miércoles, 17 de agosto de 2016

Rogue Male, de Geoffrey Household, El frustrado intento (narrativo) de asesinar a Hitler


Mario Szichman




¿Qué es un rogue male?  El término rogue admite múltiples acepciones dependiendo de la palabra adjunta. Como nombre, puede significar ladrón, pícaro, pillo, o canalla. En zoología, designa al animal apartado de la manada. Un rogue elephant es un elefante solitario –y peligroso. A rogue person, un inconformista; en ocasiones, un ser sin escrúpulos. Un rogue cop es un policía corrupto. A rogue's gallery es un fichero donde se almacenan prontuarios de delincuentes.
Geoffrey Household

En 1939, en los prolegómenos de la segunda guerra mundial, el escritor británico Geoffrey Household publicó Rogue Male, posiblemente, la mejor novela de suspenso en habla inglesa. Si, como afirmaban muchos escritores rusos del siglo diecinueve, “Todos descendemos de El Capote, de Gogol” (la frase se atribuyó falsamente a Dostoievski). Puede asegurarse, con la misma certeza que John Le Carré, Eric Ambler, Len Deighton, y Ian Fleming, entre otros, descienden de las majestuosas ramas de ese árbol creado por Household.
En la escritura, como en cualquier otro oficio, hay que acatar a Balzac: “No se puede ser un gran hombre a bajo precio”. Y el narrador de Rogue Male apostó con grandeza a una pieza de caza mayor: el asesinato de Adolf Hitler.  
La novela prescinde del nombre de Hitler, y del protagonista. Es la historia de un aficionado a la caza y a la pesca, que decide liquidar al dictador de un país de Europa Central.
Desde la primera escena, hasta el final, el suspenso se mantiene sin declinar. “I cannot blame them” es la primera frase de la narración. “No les puedo echar la culpa”. ¿A quiénes no les puede echar la culpa? ¿La culpa por qué? Bueno, ocurre que el aficionado a la caza y a la pesca ha sido sorprendido por la guardia personal del dictador a unos 500 metros de la terraza donde el hombre fuerte se hallaba disfrutando del aire fresco y de una taza de café. Si lo hubieran descubierto paseando tranquilamente por el lugar, todo habría sido distinto. “Quizás, hasta me hubieran invitado a almorzar”, señala el narrador. Pero el anónimo protagonista llevaba consigo un rifle con mira telescópica y balas de un calibre suficiente para matar un oso o un jabalí.
Por lo tanto, los henchmen del dictador no tienen otra alternativa que asesinarlo, aunque sin dejar huellas. Después de todo, se trata de un caballero inglés. En ese momento Gran Bretaña no se hallaba en guerra con ese innominado país de Europa central, y resultaba superfluo causar un incidente diplomático.
Tras molerlo a golpes y someterlo a sádicas torturas –Household no las describe, se limita a enunciar algunas de las consecuencias: “aunque mis uñas han vuelto a crecer, mi ojo izquierdo luce bastante inútil”– el sportsman es colocado al borde de un precipicio. Sus captores dejan que se sostenga en una precaria posición, hasta que la fatiga lo obligue a aflojar las manos. “Eso fue ingenioso”, debe reconocer el protagonista. “Escarbar la tosca roca podría explicar de alguna manera el estado de mis dedos cuando me hallaran”. Pero eso no ocurre. El héroe de la historia se precipita al vacío. Al comienzo, cree que está muerto, “siempre pensé que la conciencia perdura luego de la muerte física, aunque ignoro por cuanto tiempo”, dice. Luego, se sumerge en la inconciencia. La caída ha sido terrible, y entre las ásperas rocas ha quedado parte de su humanidad. Pero ha tenido la suerte de caer en un lodazal, y el barro que cubre su dañado cuerpo es como una segunda membrana, que va restaurando lerdamente su piel. (La metáfora del útero materno se repetirá en la segunda parte).
Household escribió una épica, no del sufrimiento sino de la resistencia y la obstinación. No hay gimoteos ni lamentos, apenas una feroz obstinación por emerger de su trance. La atracción de Rogue Male deriva, en buena parte, de la clínica objetividad con que el protagonista vuelve a ponerse de pie, y logra finalmente huir de ese país innombrable de la Europa Central. El héroe de la historia descubre que solo puede encontrar solidaridad entre los parias de ese país enfermo.
“La tediosa concepción del Estado”, piensa el protagonista, “tiene un efecto reconfortante: crea tantos leprosos morales, que ninguno de ellos, si cuenta con un poco de paciencia, puede sentirse solo durante mucho tiempo”. El resultado es una sociedad secreta de seres que, pese a vivir aterrados, logran exhibir sentimientos de solidaridad. Y el protagonista apuesta a esa clandestina casta. Se trata de una jugada riesgosa, que puede terminar mal.
El narrador logró, antes de comenzar la segunda guerra mundial, vislumbrar el terror de un estado omnisciente secundado por una masa amorfa. La única esperanza era confiar en individuos cuya condición de excluidos los hacía más sensibles a las desdichas humanas, aunque eran también proclives a la delación.
El hombre se enfrentaba a la masa, a ese ser inconsciente de múltiples tentáculos. El ser indefenso competía con el poder omnímodo. Y en el caso de la novela, el individuo triunfa, precariamente, contra un régimen avasallador.

EL CAZADOR CAZADO
Peter O´Toole en una de las versiones
 cinematográficas de Rogue male

La trama de Rogue Male hipnotiza también por la sobriedad con que Household da vuelta las cartas. Tras retornar a Inglaterra, el frustrado asesino descubre que la persecución no ha concluido. En realidad, nunca podrá terminar. Mientras recorra la tierra, los agentes del país cuyo líder intentó asesinar, se encargarán de remover hasta la última piedra, a fin de neutralizarlo.
Y Rogue Male muestra la contrapartida de lo que significa convertirse de perseguidor en perseguido. El cazador descubre que no se halla a cubierto, a pesar de vivir en su país de origen. Debe borrar sus huellas, huir de Londres, y buscar un refugio. Termina finalmente en una cueva, el otro útero materno, acosado por sus rastreadores. No piden mucho de él, solo que firme un papel reconociendo su intento de matar al líder, y su promesa de que nunca más volverá a ensayar una aventura semejante. Finalmente, logra librarse de sus perseguidores.
Rogue Male es una novela corta, tiene apenas doscientas páginas, pero tanto en su descarnado estilo, como en las reflexiones de su narrador, es una gran novela, porque toca temas esenciales de la condición humana. No hay misericordia por la suerte de ese David intentando salvarse de su poderoso enemigo, y tampoco piedad. Pero sí una defensa de valores que nos permiten seguir siendo humanos.
Ya bien avanzada la narración, descubrimos que el indiferente sportsman tiene una cuenta que saldar. Su amante ha sido asesinada por las huestes del dictador, y quiere vengarse. Nada puede desviarlo del camino. Es tan leal con sus convicciones, como el narrador es fiel a su trama, y a las razones que mueven a los personajes. Y el final, es en realidad un recomienzo.
El protagonista le informa a un amigo: “Comienzo a descubrir en qué me equivoqué la primera vez. Fue un error aprovechar mi destreza en una zona rural que comprendía. Uno debe cazar un animal en su hábitat natural. Y el hábitat natural de un ser humano, en ésta época, es una ciudad. Las chimeneas deben ser la protección. Y el método: disparos a doscientas yardas de distancia. Mis planes están bastante avanzados. Tal vez no salga vivo, pero no fallaré el disparo. Y eso es para mí lo único que tiene importancia”.
Rogue Male tuvo un gran éxito en el momento de su publicación. Pero Household no pudo disfrutarlo, pues poco después fue incorporado a la inteligencia británica, y sirvió en Grecia, Palestina, Siria e Irak, alcanzando el grado de teniente coronel.  
En su autobiografía, Against the Wind (1958), Household dijo que ningún personaje de novela es real, a menos el autor conozca cómo se gana la vida.
Se consideraba “una especie de hijo bastardo de Stevenson y de Conrad. Para mí, el estilo es de enorme importancia. Siempre intento desarrollar a mi héroe como un ser humano sumergido en problemas”.

En cuanto a Rogue Male, nunca salió de circulación. El autor dijo que la trama surgió de un deseo personal. “Había que hacer algo” con Hitler, señaló, “y me puse a pensar cómo se podía hacer para asesinarlo”. 

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