domingo, 21 de junio de 2015

Venezuela versus EE.UU. De las amistades peligrosas a las relaciones carnales


Mario Szichman



(Una versión de este trabajo fue publicada el 19 de Junio de 2015 en el semanario del periódico Tal Cual de Caracas, Venezuela)

Las noticias difundidas en la prensa internacional sobre la entrevista de una y hora y media entre Thomas Shannon, asesor del secretario de Estado norteamericano John Kerry, y el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, en Haití, el pasado  13 de junio, se distinguieron por su escasez o total ausencia de análisis. Las principales agencias noticiosas registraron la reunión coincidiendo en que los gobiernos de Washington y Caracas intentan mejorar sus relaciones. Y las únicas relaciones que preocupan a las dos administraciones, señalaron, son las económicas. 
Los corresponsales de The Wall Street Journal, The Financial Times, The Economist, o The New York Times en Caracas no mencionaron la entrevista pues carece de todo interés, excepto para las empresas afectadas por el derrumbe de las finanzas venezolanas.
Un periodista usa fuentes para conseguir información adicional, y obtener aunque sea una vaga idea de lo que “transpiró” en las conversaciones. Y en este caso, los personajes reunidos no tenían intención alguna de que transpirara ni una gota de lo discutido. Quizás para no alarmar a los mercados.
La consultora Stratfor Global Intelligence aventuró un análisis señalando que tras las trifulcas entre Caracas y Washington, las tres reuniones de Shannon con funcionarios venezolanos a partir de abril coinciden con un momento en que “las finanzas públicas” del gobierno bolivariano are stretching thin. Una traducción no literal indica que la cuerda se estaría rompiendo por lo más delgado. Ambas partes de la ecuación, indicó el análisis, estudian “concesiones potenciales, antes de adoptar decisiones substanciales”.  
Al parecer, el gobierno de Nicolás Maduro quiere que la administración de Barack Obama anule una orden ejecutiva que impuso sanciones contra siete funcionarios “presuntamente involucrados en la violación de los derechos humanos”.  En cuanto al gobierno de Washington, reclama al chavismo estabilidad política, que incluiría fijar la fecha de las elecciones legislativas y liberar a los prisioneros políticos.
Eso, al menos, en el primer plano de las relaciones. Pero en el fondo, Washington reclama a Caracas que no siga arrastrando los pies a la hora de pagar las deudas con los proveedores norteamericanos, que “sincere” la economía, acabe con las distintas cotizaciones del dólar, y aumente el precio de la gasolina.
De acuerdo a Stratfor, hay dos alternativas ante el derrumbe venezolano: “una transición suave” en el campo político y económico, “o un colapso desorganizado de la economía”. (Este corresponsal apuesta a lo segundo).
Los norteamericanos suelen ser muy pragmáticos, y la reunión de Shannon con Diosdado Cabello demuestra que el dirigente venezolano es aceptado como un interlocutor válido a la hora de canjear propuestas, no como un obstáculo, según las afiebradas mentes de algunos legisladores republicanos o de opositores deseosos que otros les quiten las castañas del fuego.
En realidad, tras esa reunión, el mejor comentario fue formulado por un lector de un portal noticioso, quien dijo que Estados Unidos y Venezuela son “como la pareja de un matrimonio disfuncional, del tipo que va a un restaurante, y empieza a pelearse en público para llamar la atención… Al final, la pareja retorna a su hogar y reanuda sus relaciones sexuales”. Entre tanto, las personas en el restaurante han pasado las de Caín como testigos de esa discusión.
De todas formas hay dos claras conclusiones tras la minicumbre en Haití:
–En primer lugar, al gobierno de Barack Obama le importa un bledo si son ciertas o no las denuncias contra el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela por presunto narcotráfico. Acaso en uno de los briefings diarios en la Casa Blanca alguien le mencionó a Obama un artículo de The Wall Street Journal donde se hablaba de una investigación contra Cabello por parte de fiscales en Miami y en el Distrito Este de Manhattan, tal vez por denuncias de narcotráfico. Y tras leer el artículo, Obama habrá pensado: So, what? ¿Y entonces qué? Estados Unidos viene financiando desde hace tres lustros –un lapso similar al del chavismo en el poder– a gobiernos afganos que hacen fabulosos negocios con el cultivo de amapolas, y el procesamiento de esas bellas flores para que se transformen en opio y sean refinadas como heroína. Si se ingresa en este “link” de The New York Times del 4 de octubre de 2008: 
(http://www.nytimes.com/2008/10/05/world/asia/05afghan.html?pagewanted=all&_r=0) hay un interesante artículo con este título: “Versiones periodísticas vinculan al hermano de Karzai con el tráfico de heroína en Afganistán”. Según el texto, ya desde el 2004 se investigaba por tráfico de heroína a Ahmed Wali Karzai, hermano del entonces presidente afgano Hamid Karzai. El diario también informó en octubre de 2009 que el vilipendiado personaje figuraba en la nómina de pagos de la CIA. Lo cierto es que Ahmed Wali Karzai nunca fue indicted por el departamento de Justicia de Estados Unidos y falleció serenamente el 12 de julio de 2011, cuando uno de sus guardaespaldas lo cosió a balazos. En Venezuela ya sería un mártir.
– En segundo lugar, al ocupante de la Casa Blanca le interesa humillar a los líderes de la Revolución Bolivariana.

CUENTAS CLARAS CONSERVAN LA ENEMISTAD

No se trata de meter el dedo en la llaga, pero es obvio que el gobierno chavista presidido por Nicolás Maduro le debe a cada santo una vela, y suele arrastrar los pies a la hora de cancelar deudas. Varios proveedores han paralizado el envío de productos si no les pagan previamente al contado, como ha ocurrido con empresarios brasileños. Otros industriales  empiezan a ponerse nerviosos. Algunos son más vulnerables a las amenazas. Los proveedores españoles, por ejemplo, mascullan contra el gobierno de Maduro, pero no vociferan, pues varias empresas hoteleras o de telecomunicaciones podrían ser confiscadas.
En cambio los proveedores estadounidenses se la pasan quejándose en voz alta del atraso en los pagos. Y vuelcan sus rezongos en el departamento de Estado, donde tienen canales abiertos, y siempre son bien recibidos. Pues las campañas electorales no se financian con el perraje sino con las chequeras del uno por ciento de la población, los filthy rich, los podridos en plata.
Shannon es el procónsul encargado de recibir esas quejas. De ahí su rol en las gestiones con el gobierno de Maduro para que los chavistas aflojen los cordones de la bolsa y paguen a los productores que representa.
El funcionario estadounidense habría participado, posiblemente, en las gestiones emprendidas por la empresa automotriz  Ford Motors para vender vehículos en dólares. Y la paulatina dolarización implica una serie de cambios en las reglas de juego de la caótica económica venezolana.
Está después el problema de las reservas internacionales de Venezuela. Que pronto dejarán de ser un problema, pues si ahora son casi inexistentes, al cabo de un tiempo desaparecerán. Esas reservas oscilan actualmente en alrededor de 17.000 millones de dólares en un país donde durante los 15 años del chavismo, desaparecieron 900 mil millones de dólares, de acuerdo a cifras manejadas por The Financial Times, The Economist y The Wall Street Journal  y también por economistas locales, algunos de ellos chavistas.
En esas condiciones, no es aventurado suponer un default, el incumplimiento de pagos, la eventual bancarrota. Es viable que en caso de una catástrofe Shannon desee sacar las papas del fuego a las empresas que representa. Y es ahí donde se explica el papel que cumple el presidente de la Asamblea Legislativa de Venezuela en los planes del funcionario estadounidense. Más allá de su colorida personalidad, Diosdado Cabello lidera el recinto de Venezuela donde se aprueban las leyes. Si en vez de Diosdado Cabello existiera un palo de escoba a cargo de la tarea, Shannon hubiera invitado al palo de escoba a Puerto Príncipe a discutir las condiciones vinculadas con el trato preferencial que deben recibir las compañías norteamericanas en caso de que algo malo suceda con las finanzas de Venezuela.

¿SE RESPETA A VENEZUELA?

Desconocemos qué hizo Maduro con los cuadernos donde parte de la ciudadanía estampó su firma repudiando la orden ejecutiva de Obama contra siete funcionarios venezolanos “que tuvieron una participación directa en la ola represiva emprendida por el régimen contra las manifestaciones estudiantiles del año pasado que dejó al menos 43 muertos y cientos de heridos”. Pero sí recordamos con claridad la consigna lanzada en esa ocasión por Maduro: “A Venezuela se la respeta ¡yanquis del carajo, respeten nuestra patria!”
Al parecer, Maduro padece desde hace algunos días un ataque de amnesia. No se respeta a Venezuela negociando con un funcionario norteamericano de segundo rango como Shannon. El diplomático dialogó primero con el jefe de estado, después con el líder de la Asamblea Legislativa, y en tercer lugar con la ministra de Relaciones Exteriores Delcy Rodríguez. Ese no es el procedimiento del gobierno de Estados Unidos con amigos y enemigos poderosos. Obama no dialogó con el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, sino con el presidente del país, Raúl Castro. John Kerry, secretario de Estado, conversa con sus pares. El protocolo hay que respetarlo.
Cuando Diosdado Cabello viajó hace algunos días a Brasil, fue recibido por personalidades como el expresidente Luiz Inacio Lula Da Silva, y por la actual mandataria, Dilma Rousseff. Los brasileños ofrecieron al dirigente chavista el lugar que se merecía. Y si bien Rousseff se limitó a conversar con Cabello sobre la personalidad del fallecido presidente Hugo Chávez, exhibiendo una vez más sus limitados horizontes intelectuales, al menos de algo conversó. En cambio, la reunión de Shannon con Cabello es incongruente. Aunque se ignora lo transpirado en la reunión, hay algo indudable: el rango de Diosdado Cabello es muy superior al del enviado especial de Kerry.
Hoy Barack Obama debe estar con una sonrisa de oreja a oreja observando el desbarajuste de la situación de Venezuela, verificando cómo esas amistades que parecían tan peligrosas empiezan a parecerse a relaciones carnales. Ya nadie menciona la necesidad de levantar las sanciones contra siete funcionarios venezolanos. Cuando los funcionarios venezolanos se indignan, su recurso es emprenderla a bofetadas contra su whipping boy de turno, en este caso el gobierno de España y sus envarados representantes.
No hay que ser el oráculo de Delfos para pronosticar que cuando se despeje el polvo de los próximos cimbronazos económicos, las cartas de triunfo estarán en manos del gobierno de Washington y que el pueblo de Venezuela deberá seguir pagando los platos rotos.
Diga lo que diga Maduro, la Venezuela chavista ha dejado de ser venerada por el Imperio del Mal. Y eso no se resuelve ni con 100 millones de firmas.



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