sábado, 30 de julio de 2016

La Segunda Muerte de Bolívar, de José Luis Cordeiro: Venezuela ¿verdad o espejismo?


Mario Szichman



Viví en Venezuela, entre 1967 y 1971, y entre 1975 y 1980, cuando me fui con mi esposa, Laura Corbalán, para Nueva York, tras recibir un premio de “Ediciones del Norte”, por mi novela A las 20:25 la señora pasó a la inmortalidad. Creíamos, con Laura, que estaríamos un año en The Big Apple. El proyecto inicial era retornar a Caracas, y regresar a Buenos Aires cuando se terminara la dictadura de Jorge Rafael Videla. En definitiva, el proyecto se fue quedando en veremos. La Argentina fue retrocediendo cada vez más en nuestros anhelos, pero nunca abandonamos la idea de volver a Caracas. También ese proyecto quedó en veremos, a medida que Hugo Chávez Frías avanzaba con su ridícula Revolución Bolivariana, y con esos delirios de grandeza que lo impulsaban a regalar la riqueza petrolera a Dios y a María Santísima. Hasta los commuters de Londres, y comunidades pobres de Estados Unidos se beneficiaron de las donaciones del chavismo.
 Bueno, como dicen los españoles, “Quita y no pon, se acaba el montón”. El pueblo venezolano está confinado a una eterna cola tratando de adquirir productos de primera necesidad, la inflación  se calcula en un 700 por ciento anual, el internet se ha convertido en la farmacia virtual de Venezuela, bebés mueren en los hospitales por falta de insumos[i], los animales se mueren de hambre en los zoológicos, miles de venezolanos han debido hacer peregrinajes a Colombia para conseguir comida, y más de un millón y medio están ahora tratando de hacer pie en naciones no siempre generosas.  

José Luis Cordeiro

Hace algunos días, conocí en Nueva York a José Luis Cordeiro, un ingeniero y economista venezolano egresado del MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Solo divulgar su curriculum y el título de sus libros se llevaría la mayor parte de este post. Cordeiro es un venezolano universal, de la estirpe de Francisco de Miranda, y pese a que ha trabajado y visitado ciento treinta países en cinco continentes, su corazón sigue estando en Venezuela.
Acaba de reeditar uno de sus libros: La segunda muerte de Bolívar… y el renacer de Venezuela. La primera edición es de 1998, un año antes de la llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela, y la segunda es del presente año.
Pese a que el autor se concentra básicamente en la economía venezolana,  y en la necesidad de su dolarización, es un libro muy ameno. Y, al mismo tiempo, preocupante, pues rompe con muchas ilusiones, y obliga a recordar. Por lo menos a mí, me ha obligado a reconsiderar algunos temas relacionados con Venezuela, y a traer a la memoria, otras que había apartado de mi mente.
Venezuela sigue siendo mi patria adoptiva. Recuerdo que Roberto Bolaño no permitía a nadie hablar bien de Chile, su país de origen, ni mal de México, el país en el cual pudo afincarse y crecer como escritor. Y a mí me ocurre lo mismo con Venezuela.
En mi caso, me niego a cotejar Venezuela con la Argentina. En Venezuela encontré trabajo,  perdurables amistades, y mucha paciencia por parte de seres afectuosos que perdonaron mis desplantes en materia literaria. Escribí tres novelas sobre la guerra de independencia en la Gran Colombia y, pese a ser un musiú, varios intelectuales venezolanos fueron muy generosos en sus críticas. Recuerdo que un amigo argentino me dijo: “Si un venezolano hubiera escrito sobre San Martín lo que tú escribiste sobre Bolívar, lo hubieran crucificado”.
En A la búsqueda del tiempo perdido, Marcel Proust recordaba que una de sus tías era criticada de manera constante por su madre, pues se maquillaba en exceso. Marcel no tomaba en cuenta esas críticas, pues le parecían exageradas. Hasta que un día, las críticas tuvieron su efecto, y el autor descubrió que la tía estaba horriblemente maquillada. Era como si todos los reparos de su madre a lo largo de sus años se hubieran súbitamente condensado en el rostro de su tía, en una sola jornada.
Algo así me ha pasado con Venezuela. Nunca me interesaron mucho las críticas que se vertían sobre ese país tan hospitalario. Tuvo que llegar el chavismo, con los delirios de su comandante eterno, para empezar a revisar mi opinión sobre Venezuela. ¿Era realmente el chavismo un corte con el pasado y una ruptura con la Cuarta República surgida tras el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, o apenas su desmesurada prolongación?
Domingo Alberto Rangel, uno de los grandes intelectuales que ha dado Venezuela, señaló en cierta ocasión que los chavistas “son adecos, pero a lo bestia”. Y Domingo Alberto tenía bastante razón. Muchos de los males del chavismo no se iniciaron con la llegada de Chávez al palacio Miraflores.  En realidad, Chávez llegó a la presidencia porque los venezolanos estaban bastante hartos de los gobiernos de la Cuarta República, con sus escándalos financieros, el saqueo del erario público, o el reparto del poder entre facciones políticas como Acción Democrática, el partido demócrata cristiano Copei, y Unión Republicana Democrática, la agrupación liderada por Jóvito Villalba.
La hiperinflación que hoy asola a Venezuela ha acabado con los ahorros de muchos venezolanos, los sueldos son los más bajos de América Latina, el derecho a la salud, a la educación, se han evaporado. Pero el libro de Cordeiro es devastador en sus señalamientos, porque demuestra que en el medio siglo anterior a Chávez, el despilfarro y el empobrecimiento de los venezolanos ya estaba a la orden del día, junto con la inflación, y el favoritismo hacia sectores vinculados con el gobierno.
Una pequeña, y muy ávida clase media, y sectores directamente oligárquicos, prosperaban de espaldas a un país en el cual la pobreza afectaba a por lo menos un setenta por ciento de la población. Medidas progresistas, como la Reforma Agraria, eran una perfecta burla. Recuerdo un chiste que circulaba cuando llegué a Caracas, en 1967: la reforma agraria implementada por Rómulo Betancourt, era conocida como El Vaticano, porque había dado tres papas en diez años. 
En cuanto al sector público, estaba indigestado con empleados que nunca ocupaban sus puestos. Uno de mis primeros trabajos fue en el canal del estado. (Creo que era el Canal 5). En ese momento, gobernaba Venezuela el adeco Raúl Leoni. Cuando los adecos fueron desplazados por el copeyano Rafael Caldera, me echaron del canal, no porque estuvieran disgustados con mi tarea, sino porque necesitaban reemplazarme con un copeyano. El día que llegó el nuevo director del canal, y una semana antes que me botaran, el salón principal se llenó de empleados que nunca antes había visto en mi vida. Eran todos los que cobraban sueldos de los adecos, sin trabajar. Me imagino que casi de inmediato fueron reemplazados por copeyanos que cumplirían las mismas funciones: presentarse dos veces por mes en la taquilla de pagos, y cobrar un sueldo con el compromiso de  permanecer en sus casas.
Y por supuesto, el mundo de la cultura estaba plagado de parásitos muy talentosos, que habían escrito uno o dos buenos libros de poesía, o de cuentos, o una brillante novela, y a quienes el estado recompensaba con buenos sueldos. De manera casi obligatoria, eso los conminaba a cesar su producción y a vivir de famas pretéritas. Lo mismo ocurre ahora con el chavismo. En un tweet reciente, escribí que La Nueva Enciclopedia de la Cultura Latinoamericana había dedicado a los intelectuales chavistas tres páginas en blanco. La Nueva Enciclopedia es un invento, pero no la pereza de los intelectuales del régimen.

En la época más oscurantista de Venezuela, o al menos, tan oscurantista como la actual, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, fueron publicados valiosos y demistificadores ensayos de Rufino Blanco Fombona, el extraordinario relato Memorias de un venezolano de la decadencia, de José Rafael Pocaterra (lo descubrí gracias a la mención que hizo Gabriel García Márquez en el curso de una entrevista realizada en 1967, aún antes que se difundiera Cien años de soledad, y cuando no era conocido por Gabo entre los miles de amigos que jamás lo habían visto en su vida), las excepcionales novelas Cubagua y La galera de Tiberio, de Enrique Bernardo Núñez, y Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri.
Más astutos que Gómez, los oscurantistas del chavismo han tratado de beneficiar a los intelectuales amigos, aunque sin resultados ostensibles. Inclusive en materia de autocracia, el chavismo ha fallado. Fíjense lo que ha ocurrido en el terreno deportivo con Pastor Maldonado, al que han apabullado a realazos sin consecuencia alguna. Los bromistas de turno dicen que es el único piloto de Fórmula Uno que cuando corre solo llega segundo.

SEMBRANDO TEMPESTADES

El pasado 22 de julio, La Gaceta Oficial de Venezuela divulgó la resolución 1855, que obliga a las empresas a suministrar trabajadores para que laboren 60 días, prorrogables, en  “aquellas entidades que son objeto de medidas especiales implementadas para fortalecer su producción” en el sector agrícola. Amnistía Internacional dijo que es el equivalente al trabajo forzado.
“Tratar de abordar la fuerte falta de alimentos en Venezuela forzando a la gente a trabajar en el campo es como tratar de curar una pierna quebrada con una curita”, dijo Érika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional, al referirse a la resolución.
Estamos frente a otra forma de chantaje por parte de un gobierno que ha quedado en minoría. Dudo que afecte a los empleados chavistas, solo a quienes se sospecha de su lealtad. No se los puede enviar a la cárcel, pero sí a batallones de castigo.
Tras la destrucción de la agricultura y de la ganadería –vastamente acelerada en los años del chavismo– reconstruir ese sector esencial necesita algo más que siervos de la gleba. Es imposible que exista infraestructura agropecuaria en Venezuela, cuando ha mermado la extracción del único producto rentable, el petróleo, debido a la destrucción y falta de mantenimiento de plantas, silos y torres de perforación. Lo único que ha perdurado en Venezuela es la mentalidad rentista, y hacerle creer a sus habitantes que son propietarios de un gigantesco casino, aunque en los últimos años todo ha quedado reducido a una ruleta rusa.

… EL RENACER DE VENEZUELA

Esta es una cita del libro La Segunda Muerte de Bolívar: “Una de las formas más visibles y graves de esa otra erosión del petróleo que está deformando y destruyendo la vida de toda Venezuela, es la inflación monetaria… Un presidente ha llegado a convertir el bolívar en una moneda que ha perdido el 40 por ciento de su poder adquisitivo”.
No es una acusación reciente de un político opositor contra el gobierno chavista. Es una denuncia formulada por el escritor Arturo Úslar Pietri en 1948, contra el gobierno de Rómulo Gallegos.
Esta es otra cita del libro: “El bolívar, que llegó a ser una de las monedas más fuertes del mundo, se encuentra hoy en una terrible condición como una moneda enormemente devaluada”. También la cita pertenece a Úslar Pietri. Es de 1998, un año antes de la llegada de Chávez a la presidencia, y constituye uno de los prólogos a la primera edición del libro de Cordeiro.  
Habría que preguntarse si el chavismo es una anomalía en Venezuela, o un resultado lógico de varias décadas de despilfarro del patrimonio público.
Otra pregunta imprescindible es si se puede confiar en la oposición,  dotada de una gran proclividad a meterse en callejones sin salida, y que combina el autobombo y la autoconmiseración, con la ausencia de toda autocrítica.
En la actualidad, la oposición cuenta con una sólida mayoría en la Asamblea Nacional, aunque no ha exhibido mucha garra para defender sus votos frente a un ejecutivo que ha rechazado todas sus propuestas legislativas. El propio presidente Nicolás Maduro “anunció que consideraría la posibilidad de reducir a dos meses el período de los diputados del Parlamento, de mayoría opositora, presentando una enmienda a la Constitución”. (Diario El País, de Madrid).
De todas maneras, tanto el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, como algunos de sus integrantes, provienen de partidos de la Cuarta República. ¿Están dispuestos esos políticos a enmendar el rumbo, o, en el improbable caso de acceder algún día al poder, aprovecharán la ocasión para seguir drenando los recursos del país?
En el prólogo a la primera edición de La Segunda Muerte de Bolívar, el autor se pregunta: “¿Cómo es posible que un venezolano en 1998 tenga una remuneración equivalente al de otro en 1952? ¡Casi medio siglo de desarrollo perdido!”
Los sueldos actuales en Venezuela son muy inferiores a los de 1998. Es muy difícil que la mayoría de los venezolanos hayan estado tan pobres desde la guerra de la independencia.
Tras analizar el libro de Cordeiro, puede advertirse que la única época de bonanza real en Venezuela, con una moneda estable, aunque con muchas injusticias sociales, no se extendió más de tres décadas, entre los gobiernos de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) y el primer período de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). En esa época, Venezuela contaba con una de las monedas más fuertes de América Latina, una baja tasa de inflación, y fuertes recursos obtenidos de la renta petrolera, aunque eso fue acompañado de gran despilfarro, y del saqueo del erario público.
Cordeiro demuestra como ya, en el primer gobierno patrio presidido por Francisco de Miranda, los republicanos imprimieron moneda sin respaldo, que empobreció a muchos, y permitió el florecimiento de un caudillo muy popular como José Tomás Boves, quien inició sus actividades en la capitanía general de Venezuela como simple pulpero. Un pulpero conocía, mejor que nadie, el valor de las monedas de oro y de plata, y la estafa que significaba transmutarlas por papel sin respaldo en metálico. En ese sentido, los patriotas imitaron el mal ejemplo de los revolucionarios franceses con sus asignados, que no valían ni el papel en que estaban impresos.  
El autor de La Segunda Muerte de Bolívar ofrece una buena descripción de la manera en que se arruinaron hacendados y comerciantes debido a esos billetes. En mi novela Los años de la guerra a muerte, además de usar a Boves como uno de los personajes centrales, convertí al papel moneda en otro protagonista.
Ya en la primera escena, cuando el general José Félix Ribas, uno de los mejores guerreros venezolanos, primo de Bolívar, decide enviar a uno de sus baquianos en tareas exploratorias, ordena a su sobrino que le entregue algunos quebrados de medio real. Se trata de monedas de metal. Y entre ellas brotan “varios billetes de papel ordinario, hechos en una plancha de madera mal estampada, que los patriotas habían intentado meterles por el gañote a sus gobernados”.
Esos billetes azules se habían “convertido en una sentencia de muerte para sus portadores. Firmados por el secretario de Hacienda Roscio, por el Tesorero General Blandín, y por el jefe de la caja de descuento, Tovar, habían fomentado la rebelión de los pulperos, que se habían negado a aceptarlos pues no servían ni para limpiarse el rabo”.
La guerra por la independencia, la necesidad de reclutar soldados, y de pagarles, obligó finalmente a las huestes de Bolívar a imprimir monedas con respaldo.
Cordeiro realiza un eficaz trabajo siguiendo la pista a la moneda venezolana en su trayectoria de dos siglos, y explica que los gobiernos venezolanos, con poquísimas excepciones, nunca han tenido respeto por el bienestar de su pueblo. Pese a que varios han asegurado que su propósito era enseñar al pueblo a pescar, siempre terminaron regalándole un pescado, mientras sus funcionarios se llenaban los bolsillos.
“Venezuela debe elegir entre relanzarse al mundo como un país visionario, o decidir estancarse como un país fracasado”, dice el autor. “El gran fracaso histórico de la segunda mitad del siglo veinte, y este catastrófico inicio del siglo veintiuno no deben repetirse, pero se repetirán a menos que cambiemos drásticamente de dirección”.  Según Cordeiro, “Venezuela necesita nuevos líderes, nuevos sueños, nuevos horizontes”.
¿Lo conseguirá? A veces pienso que he tenido el privilegio de observar el progreso –con todas las fallas antes mencionadas– de un país que parecía romper con muchos de los tabúes de otras naciones latinoamericanas condenadas al fracaso. Y de repente, en menos de dos décadas, Venezuela ha ido a parar al fondo del barranco. ¿Cómo se ha logrado esa increíble transfiguración? ¿Por qué en ciertas épocas un pueblo muestra sus mejores galas, y en otras épocas se resigna a que lo despojen de su dignidad? ¿Por qué no se ha podido desacelerar la hecatombe? ¿Por qué la oposición parece, en el mejor de los casos, una versión light del chavismo? ¿Quedará Venezuela como el primordial ejemplo a no seguir? No creo en la maldad humana como algo intrínseco, o en planes secretos para arruinar un país. Pero es evidente que Venezuela ha perdido el rumbo. ¿Podrá recuperarlo en esta generación, o sus habitantes quedarán condenados a deambular en el desierto, como lo hicieron las tribus judías antes de acceder nuevamente a la tierra prometida? Los países son construidos y destruidos por sus habitantes, a menos que hayan sido colonizados por otras naciones.
“La culpa de nuestros problemas” dice Cordeiro, “no es de los españoles, ni de los gringos, ni de los chinos, la culpa es realmente de los venezolanos. Dentro de nosotros siempre sabremos que la culpa es nuestra: ¡Nuestra y solo nuestra!”
Asumir la responsabilidad es el primer paso para resolver problemas. Lamentablemente, la política venezolana está dominada por el populismo. Y en el populismo, siempre, absolutamente siempre, la culpa la tiene el otro.
            El libro La segunda muerte de Bolívar… y el renacer de Venezuela, de josé Luis Cordeiro se puedo bajar gratis en la siguiente dirección:
http://www.urru.org/Cordeiro/Libros/SegundaMuerteDeBolivar2016.pdf





[i] La situación de la salud ha sido sintetizada en un excelente trabajo publicado en The New York Times  y que incluyo en este enlace: http://www.nytimes.com/slideshow/2016/06/20/world/americas/a-starving-country/s/20160620-VENEZUELA-slide-UIQU.html

2 comentarios:

  1. Estimado Mario, conocio al Ing JL Cordeiro cuando laboraba en l…as Oficinas del economista Pedro Palma. Sabía que iría muy lejos y... mira donde anda. Felicitaciones por tan bello post. Saludos.
    ‏@MFuentesP
    La economía venezolana, y en la necesidad de su dolarización. http://marioszichman.blogspot.com/2016/07/la-segunda-muerte-de-bolivar-de-jose.html

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  2. ESTE AL MENOS MUESTRA SU GRATITUD CON EL PAÍS QUE LO ACOGIÓ...

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