremio, el ser humano hace cosas increíbles. Y lo que
es más importante: la disputa servirá, además, para unir a la familia
venezolana.
El columnista Miroff dijo que la división política en Venezuela es tan
profunda, que el país parece seccionado en dos. Sin embargo, la disputa por el
Esequibo “ha creado un inusual consenso entre los partidarios del presidente
Nicolás Maduro, y aquellos que han intentado derrocarlo”. Maduro ha puesto a la
oposición entre la espada y la pared, sugirió Miroff, al convertir el tema “en
una prueba de patriotismo para sus enemigos”. Los enemigos de Maduro, siempre
más papistas que el Papa, no han vacilado un momento en exhibir su fibra
patriótica.
Afortunadamente, ese ruido de sables concluirá en diciembre de este año.
Según VenEconomy, la presunta
intención del gobierno de Caracas “es provocar una crisis para que los
venezolanos, incluidos aquellos en la oposición, cierren filas detrás de su
´líder´ (Maduro), en la ´defensa patriótica´ de la frontera venezolana”.
Se trata de un plausible objetivo. Y aunque Maduro ha perdido el apoyo del
CARICOM, su intento de recuperar el territorio irredento, y que seguirá siendo
irredento en enero de 2016, “le permitirá ganar la elección”, pronosticó VenEconomy.
Afortunadamente, cuando en un país escasea de todo, empieza a sobrar el
patriotismo. No es arriesgado suponer que en pocos días más, las calles principales
de las ciudades más importantes de Venezuela se cubrirán de banderas y de otros
símbolos nacionales, como los ojos inquisidores del comandante supremo. La
política interna será olvidada. Y el conflicto con Guyana por el Esequibo
pasará a primer plano, augurando un nuevo amanecer.
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