Mario Szichman
¿Cómo lograr que un libro que
analiza la poesía de Octavio Paz no sea un estéril ensayo donde la tarea
creadora queda sepultada bajo las citas y la bibliografía?
Un buen modelo es La paradoja del amor (Editorial el
otro@el mismo, Mérida, Venezuela, 2011) de Libertad León González. En ese
ensayo, la escritura es una prolongación del verbo del poeta y ensayista
mexicano. Concisa, lírica, clara, la prosa de León González permite adentrarse
en la poética de Paz con la fluidez de un poema de amor. Hay una corriente de
tranquila pasión que merodea en esa escritura revelando a un autor obsesionado
con el tiempo lineal, y con “el tiempo finito de la historia”, atrapado entre
el instante y la eternidad (“no hay fin y tampoco hay principio todo es centro”),
obsesionado con México, y por otra parte, atento a la transculturación, con una
pesada herencia de muerte y al mismo tiempo anhelante de un Dios todavía no
creado (“Dios no ha muerto y nadie lo mató: aún no nace”).
Fluctuando entre la historia y la
leyenda, Paz se mueve mejor con la leyenda. Como James Joyce, podría enunciar
que la historia es un peso del cual aún no ha podido liberarse.
La raigambre mexicana de Paz se
expresa mejor en el ensayo que en la poesía. Pues lidiar en poesía con la
herencia azteca y la herencia española recuerda un descenso a los infiernos. Lo
señala muy bien León González al analizar el poema en prosa “Mariposa de
obsidiana”, con una “confluencia de
voces míticas” que se alternan para sustituir el culto azteca “de la diosa
Itzpapálotl por el culto católico en la Virgen de Guadalupe”.
Paz brilla con más intensidad en
su poesía de amor y erotismo. Ese brillo es magistralmente mostrado en el
capítulo de León González “La mujer, mito poético y discurso erótico”. Hay una
pausada elaboración de los conceptos de amor, sexualidad y erotismo que
convierten al ensayo en un lúcido análisis de la pasión más perdurable, menos
comprendida, más anhelada en todo ser humano. Y en este caso, la sensibilidad
de León González permite disfrutar de los poemas elegidos.
Entre el ensayo y la poesía que
se analiza, no hay hiatos. Existe un inteligente transcurrir de la belleza que
siempre despiertan dos cuerpos al unirse.
En el trabajo se muestra otro
quiebre en la creación de Paz. Si por un lado osciló entre la historia y la
leyenda, y su mejor devoción recayó en la leyenda, en el caso del amor, la
plenitud de una pareja enamorada es perturbada por la situación de la mujer en
México, y en buena parte de América Latina. Como dice León González, “La mujer
carga entonces con su estigma como ser resquebrajado en su individualidad”.
Desde el falocentrismo, el amor
sigue siendo un asunto puramente genital, en que el hombre domina a la mujer.
Pero la mujer no es un apéndice del hombre. La mujer tiene mayor plenitud que
el hombre. Su sexualidad no se concentra en un punto determinado de su
anatomía, sino que se extiende a todo su cuerpo.
La poesía amorosa y erótica de Paz sigue siendo una poesía del amor masculino. El trabajo de León González complementa esa visión con la ternura, con la necesidad de trascender que exige la mujer. Una labor que la ensayista ha concretado con sencillez, desbrozando una bibliografía a veces árida, para escribir un texto de gran sabiduría.
La poesía amorosa y erótica de Paz sigue siendo una poesía del amor masculino. El trabajo de León González complementa esa visión con la ternura, con la necesidad de trascender que exige la mujer. Una labor que la ensayista ha concretado con sencillez, desbrozando una bibliografía a veces árida, para escribir un texto de gran sabiduría.
Libertad León González es
profesora del Núcleo Rafael Rangel de la Universidad de los Andes, Venezuela y
Magister en Literatura Latinoamericana.
Entrevista a la profesora Libertad León González
Mario Szichman: –Usted ha
leído toda la obra de Octavio Paz. ¿Cuál es, en su opinión, el punto culminante
de su trayectoria como poeta?
Libertad León González: –En
primer lugar, su punto culminante es no estar enmarcado exclusivamente en un
movimiento literario. Aunque haya tenido influencias muy marcadas del
surrealismo la poesía de Paz tiene una tesitura que le es muy particular desde
sus propuestas novedosas para la escritura de la Modernidad, su universalidad en el tratamiento de temas tan
profundos como el tiempo y la escritura, hasta sus planteamientos más locales
como latinoamericano en su afán de reconocer el valor de la cultura mexicana. Y
como emblema de su poesía existe ese vínculo muy paziano y constante de su
erótica amorosa que se funde entre la naturaleza y la mujer amada.
M.S. —Usted señala en tu
libro que la mitificación poética no se corresponde con la cotidianeidad de la
mujer. Y cita una frase de María Zambrano en la cual alude a “la imposible
cristalización de la mujer en la vida, perdida en una desdichada maternidad o
en un banal intento de independencia”. ¿Comparte ese criterio?
L.L. —La mujer sigue
llevando la carga de su cotidianeidad porque definitivamente debe cumplir con
el rol más importante de su condición, ser madre y eso por supuesto, implica
muchos sacrificios. Por ejemplo, si está amamantando a su bebé debe pasar
muchas horas ocupándose de todos los cuidados que ese ser tan frágil requiere y
seguirá protegiéndolo de la vida aunque ya esté adulto. La mujer nunca dejará
de ser madre, esposa y ama de casa aunque sea
intelectual. Muy grande ha sido el salto que ha dado en la historia. Sin
embargo, hay todavía mucha tela que cortar. Eso seguramente no lo verán las
mujeres de mi generación. Basta pensar en la irremediable discusión de la mujer
como objeto, nuestro afán por mantenernos bellas ¿o consumibles?
M.S. —¿Qué poetisas le
interesan? ¿No le parece que hacer poesía amorosa desde la masculinidad es
contar sólo la mitad de la experiencia humana?
L.L. —No niego que me
estremece la grandeza de los versos de poetisas de la talla de Sor Juana Inés
de la Cruz, Wislawa Szymborska, Ana E. Terán, o Carmen Boullosa, por ejemplo.
Me gusta leer poesía femenina que no subraye las situaciones de discriminación
o frustraciones que la mujer padece. Es
como llover sobre mojado. Creo que mientras menos feminista y sí más femenina, mayor
cercana se coloca a su genuina condición de humanidad.
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