domingo, 20 de agosto de 2017

La misión de los espadachines es rescatar siempre a damiselas en apuros. La persistente fascinación con Scaramouche


Mario Szichman


Scaramouche, version de 1952 con Stewart Granger y Eleanor Parker

El inolvidable comienzo de Scaramouche es éste: “Nació con el don de la risa, y la convicción de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio”. Su autor, el ítalo-británico Rafael Sabatini (1875 – 1950), quedó tan prendado de ese inicio, que fue esculpido en su lápida, en un cementerio de Adelboden, Suiza.
Scaramouche es un gran friso histórico, que se inicia con las convulsiones pre revolucionarias de Francia, y culmina con la convocatoria a los Estados Generales en 1789, preludio del derrocamiento del rey Luis XVI, su ejecución, seguido del Reino del Terror.

Rafael Sabatini       

La astucia de Sabatini fue narrar ese riquísimo período desde la marginalidad de un personaje como André-Louis Moreau, un abogado de provincias, muy elocuente, muy cínico, que a raíz de un incidente con un poderoso noble se ve obligado a huir de su tierra, y buscar refugio entre cómicos de la legua.
La vida personal de Sabatini se refleja en varias de sus novelas de capa y espada, pero especialmente, en la más famosa de ellas, Scaramouche.
Sabatini nació en Iesi, Italia. Sus progenitores, una madre inglesa, Anna Trafford y un padre italiano, Vincenzo Sabatini, eran cantantes de ópera, que luego se trocaron en profesores de música. El ardiente romance entre Anna y Vincenzo floreció antes de su casamiento. El escritor siempre sospechó que había sido “el fruto ilegítimo de la pasión de mis padres”.
Esa preocupación pasó a la narrativa. André-Louis Moreau, el protagonista de Scaramouche, sospecha que su padrino, Quentin de Kercadiou, es en realidad su progenitor. Como se indica en el comienzo de la novela, “La buena gente de Gavrillac estaba al tanto de la verdadera relación entre Andre-Louis Moreau y Quintin de Kercadiou, señor de Gavrillac”.  Esa preocupación de Sabatini por su origen persiste en otros textos, especialmente en una novela que tiene como protagonista al condottiero italiano César Borgia, quien también nació, como dicen los ingleses out of wedlock.

César Borgia

Las frecuentes giras de sus padres enfrentaron a Sabatini con diferentes culturas e idiomas. De niño vivió con su abuelo materno en Inglaterra, luego estudió en Portugal, y al acercarse la adolescencia, en Suiza. Cuando tenía 17 años, regresó a Inglaterra, donde fijó residencia de manera permanente. Hablaba seis idiomas, y el último de ellos, el inglés, decidió su carrera literaria. Según explicó luego: “Las mejores historias están escritas en inglés”.
Al estallar en 1914 La Gran Guerra, muchos italianos criticaron a Sabatini por negarse a retornar al suelo patrio. Sabatini optó por convertirse en ciudadano inglés, y comenzó a trabajar como traductor para la inteligencia británica.

EL CRUCE DE GÉNEROS

Uno de los logros de Sabatini en Scaramouche es haber trabajado de manera simultánea la gran tragedia y La comedia del arte, la contribución de los dramaturgos italianos al teatro renacentista y a las obras de Shakespeare, Lope de Vega, Moliere, y Beaumarchais.
Quizás la mejor de las tres partes de la novela es cuando André-Louis Moreau, a quien poco le preocupa la situación de las clases más bajas –y además lo explica con aterradora elocuencia— tropieza con una injusticia que cometen contra su mejor amigo, Philippe de Vilmorin, un estudiante de teología. Un miembro de la aristocracia francesa lo insulta, y lo desafía en un duelo en el que Vilmorin tiene todas las de perder.
Fugitivo de la justicia, no por su adhesión a los principios de la Gran Revolución, sino por su reto con el asesino de su amigo, André-Louis tropieza con una troupe de cómicos de la legua, y se incorpora a la cuadrilla. Así se transfigura en Scaramouche, que junto con Pantalón, Colombina, Polichinela, o El Capitán, integran el clásico reparto de esas compañías.
Además de actuar, André-Louis comienza a escribir “escenarios” que saquean las obras de los principales dramaturgos franceses e italianos de su época. Como explica a sus compañeros, los diálogos improvisados son superiores a aquellos en los cuales el intérprete debe aprender de memoria hasta un estornudo. ¿Qué placer existe en repetir noche tras noche las mismas palabras, expresadas en el mismo tono de voz? pregunta a sus compañeros. ¿No es más creador que en cada actuación las frases sean diferentes? Hasta el espectador se beneficia de esas sorpresas.
Su conocimiento de la actividad teatral permitió a Sabatini crear textos que podían transitar sin tropiezos al cine. Se calcula que veintún adaptaciones de sus novelas han sido adaptadas a las pantallas grande y chica.
Ya en la época del cine mudo, en 1923, dos años después de la publicación de Scaramouche, se hizo la primera versión cinematográfica, protagonizada por Ramón Novarro, y dirigida por Rex Ingram.

NUEVOS DESAFÍOS

André-Louis, abandona la troupe de comediantes tras una serie de equívocos, y viaja a París. Allí resurge su interés por Aline, la sobrina de Kercadiou, su protector, del cual siempre pensó que era su padre. André-Louis ama a su prima, supone que por simple afecto familiar, y le advierte que no debe casarse con el marqués De la Tour d'Azyr, responsable del asesinato de su mejor amigo.  
El protagonista vuelve a ser perseguido por los poderosos amigos del marqués de De la Tour d'Azyr. Esta vez se refugia en una escuela de esgrima. Y, como en el caso de la troupe de comediantes, André--Louis aprende no solo la técnica sino los trucos para derrotar al adversario. convirtiéndose en un maestro.
Al estallar la Revolución Francesa, con la toma de La Bastilla, su patrón en la academia, el señor des Amis, es asesinado en un disturbio callejero. André hereda la institución.
El protagonista, alentado por su prima Aline, y por la señora de Plougastel, una allegada, se reconcilia con su presunto padrino. Luego, alentado por sus amigos, que admiran su elocuencia, logra ocupar un escaño en la Asamblea de los Estados Generales de 1789.
Surge una nueva complicación: un sector de la asamblea, integrado por senadores aristocráticos, ha contratado un grupo de asesinos expertos en el manejo de la espada. Esos senadores provocan a republicanos inexpertos, y los matan en duelos. El líder de esos espadachines asesinos es el marqués La Tour d'Azyr, quien mató a Vilmorin, el amigo de André. Tras liquidar a varios de los secuaces del marqués, Andre-Louis desafía a La Tour d'Azyr a un duelo, para vengar la muerte de su amigo Vilmorin.
El duelo es muy famoso. En 1952, Metro Goldwyn Mayer hizo la segunda versión de Scaramouche con Stewart Granger y Eleanor Parker en los papeles principales. Incluye lo que se considera es el encuentro de espadachines más prolongado en la historia del cine. En el curso de ocho minutos Stewart Granger y su rival Mel Ferrer inician el duelo en un teatro, pasan a los balcones, de allí al vestíbulo, a las primeras filas de butacas, a los bastidores, y terminan combatiendo en el escenario. 

¿AMOR, INCESTO?

Cuando Aline, presunta prima de André, y la señora de Plougastel, se enteran del duelo, intentan frenarlo. No llegan a tiempo, y observan al marqués abandonando el sitio herido. Andre-Louis sirve como miembro de la Asamblea Nacional, en tanto el marqués pasa a las filas de la contrarrevolución.
Hay un final absolutamente inesperado, que concierne a los padres verdaderos de André. Por suerte el protagonista, descubre que Aline no es su prima, y le declara su amor.
Más allá de las aventuras de André, y del trasfondo de la Gran Revolución, la novela transita senderos que no han sido muy explorados en la literatura de capa y espada.
Si Los Tres Mosqueteros es la novela insuperable de los espadachines, Scaramouche añade un elemento adicional: el destacado rol de la mujer. Alejandro Dumas se preocupaba especialmente por los galanes. (A excepción de la gran Milady, de Los tres mosqueteros). Eso no sucedía con Sabatini, un gran admirador de Balzac. Ya al principio de su carrera, Balzac anunció que su público era el femenino, nunca el masculino.
La batalla de los sexos es muy clara en Scaramouche. Especialmente porque sus mujeres son muy liberadas, quizás por la influencia de la Gran Revolución. 
Algunos de los revolucionarios franceses habían inclusive asignado un rol a las prostitutas en su república de iguales, seres que podían ser equitativos en el amor porque se entregaban a todos por igual, sin aceptar obligaciones, o proferir sus nombres, sin usar cosméticos o perfumes, felices en el abandono, meticulosas al regular su salud, sus embarazos, sus jornadas de trabajo, bajo supervisión médica, así como los juegos de sus hijos, o las horas de visita de sus familiares.
Frente a una moral que exigía a las mujeres castidad antes del matrimonio, fidelidad después, resignación ante la infidelidad del hombre, las mujeres de Sabatini parecen emisarias de un nuevo tiempo. Nada les parece vergonzoso o sórdido, nada está al alcance de alcahuetas, depravados, confesores, jueces o beatas. Están en un plano de igualdad con sus amantes, intervienen en la trama. No solo opinan: también deciden.
La combinación enriquece el texto. Afortunadamente, seguía corriendo por las venas de Sabatini la sangre italiana. Si bien sus narraciones están escritas en inglés, la pasión es auténticamente latina: en los romances, en los adulterios, en los súbitos cambios de partners de sus personajes, en la jocosidad de sus episodios, en el amor por la vida. Y también en la protección de la mujer. Pues ese es, en definitiva, el deber de cada espadachín: rescatar siempre del peligro a las damiselas en apuros.


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