domingo, 3 de agosto de 2014

Un año de febril inactividad


Mario Szichman

      La Gaceta Oficial de Venezuela, Nº 40.216, del 29 de julio de 2013, mediante el decreto Nº 255 autorizó la creación de una Fundación del Estado denominada “Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías”.
      La fundación quedó adscripta al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. El ciudadano Adán Chávez Frías, gobernador de Barinas y hermano del fallecido gobernante, fue designado Presidente Encargado de la Fundación.
     En los 365 días desde su instauración, un gran mutismo ha rodeado las actividades del Instituto. Tal vez la razón de ese sigilo es que nadie sabe por dónde comenzar la ciclópea tarea. Basta analizar  el testamento del fallecido jefe de estado, escrito en junio de 2012, “de su puño y letra”, como expresó el actual presidente de Venezuela. El testamento, también conocido como “La Constitución Bolivariana” o “El Segundo Plan Socialista de la Nación 2013-2019” (los términos son intercambiables)  propone “cinco tareas históricas” cuyo propósito, también enunciado de puño y letra del fenecido, es construir “el sueño de la humanidad”.
      Más allá de las tareas normales: la conquista de la independencia, la construcción del socialismo, la metamorfosis de Venezuela en una potencia, la erección de un mundo sin imperios, y “el equilibrio del universo”, hay una, todavía inconclusa, que el actual gobierno venezolano ha decidido emprender: “contribuir a la preservación de la vida en el planeta y a la salvación de la especie humana”.
      La intención del Instituto de Altos Estudios que lleva el nombre del occiso es resguardar todos sus planes y proyectos y llevarlos a su feliz realización para que continuemos disfrutando sin sobresaltos de este valle de lágrimas.
      No vamos a analizar las credenciales intelectuales del fallecido presidente. Personas que lo admiraban lo han hecho con mayor elocuencia. Tampoco pondremos en entredicho la idea de que es imposible para un Instituto de Altos Estudios sintetizar su pluridimensional reflexión. Fuentes consultadas dijeron que, antes de acceder a la eternidad, se consultó al entonces primer magistrado el nombre que debería llevar el plantel. Uno propuso el título de: “Academia de Encumbrados Estudios para estudiar los Heterogéneos  Razonamientos del Comandante Supremo”. Pero la idea debió ser archivada pues el futuro extinto se negó, ofreciendo otra muestra más de su modestia.
      Tal vez el problema que paraliza la concreción de la tarea es que hay excesivas cabezas pensantes intentando crear algo imperecedero. Alguien sugirió bendecir el futuro sitio del instituto esparciendo desde las alturas las cenizas de varios prohombres de la patria. Pero todos los aviones habilitados para realizar la tarea fueron desviados hacia Brasil durante el Mundial de Fútbol, y todavía se aguarda su retorno.
      El otro problema es que se ignora si será suficiente una sola academia para analizar el legado del líder máximo. Durante cerca de tres lustros, una vez por semana, Hugo Chávez Frías habló a sus compatriotas en el programa “Aló, Presidente”. Cada uno de sus monólogos insumía un promedio de siete u ocho horas. ¿Cuántas miles de páginas quedaron vertidas en sus conferencias? Voy a ofrecer al lector una idea de la inmensa tarea que aguarda a quienes se encarguen de desgrabar sus arengas. Cuando el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann intentó escribir sus memorias, pidió la colaboración de Willem Sassen, un periodista con ideas afines a las suyas. Sassen grabó a Eichmann unas 60 horas de sus reminiscencias. Una mecanógrafa transcribió las sesiones y el resultado fueron seiscientas noventa y cinco páginas a un espacio y medio por hoja.
      En el curso de su locuaz vida como primer magistrado, Chávez Frías habrá dedicado, por lo bajo, 28 horas mensuales a sus filípicas televisadas, más de 300 horas anuales. (Descontemos aniversarios y fiestas de guardar). En 14 años, eso asciende a 4.700 horas de monólogos. Pero con una diferencia. En el caso de Eichmann, había frecuentes interrupciones de su entrevistador, y proliferaban las repeticiones, las toses nerviosas, los pedidos de Eichmann de “Por favor, pare el grabador que debo repensar la pregunta”. Nada de eso ocurría con el máximo líder boliviarano. Él no se equivocaba nunca. Por lo tanto, esas 4.700 horas de monólogos deben representar más de 40.000 páginas a un espacio y medio. Y los soliloquios no eran monotemáticos. Para el fenecido jefe de estado, nada humano o extraterrestre le era ajeno. Esas 40.000 páginas de sus discursos deben ser sometidas a un proceso de clasificación. Como en esa enciclopedia china que divulga Jorge Luis Borges en su relato El idioma analítico de John Wilkins, los temas de Chávez Frías podrían clasificarse en “ (a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas,(f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que tiemblan como nojados, (j) innumerables (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper un jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”.
      Por eso, no hay que desesperar. Si bien la aparente “inactividad” del Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Líder Máximo ha causado impaciencia, se trata de una impaciencia creadora. Recuerda a la existente en las gateras de un hipódromo poco antes de su apertura súbita para que salgan a competir los mejores ejemplares de la raza caballar. Estamos seguros de  que una vez el proyecto se ponga en marcha promoverá generosas emulaciones. 
      Por lo tanto, cuando los desafectos cuestionan la aparente “flojera” del ciudadano Adán Chávez Frías para poner en marcha el Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Líder Máximo, no saben de lo que están hablando. De un día para otro veremos surgir una usina de quimeras de la ideología bolivariana destinada a solucionar los escasos inconvenientes que aquejan a Venezuela y las múltiples tribulaciones que afligen al mundo. Pues el actual gobierno bolivariano ha sido creado para resolver problemas.
      Por ahora, sus arcanas autoridades meditan, seguramente al sol. Pienso en escenarios para esa meditación y las imágenes que surgen provienen de novelas donde predomina un sol calcinante, como en esa magna obra de Graham Greene titulada El poder y la gloria, o en la novela de Gabriel García Márquez El otoño del patriarca, con ese dictador deambulando entre gallinas en el patio de su vivienda. Pero es justamente en esos lugares donde surge el ocio creador y la furia de los profetas. Todas las bienaventuranzas y todas las desdichas del mundo, o al menos, las bienaventuranzas y las desdichas de tres religiones monoteístas, tuvieron como escenario Jerusalén, una comarca inclusive mucho más pequeña que Barinas (posiblemente, del tamaño de Sabaneta).  Y en la Jerusalén venezolana, personas inmersas en un proyecto político que tanto se parece a una religión, cavilan sobre el mejor método de eternizar un pensamiento.
      En cierta ocasión, el actual mandatario venezolano recordó que su precursor vivía desvelado con esta pregunta: “¿Qué van a hacer cuando yo me muera, cómo van a hacer?”
     Afortunadamente, como explicó su reemplazante, “él lo dejó todo arreglado”. 

1 comentario:

  1. Excelente texto, Mario: La mordacidad se mezcla con una realidad donde la desmesura se hace inevitable carcajada. Si no fuera por estos enfoques, estaríamos fritos. Te felicito por ese estilo de fina ironía que no pierdes nunca. Un abrazo, Guadalupe Carrillo.

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