quien ha escrito una reseña de mi novela Los judíos del mar dulce
en su segunda edición, corregida y ampliada.
Sin más, cedo la palabra a Daniela Goldfine
En 1971 Mario
Szichman publicó la primera versión de Los
judíos del Mar Dulce. Le seguiría La
verdadera crónica falsa en 1972 y A las
20:25, la Señora entro en la inmortalidad en 1981. Esta trilogía observa a
la familia Pechof en sus desventuras por una Argentina desbordada de peronismo
y estancada en los devenires de la salud de la primera dama, Eva Perón. Tanto
en la primera versión de Los judíos del
Mar Dulce, como en la segunda que acaba de salir en forma de ebook[1],
Szichman encuentra en la particular familia Pechof la forma de relatar la
historia universal del inmigrante en una Argentina de aparente ficción (las
situaciones reales alrededor del fallecimiento Evita no llaman la atención
frente a las situaciones inventadas por el autor).
Uno de los mayores
logros de Szichman es atenerse cuasi fielmente[2] a las
vicisitudes de las familias judías de Europa del este, las cuales logran
escapar los pogroms y la Segunda Guerra Mundial para encontrar otro tipo de
hostilidad en este país sudamericano. El autor no emplea la crítica burda ni la
queja: es la irreverencia hacia lo supuestamente intocable lo que distingue su
escritura. A nivel nacional se distinguen las instituciones gubernamentales, la
política en general y los vaivenes económicos. A nivel familiar se exhiben las
pequeñas bajezas entre hermanos, las trampas para sobrevivir con bajos ingresos
y una total desfachatez para describir (parte de) la comunidad judía argentina.[3] Sin
embargo, esta familia (idish aparte) podría formar parte de cualquier otra
comunidad, ya que los reclamos, la culpa y la soberbia escena durante un
casamiento se reflejarían en familias de todo tipo de origen. Así también es como
las inestabilidades político-económicas argentinas podrían pertenecer a
cualquier país latinoamericano. Aquí radica la vigencia de Los judíos del Mar Dulce.
Los cuarenta y dos
años que han transcurrido entre ambas ediciones muestran que no ha habido
cambios drásticos en la esencia del país ya que, a pesar de cambios de índole
socio-político, los argentinos siguen sorteando la ruleta económica día tras
día.
Al comenzar la
novela, Szichman cita a Albert Memmi: “Yo era un mestizo de la colonización,
que entendía a todos, porque no era totalmente de nadie.” Esa idea de
mestizaje–que luego fue retomada por Ricardo Feierstein con su novela Mestizo (1988) — es justamente el
espacio necesario para moverse con libertad entre dos culturas y poder apreciar
y desmenuzar lo que compone al ser argentino, al ser judío y al ser
judeo-argentino. Szichman utiliza a Salmen, Jaime, Natalio, Dora e Itzik (los
hermanos Pechof) como arquetipos donde depositar lo más desopilante, ingenuo,
malicioso y tierno de las características humanas. La constante contradicción
entre lo que se sucede dentro y fuera del hogar de los Pechof es motor de las
frustraciones de los protagonistas:
Y pese a todo,
Natalio quería hacerse amigo de los Beléndez, jugar con ellos y
hacerles favores. Soñaba con tener algún accidente raro y prestigioso, o algún
tío militar. Al desprecio contestaba con el acatamiento y transfería el odio
que le tenían los goym a sus propios parientes,
detestándolos por su inseguridad, porque tenían caras blandas y dientes torcidos,
porque al sonreír mostraban las coronas de oro, por sus cuerpos
barrigones, porque hablaban en público en un idioma carente del prestigio del
inglés o el francés, o porque leían en el colectivo el Idische Tzaitung[4]cada una de cuyas
letras parecían denunciar la grafología del ser judío. (158)
Lo más provocador de
los Pechof es su capacidad para adaptarse sin dejar de cuestionar tanto su
origen como su destino: su judaísmo intrínseco se une a su argentinidad en
formación, pero ninguna parte de su identidad queda fuera de su crítica
implacable (crítica que Szichman convierte en una reflexión con dejos de
ironía). Un ejemplo:
Tal vez en
una época había estado de moda ser judío, como durante la existencia de Cristo,
pensó Natalio. Pero ni siquiera en esa época los judíos querían ser judíos.
¿Acaso Jesús y los doce apóstoles no habían fundado una religión exclusivamente
para dejar de ser judíos? Y eso podía verse en cualquier siglo de la historia.
La ambición de los judíos era querer ser siempre otra cosa, una especie de
proto-argentinos. (224-225)
Afortunadamente la
nueva edición de Los judíos del Mar Dulce
mantiene la esencia de la primera edición y los cambios son bienvenidos. Hay
más de cien páginas nuevas y un homenaje al Uruguay en forma de incursión de
tres de los hermanos Pechof (exiliados por un tiempo por su propia hermana). La
forma en la que el autor decide retratar el tiempo de los Pechof en Uruguay
convierte a este país en no sólo lo opuesto a una Argentina—Buenos Aires sería
más preciso—caótica, injusta y neurótica, sino que esas páginas se convierten
en un verdadero cumplido a Uruguay y a sus habitantes. Los Pechof (fieles a su
estilo de adaptación) sienten el cambio de ritmo y disfrutan de su exilio
forzado, y la inclusión de esta parte del relato se convierte en un hallazgo
tanto para el primerizo en esta incursión novelesca como para el que ha leído
las dos ediciones.
Finalmente llama a la
reflexión la idea de la fusión de historias humanas, así como de trazos de la
historia mundial, todo siempre bajo la mirada irreverente del autor. ¿Los
personajes son judíos? Sí. ¿Viven en la Argentina? Sí. Sin embargo—y quizás por
ello—el lector logra verse reflejado en esta familia como lo hiciera alguna vez
en Esperando a la carroza[5]:
el absurdo busca concienzudamente retratar una realidad errática y complicada y
en el proceso nos sorprende identificándonos un poco más de los que nos hubiera
gustado. Es este enredo de sensaciones y paralelos que se explica en esta
frase: “La historia aparecía indecisa en los momentos en que habían sido
sacadas esas fotos, y cualquiera podía llegar a ser importante”. (67). Aunque
en un contexto diferente del que demarca esta línea, es esta capacidad de poner
al mismo nivel a un miembro de la familia Pechof y a una figura como Eva Perón lo
que sobresale en esta novela. Si los judíos se habían mantenido al margen de la
historia nacional argentina hasta 1971, Szichman logra colocarlos de un plumazo
en el mismo centro. Es con esta edición del 2013 que se terminan de limar las
asperezas de aquella edición y vuelve a salir a la luz esta joya de la
literatura argentina y, claro, universal.
Daniela Goldfine es estudiante de
doctorado en la Universidad de Minnesota en el Departamento de Español y
Portugués. Su enfoque investigativo se centra en la producción cultural
judeo-argentina contemporánea y la representación de la memoria, la identidad y
el exilio en la literatura, film y las artes plásticas. Ha presentado en
diversos congresos sobre estos temas y ha publicado artículos en Ámbitos
Feministas, Utah Foreign Language Review y Mathal/Mashal Journal
of Islamic and Judaic Multidisciplinary Studies, entre otros.
[1]
La novela circula como ebook en Amazon.com, Sony Reader, KoboBooks.com y Barnes
and Noble.
[2]
Mario Szichman reconoce que perdió algunas amistades por retratar a sus
familias demasiado cercanas a la realidad.
[3]
El uso de idish (presente en las dos ediciones) es más fácil de seguir en esta
segunda edición, ya que las explicaciones se encuentran a pie de página y no en
una sección al final del libro como en la edición de 1971.
[4] Diario
judío.
[5]
Película argentina de Alejandro Doria estrenada en 1985 e inspirada en la obra
de teatro del uruguayo Jacobo
Langsner. Fue protagonizada por Antonio
Gasalla, Enrique
Pinti, China
Zorrilla, Luis
Brandoni y Betiana
Blum, entre otros.
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