Mario Szichman
La fama de Donald Henderson (1903-1947), se debe exclusivamente a una
novela, Mr. Bowling Buys a Newspaper, y
a su entusiasta promotor, el gran narrador norteamericano Raymond Chandler.
En carta a Frederic Dannay: (quien creó junto con su primo, Manfred
Bennington Lee, el detective Ellery Queen), Chandler indicaba que sus novelas
policiales preferidas eran The 31st of February, de Julian Symons, Walk the Dark Streets,
de William Krasner, y Mr. Bowling Buys a Newspaper, de Henderson.
“Pongo a esos tres escritores”, decía Chandler, “por encima y más allá de
gran cantidad de narradores que han pergeñado veinte o treinta libros. Aunque son
muy bien conocidos y exitosos, resultan totalmente insignificantes desde un
punto de vista literario”.
Tom Hiney, en su libro: Raymond
Chandler: A Biography, dice que la novela policial favorita del autor de The Big Sleep (y la que siempre
recomendaba leer) era la narración de Henderson.
En una carta a Hamish Hamilton, fechada en enero de 1946, Chandler fue más
explícito. Cuando se trataba de novelas policiales, decía, solo las adquiría “si
estaba al tanto de lo que estaba comprando”. Y añadía: “Tengo un libro titulado
Mr. Bowling Buys a Newspaper. Lo he
leído media docena de veces, y lo he comprado a diestra y siniestra, para distribuirlo”
entre los amigos. “Creo que es uno de los libros más fascinantes escritos en
los últimos diez años. Todo aquel que lo leyó en mi limitado círculo, está de
acuerdo conmigo”.
¿Qué es lo que hacía de la novela de Henderson algo tan especial para
Chandler? Nada tenía que ver con su prosa hardboiled.
No contaba con un detective como Phillip Marlowe, escaseaba el suspenso
tradicional –nos enteramos que el señor Bowling es un asesino, a partir de la
segunda página– y en lugar de personajes glamorosos de la alta sociedad,
tropezamos con seres convencionales, que padecen los grandes inconvenientes de
vivir en Londres durante la blitzkrieg nazi
(la novela fue publicada en 1943, dos años antes de concluir la guerra).
Pero el señor William Bowling es un personaje muy especial, y seguramente
su autor compartía algunas de las preocupaciones del asesino.
Henderson era un actor. Trabajó para la BBC de Londres durante la guerra.
Una bomba alemana cayó sobre la casa en que residía, y el narrador quedó
sepultado entre los escombros. Logró ser rescatado, pero sus pulmones quedaron
muy dañados. Es posible que el episodio haya precipitado su muerte, a los 44
años de edad. Es precisamente durante un bombardeo de la aviación alemana, que
el señor Bowling descubre su vocación homicida.
El señor Bowling no es un asesino convencional. Y eso es lo que hace tan
fascinante y tenebroso. “Espero que me supongan
un ser bastante agradable”, piensa. “Soy un tipo bastante tranquilo, triste”.
Tampoco se considera un pecador. “No soy peor que cualquier otro tipo.
Ayudo a cualquiera que lo necesite. Acepté trabajar con alegría para el
esfuerzo de guerra”. Nunca pensó en su “nueva línea” de trabajo, hasta que su
vivienda fue bombardeada, y con su esposa, Ivy, quedó enterrado algunas horas.
La mujer “comenzó a dar desagradables alaridos. Puse mi mano en su boca, cerca
de su nariz. Mi Dios, qué rápido se fue, como una vela al ser apagada”.
Además, el señor Bowling tiene una buena excusa para justificar lo
sucedido. “Fue homicidio solo si uno lo considera así”, dice. “Hay cosas
peores. El chantaje es peor. La homosexualidad es peor. ¿Quién dice que el
asesinato es el único pecado capital?” Además, no hay que olvidar los
beneficios secundarios. “Por primera vez en mi vida, obtuve algo de dinero
gracias al seguro. ¡Nunca había pensado en eso!”
La inesperada ocasión le permite abordar su nueva línea de trabajo. Mr. Bowling Buys a Newspaper es una
novela donde el azar triunfa, tras indagar si somos capaces de planificar un
destino, o el destino se encarga de planificar por nosotros. El título es una
de las supremas ironías de esta novela tan peculiar, tan bien escrita. El señor
Bowling compra un periódico no para enterarse de las noticias de los demás,
sino para averiguar cuan avanzadas están las investigaciones sobre sus crímenes.
“Nunca leo los periódicos”, le dice el señor Bowling a la dueña de un pub, “a menos me interese ver algo en
particular”. Busca la notoriedad, y al
mismo tiempo necesita conservar el anonimato.
Un hombre o una mujer se divorcian, o enviudan. ¿Pueden seguir apostando al
mismo destino? El señor Bowling “pierde” a su esposa en un bombardeo. La viudez
le impide retornar a la normalidad; solo puede huir hacia adelante. El
asesinato no constituye para él una de las bellas artes. Es una manera de
recaudar dinero, o de librarse de seres molestos. Además, un hombre sin atributos descubre que posee un
poder divino para decidir quién debe vivir y quien debe morir. Cuenta con un
proyecto en una vida previamente carente de rumbo.
Tras su esposa, Ivy, le siguen otras víctimas. Además, en el curso de su tarea,
descubre el verdadero amor. (La vida con esa esposa extinguida como una vela,
no era vida, sino un martirio). El nuevo amor le ofrece la coartada perfecta
para no ser capturado. Al mismo tiempo, lo encadena a su suerte. La mujer sabe
que el señor Bowling es un asesino: tiene pruebas. Si el protagonista intenta
zafarse de sus redes, está liquidado. La policía ya le ha advertido de sus
sospechas. Los casos en que el señor Bowling ha actuado como un dios, quedan
abiertos, mientras se realizan nuevas indagaciones.
La fascinación con Mr. Bowling Buys a
Newspaper es doble. Por un lado, la novela está poblada de personas reales,
interesantes inclusive en su insignificancia. Por el otro lado, está la mirada
de Chandler. ¿Qué encontró ese gran novelista en la escritura de Henderson para
leer el texto media docena de veces?
No conozco un ensayo que analice las lecturas de grandes personajes. O, al
menos, no estoy enterado de su existencia. Pero es bueno revisar textos capaces
de impresionar a seres que han dejado una huella en la historia. Es, en cierta
medida, como leer sus pensamientos.
Charles Dickens estaba enamorado de la prosa de Tobías Smollet, un escritor
muy interesante, pero por debajo de Henry Fielding, el autor de Tom Jones, o de Laurence Sterne, cuya
novela, Tristram Shandy, anticipa el Ulises de James Joyce. El Libertador Simón Bolívar leyó en varias
ocasiones, siempre con el mismo fervor, Julia,
o la Nueva Eloísa, la novela epistolar de Jean-Jacques Rousseau que para mí
constituye –cito a Jorge Luis Borges– una de las formas más famosas del tedio.
¿Descubrió Chandler en su pasado algo que Henderson exploró en el suyo?
Pues una de las funciones de las novelas es permitirnos indagar la vida
transcurrida. No es desatinado afirmar que somos viajeros del tiempo. Nuestra
permanencia en la tierra permite verificar cómo se comportaron los muertos que
admiramos. Y sus lecturas, especialmente su fijación a algunos textos, ayudan a
dilucidar sus obsesiones.
Creo que Mr. Bowling Buys a Newspaper
es, en cierto modo, una novela futurista. A partir de su primer homicidio, el
señor Bowling se deja guiar por el azar. Es un oportunista de la muerte. Y le
fascina la figura del cazador perseguido. No desprecia a Scotland Yard; cree
que tiene buenos detectives. Además, no siempre ha sido cuidadoso borrando
huellas. Recuerda al personaje de Ante la
ley, de Franz Kafka.
La policía británica no es un ente abstracto. En el caso del señor Bowling,
dedica exclusivos esfuerzos a su captura. Pero su omnipotente presencia es, al
mismo tiempo su undoing. El señor
Bowling no advierte que la policía, o la Ley, están por encima del común de los
mortales.
“Todos se esfuerzan por llegar a la Ley”, dice el hombre en el relato de
Kafka. “¿Cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo
pretendiera entrar?” Y el guardián le responde: “Nadie podía pretenderlo porque
esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla”.
El señor Bowling descubre, en su final, que lejos de haber alcanzado la
felicidad, ha vuelto a incurrir en el infierno tan temido.
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