Hoy tengo el gusto de presentarles la magnífica reseña que hizo la doctora Alexis del Carmen Rojas de mi novela Eros y la doncella.
Alexis del C. Rojas P.
El arte constituye el
órgano privilegiado por el cual se comprende
la
vida, porque, situado ‘en los confines
del saber y de la acción’
permite
a la vida revelarse ella misma en una
profundidad donde
la observación, la reflexión y la teoría no
tienen acceso.
Gadamer
Eros
y la doncella (2013) de
Mario Szichman, es una atractiva novela histórica, escrita en un
estilo, tono y ritmo apasionante pero a su vez desgarradora, insinuante y
también precisa. Sin llegar a perder la intención del eje narrativo, el
autor logra recrear momentos, personajes
y acciones notables de la Revolución
Francesa en un acto creador fascinante, que se instaura a partir del mismo
título de la novela; título conformado gramaticalmente por dos sustantivos que
connotan belleza y seducción, en un
juego lingüístico que representa,
al estilo aristotélico, la “síntesis ideal” de la trama narrativa.
Si bien la obra narra, describe y
caracteriza momentos, hechos y personajes encadenados a marcas temporales
definitorias de un contenido histórico-social, perteneciente a la cruenta Revolución, es significativo resaltar
las imbricaciones artísticas a las que apela Szichman en su creación para
reflejar experiencias vitales concretas y/o transfiguradas. Inicia con la
simbolización retórica de la guillotina, la prestigiosa y altiva doncella, “Estilizada como una escuadra de
carpintero, escueta como un atril, virtuosa como un altar, la doncella siempre
aguarda a su amante” (Szichman, 13), en su tarea devastadora e insaciable de
seccionar los cuerpos jacobinos, girondinos y hasta los “que nada tenían que
ver con nada” (18). La doncella implica un lenguaje representacional, es la
gran configuradora de la totalidad indisoluble: condena-muerte, que alcanza su
preponderancia y caída con su amado Robespierre, eternizados en la historia.
Una posibilidad interpretativa del
texto puede situarse, dentro del
paralelismo de referentes históricos y expresiones artísticas, en la
manifestación del arte escénico; pues en la narración se captan aspectos recurrentes
susceptibles de una connotación dramática-teatral. Presenta una serie de marcas
o elementos que prefiguran una puesta en escena: la visualización del espacio
escénico, la acción o situación dramática (o ambas), los personajes, la tensión
dramática y la temporalidad (Cid y Nieto, 1998:8); sin la pretensión de un
seguimiento técnico riguroso del género,
dado a su carácter narrativo.
Desde este entrecruzamiento
historia-ficción, ficción-historia, podría decirse que el ascenso al cadalso instaura la representación del escenario trágico y, la
guillotina–la doncella- el decorado central de la historia, “el altar de la
patria, la luneta republicana…” (26), donde llegan todos sus amantes; con un
público espectador de pie, a quien busca atraer y halagar a través del desfile
de personajes famosos: Luis Capeto, Danton, FouquierTinville, Mirabeau,
Desmoulins, María Antonieta, Madame Roland, Robespierre; quienes configuran,
escena tras escena, la contemplación del temor o coraje de algunos personajes
ante la ejecución de la guillotina. El traslado en carruajes de los condenados
desde la prisión crea la atmósfera precisa de las distintas escenas que lleva
algunos espectadores a lamentar “la
brevedad tanto del espectáculo como del sufrimiento de cada espécimen…”(17),
como cuando en una buena función teatral la pieza dramática deja a los
espectadores con deseos de seguir deleitando la función.
Entre las representaciones
dramáticas se destaca el espectáculo fantasmagórico/humorista del mago
ilusionista Robertson, en la sala del Convento de los Capuchinos de París, en
donde el monstruo, el enano y el payaso hacen de la escena un acto burlesco en
el cual el espectador forma parte del espectáculo. Otro acto representativo es
la celebración del Festival del Ser Supremo en la Plaza, ceremonia gloriosa que
se convirtió en decadente, en una escena satírica, donde el Incorruptible
sintió el peso de la crítica, burla y
mordacidad de los espectadores ante la quema de la efigie del Ateísmo y la
chamuscada del rostro de la Sabiduría, el desafinar de las voces del Himno al Ser Supremo y
hasta de sus propias palabras y gestos.
En fin “Un tribuno sin tribuna” (176), destruido por la inexorable decisión de trastocar
la ubicación espacial del trágico decorado central.
De igual forma, sobresalen durante el
acontecer discursivo las diversas escenas trágicas en el cadalso, en particular
la de Danton, quien en previas acusaciones en el tribunal ironiza, burla y es
burlado; y luego durante el traslado en el carruaje hacia el cadalso ríe,
canta, grita, advirtiendo en medio de la multitud que “se ha transformado de
espectador en espectáculo” (197), hecho que se maximiza al cumplir el verdugo
Sansón la petición de que su cabeza sea exhibida al pueblo “en los cuatro costados del cadalso”(198).
Acto similar se dibuja en el final del personaje más representativo de la historia: Robespierre, quien igualmente
se convierte en el gran espectáculo, en la
acción revertida. En medio de la conmoción, la incertidumbre y el temor;
bajo efectos alarmantes, marcha en el carruaje en medio de la agitación de la muchedumbre, hacia la proximidad del encuentro
amatorio, sin la posibilidad del día siguiente. Marcha hacia el cadalso
experimentando sensaciones tormentosas, donde hace su entrada a pie por las
escaleras y su salida hacia la eternidad como cuerpo
degollado en el cesto al igual que todos los
amantes que le proporcionó a su doncella.
Vemos así, cómo en cada una de estas
escenas se desarrollan acciones o situaciones dramáticas, caracterización de
personajes, elementos escénicos y efectos especiales que generan la connotación
del espectáculo teatral; en especial
porque en ellas siempre hay un público espectador, bien de calle y de pie o de
sala y butaca. De manera que en el acto de contar, Szichman le concede al discurso
histórico un tratamiento configurativo mediante representaciones
dramáticas, que insta al lector
narrativo a mantener la mirada de un lector espectador al atravesar el umbral del acto escénico.
Importa así mismo destacar cómo
muchos encuentros dramáticos quedan a su vez perpetuados en expresiones
artísticas como la del pintor Jacques Louis David, en especial, la del asesinato
de Lepeletier, quien ante muchos espectadores, particularmente desde la aguda
observación y crítica de Louvet, transfigura la fealdad explicitada en el
boceto a la belleza del lienzo, al estilo de un mártir romano, o la de Madame
Tussaud, quien crea las mascarillas mortuorias de protagonistas de esta
historia, llevadas finalmente al museo de cera londinense. De igual forma
sobresale la del crítico y escritor Louvet. En la instancia de crítico se
comporta como una especie de juez, que
analiza fríamente las diferencias y defectos de ambos grupos ideológicos, la
embriaguez y credulidad sobre la concepción de la revolución, las palabras,
anotaciones y actitud de Robespierre;
así mismo desmiente la falsificación de identidad física de los cuadros
de David.
Pero es significativo advertir cómo
el narrador, a través del personaje Louvet, instaura el oficio escritural como
el subterfugio que permite ocultar infortunios y crear nuevos mundos “Y acude al único
expediente que le da placer y lo saca de su melancolía: escribirá el plan para
una nueva novela” (199). Entre sus interrogantes, reflexiones críticas,
reminiscencia de su amada Lodoiska, las aventuras del caballero de Faublas y
episodios del Quijote; Louvet intenta escribir una novela que configura, desconfigura
y compara, “Pero Cervantes no es como Louvet, que hasta ahora se ha dedicado a
describir generalizaciones” (202), para
contar una historia que no es otra sino la trama de Eros y la Doncella y, por consiguiente, bien podría verse que Louvet no es más que una representación
de Szichman.
En definitiva, Eros y la doncella es una extraordinaria creación literaria que
conjuga magistralmente las artes para hacer de la reconstrucción de un ominoso
hecho histórico una escritura narrativa que hurga estéticamente las
profundidades inconmensurables de la vida.
Referencias
Cid, L. y
Nieto, R, (1999) Técnicas y
Representaciones Teatrales. Madrid: Dirección General del Libro, Archivos y
Bibliotecas del Ministerio de Educación y cultura.
Szichman,
Mario (2013) Eros y la Doncella.
Madrid: Verbum, 2013.
La doctora Alexis del Carmen Rojas es profesora Investigadora de la Universidad Nacional Experimental
“Simón Rodríguez” Núcleo Valera, en el área de Lengua y Literatura. Dra. Ciencia
de la Educación. MSc. Literatura Latinoamericana. MSc. Educación Robinsoniana. Ha participacipado en
Simposios Literarios, Eventos
Culturales Humanísticos y Científicos Nacionales
e Internacionales en calidad de Ponente. Está adscrita a la Línea Investigadores de Lengua, Literatura y Arte (ILLA)
de la UNESR. Ha publicaciones en las Revistas espeializadas: CIFRA NUEVA-NURR-ULA.
ACTUAL-ULA. Revista de Educación
EDUCERE-ULA, Kaleidoscopio-UNEG, LAURUS-UPEL. Miembro Activo del PPI
(2006,2008) PEI (2010, 2012) Ministerio de Ciencia y Tecnología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario