viernes, 29 de agosto de 2014

Líderes infalibles y canibalismo




Mario Szichman

La ventaja de los líderes infalibles es que además de no equivocarse jamás,  quienes los acusan de cometer errores muy pocas veces logran contar el cuento.
No vamos a culpar a los líderes infalibles de crueldad. Ninguno de ellos ha sido un sádico por naturaleza, o adquirió el poder con el propósito de hambrear a su pueblo, o esclavizarlo. Todos ellos deseaban, de manera genuina, la grandeza de su país y el bienestar de sus habitantes. Ni uno solo de ellos fue activo promotor del culto a la personalidad. En realidad, si se examinan los documentos históricos, se podrá comprobar que en todos los casos, ese culto se originó en sus incondicionales.  
Basta ver el caso de Héctor Cámpora, quien fue presidente de la Cámara de Diputados durante el primer gobierno de Juan Perón, y presidente de la Argentina durante 49 días, en 1973. Dicen que en cierta ocasión Eva Perón le preguntó a Cámpora la hora, y el funcionario le respondió: “La hora que usted ordene, señora”.

UN SUEÑO REALIZADO

En 1958, Mao Tse Tung, líder del Partido Comunista de China, ordenó el “gran salto hacia adelante”. El propósito era transformar el país en una sociedad comunista a través de una vertiginosa industrialización y de la colectivización de zonas rurales. El resultado, como señaló Michael Fathers en el periódico londinense The Guardian, fue la muerte de decenas de millones de personas.
“No fue la guerra la causante de esa cifra estremecedora”, dice Fathers. “Tampoco fue resultado de un desastre natural sino de un hombre. Todo fue una cuestión de política y de la vanidad de un hombre”. 
El propósito de Mao era arrebatar a la Unión Soviética el control del movimiento comunista mundial mostrando la superioridad de su estrategia. El dirigente soviético Nikita Jruschov había dicho en mayo de 1957 que su nación superaría a Estados Unidos como el principal líder industrial y agrícola del mundo en una década. Mao quiso demostrar que podía lograrse una hazaña similar, pero en un lapso mucho más corto. Su grito de batalla fue: “Salgan todos, enfilen hacia lo alto, y logren mejores, más grandes, más rápidos y mejores resultados económicos en la construcción del socialismo”.
Medio siglo más tarde de lanzarse esa cruzada, Yang Jisheng, un modesto periodista que trabajó décadas en la agencia noticiosa oficial Xinhua, detalló los resultados en un libro titulado Tombstone. El libro analiza ese período calificado por los enemigos de Mao de “La gran hambruna”. (Los admiradores de Mao seguramente lo han rebautizado “El más grande ayuno biométrico en la historia de la humanidad”).
El libro ha circulado en Europa, en el mundo de habla inglesa y en Hong Kong, pero está prohibido en China.  Pues su denuncia resulta indigerible para las autoridades de Beijing.  
Como parte de “El gran salto adelante”, dijo Yang, se movilizó al pueblo chino para crear gigantescas granjas colectivas a fin de autoabastecer al país de productos agrícolas. El excedente sería utilizado para lograr una rápida industrialización.  
Uno de los resultados más portentosos de ese gigantesco salto fue la estilización corporal de los chinos. Si bien los chinos nunca fueron robustos, a excepción de los budas, en ese lapso se transmutaron en seres transparentes. Entre 18 y 45 millones de chinos murieron de hambre. (Las cifras varían de acuerdo a los expertos en demografía).  
El gran ayuno se registró en 14 provincias chinas, una inesperada secuela de la  campaña para llevar la producción agrícola a niveles jamás antes alcanzados. Las autoridades chinas querían demostrarles a los “desviacionistas de derecha” que con pureza ideológica y sobrehumana energía podrían superar todas las cosechas anteriores. Al entusiasmo se sumó la necesidad de no hacer quedar mal a sus líderes. Por lo tanto, los campesinos y dirigentes de comunas locales empezaron a exagerar los índices de producción. Cuando los cuadros comunistas fueron a recoger las cosechas, descubrieron que eran muy inferiores a lo anunciado. Se acusó a muchos campesinos de atesorar granos y venderlos bajo cuerda, seguramente a los desviacionistas de derecha. Para sacarles de mentira verdad, cometieron lo que en la jerga totalitaria se califica de “perdonables excesos”.
La campaña estuvo plagada de obstáculos. Un líder comunista, Liu Shao Qi, culpó al partido por la hambruna. Liu, quien llegó a ser presidente de China, fue acusado luego de ser un desviacionista de derecha, y expulsado del partido durante la Revolución Cultural que reafirmó la infalibilidad de Mao.
El libro de Yang está repleto de interesantes historias que es mejor no leer de noche para evitar el insomnio. Muchas personas que fallecieron de hambre no fueron enterradas, dijo Yang. “Se mantuvo a sus cadáveres en las camas y cubiertos con mantas. De esa manera, sus familiares hacían creer que estaban vivos y podían recolectar sus raciones de comida”. Otros enemigos del ayuno “comían cadáveres”, señaló el autor. “En la provincia de Gansu, mataron a forasteros para comérselos. También los campesinos devoraban a sus propios hijos”.
El autor menciona también informes de comités regionales del partido Comunista, donde la escritura burocrática refleja de manera pulcra el horror. He aquí algunos:
- 1961: de un informe de un comité del partido Comunista en Sichuan:
“En esta comuna, desde el invierno de 1959 a la primavera de 1960, murieron 2.357 personas, un 14,5 por ciento de la población total. De los fallecidos, 40 murieron apaleados. Se obligó a otros 32 a cometer suicidio. Más de 300 murieron tras ser hambreados de manera deliberada. A algunos de ellos no se les dio comida durante más de medio mes”. 
 -1961: De un estudio de 40 casos de canibalismo en la provincia de Gansu:
“Sitio: comuna de Hongtai. Nombre del culpable: Yang Shengzhong.  Relación de la víctima con el culpable: hijo. Número de víctimas: 1. Modus operandi del crimen: El culpable cocinó el cadáver de la víctima y devoró la carne. Razón para el crimen: Deseos de sobrevivir”.
 -1962: De un informe de hambruna en la provincia de Sichuan:
“En el condado de Jiangbei, más de 27.000 aldeanos se han dedicado a consumir ´tierra inmortal´ (arcilla) a fin de aplacar su hambre”.   
La sabiduría del autor de Tombstone es elegir casos específicos para exhibir la hambruna en toda su personal devastación. Otro libro, The Great Famine in China, 1958-62: A Documentary History, de Zhou Xun, profesor de la Universidad de Hong Kong, da una visión panorámica de la escasez de alimentos en 16 provincias de China durante 1958. Por ejemplo, en Shandong, “desde fines de marzo se cortó totalmente el suministro de comida a más de 670.000 personas. Más de 150.000 personas se han visto obligadas a huir y se han transformado en mendigos”. En Guangdong “La hambruna en la primavera privó de alimentos a 963.231 personas”. En Gansu: “Predomina una gran hambruna. Las personas están comiendo corteza de árboles y raíces para calmar el hambre”.

EL RAYO QUE NO CESA

Rana Mitter, autor de Modern China: A Very Short Introduction, dijo en el periódico londinense The Guardian que Mao y sus colegas “adoptaron decisiones específicas que condujeron a una hambruna en masa”. Ellos perpetuaron un sistema que alentó a los cuadros comunistas “a contar mentiras acerca de la producción de granos, y desalentaron a quienes exigían transparencia, empeorando la hambruna”. Los críticos de “El gran salto para adelante” fueron marginados o apresados.
Ese es el otro problema de los líderes infalibles. Cuando fallan, nadie se anima a decirles que han fallado, y por lo tanto, continúan causando daño.  
Recién en 1962, hubo una rebelión en el seno del partido Comunista, y el presidente de China Liu Sho qi reconoció la hambruna. Liu dijo que el problema se debía en un treinta por ciento a catástrofes naturales “y en un 70 por ciento a un desastre causado por el hombre”. Las comunas fueron desmanteladas, se permitió a los campesinos retornar a sus parcelas, y la comida volvió a las 16 provincias de China. Mao nunca pidió disculpas, y nunca abandonó su fama de infalible.  
En un país de América Latina fácilmente identificable, marcha viento en popa una campaña de suministros. El gobierno considera la campaña una redistribución del exceso de víveres para que todos tengan democrático acceso a similares productos. La escuálida oposición habla en cambio de “escasez de suministros”.
El Nuevo Hombre y la Nueva Mujer de ese país empiezan a adquirir una belleza escultórica. En poco tiempo más, todos ellos empezarán a parecerse a las obras maestras de Alberto Giacometti.

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