Mario Szichman
La novela póstuma de Truman
Capote se denomina Answered prayers.
El título hace alusión a una frase de Santa Teresa de Ávila: “Las plegarias
corroboradas causan más lágrimas que aquellas que permanecen sin contestar”.
La historia de la literatura
está plagada de esas “answered prayers”. En otra ocasión he mencionado la
famosa frase de La piel de zapa,
donde Balzac se preguntaba si podía encontrarse sobrenadando, en el océano de
las literaturas, un libro que pudiera competir con estos tres renglones: “Ayer,
a las cuatro de la tarde, se arrojó al Sena una joven desde el Puente de las
Artes”.
La respuesta podría estar en
Félix Fénéon (1861-1944), un misterioso escritor parisino cuya inmortalidad
quedó asegurada con sus Novelas en
tres líneas, que publicó en el periódico Le Matin, de París, durante el año 1906, y que fueron divulgadas en
fecha reciente por la editorial The New
York Review of Books.
Esos
exquisitos, mínimos textos, son uno de los numerosos proyectos que Fénéon
emprendió en su vida. Fue también editor de La Revue
Blanche, una de las más influyentes revistas que circularon en Francia
(1893-1903), y conoció y frecuentó a algunos de los escritores y pintores más
famosos. Se lo considera el descubridor del puntillista Georges Seurat, y un
importante promotor de artistas del calibre de Signac, de los Pissarro (padre e
hijo), de Toulouse-Lautrec, Bonnard, Vuillard, y Maurice Denis.
Uno de sus escasos artículos
firmados se relacionó con el “peligro amarillo”, la supuesta conquista de
Occidente por parte de los asiáticos, especialmente japoneses y chinos. Como
parte de su investigación, Fénéon entrevistó a tres gigantes de su tiempo: el
novelista Jules Verne, el frenólogo Césare Lombroso —responsable de teorías
raciales sobre la criminalidad que fueron aplaudidas con entusiasmo en la
Alemania nazi y en la Italia fascista— y el gran geógrafo y teórico anarquista
Élisée Reclus. Reclus se burló de esas ideas conspirativas y dijo que la
amenaza era a la inversa. Lo más probable era que Occidente se dedicara a
explotar la población china.
Fénéon
también fue marchand de
arte en la galería Bernheim-Jeune, e incluso creó una editorial, Éditions de la Sirène, donde apareció,
en 1924, la primera traducción al francés de una obra de James Joyce (Dédale).
Surrealistas como Guillaume
Apollinaire y Alfred Jarry, así como el simbolista Rémy de Gourmont, rindieron
homenaje a su talento. André Breton dijo de Fénéon tras su muerte: “Aunque
lo conocí y quedé asombrado por él, y lo admire y amé, nunca lo entendí
completamente. Su caparazón era dura y resbalosa”.
Tal vez la
incomprensión de Breton está relacionada con las muchas máscaras que encubrieron
las actividades de Fénéon. Sus tareas más famosas se concretaron en el
anonimato, como sus Novelas en tres
líneas, o fueron veladas por seudónimos; inclusive muchas de sus cartas las
firmaba con sobrenombres.
Es posible
que esas precauciones no estuvieran dictadas por la timidez, sino por razones
políticas: Fénéon era un anarquista que creía en las bondades de la acción
directa. Y, por una de esas casualidades del destino, trabajaba en el
ministerio de Defensa. Llegó a ser sometido a proceso, en 1894, luego de que uno de sus compañeros colocó una bomba en
el restaurante del Hotel Foyot. En la oficina de Fénéon en el ministerio de
Defensa encontraron una ampolla con mercurio y 11 detonadores. Sus amigos no
creyeron la acusación, y el poeta Stephan Mallarmé dijo: “Los únicos
detonadores que Fénéon carga consigo son sus artículos”. Otros suponen que
Fénéon era un activista, y su respuesta ante el fiscal que le exigió que
explicara la posesión de esos detonadores fue ambigua.
Según Fénéon, los detonadores
habían sido hallados por su padre, en la calle. Como el padre de Fénéon acababa
de fallecer, era imposible verificar si el acusado estaba diciendo la verdad.
El fiscal trató de acorralar a Fénéon preguntándole si no hubiera sido mucho
más fácil arrojar esos objetos por la ventana de su oficina, en vez de
guardarlos. La respuesta de Fénéon parece salida de algunas de sus Novelas de tres líneas: “Si es tan fácil
arrojar detonadores a la calle desde una ventana”, declaró al fiscal, “también
debe ser fácil encontrarlos en la calle”.
LA RESURRECCIÓN DE UN GENIO
La razón por la cual las Novelas de tres líneas han sido
redescubiertas es casi tan bizantina como sencilla y epigramática fue su
producción. Camille Plateel, compañera de Fénéon durante medio siglo, guardó
esos textos en un álbum, que fue descubierto tras el fallecimiento de ambos por
Jean Paulhan, albacea del escritor.
Más de mil de esos breves
textos fueron publicados por Fénéon en el periódico Le Matin. En Francia, esas breves historias son
denominadas faits-divers. Antes que Fénéon se encargara de la columna de
faits-divers, el contenido era insípido, anodino; un ejemplo: “El funeral del
gendarme Refeveuille, asesinado por un ladrón, se llevó a cabo ayer. La ciudad
de Evreux pagó por la ceremonia fúnebre”. Fénéon cambió totalmente el estilo de
esas grageas de información.
He aquí
algunas de las “novelas” creadas por Fénéon:
“La señorita
Fournier, la señora Vouin, y la señora Septeuil, de Sucy, Tripleval y Septeuil,
se ahorcaron: neurastenia, cáncer, desempleo”.
“Eugène
Perichot, de Pailles, agasajó a la señora Lemartrier en su hogar. Eugène Dupuis
vino para recogerla. Ambos lo asesinaron: amor”.
“Vital
Frérote, una lavadora de platos de Nancy, que había retornado de Lourdes curada
para siempre de tuberculosis, falleció el domingo. Fue un error”.
“Cuando jugaba a las bochas, el
señor André, de 75 años, oriundo de Levallois, sufrió un ataque al corazón.
Mientras la bocha rodaba, él se alejaba de esta vida”.
“El señor
Scheid, de Dunquerque, le disparó tres balazos a su esposa. Tras errar cada uno
de los disparos, decidió apuntarle a su suegra. Esa vez acertó”.
Luc Santé,
quien tradujo Novels in Three Lines para
The New York Review of Books, dijo en
la introducción al libro que “En la precisión del lenguaje, en su seco humor,
en su ternura, en su crueldad”, esos textos son “La Comedia Humana de
Fénéon”.
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