domingo, 29 de enero de 2017

Francisco de Miranda y William Burke. La fascinante historia de un personaje inexistente

Mario Szichman



Allan R. Brewer-Carías es un historiador y jurisconsulto venezolano experto en derecho constitucional. Si el lector ingresa en el catálogo de la Biblioteca del Congreso, en Washington, descubrirá que por lo menos 228 volúmenes forman parte de su obra, aunque la lista no es exhaustiva.
En cierta ocasión, Brewer-Carías visitó la biblioteca, y una de sus funcionarias expresó su asombro al observarlo en vivo y en directo. Nunca supuso que se trataba de una persona de carne y hueso. Lo imaginaba como un ser mítico, de improbable existencia. Como otro personaje al cual menciona en uno de sus libros: SOBRE MIRANDA, Entre la perfidia de uno y la infamia de otros y otros escritos.[i]
El volumen de ensayos fue preparado en homenaje a la memoria de Francisco de Miranda en el bicentenario del fallecimiento del Precursor en la prisión de La Carraca, en Cádiz. Es una labor de indispensable lectura y promoción, porque no ha existido en América Latina un personaje ni remotamente similar a ese caraqueño que peleó en las revoluciones de Estados Unidos, de Francia, y de la América Española.
(Hay un solo latinoamericano cuyo nombre está cincelado en el Arco de Triunfo de París: Francisco de Miranda).
Napoleón dijo de él: “Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma”.
Aunque los revolucionarios franceses llevaron a Miranda a la cárcel, tras la derrota en la batalla de Neerwinden, Bélgica, en marzo de 1793, y Marat exigió que lo guillotinaran, un tribunal dictaminó que el verdadero traidor era el general Charles François Dumouriez, jefe de Miranda, quien luego se pasó a los austríacos.
Claude François Chauveau-Lagarde, abogado de Miranda, demostró su inocencia y el militar caraqueño salió del tribunal en hombros de sus acólitos. (El Precursor tuvo más suerte que tres de las damas defendidas por el abogado: Madame Roland, Carlota Corday y la reina María Antonieta. Todas ellas fueron guillotinadas. Pero luego debió pasar por otras cárceles francesas, debido a sus vínculos con los girondinos).
El subtítulo parcial del libro de Brewer—Carías: Entre la perfidia de uno y la infamia de otros, alude al episodio decisivo en la vida de Miranda: la traición de sus propias huestes lideradas por el díscolo jovencito Simón Bolívar.  
Miranda capituló ante el capitán de fragata de la marina española, Domingo Monteverde, tras la derrota de las fuerzas patriotas en junio de 1812. Uno de los principales responsables de la debacle de los patriotas fue el teniente coronel Bolívar, quien se hallaba a cargo del Castillo de San Felipe, en Puerto Cabello.
Ante el asedio de los españoles, Bolívar huyó del fuerte junto con algunos de sus hombres de confianza. Ni siquiera tuvo la perspicacia de destruir las armas y las municiones, que ayudaron a Monteverde en su tarea de reconquistar la capitanía general de Venezuela.
Bolívar se refugió luego en su hacienda de San Mateo, y durante algunos días ni siquiera osó comunicarse con Miranda. Finalmente le escribió una carta acongojada y quejumbrosa, pidiéndole perdón a su mentor, por no haber sabido defender el castillo. Es una carta maestra, especialmente, por su contenido lacrimógeno, Bolívar parece un niño balbuceante sorprendido en flagrante delito por su progenitor. Basta ver algunas de sus frases: “Después de haber agotado todas mis fuerzas físicas y morales ¿con qué valor me atreveré a tomar la pluma para escribir a usted, habiéndole perdido en mis manos la plaza de Puerto Cabello?” le pregunta a Miranda.
Luego le pide a su jefe “que me dé algunos días para tranquilizarme, recobrar la serenidad que he perdido al perder a Puerto Cabello; a eso se añade el estado físico de mi salud, que después de trece noches de insomnio, de tareas y de cuidados gravísimos, me hallo en una especie de enajenamiento mortal”[ii]. Bolívar recuerda en su misiva las tribulaciones del joven Werther.

REACCIONES ENAJENADAS

La pesadumbre de Bolívar duró poco. Cuando Miranda advirtió que la República se había perdido, no buscó atribuir a otros la derrota, y asumió toda la responsabilidad, iniciando negociaciones con los españoles para la firma de un armisticio, rubricado el 25 de julio de 1812 en la hacienda de Bolívar.
Repuesto de su aflicción, Bolívar y otros oficiales patriotas acusaron a Miranda de traicionar a la república. Y para sumar el insulto a la injuria, entregaron al jefe revolucionario a los españoles en el puerto de La Guaira.
Debido a los servicios brindados por Bolívar a la monarquía española, Monteverde le entregó al teniente coronel Bolívar un pasaporte, con el cual pudo huir a Curazao.
Bolívar nunca se arrepintió de la traición a Miranda. Por el contrario, luego de su deplorable conducta, el que se convertiría en Padre de la Patria, intentó enviar a Miranda al pelotón de fusilamiento. Pero, como señaló públicamente, varios de sus compañeros se lo impidieron. Miranda nunca mencionó la actitud de Bolívar. Solo señaló en una carta que había sido apresado por los españoles a raíz de “la perfidia de uno y la infamia de otros”.

LOS DOS ROSTROS DE LA INDEPENDENCIA

Brewer—Carías analiza ese jano bifronte de la lucha por la independencia de la Capitanía General de Venezuela representado por Miranda y Bolívar, y aunque sin preguntarse quién tenía la razón, es obvio que se inclina por el héroe civil que fue Miranda, y se aleja de la herencia caudillesca de Bolívar. 
Uno de los capítulos más apasionantes del libro es el dedicado a mostrar el heroísmo intelectual de Miranda, quien en Londres congregó en torno suyo a importantes pensadores, en su afán por luchar a favor de la independencia de una América Latina libre de hombres providenciales.
El autor del ensayo muestra cómo la casa de Miranda en Londres, ubicada en el 58 de Grafton Way, fue un centro de teóricos y expertos en política, en derecho, y en instituciones. Ilustres figuras como James Mill, Jeremy Bentham, José Blanco White, Fray Servando Teresa de Mier, y Juan Pablo Viscardo y Guzmán, entre otros, contribuyeron a la difusión del pensamiento libertario, en Inglaterra, y luego en la Capitanía General de Venezuela.
Pero el personaje más enigmático de todos ellos es William Burke.
El autor del libro realiza una verdadera labor detectivesca para demostrar que ese ubicuo personaje, como esos hologramas de Hugo Chávez que suelen circular por Caracas, es a figment of imagination, un invento de Miranda para propulsar su labor libertaria.
Muchos de los escritos de Miranda llevaron la firma de William Burke. El autor indica que “Burke” fue además “el autor” de más de 80 editoriales publicados en La Gaceta de Caracas entre 1810 y 1812. Todos ellos, “con importantísima información sobre los progresos del constitucionalismo en Norte América”.
Pero “Burke” no solo fue el alter ego de Francisco de Miranda. En ocasiones, contradijo sus teorías, en otras, su apellido aglutinó labores colectivas. Tres o cuatro intelectuales se asociaron para escribir panfletos, editoriales, o inclusive libros. Todo el material, estuvo destinado a propulsar la independencia de la América española.
William Burke, un personaje inexistente, protagonizó sin embargo algunos episodios apasionantes del Precursor en tierras americanas. Y luego, súbitamente se borró del mapa. La última mención a ese ser imaginario es a dos William Burke que se habrían embarcado en la fragata inglesa Sapphire, una embarcación anclada en La Guaira, y cuyo propósito inicial era rescatar a Miranda de sus enemigos.
Pero Burke no cesará de rondar la imaginación de los historiadores. Algunos de ellos han esbozado teorías alternativas sobre su presencia en la tierra. Allan Brewer—Carías será en buena parte responsable de esa resurrección de un intelectual que careció de nacimiento previo. La indagación del autor sobre las peripecias del Precursor como dador de sangre intelectual, es peerless.  
Miranda merece ser rescatado todos los días. Puso su espada al servicio de la libertad en tres naciones. Su furia intelectual, su sabiduría, nunca han sido superadas en América Latina. Fue, posiblemente, un héroe imperfecto. Sí, el héroe imperfecto más grande que ha dado nuestro continente. Si hubiera sido en Venezuela el Libertador, en lugar del Precursor, tal vez la tierra del sol amada se hubiera salvado de muchos salvadores de la patria. Excesivas glorias militares postran a muchos pueblos en la indigencia civil.
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El intelectual venezolano Allan Brewer—Carías fue Senador por el Distrito federal; Ministro de Estado para la Descentralización, y Miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999. Ahora vive en Nueva York, y sigue produciendo libros de manera incesante. Su trabajo sobre Miranda es uno de los últimos, aunque en el caso de Brewer—Carías todos sus libros suelen ser penúltimos. Siempre está trabajando en nuevos volúmenes.




[i] Colección Cuadernos de la Cátedra Fundacional de Historia del derecho, Charles Brewer Maucó, Universidad Católica Andrés Bello,. Caracas / New York, 2016. 302 páginas.

[ii] El texto completo de la carta está en El General Miranda, del Marqués de Rojas. Puede conseguirse en Google Books.

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