Simón Alberto Consalvi leyendo su texto sobre la novela de Szichman
Simón Alberto Consalvi (1927 - 2013) fue un escritor, historiador,
periodista y político venezolano. Desempeñó el cargo de canciller durante los
gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi, representante permanente de
Venezuela ante la ONU, fundador —junto a otros intelectuales, como Mariano
Picón Salas— del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) y del
sello editorial del Estado venezolano, Monte Ávila Editores. Fue elegido
miembro de la Academia Nacional de la Historia (Sillón C) en octubre de 1997. Y
además de su calidad como intelectual, fue una gran persona, y un gran amigo.
Consalvi leyó este texto durante la presentación de la novela en
la librería El Buscón de Caracas. M.S.
Grandes biografías, ensayos, notas, biografías noveladas,
historias como novelas, novelas como historias, poemas, novelas, relatos
singulares como El último rostro,
todos los géneros y en todos los idiomas, se han intentado para retratar a Simón
Bolívar y descifrar sus enigmas humanos o políticos.
Carlos Marx lo consideró un pequeño burgués, pero Pablo Neruda lo
vio con otros ojos rojos. Para Germán Arciniegas fue un guerrero, para
Indalecio Liévano Aguirre un hombre de Estado, para Augusto Mijares el
Libertador más allá del bien y del mal, para don Vicente Lecuna un dios, para
Salvador de Madariaga, un hombre que ambicionaba la corona del Nuevo Mundo,
obsesionado por Napoleón Bonaparte. Para José Domingo Díaz era un traidor. Para
el general Eleazar López Contreras, la esencia de la patria. Para el presidente de Venezuela
Hugo Chávez Frías, Simón Bolívar no era más que un guante de boxeo, una espada
sonámbula que vengaba antiguas injusticias.
Los historiadores Germán Carrera Damas con El culto a Bolívar, y Elías Pino Iturrieta con El divino Bolívar, han intentado rescatar al personaje de la
idolatría a que ha sido condenado. Para otros, Bolívar quizás sea, simplemente,
una excusa. Hay un Bolívar revolucionario, y un Bolívar conservador, como hay
quienes confunden a Bolívar con su sombra.
En su ensayo Unidad y
Nacionalismo en la historia hispanoamericana, Mariano Picón Salas definió
las etapas del pensamiento de Bolívar.
Veamos: “El Bolívar del Manifiesto de Cartagena corrige ya al vago
soñador de 1810. El de la Carta de Jamaica, saca su primera revolución
venezolana por todo el continente convulsionado; el del Discurso de Angostura
crea la primera confederación de pueblos, de la Constitución de Bolivia conoce
ya las terribles fuerzas de la disgregación y de la anarquía que habrán de
desatarse después de la Independencia”.
Guerrero, político, conspirador, amante. Gabriel García Márquez
escribió El General en su laberinto
después de leerse alrededor de setenta libros sobre el personaje Bolívar y las
historias que lo condujeron a Santa Marta.
García Márquez confesó que su novela había tenido origen en el
relato de Alvaro Mutis, El último rostro.
Novelas o biografías, relatos o ensayos históricos, giran en torno
al hombre llamado Bolívar y ante sus enigmas la imaginación se rinde.
¿A cuenta de qué viene este largo cuento, pensarán ustedes, como
nota introductoria a la presentación de otra novela sobre el personaje, escrita
en la isla de Manhattan, en momentos en que en Venezuela el nombre de Bolívar
se tropìeza en cada esquina, en cada cuartel, en cada bolsa de Mercal, en cada
fusil guerrillero, en cada jaculatoria presidencial, de mañana o de noche, en
lo claro o en lo oscuro? En todas partes nos espera finalmente el rostro o la
sombra de Bolívar. En una carta el personaje dijo: "Parece que el diablo
dirige las cosas de mi vida". El mismo se llamó "El hombre de las
dificultades".
Todo eso se dice para coincidir con el propio Bolívar y darle la
razón. Fue, y sigue siendo, el hombre de las dificultades. Bolívar es un mar y
no pocos han naufragado en sus aguas. El escritor Mario Szichman se salvó de
ese naufragio al escribir Las dos muertes
del general Simón Bolívar.
Es una novela donde el protagonista, unas veces vivo, otras veces
muerto, o a punto de morir, no se sabe, delira bajo los terrores de la traición
y de la muerte.
Miranda, Santander, Piar, Páez ... Cada nombre es una historia y
cada historia una pesadilla diabólica que no encuentra refugio en el olvido.
La novela transcurre mientras el escultor Lebranche trabaja la
máscara mortuoria del personaje. Así comienza: “Primero me ponen la muselina
sobre la cara”. Cien páginas después leemos: “El escultor Lebranche me trae el
correo y se sienta en una silla, frente a la alacena donde reposa mi máscara
mortuoria. Comienza a cortar trozos de soga con su puñal de ceremonia, las
sumerge en yeso, y les va dando raras formas con ayuda de cordeles que ata a
diferentes distancias. Extraña criatura este Lebranche. Con ojos claros, su
estatura mediana y su acento, ¿Estará destinado a ser mi asesino? El puñal está
bien afilado. Su mirada es más escurridiza que la mía. Baraja sus palabras como
si fueran cartas de tresillo. No se expone, no quiere hablar sobre su pasado”.
El personaje sólo ve enemigos alrededor. Incluso su propio médico, el doctor
Reverend, quiere asesinarlo.
Lo que sucede con el escultor sucede con Miranda. Con PIar. Con
Páez. Con Santander. Con Boves y los fantasmas de las guerras a muerte que
ambos libraron. Con Manuelita, con el rey Fernando, con el criado José
Palacios. El personaje desanda su propia historia. Pasa de un duelo a otro
duelo, de un enemigo a otro, vuelve y escapa para volver. Es un Prometeo
encadenado.
Teodoro Petkoff dice que “toda la acción está en la mente de
Bolívar y en las reflexiones que comparte con el reducido grupo de sus
interlocutores en San Pedro Alejandrino”.
La mascarilla que le hace el escultor es como el espejo retrovisor
por donde desfilan la vida, los enemigos y sus fantasmas.
"Finalmente, el escultor despega de mi rostro la endurecida
muselina que arrastra, en sus concavidades, sospecho, un invertido bajorrelieve
de mis facciones". La novela se acerca a su final.
Diré que Mario Szichman ha escrito una excelente novela que, como
dice también Teodoro, contribuye a rescatar al verdadero Bolívar, despojado de
la maraña de sus acólitos.
Mario Szichman conb Teodoro Petkoff y Simón Alberto Consalvi
Las dos
muertes del general Simón Bolívar es la
segunda novela venezolana de Mario Szichman. Antes fueron Los papeles de Miranda. Ahora nos promete Los años de la guerra a muerte[i].
Son novelas inscritas dentro de la calidad de un bestseller memorable, sobre uno de los
fenómenos políticos más persistentes de la América Latina: A las 20:25 la Señora pasó a la inmortalidad. Novelas, en fin, que
le dan dimensiones imprevistas a la novela histórica, que libran un desafío
entre la realidad y la imaginación. Así es el arte de Mario Szichman.
Caracas, octubre 14, 2004.
Bolívar es un personaje de carne y hueso que da para todo y lo que hace es confundir a quienes poco saben de él. Un hombre de profundas contradicciones que nunca gobernó. Su grandeza de haber luchado por países libres nadie puede desconocer.
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