miércoles, 16 de julio de 2014

Quien no teme al ridículo se eterniza en el poder


Mario Szichman

      ¿Por qué el líder norcoreano Kim Jong-un le da tanta importancia a su peinado? ¿Por qué reacciona con tanta violencia cuando zahieren su corte de pelo?
      En fecha reciente, funcionarios de la embajada de Corea del Norte en Gran Bretaña visitaron la  peluquería londinense M&M Hair Academy para presentar una protesta. M&M Hair Academy había decidido aumentar sus ventas ofreciendo un 15 por ciento de descuentos a clientes descontentos con su cabellera. Para ello, usó un poster del líder norcoreano exhibiendo su asombrosa pelambre, acompañado de la leyenda Bad Hair Day? (¿Mal día para su cabello?) Diplomáticos norcoreanos exigieron a los dueños de la peluquería divulgar el nombre del responsable de ese agravio pues deseaban demandarlo. Como las represalias que apadrina el señor Kim contra sus enemigos suelen ser muy desagradables –arrojó perros feroces a su tío, disgustado por el hambre de poder de su pariente– los interrogados optaron por encubrir la identidad del agraviante. Según periódicos británicos, el Foreign Office inglés recibió luego una carta de protesta enviada por la sede diplomática norcoreana.  
     El régimen de Pyongyang combina la amenaza con el grotesco de una manera difícil de igualar. Por una parte tiene un arsenal nuclear. Tal vez pequeño, pero temible. Nadie desea que se registre un Hiroshima en su capital. Por lo tanto, las autoridades norcoreanas suelen ser tratadas con respeto. Pero ¿no sería más fácil obtenerlo con otro estilo de peinado? El padre de Kim lucía un bouffant. Daba la impresión que se acicalaba con un rastrillo. El hijo se afeita los lados de la cabeza y luce en la coronilla el pelo esponjoso, como algodón de azúcar. Al parecer, es una combinación de la cabellera de su padre y de su abuelo, Kim Il-sung, el fundador de la dinastía.
     Pero no solo el cabello de los líderes norcoreanos ha causado hilaridad. The New York Times recordó que en 2004, los creadores de la serie South Park parodiaron al padre de Kim en la película Team America: World Police. El mandatario aparecía como un títere lamentando su soledad y el desamor que lo rodeaba. Mientras canturreaba una patética melodía, se lo veía pasar junto a prisioneros sometidos a torturas.
      Para sumar el insulto a la injuria, ahora viene otra película, The Interview, donde la intención es zaherir nuevamente a Kim Jong-un. La película es interpretada por James Franco, en el papel de animador de un programa de televisión, y Seth Rogen como su productor. Ambos viajan a Pyongyang para realizar una entrevista exclusiva al actual gobernante norcoreano. La trama del filme es que los protagonistas son reclutados por la CIA para asesinar a Kim.
      Los numerosos partidarios de Kim cuentan cosas pasmosas de su líder. (Se ignoran las opiniones de sus adversarios). Por ejemplo, que es capaz de derribar un satélite espía norteamericano lanzándole una piedra de regular tamaño. Además, es un ser maravilloso que “ni orina ni defeca”.
      Ya las autoridades de Corea del Norte han denunciado el filme The Intervie como “Un descarado acto de terrorismo y de guerra”.  Un vocero acusó directamente al gobierno de Barack Obama de dar luz verde para que “un cineasta delincuente” mancille al líder supremo de Corea del Norte y, por ende, a todo el país. También advirtió que adoptaría “medidas decisivas e implacables”, si el gobierno norteamericano “ratifica tácitamente o respalda el estreno del filme”.

LANZANDO BOFETADAS

      La industria cinematográfica de Estados Unidos suele irritar a gobernantes de otras naciones con gran regularidad. El caso más famoso es El gran dictador (1940) en que Charles Chaplin hacía el doble papel de barbero judío y de Adolfo Hitler. Hubo en esa época muchas quejas por el retrato que Chaplin había diseñado de Hitler. Las protestas no procedieron de Alemania, sino de la Argentina, cuyos gobernantes siempre han tenido una enorme capacidad para meterse en lo que no les importa.
      Inclusive el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, fue caricaturizado en algunos filmes recientes, aunque la cancillería no ha dicho ni . Y en el 2006, el gobierno de Kazajstán pretendió entablar una demanda a los productores del filme Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan. La película, bastante mala, por cierto, no criticaba solo a los gobernantes de Kazajstán sino también a sus habitantes. Pero, el gobierno de Kazajstán decidió archivar la demanda, porque el filme logro acrecentar el turismo en el país. La magia de “Borat” era que al confrontar la película con la realidad, la realidad triunfaba. Había muchas cosas bellas que percibir en Kazajstán: sus ríos, sus bosques, sus mujeres. La comida era abundante y bien elaborada, sus atardeceres eran maravillosos, y sus habitantes muy hospitalarios. 
      El presidente argentino Juan Domingo Perón solía decir que se retorna de todas partes, menos del ridículo. Nadie sabe qué daño real causó Chaplin a la imagen de Hitler. El actor dijo años después del estreno de El gran dictador que cuando escribió el guión de la película ignoraba la existencia de los campos de exterminio nazis. De haberlo sabido, posiblemente hubiera archivado el proyecto. Pues la burla no puede superar ciertos umbrales. Pero es evidente que Chaplin hizo al menos un gran favor a quienes padecían bajo la bota nazi: mostró que el Fuhrer estaba desnudo, y que a pesar de su endiosamiento era un ser patético.
      El gobernante norcoreano vigente, el tercero en la dinastía Kim, tiene un problema que no sufrieron sus antecesores en el cargo: es un ser letal con sus enemigos locales, pero irrelevante a nivel internacional. Su padre y su abuelo no necesitaban formular amenazas, pues eran capaces de concretarlas. El cineasta británico Paul  Fischer, quien escribió un libro sobre Kim Jong-il, dice que Kim “debe lidiar con la percepción, no con la realidad”.  Sus precursores todavía podían argüir “que Corea del Norte era la más legítima y la más exitosa de las dos Coreas”. En cambio, el actual líder norcoreano “debe actuar como si su país todavía tuviese alguna razón para existir”. Por eso, su primera tarea es “mantener la ilusión”. Y esa necesidad de aparentar es su mayor signo de flaqueza.
      A nivel de la apariencia personal, un buen o mal estilo de peinado carece de importancia. Pero en materia política, puede ser devastador. No olvidemos que bruscamente, el mundo se ha convertido en un gigantesco y banal escenario. Es cierto, en todas las eras la estupidez ha reinado soberana. Si alguien cree que todo tiempo pasado fue mejor, puede revisar ese fenomenal libro de chismes llamado La vida de los doce Césares, de Suetonio. La corrupción, el crimen político, el nepotismo, el robo de los dineros públicos, las orgías en los palacios de los poderosos, son tan antiguos como la humanidad. Pero hay un nuevo elemento que ha trastornado antiguos parámetros: la trivialidad acompañada del desprecio por la opinión pública.  Quizás Kim es el último gobernante que todavía se toma en serio. Carece de un elemento que es imprescindible en su tarea: la desfachatez. Cree en conceptos como el honor. Quiere que lo respeten. Y tal vez eso representa su camino a la perdición.
      Si alguien me contratara como asesor de algún candidato político, le diría: copie el modelo vigente en Venezuela. De esa manera podrá eternizarse en el poder. Invente cada día algo nuevo y absurdo: un magnicidio, o un complot para sabotear la red eléctrica. Si hay escasez de productos básicos, la culpa es de la oposición o del imperialismo. Las cárceles han sido diseñadas para alojar exclusivamente a opositores. Todo expediente que involucre a alguna figura del gobierno hay que archivarlo por los siglos de los siglos.
      Lo importante, junto con la trivialidad, es no asumir responsabilidad alguna, no dar la cara o explicaciones, prometer cada día algo nuevo y absurdo o imposible de realizar. (Y que los gobernados estén al tanto de ese absurdo y de esa imposibilidad). Hay que empecinarse en la banalidad,  insistir en lo grotesco y lo increíble. El estado mental de los ciudadanos debe consistir en la perplejidad y en la sinrazón. Lo que vean delante de sus ojos no existe. Solo deben creer en la propaganda oficial.
      ¿Cuántas veces las luces rojas de las redes sociales empiezan a centellear apenas un funcionario venezolano exhibe sus rarezas o su pujante mal gusto? Pero pronto las alarmas extinguen su accionar pues esos funcionarios son inmunes a sus propios traspiés. Siempre triunfan.
      ¿Imagina el lector a algún gobernante que salga ileso luego de mencionar la necesidad de multiplicar los penes y los peces? Pues el presidente de Venezuela Nicolás Maduro lo ha enunciado con bíblica serenidad, y sigue gobernando como si tal cosa. Su fórmula es imbatible, como la de quienes lo secundan en su labor. No es aventurado suponer que mientras el miedo al ridículo podría acabar algún día con el gobernante de Pyongyang, el desprecio al ridículo haga persistir el actual modelo político venezolano.


4 comentarios:

  1. Excelente artículo como siempre Mario. En relación a los líderes que se eternizan por no temer al ridículo, comparto este curioso video: http://www.ted.com/talks/derek_sivers_how_to_start_a_movement?language=es

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    1. Gracias, Gerardo, por tus palabras. Y gracias por enviarme el enlace del video. Es excelente. Trataré de difundirlo. Resume en tres minutos la verdad de muchos tratados sobre populismo. El miedo más grande es siempre el temor de quedarnos solos. Pero solo la lucha contra ese temor puede derrotar a los demagogos.

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  2. Che, Mario, tené cuidado con lo que escribís! A ver si en cualquier momento se te aparecen en la puerta un par de agentes de la Policía Peluqueril o el equivalente norcoreano de la CIA!

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    1. Daniel, ojalá que algún sociólogo pueda analizar el corte de cabello del líder norcoreano. Cada vez estoy más convencido que los reyes están desnudos.En esa cabellera hay sumergida una verdad muy profunda. Me pregunto qué hará el señor Kim cuando se quede calvo.

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