miércoles, 3 de enero de 2018

¿Hay que admirar a Bolívar por sus defectos, o por sus virtudes?



Mario Szichman


Simón Bolívar era indiferente a la justicia, a la legalidad, al cumplimiento de las normas. Para el líder caraqueño, el mundo se dividía en leales y en traidores. Había quienes estaban con él, y otros que actuaban contra él. Pero al menos poseía una virtud: lo explicitaba sin rubor.
Cuando el general José Antonio Páez, su principal lugarteniente, decidió enfrentarlo, Bolívar le envió una carta donde decía: "Conmigo ha vencido usted; conmigo ha tenido usted gloria y fortuna, y conmigo debe usted esperarlo todo. Por el contrario, contra mí el general Labatut se perdió; el general Castillo se perdió; contra mí el general Piar se perdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra mí el general Riva Agüero se perdió y contra mí se perdió el general Torre Tagle. Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles. Y vea usted hasta donde se han elevado los generales Sucre, Santander y Santa Cruz".
No estaba equivocado Bolívar en su recuento. Manuel Piar, uno de los más exitosos generales de la independencia, fue fusilado por secuaces de Bolívar en Angostura, tras rechazar el liderazgo del caraqueño.


El marqués de Torre Tagle, primer presidente del Perú, buscó refugio en los castillos del Callao defendidos por el brigadier español José Ramón Rodil. Temía la anarquía que podría sobrevenir en la región en caso de triunfar las huestes de Bolívar.
se prolongó un año. Siete mil peruanos y españoles buscaron refugio en las fortalezas. Cuando Rodil capituló, el 23 de enero de 1826, unas seis mil trescientas personas habían sido enterradas entre sus muros, o arrojadas al mar y devueltas a la costa.
El marqués de Torre Tagle falleció víctima del escorbuto. Su esposa y uno de sus hijos tuvieron el mismo trágico fin. El escorbuto es deficiencia de la vitamina C. Uno de los últimos actos del marqués fue canjear en los castillos del Callao tres platos de oro por limones. Pero la dosis no resultó suficiente.
Entre los protagonistas de mi Trilogía de la Patria Boba, que podría convertirse en tetralogía una vez publique la novela sobre el sitio a las fortalezas del Callao, figura justamente la hambruna.
Bolívar es tan diferente como los sucesivos retratos que se han hecho de él tanto en vida como después de muerto. Excepto, por supuesto, el último, la cirugía estética que ordenó el fallecido presidente de Venezuela Hugo Chávez Farías, asignándole un rostro que lo hace parecer casi obeso, con labios gruesos (los labios del Libertador eran líneas filosas) rasgos de alguna comiquita y una piel cetrina. Se trata de un Bolívar que no hubiera reconocido ni la madre que lo engendró. Me imagino que es un prócer a medio terminar. Si Chávez hubiera vivido algunos años más, habrían sido inevitables otras refacciones al rostro del ilustre caraqueño, para adecuarlo al semblante del líder de la Revolución Bolivariana.
El ser humano suele ser un saco de imposturas, y del mismo modo en que la moda nos viste de una cierta manera, y nos afeita el rostro, o lo deja con poblada barba,  le sube o baja la falda a las mujeres, y pone en su cabeza enormes capelinas o pequeños gorros, la moda cultural, las costumbres literarias, nos arrogan ciertas conductas, nos obligan a adoptar poses, inclusive cambian nuestras enfermedades. Creo que Trotsky, o quizás Victor Serge en sus Memorias de un revolucionario, mencionan el caso de algunos lánguidos poetas que alteraron su físico y cambiaron de achaques una vez los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno.
Bolívar fue un general guerrillero porque ni el terreno ni las fuerzas con que contaba, permitían crear grandes ejércitos. Pero, con otros medios a su alcance, hubiera sido tan terrible como Napoleón. Así lo demostró no solo en el asedio a las fortalezas del Callao, o cuando ordenó acabar la rebelión de los pastusos, los oriundos de Pasto, Colombia. En ambos casos, en reducida escala, se trató de una guerra de exterminio.
Quien sobresalió en ambas matanzas fue el general patriota un fiel lugarteniente de Bolívar.  Salom era un hombre humilde y honesto. Además, carecía de piedad. Entre los prisioneros capturados por sus tropas había niños de nueve y diez años. Al principio de la lucha, esos soldados, incluidos los niños, estaban muy bien alimentados. Era difícil conquistar una población cuyos graneros rebosaban de maíz. A veces el coraje es animado por la comida en abundancia.
Recién cuando los soldados de Bolívar empezaron a quemar los almacenes de los pastusos y a envenenar sus animales, afloró la cordura. Gracias al hambre los pastusos le confirieron humanidad al enemigo, y se entregaron a su clemencia. Poco después, Salom recibió una carta de Bolívar donde decía: “Logramos destruir a los pastusos. No sé si me equivoco como me he equivocado otras veces con esos malditos hombres, pero me parece que ahora los muertos no levantarán más su cabeza”. 
Bolívar seguía pensando como un militar, quería oír cañonazos. Pero Salom aprendió mucho de su experiencia frente a los pastusos. La hambruna cedió el paso al tiempo de la plaga. Sólo las guerras presurosas son propiedad de los héroes, el resto pertenece a los verdugos.
No hubo muchos enfrentamientos durante el asedio a las fortalezas del Callao. Por supuesto se peleó. Pero se trató de algo como un pensamiento tardío. Recuerda esas excusas empleadas por un historiador para cubrir extensos tramos en una historia donde nada ocurre.

TIEMPOS DE ACUMULAR PIEDRAS

Cuando un pueblo se hunde en la miseria, lo único que le aguarda es más miseria. Satisfacer sus necesidades inmediatas es lo único que cuenta. Es la lucha de todos contra todos, pero no contra el enemigo principal, el gobierno, o el desgobierno que lo ha conducido a esa situación, sino contra quienes pelean por controlar el agua, o los alimentos.
Mi idea de Simón Bolívar ha ido alterándose con el transcurso del tiempo. El héroe que me entusiasmó al principio, ha ido perdiendo sus facetas más heroicas, a medida que he ido explorando su leyenda.
Hace algunos años, en octubre de 2013, me entrevistó la periodista venezolana Dariela Sosa en su programa “Hoy no es un día cualquiera”, que se transmitía por Radio Caracas Radio, para que hablara sobre Bolívar. Y en esa ocasión, hice emerger un retrato del Libertador que había perdido el brillo y la gloria inicial. He aquí una versión editada.



Dariela Sosa: El título de esta parte del programa podría ser: “Lo que no hemos podido (o querido) conocer de Simón Bolívar”. Hay como un gran tabú para revelar episodios que permitan hacer de Bolívar un ser más humano. Tal vez no fueron muy trascendentes, pero constituyen una parte importante de ese personaje. Ya desde la escuela tenemos materias como Cátedra Bolivariana, debemos aprender hasta el nombre del perro de Bolívar…
Mario Szichman: ¿Nevado?
DS: Exactamente, Nevado. Pero hay muchas cosas que se omiten. Y este programa no tiene como objetivo hablar mal de Bolívar sino humanizarlo, y poder tener una postura más crítica en relación al líder más importante de nuestro país…
MS: … Y de parte de América Latina.
DS: … Por supuesto, por supuesto. Y de esta manera podremos vernos a nosotros mismos mejor. Y, al mismo tiempo, desmitificar a un personaje para que podamos tener un mayor control sobre nuestro destino.
MS: Estoy totalmente de acuerdo contigo, Dariela. Pero voy a añadir algo más: para mí no existen los próceres. Son una creación a posteriori. Antes de ser próceres eran seres humanos. Y cometieron terribles errores, que costaron muchas vidas. Inclusive Abraham Lincoln, The Honest Abe tenía algunos esqueletos en su armario. Dos de sus cuñadas se beneficiaron de la colusión entre comerciantes del Norte y del Sur durante la guerra civil. Mientras millares de soldados morían en los frentes de batalla, esas señoras ganaban mucho dinero vendiendo mercancías y armas. Lincoln estaba enterado de esa desagradable circunstancia y nada hizo para frenarla.
Bolívar y otros héroes de nuestra historia tuvieron muchos defectos. Cometieron excesivos errores. La historia, Dariela, siempre la escribe el vencedor. Si Manuel Piar hubiera triunfado, los libros de historia venezolana estarían ahora plagados del culto a Piar. Seguramente Bolívar sería un breve comentario a pie de página.
Por eso creo que es tan importante conocer la historia de un país. Porque las palabras no se las lleva el viento, y porque la historia se repite.
Cuando digo que las palabras no se las lleva el viento, voy a los ejemplos extremos. Si hay mil personas en un teatro, y de repente alguien grita ¡Fuego! Sin que haya fuego, esa falsa alarma puede causar un desastre de proporciones incalculables.
Lamentablemente, los precursores suelen dictar nuestros pasos. Y con terribles consecuencias. Te voy a dar un ejemplo: el decreto de guerra a muerte de 1813.  ¿Alguien se ha puesto realmente a pensar en esas horrendas frases: “Españoles y canarios, contad con la muerte, aunque seáis inocentes; americanos, contad con la vida, aunque seáis culpables?” Esa fraseología es propia de un demente. ¿Qué clase de justicia predica Bolívar? La justicia de Gengis Khan.
Y lo que ocurre en la Venezuela actual parece, en cierto modo, una tardía aplicación del decreto de guerra a muerte. Si tú eres chavista, de manera automática te conviertes en un inocente aunque hayas saqueado el erario público. Si eres opositor, te transformas en un culpable, o en un traidor. No es necesario ofrecer pruebas.
Por cierto, el endiosamiento del fallecido presidente Hugo Chávez es una secuela del endiosamiento a Bolívar. Y eso es fácil de percibir porque somos contemporáneos de esas mentiras. El chavismo en el poder le está mintiendo al pueblo venezolano en la cara, de manera cotidiana. Y no  existe un gran escándalo por esa circunstancia.
Eso es muy peligroso. Porque si se acepta la mentira, el pueblo venezolano terminará creyendo que ese señor que arruinó a Venezuela, que ha sumido al país en la crisis más grave que vive en las últimas décadas, fue en realidad un salvador. En ese sentido, no le echen a Nicolás Maduro la culpa por ese paquete chileno que ha sido el legado de Chávez.
DS: … Volvamos a Bolívar.
MS: Volvamos a Bolívar. Siempre he pensado que si en la época de la lucha por la independencia hubiera existido como ahora un tribunal internacional de justicia, posiblemente Bolívar, al igual que sus lugartenientes y numerosos jefes españoles, hubieran sido considerados criminales de guerra. No olvidemos que entre el 13 y el 15 de febrero de 1814 Bolívar aprobó la ejecución de más de 800 prisioneros españoles en La Guaira y en Caracas.
De todas maneras, Bolívar es superior a sus defectos. En cambio Chávez es inferior a la mayoría de ellos. Por ejemplo, Bolívar supo reconocer sus errores. Él se arrepintió del decreto de guerra a muerte. No lo dijo golpeándose el pecho. Pero a partir del 1816, en Venezuela comenzó la regularización de la guerra. E inclusive Bolívar reconoció que gracias a ese cambio, muchos realistas lograron incorporarse a las filas de los patriotas. Lamentablemente, muchos historiadores tradicionales siguen defendiendo el decreto de guerra a muerte.
DS: No solo eso. En las escuelas nos hacían memorizar ese decreto. Y tampoco es de la época chavista. Precede al chavismo. ¿Qué es lo que estamos enseñando a las nuevas generaciones? Que la lealtad es mucho más importante que la defensa de valores esenciales del ser humano.
MS: Suscribo enteramente tus palabras.
DS: ¿Qué otra característica encuentras en Bolívar que podría reflejarse en nuestra política actual?
MS: Bolívar pasó a la historia como el hombre de las dificultades. Sus acólitos deberían haber agregado: era el hombre de las dificultades que nunca logró resolver y que, por el contrario, contribuyó a agravar.
Nunca les dijo a sus compatriotas: “Vengo a resolver vuestras dificultades”.  Un hombre que se proclama el hombre de las dificultades no va a perder tiempo en solucionarlas. Bolívar sabía que si resolvía las dificultades, se convertiría en un ser superfluo. Y él solo deseaba demostrar que era imprescindible. Por eso su período como líder revolucionario fue muy difícil. Las dificultades se acumularon sin que ni una sola de ellas hubiese sido resuelta.
Hago, como los operadores de cine, un fast forward, un rápido avance. Fíjate Chávez. Durante sus 14 años en el poder la situación en Venezuela fue empeorando de manera progresiva. Por una curiosa paradoja, Chávez parecía cada vez más imprescindible. ¿Qué podrían hacer sin él? ¿Cómo se resolverían las dificultades que él había contribuido decisivamente a crear con su torpe manejo de la economía, con sus delirios de grandeza, con su vaciamiento del erario público?
DS: Mario, el título del programa es “Lo que no hemos podido (o querido) conocer de Simón Bolívar”.
MS: ¿Con qué comenzamos, Dariela, con la parte más grata de Bolívar, o con la más ingrata? La parte más grata, o al menos más simpática de Bolívar, son sus amoríos.
En El diario de Bucaramanga, de Perú de Lacroix, un libro indispensable para conocer al otro Bolívar, el Libertador narra un episodio de una visita a un burdel de París. Fíjate los problemas que puede traer la falta de comunicación. La mujer que había elegido Bolívar no hablaba francés, sólo inglés. No entendió las intenciones de Bolívar y lo confundió, estas son palabras de Bolívar, con “un griego pederasto”. Me imagino que quiso decir pederasta. Y Bolívar, para acallar a la mujer, empezó a arrojarle dinero. Y la mujer arrojó el dinero a la chimenea. Bueno, el pobre Bolívar debió huir de la casa pública, todo abochornado. No es precisamente la clase de relatos que los historiadores narran del Libertador.
De todas maneras, Bolívar no tuvo muchas dificultades en seducir mujeres. Primero, porque era el hombre más rico de Venezuela. O uno de los más ricos. Y en segundo lugar, porque empezó a obtener posiciones de poder. Y el mejor de los afrodisíacos sigue siendo el poder.
Bolívar se mostró insaciable jurando amor eterno a cuanta mujer quisiese compartir su lecho durante una madrugada. Tenía amantes de pocas horas, de pocos días, de algunos meses, y afectos recurrentes.
Ni siquiera era fiel en sus breves amoríos. Ducoudray Holstein, quien sirvió en su estado mayor, dijo que en Guayana solía andar con dos o tres amantes al mismo tiempo. Durante algunas escaramuzas, solía detenerse en los pueblos a fin de sumar nuevas conquistas. Si te cuento esto es por dos razones que para mí son bastante importantes. Tienen que ver con mi narrativa, y también con la manera en que el amor trae consecuencias políticas.
Un personaje de Moliere se mostró muy fascinado cuando un profesor le informó que todas las personas hablaban en prosa. Bueno, hace más de cuatro décadas que escribo, y recién en fecha reciente, especialmente a partir de Eros y la doncella, mi novela sobre la Revolución Francesa,  descubrí que el erotismo es algo muy importante en una narración. Escribo en prosa, y hay mucho de erotismo en mi prosa.
Tú sabes que todas mis novelas han sido editadas o reeditadas por la profesora venezolana Carmen Virginia Carrillo. Bueno, recuerdo que en mi última novela la parte erótica prácticamente no existía. Y mi editora me señaló la escasez de amoríos que había en la narración. Yo le dije: “Carmen Virginia, tengo un grave problema: soy muy tímido”. Voy a parafrasear su respuesta. No son exactamente sus palabras, pero estoy seguro que el contenido es exacto. Tú sabes, cuando los escritores tenemos que elegir entre la realidad y la leyenda, elegimos la leyenda. Lo que yo entendí de Carmen Virginia fue esto: “Pues chico, puedes ser todo lo tímido que se te antoje. Pero a la hora de narrar, es mejor que te sueltes el moño”. 
Creo que la novela creció mucho con los consejos de la profesora Carrillo.
Además, el amor es el motor que hace funcionar el mundo. Tiene consecuencias enormes en la historia. Y eso se observa también en la vida de Bolívar.
El caso más famoso es obviamente el de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, una mujer de armas tomar, y que realmente salvó la vida de Bolívar cuando intentaron asesinarlo en Bogotá. Pero hubo muchas mujeres que tuvieron importancia en la política de la Gran Colombia. Una, Pepa Machado, estuvo a punto de frustrar la expedición a Los Cayos, que significó el retorno de Bolívar a la capitanía general de Venezuela, porque demoró en unirse a la aventura. Bolívar postergó casi un mes la expedición esperando que se le sumara la Pepa. Que por cierto se vino acompañada de su madre. Bolívar era un hombre de familia.
Y después está Isabel Soublette, la hermana de Carlos Soublette. Varios contemporáneos de Bolívar decían que Soublette nunca hubiese tenido ascensos tan espectaculares en el estado mayor de Bolívar, ni hubiera sido presidente de Venezuela, de no haber sido por el amor que el Libertador sentía por ella.
DS: Hablemos ahora de la otra parte: ¿Cuál fue la parte más ingrata de Bolívar?
MS: Sus tendencias autoritarias. También en El diario de Bucaramanga, Bolívar reconoce su enorme admiración por Napoleón, y le dice a De Lacroix que se ha visto obligado a denigrar al emperador de los franceses para no ser acusado de ambicionar seguir sus pasos.
En ese sentido, creo que Bolívaar era mucho más cruel que Napoleón con sus rivales políticos. Napoleón solía quitarles el mando, o enviarlos a remotas guarniciones. Pero Bolívar los delataba o los mandaba a fusilar. Delató al Precursor Francisco de Miranda, se lo entregó en bandeja a los españoles, y a cambio de eso obtuvo un pasaporte firmado por el español Domingo Monteverde, el jefe enemigo. Monteverde señaló que había facilitado a Bolívar el pasaporte por la buena labor realizada al entregar a Miranda.
Luego están los casos de Manuel Piar, del general Córdoba, héroe de Ayacucho, y del almirante Padilla. Los tres fueron fusilados por órdenes de Bolívar porque temía que se convirtieran en sus rivales. Especialmente Piar.

Fíjate que Piar cambió en buena parte el rumbo de la guerra de la independencia al emplazar su base de operaciones en Guayana.  Bolívar estaba obsesionado con reconquistar Caracas. Siempre perdió cuando quiso llevar a cabo esa propuesta.
Las cosas empezaron a cambiar una vez los patriotas se emplazaron en Guayana. Allí podían conseguir ganado en abundancia, forraje para sus caballos, y armas y municiones de contrabandistas que operaban en el Orinoco y en Curazao.  Por cierto, el fiscal en el proceso a Piar fue Soublette, el militar hermano de las bellas damas que se enamoraron de Bolívar. No simultáneamente, sino por turno.
DS: ¿Estuvo amañado el juicio a Piar?
MS: Piar fue condenado a muerte inclusive antes de ser apresado. El almirante Brion, uno de sus principales enemigos, dijo que el día que lo apresaran al “mulato” de Piar, él pediría su fusilamiento. Bueno, Brion fue el presidente del consejo que juzgó a Piar. Y Carlos Soublette, un incondicional de Bolívar, fue el fiscal.
Hubo además muchas denuncias de testigos comprados, de tergiversación de pruebas. Piar exigió la presencia de testigos que nunca fueron llevados ante el tribunal.
Pero quien reveló las razones del fusilamiento de Piar fue el propio Bolívar. Él reconoció que Piar fue fusilado por una “necesidad política”. Pues había puesto en entredicho su liderazgo. Mariño también cuestionó el liderazgo de Bolívar, y se asoció con Piar. Pero después del fusilamiento de Piar, Mariño se disculpó ante Bolívar y continuó en su cargo.
Las mismas razones que condujeron al fusilamiento de Piar podrían haber sido utilizadas para fusilar a Mariño. Pero como Mariño se doblegó, Bolívar cambió de idea. Eso se llama arbitrariedad.
DS: ¿Hubo alguien que venció a Bolívar en materia política?
MS: Bueno, el sueño de Bolívar, de la Gran Colombia, se lo torpedeó Santander. Tampoco pudo hacer nada Bolívar para frenar a Páez,  que terminó desmembrando la Gran Colombia y se convirtió en el padre fundador de Venezuela.
Tanto Santander como Páez apostaban a la patria chica. Tal vez no estaban muy descaminados. No se pueden crear patrias grandes por métodos artificiales.
DS: Desde que leí tu novela Las dos muertes del general Simón Bolívar, me ha impresionado que tú desmientas la versión oficial sobre la muerte de Antonio Ricaurte. Realmente me quedé shockeada. Siempre en el Día de la Juventud se recordaba el heroísmo de Ricaurte, quien, según decían se hizo volar por los aires con un barril de pólvora para no entregar el arsenal en la casa de San Mateo. ¿Por qué nos ofreces una versión tan diferente?
MS: Tengo la mejor fuente para ello: el propio Libertador. También en El diario de Bucaramanga Bolívar dijo a Lacroix que él era “el autor de ese cuento”, y que lo inventó para entusiasmar a sus soldados. En realidad, dijo Bolívar, y voy a citar el párrafo, porque es muy interesante, “Ricaurte murió el 25 de marzo del año 14 en la bajada de San Mateo, cuando se retiraba con los suyos. Murió de un balazo y de un lanzazo. Yo lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto, y con las espaldas quemadas por el sol”.
DS: ¿No temía Bolívar que algún día se descubriera su mentira?
MS: Bolívar sabia que la historia la escriben los vencedores. Estaba seguro que si triunfaba, sus herederos, y aquellos que habían prosperado al amparo de su gloria, escribirían una historia ajustada a sus designios.
Créeme, Dariela, Bolívar hubiera podido ser un excelente guionista de Hollywood. En una famosa película, The Man Who Shot Liberty Valance, un periodista dice: "Aquí, en el Salvaje Oeste, cuando nos dan a elegir entre la verdad y la leyenda, nosotros elegimos la leyenda". Cada vez que a Bolívar le daban la ocasión de elegir, elegía la leyenda.
DS: Mario, ahora, al final del programa, te pediría una reflexión. Fíjate, durante la mayor parte del programa me sentía como si hubiera estado profanando la historia al hablar del otro Bolívar. Yo estudié en un colegio católico. No sé, de repente, me sentía como si hubiera estado diciendo cosas malas de la Biblia. Pero creo que es necesario acabar con ciertos tabúes. Y además, no es posible dividir la historia entre héroes y villanos, cuando en cada uno de nosotros hay siempre un héroe, pero también un villano.
Por supuesto, la combinación de esas características varía de un ser a otro.  Es importante mantener una postura crítica. Eso ayuda a entender la complejidad de cada ser humano. Por lo tanto te pregunto a ti, que tantos cuestionamientos has hecho al Libertador, y que al mismo tiempo reconoces tu admiración por Bolívar ¿qué recomiendas para ver nuestra historia de manera crítica y no sentirnos decepcionados de cierto modo por una épica que tal vez no es tan épica?

MS: Dariela: yo no admiro a Bolívar por sus virtudes, sino por sus defectos. Si pienso en sus virtudes, estoy convencido que nunca podré llegar a ser como él. Pero cuando recuerdo sus defectos, ahí la cosa es muy distinta. Yo tengo tantos o más defectos que Bolívar. Por lo tanto ¿Por qué no puedo alcanzar su grandeza? 

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