sábado, 28 de abril de 2018

“Donovan´s Brain”: otra manera de inquietarse ante la inmortalidad



Mario Szichman




Una tercera parte de nuestra vida consiste en aprestarnos para la muerte, y ocurre cuando nos sumergimos en el sueño o en la pesadilla. Nuestro cuerpo suelta las amarras de sus lazos con la realidad, y el inconsciente gobierna. Todo nos está permitido con la mente, y aquello que nos permite abunda en transgresiones.
Conté la vida de Simón Bolívar a partir del momento de su muerte, en Las dos muertes del Libertador Simón Bolívar, y le hice decir: “No temo la muerte sino la inmortalidad, que no permite a nadie descansar tranquilo en su tumba”.
Ignoro qué cuota de inmortalidad anhelaba Bolívar, aunque sus seguidores hicieron enormes aportes para encubrir muchas de sus malandanzas. Bolívar no era un ser muy querido en vida. Varios historiadores, especialmente Salvador de Madariaga, hicieron un retrato de su persona que no condice con el tránsito por la gloria que anhelan sus acólitos. Pero, después de todo, era un ser humano, e hizo todo lo posible para coronar su frente de laureles.
En materia narrativa, seguimos apegados a los mitos que pueblan nuestra vida cotidiana, y que emergen, sin trabas por la noche.
El plot de “El viajero del tiempo”, un plot del que acabo de emerger tras siete versiones de una novela que hubiese sido imposible de llevar a cabo sin la edición de la profesora Carmen Virginia Carrillo, es uno de los más productivos.  En definitivas cuentas, es el plot del ser humano descontento con la época que le toca vivir.

Generalmente, es un viaje hacia el pasado, como lo hizo Mark Twain en Un yanqui en la corte del rey Arturo, o hacia el futuro. El ejemplo más popular sigue siendo La máquina del tiempo, de H.G. Wells.
Pero, pese a todas las variantes –  y esa literatura es prácticamente infinita–  la conclusión de sus creadores es que, más allá de todos los avatares personales, nuestra época sigue siendo la mejor para ser vivida. Conocemos el idioma, estamos enterados de los métodos para acceder a él, y familiarizados con las costumbres. Observamos el sitio que podemos ocupar en determinado territorio, la manera de prosperar, y los obstáculos a superar. ¿Qué ocurre si alguien viene de otra época y pregunta por eventos que aún no han ocurrido, o por personajes que aún no han asolado el planeta?

PROLONGARSE EN EL TIEMPO

Otra forma de literatura asociada con la búsqueda de la inmortalidad, y que ha tenido excelentes cultores, es la del llamado científico loco. El ejemplo más famoso, es el de Viktor Frankenstein, de Mary Shelley, que inclusive ha perdido su origen, y se transfiguró en el monstruo al que dio vida. Y luego tenemos a Drácula, de Bram Stoker, otra obra maestra que en esta época no se lee con la merecida asiduidad por culpa del actor Bela Lugosi y de sus seguidores.

Curt Siodmak

Donovan´s Brain (1942), del novelista y guionista alemán Curt Siodmak, forma parte de esa constelación. Es ya un clásico de la ciencia ficción, y ha tenido tres versiones cinematográficas, al menos una de ellas excelente. En este caso, la búsqueda de la inmortalidad es una de las más incómodas y frustrantes.
Es la historia de un científico, Corey, que realmente no está en sus cabales. Corey ha desarrollado una técnica para mantener un cerebro vivo en un tanque lleno de una solución salina cargada con electricidad, luego que su portador ha muerto.  
Un día, se registra un accidente de aviación cerca del laboratorio del científico, en pleno desierto. En el avión viajaba su propietario, W. D. Donovan, un imperioso millonario. Corey aprovecha la oportunidad para robar el cerebro de Donovan, y sumergirlo en su tanque.  
Siodmak escribía muy sencillo, y muy bien. La operación es un éxito, el cerebro se mantiene con vida,  pero, como ocurre con la ficción de horror, el sujeto del experimento se adueña de la mente de su creador, y se convierte en su amo.
En una ocasión, Corey escribe varias veces el nombre de W. D. Donovan en un trozo de papel. Así descubre que tiene la misma letra que el millonario.
El científico descubre que el cerebro de Donovan tiene algunas tareas por cumplir. Entre ellas, que una persona en especial herede su fortuna.
Corey comienza a sufrir no solo las inquietudes de Donovan, sino a padecer las molestias de su dañado cuerpo: dolores de espalda, y renguera en una de sus piernas. Luego, el cerebro incrementa sus exigencias, e intenta convertir a Corey en un asesino. Inclusive lo prepara para embestir con su automóvil a una niña que, de manera inadvertida, obstaculiza sus deseos de venganza.
Finalmente, para tranquilidad del lector o de la lectora, el científico logra destruir el cerebro de Donovan, y hay un final cuasi feliz. La fiel esposa de Corey logra recuperar a su obsesionado esposo, aunque la pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Hasta que tropiece con otro moribundo e intente extirparle el cerebro?  

LA MEMORIA Y EL OLVIDO

Según señaló Stephen King en su Danse Macabre, no existe nada parecido al texto de Siodmak en toda la literatura de horror. Quizás a eso contribuye la sencilla prosa del autor, y las propuestas que formula.
En realidad, la propuesta más inquietante es ésta: la maldad es inmortal.
Curt Siodmak (1902–2000) fue un prolífero creador de novelas y de guiones de cine. Nació en Dresde, Alemania, huyó del nazismo, y junto con su hermano, el director de cine Robert Siodmak, adquirió gran fama en Hollywood. Robert alcanzó la celebridad con dos filmes: La escalera de caracol, y The Killers, basado en el relato del mismo nombre de Ernest Hemingway.  
Curt Siodmak nunca prestó gran importancia a su fama. Siempre insistió en que trabajaba para ganar dinero y vivir bien, aunque, además de Donovan´s Brain, se encargó de escribir el guión de El hombre lobo, que dio perdurable fama al hijo de Lon Chaney, así como de varios filmes de horror.

En materia narrativa, seguimos apegados a los mitos que pueblan nuestra vida cotidiana, y que emergen sin trabas en la noche. Jim Thompson decía que hay muchos plots literarios pero, en definitiva, todos se reducen a uno solo: “Las cosas no son como deberían ser”. Mientras eso persista, muchas formas de expresión artística perecerán. Pero no la narrativa.

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