miércoles, 4 de mayo de 2016

La imposibilidad del compromiso


Mario Szichman



¿Cuántas personas desean recrear su primera boda, especialmente si concluyó en divorcio? No muchas. Pero Todd J. Remis creía que era una buena idea.  
Remis, un analista de valores de renta variable, residente de Manhattan, entabló una demanda contra el estudio H & H Photographers, señalando que las fotos de su boda lo habían decepcionado. El demandante exigió a H & H Photographers la devolución de los 4.100 dólares que había pagado por las fotos. Además, reclamó un desembolso de otros 48.000 dólares con el propósito de transportar a Nueva York a los asistentes al casamiento, y alquilar el salón de fiestas. De esa manera, otro fotógrafo podría recrear el feliz y fugaz acontecimiento.
En noviembre de 2003, Remis y su novia, Milena Grzibovska, oriunda de Letonia, ingresaron al estudio fotográfico H & H, y explicaron a Curt Fried, uno de los dueños, que deseaban contar con fotografías y un video de su boda, a celebrarse el 28 de diciembre del mismo año. El costo de plasmar las incidencias de las nupcias ascendió a 4.100 dólares.  
No fue una celebración muy grande. Asistieron unos 40 invitados a un salón de recepción en Tarrytown, una bella ciudad de las afueras de Nueva York, a orillas del río Hudson.
Las fotografías mostraban a los novios desbordando de felicidad, rodeados por encantados familiares, entre ellos Irina, la madre de la novia, y Alina, su hermana, que viajaron especialmente desde Letonia. Pero, un mes después de la boda, Remis regresó al estudio para informar que había quedado decepcionado con las imágenes, y acusó al equipo de fotógrafos de H & H de esfumarse en los últimos 15 minutos de la recepción. De esa manera, no hubo registro de dos eventos muy importantes: la última danza, y el lanzamiento del bouquet de flores por parte de la novia. Además, según Remis, fue tratado de manera descortés cuando presentó su reclamo ante los empleados de H & H.
“Nunca había sido tan insultado en mi vida”, informó el demandante.
Lo interesante del caso es que Remis demoró cierto tiempo en indignarse. La demanda fue presentada seis años después del casamiento, en el 2009, tras separarse de su esposa, y cuando ya había iniciado los trámites de divorcio.   
El litigante exigió la recreación de la ceremonia pues, según dijo, las fotografías eran “inaceptables debido al color, la luz, las poses y el emplazamiento” de los invitados. En cuanto al video, indicó Remis, aunque en el contrato se estipulaban seis horas de grabación, únicamente fueron registradas dos horas.
“La boda debe ser recreada exactamente como fue, para que aparezca el 15 por ciento que no figura” en las fotografías o en el video, dijo el demandante en un tribunal, según informó The New York Times.
Pese a los extraños aspectos de la demanda, la jueza Doris Ling-Cohan, de la Corte Suprema del estado de Nueva York, permitió la continuación del caso, a fin de determinar si H & H había violado el contrato firmado por Remis. En un dictamen, la jueza dijo: “Los recuerdos de la boda son considerados (por el demandante) más importantes que el evento real. Si bien el matrimonio no duró, parece perdurar la indignación del litigante por la calidad de la fotografía y del video”.

A LA BÚSQUEDA DE LA DICHA PERDIDA

Hay muchas maneras de analizar el caso de Remis, pero es obvio que la trama daría para una excelente comedia. En primer lugar, ¿cómo se hace para localizar a todos los asistentes a la boda en un país donde mudarse de apartamento, o de estado, es tan frecuente como divorciarse? Cuando Remis presentó su demanda ni siquiera estaba enterado del paradero de su exesposa. Algunos de sus conocidos presumían que había retornado a Letonia. Por supuesto, un guionista de Hollywood incorporaría de inmediato a un investigador con el propósito de encontrar a Milena Grzibovska, y encargaría al protagonista contratar a una agencia de detectives para localizar a los 40 invitados. Cuarenta personas representan un mundo, y es vasto el tipo de relaciones sentimentales o de amistad que podrían entretejerse en ese singular encuentro.
Una vez detectados todos los asistentes a la boda original ¿quién podía garantizar que reinara el mismo jolgorio en una boda simulada? Por otra parte, los seis años transcurridos entre la ceremonia original y la recreada seguramente alterarían los rostros, los cuerpos y las personalidades de los participantes. ¿Quedaría satisfecho Remis, o intentaría otra demanda?
Del otro lado de la moneda estaba H & H, una firma respetable. Durante más de siete décadas registró millares de bodas, comuniones y bar mitzvas (fiesta de confirmación de un niño judío, cuando cumple 13 años de edad).  Hasta la demanda de Remis, a nadie se le ocurrió reclamar por las fotos tomadas en bodas.
Toda trama necesita un protagonista y un antagonista. Por lo tanto, podemos elegir a Curt Fried como antagonista de Remis.  Fried, uno de los fundadores de la firma, huyó de la Viena ocupada por los nazis en septiembre de 1939, cuando tenía 15 años. Pese a su minoría de edad, fue reclutado por el ejército norteamericano. Posteriormente, aprendió el arte de la fotografía como asistente de camarógrafos. Algunas figuran ya en los libros de historia, entre ellas numerosas que tomó durante la Segunda Guerra Mundial en la famosa Ruta de Birmania, una línea de abastecimientos a China.
Fried se mostró desconcertado ante la demanda. Dijo que Remis, “quiere traer a su excónyuge en avión para recrear la boda, y ni siquiera sabe dónde vive”. Al mismo tiempo expresó sospechas por los motivos del demandante.  
La parte de Fried parece pertenecer más bien a las comedias de la década del cuarenta, como The Shop Around the Corner, o esas delicias creadas por Ernest Lubitsch o Frank Capra. Es obvio que Fried puede representar a un caballero de la vieja escuela, y Remis tendría atributos del buscavidas. En su declaración ante la jueza reconoció que carecía de empleo fijo desde hacía más de un año. No parecía descartable que su propósito al presentar su demanda fuese conseguir un acuerdo fuera de Corte y embolsarse algo de dinero.
Por cierto, Dan Fried, el hijo de Curtis, dijo que los costos de defender a H & H en la demanda habían superado con creces la cantidad de dinero reclamada por Remis. Pero las apariencias engañan. La vida suele dar más sorpresas que las tramas cinematográficas. En el curso de su demanda, Remis insistió en que solo quería tener en un álbum las fotografías de su boda, aun cuando había concluido en un divorcio.  
 “Las circunstancias fueron desafortunadas”, reconoció, “pero la boda me hizo sentir muy feliz. Quiero tenerla documentada para la eternidad, para mí y para nuestras familias”. Por lo tanto, continuó con su demanda, y la perdió. Su porfía en reclamar la restitución de todas las imágenes de esa jornada inolvidable, lo coloca en otra categoría.  De repente, hay que alterar la trama. Quizás escribir un nuevo guión.
En Stranger than Fiction, una deliciosa película que no ha recibido toda la atención que se merece, su protagonista, Harold Crick (Will Ferrell), comienza a oír extrañas voces anticipándole un desagradable destino. Ocurre que una narradora lo ha incorporado como protagonista de su novela. Aterrado por esas voces, Harold va a visitar a un profesor de literatura (el incomparable Dustin Hoffman),  pues necesita averiguar si está inmerso en una tragedia o en una comedia. Por suerte, triunfa la comedia.
El modelo de Remis parece ser otro. Recuerda la novela corta Michael Kohlaas, de Heinrich von Kleist, un poeta y narrador alemán. Kohlaas era un comerciante de caballos. A comienzos del siglo XVI, una patrulla detuvo su marcha  cerca de un castillo en Dresde, Alemania, y le exigió que costease el peaje si deseaba continuar su marcha. Kohlaas había pasado en ocasiones anteriores por el mismo sitio, sin que le exigieran pago alguno. Por lo tanto, dejó en prenda a dos de sus caballos y decidió hacer un reclamo ante la justicia. El demandante retornó al lugar al cabo de un tiempo, y descubrió que sus caballos habían sido maltratados. Furioso por la  injusticia, inició una rebelión en la cual murieron muchos de sus partidarios, y finalmente Kohlaas. La trama de von Kleist reivindicó básicamente la causa que hizo detonar la rebelión: el maltrato de los caballos. Los caballos fueron devueltos en buen estado.
 Remis, por su parte, solo quería recrear la boda original, en toda su belleza y su ilusión.
Michael Kohlaas es uno de los grandes monumentos de la literatura alemana. La búsqueda de justicia por parte del protagonista tiene una trágica resonancia, pues está imbuida de un orgullo casi satánico. Al mismo tiempo, Kohlaas estaba baldado por la fragilidad que aflige a tantas justicieros, ineptos para reconocer el momento en que es necesario detenerse.                                                               Tampoco Remis supo frenarse a tiempo.
En Stranger than Fiction,  el profesor le explica al protagonista que toda historia tiene solo dos opciones: o afirma una muerte inevitable, o asegura la continuidad de la vida, generalmente, a través del matrimonio.  Hasta el final, Harold está convencido de su cercana muerte. Por suerte, se salva a través del amor.
Ese no parece el caso de Remis, quien peleó la demanda buscando justicia, y aceptó un resultado desfavorable. Para él, lo más importante era el honor. Y recuperar un efímero momento de felicidad.







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