Mario Szichman
Vivimos
sumergidos en la metonimia. No respetamos la vejez: respetamos las canas.
Nuestro mundo es el mundo del fragmento y del compendio. Gustave Flaubert sólo
necesitó la alusión para crear ese monumento a la ironía llamado El diccionario de las ideas recibidas. Bastaba
decir por ejemplo “Academia”, para que generara una serie de asociaciones: “Hay
que denigrarla”, decía Flaubert, “pero intentar pertenecer a ella si uno puede”.
O si se mencionaba a Aquiles, había que añadirle “el de los pies ligeros”, para
hacer creer que uno había leído todo Homero.
La vida de
un intelectual transcurre entre recapitulaciones y síntesis. ¿Qué es lo
importante, qué es lo accesorio? ¿Cómo lograr que la parte informe del todo?
Carmen
Virginia Carrillo ha logrado una serie de proezas en De la belleza y el furor, un libro de ensayos cuyo subtítulo: “Propuestas
poéticas renovadoras en la década de los sesenta en Venezuela” delimita un
territorio escasamente transitado, repleto de hallazgos y también de desafíos. Si
la escritora hubiera ambicionado un ensayo tradicional, hubiera sido suficiente
con usar la cronología, ubicar a los escritores en la proximidad de sus edades físicas,
señalar sus afinidades y discrepancias, y crear un trabajo perfectamente
virtuoso y pulcramente anodino.
Para
justificar su fijación con el relato y el ensayo de corto o mediano tamaño, su
incomodidad con la novela, Borges decía que era un “desvarío vasto y
empobrecedor” escribir un texto de 500 páginas cuando todo podía abreviarse en
una trama de diez páginas, en una propuesta de quince. Bueno, un libro de
ensayos –inclusive de ensayos dedicados a Jorge Luis Borges– no puede resumir en
diez o quince páginas una época, una generación intelectual, o un proceso
político. Y la estrategia mejor parece consistir en seguir trabajando el
fragmento, el todo en base a sus partes, acudiendo no a la cronología sino a la
topología. ¿Cuál es el anclaje de la propuesta formulada por Carmen Virginia
Carrillo? ¿Qué es aquello imposible de desechar? ¿Qué se puede marginar pero
sin dejar de mencionar? ¿Cómo lograr que los ecos informen de las voces?
A veces, una
solución es dar un puñetazo a esa elástica masa de datos, de información, de
mezcladas listas, y dejar que la marca origine la forma del ensayo. Por
supuesto, la tarea es más difícil. Y al mismo tiempo, más creadora. La
angustia, o el placer de las influencias, poco tienen que ver con lo que dicta
la cronología. Grandes poetas venezolanos: Caupolicán Ovalles, Francisco Pérez
Perdomo, Eugenio Montejo, Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Rafael Cadenas, Gustavo
Pereira y Víctor Valera Mora entrecruzan sus voces en De la belleza y el furor. El ensamblaje de sus poemas, de sus
vivencias políticas y de sus polémicas intelectuales, crece en la
confrontación. Es la imaginación dialógica en toda su riqueza. No hay un solo
monólogo que quede sin ser cuestionado. Nadie se queda con la última palabra.
Carmen
Virginia Carrillo ha logrado además de otra proeza. Pues no sólo se trata de revisar
obras y resumirlas para que mediante la metonimia informen del todo. Ocurre que
buena parte de la mejor poesía que se ha escrito en América Latina en la
segunda mitad del siglo veinte han sido instaurados por los artífices de la
precariedad. De una doble precariedad. No sólo porque los textos surgieron en circunstancias
de peligro, o en los escasos momentos en que el escritor podía librarse de sus
múltiples obligaciones, sino porque el fruto iluminado de sus palabras derivaba
en publicaciones de efímera existencia.
En De la belleza y el furor ningún artífice
de la precariedad, de esa doble precariedad de crear poesía en el fulgor del
peligro o de la opaca vida cotidiana, y de depositarla luego en fugaces
publicaciones, ha podido eludir su pesquisa, el hallazgo inusitado, la radiante
revelación. Hacer perdurar lo efímero y preservar lo imprevisible es uno de sus
logros. El otro es hacer relucir una época muy especial para Venezuela. Pues
otro de los problemas del ensayista es determinar exactamente donde concluye
una época y empieza otra. Brecht decía que nunca se escriben volúmenes tan abultados
como en esas épocas donde no pasa absolutamente nada. Afortunadamente, en la
época y las circunstancias elegidas por Carmen Virginia Carrillo ocurrió de
todo. Y de nuevo ¿Dónde está lo esencial, dónde está lo accesorio? Al combinar
el panorama político con el horizonte intelectual, al mostrar las distintas
ofertas del estado y las opciones elegidas por sus intelectuales, la ensayista
muestra un período muy rico de la historia venezolana, y nos permite entender
muchas cosas, inclusive una decadencia política que en su libro aparece como inevitable
debido a la ceguera de los gobernantes.
Como en El huevo de la serpiente, allí están
todos los elementos que conducirían al derrumbe del proyecto burgués en
Venezuela. Algunas precariedades, lejos de desaparecer, llegaron para quedarse.
Lo efímero derrotó a lo permanente. Triunfó un discurso jadeante, populachero,
contradictorio, repleto de falsedades, que parecía coexistir en la periferia
sin poner el centro en peligro. Pero ya las apocalípticas visiones convocadas
por el chavismo opositor pueden anticiparse en los poemas de Caupolicán
Ovalles, o de Rafael Cadenas. Y ahora la historia intelectual de Venezuela
parece transcurrir entre los profetas del pasado y los iluminados del futuro,
entre quienes bajo la excusa de la modernidad desean revivir los caudillos y las
guerras civiles del siglo diecinueve, y exigen al pueblo que delegue en ellos
el gobierno y acepten la mentira del paraíso en la tierra, y aquellos que al reivindicar
esas ominosas visiones capaces de perturbar los sueños de los venezolanos sólo
buscaron despertar conciencias.
Si alguien
desea conocer la gran poesía que se escribió en Venezuela en las últimas
décadas del siglo pasado, debe leer De la
belleza y el furor. Los buenos libros tienen un excelente período de
añejamiento. A medida que transcurren los años revelan más verdades. En el
ensayo de Carmen Virginia Carrillo no sólo puede abrevarse en la creación
literaria. También se pueden descubrir los planteos de los mejores
intelectuales de Venezuela, el clima político en que se desarrollaron o frustraron.
Son los momentos en que la ensayista se convierte en un ser imperceptible. Su
tarea es pasar a un discreto segundo plano para que el lector pueda entablar un
diálogo directo con los autores. Y de esa manera, De la belleza y el furor, lejos de convocar a una discordancia de
voces va organizando una sinfonía, donde cada instrumento es un aporte, no una
intrusión. Y en esa organización de la precariedad devenida en plenitud los
autores abandonan la llanura del papel y adquieren carnalidad.
En mi infancia
eran muy populares los libros infantiles que adquirían tres dimensiones. De
esos libros brotaban castillos, casas de muñecas, soldados prestos al combate.
Bastaba alisar sus cubiertas para que funcionara la magia. Algo similar ocurre
con De la belleza y el furor. Es
suficiente ingresar a sus páginas para que surja un mundo distinto, enfurecido
tal vez, pero bello. No hay mediocridad, no hay mala voluntad, no hay
resentimiento, no hay humillación en sus textos. Las mejores voces de Venezuela
hablan con sus voces más espléndidas. Las propuestas más utópicas y plausibles
disputan criterios en un diálogo permanente. Algunos creadores celebran la
exasperación, o condenan a los causantes de la desesperación. Otros celebran la
pasión, a veces la tristeza, de los cuerpos entrelazados. Pero todos trabajan
en una instancia superior: la de seducir al lector con sus imágenes y
evocaciones y convertir esos extraños símbolos arbitrarios que se adueñan de
las páginas de un libro en elementos capaces de convocar nuestras emociones, y
especialmente, muy especialmente, nuestra inteligencia.
De la belleza y el furor. Propuestas poéticas
renovadoras en la década de los sesenta en Venezuela fue editado
por primera vez en 2007 por “El otro el mismo” en coedición con el CDCHT de la
Universidad de los Andes, Venezuela. Este mes salió una segunda edición, como
libro digital, que está a la venta en las tiendas de libros electrónicos de los
Estados Unidos.
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