miércoles, 13 de julio de 2016

Dos siglos de la muerte de Francisco de Miranda

 “Ese Quijote que no está loco, y tiene fuego sagrado en el alma” 
(Napoleón Bonaparte)




El 14 de julio de 2016 se cumplen dos siglos de la muerte de Francisco de Miranda  en el calabozo del penal de las Cuatro Torres del arsenal de la Carraca en San Fernando de Cádiz, España.
No existe otro héroe como Miranda en toda la historia de América Latina, o un personaje tan trágico. El Precursor luchó en tres revoluciones: la de Estados Unidos, la de Francia, y la de la Capitanía General de Venezuela. Su nombre está inscripto en el Arco de Triunfo de París, junto a grandes personajes de la Revolución Francesa. Partidario de los girondinos, enemigo de Robespierre, fue encarcelado y estuvo a punto de ser decapitado en la guillotina. Los más de 50 volúmenes de La Colombeia, son el testimonio de sus experiencias como político, diplomático, general, e ideólogo de la emancipación.
Miranda fue gobernante de la Primera República de Venezuela. Tras una serie de fracasos militares, sus camaradas de armas, entre ellos, Simón Bolívar, lo entregaron a los españoles.
El prócer pasó sus años finales en La Carraca, sin condolerse, o arrepentirse. Inclusive planeó su fuga del penal, rumbo a Gibraltar, pero sufrió un ataque cerebrovascular, y falleció a los 66 años de edad. Nunca fueron hallados sus restos. Tal vez los partidarios del culto a Bolívar, prefieren que así sea. De esa manera, el Libertador cuenta con el monopolio de mantener sus restos en el Panteón de Caracas, aunque no hay nada más ominoso que una tumba vacía.
Escribí la novela Los papeles de Miranda tratando de reflejar la magnitud de su obra por la emancipación. Considero al Precursor el mayor héroe imperfecto que ha dado América Latina.
La profesora Carmen Virginia Carrillo leyó inicialmente su trabajo El precursor de la independencia hispanoamericana a tres voces, en el XXII Colloque International du CRICCAL. Université de Paris III, que se llevó a cabo en la capital francesa entre el 14 y el 16 de octubre de 2010. El texto fue publicado en la revista América (Cahiers du CRICCAL Número 41, Presses Sorbonne Nouvelle, 2012). 
El trabajo consigue conjugar a través del ensayo histórico, el ensayo literario, y la ficción, inolvidables imágenes del Precursor. Y rescata también esa incomparable “Memoria del Mundo” que fue ese Archivo de viajes y estadías de La Colombeia.
Agradezco a la profesora Carmen Virginia Carrillo por haberme autorizado a compartir en este blog su iluminador trabajo.
Mario Szichman.





Carmen Virginia Carrillo

El precursor de la independencia hispanoamericana a tres voces



Todos los papeles y manuscritos se enviarán a la ciudad de  Caracas (…) para que colocados en los archivos de la ciudad, testifiquen a  mi patria el amor sincero de un fiel ciudadano y  los esfuerzos constantes que tengo practicados por el bien  público de mis amados compatriotas.
       (Francisco de Miranda “Disposición testamentaria”)  


En el presente trabajo se ponen en relación documentos históricos y de ficción sobre Francisco de Miranda, el precursor de la independencia hispanoamericana. La voz de Miranda, leída desde La Colombeia, gigantesco archivo  de sesenta y tres volúmenes organizados con particular celo por el Precursor[1];  los documentos  secretos e inéditos recopilados por Ángel Grisanti en el libro Miranda juzgado por los funcionarios españoles de su tiempo (1954), que recoge las injurias e improperios de los funcionarios españoles y las diatribas de sus enemigos (5)  y la novela del escritor argentino Mario Szichman Los papeles de Miranda (2000), texto que propone una  lectura del personaje desde la  ficción, permiten poner en relación diferentes miradas e interpretaciones, lo  que confiere al personaje y a su proyecto una nueva dimensión.    
Francisco de Miranda concibió  América como una gran Nación. Las  ideas de este visionario y revolucionario hombre de armas, de vasta cultura  y controversial  personalidad, quien dedicó la vida a concebir e intentar llevar a cabo la gran hazaña libertaria, ejercieron una influencia fundamental en el proceso de emancipación de Venezuela y  América. Miranda participó en las tres grandes revoluciones que, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, constituyeron eventos fundamentales en el proceso de  transformación de la estructura geopolítica de occidente: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la  Independencia de América Hispana.  Su pensamiento y su avasallante personalidad constituyen referentes historiográficos y ficcionales sin par.
            Sebastián Francisco de Miranda nació el 28 de marzo de 1750. A los veintiún años, partió hacia España con la intención de ingresar al ejército real. A partir de este momento, la necesidad de demostrar su calidad,  limpieza de sangre y nobleza del nombre; el deseo de formarse intelectual y militarmente y la obsesión por registrar meticulosamente todas sus vivencias, ideas e intercambios de información marcaron su itinerario.  Esta etapa de la vida de Miranda es puesta en escena por  Szichman en  la novela, en lo que el protagonista llama “primer borrón y cuenta nueva” (21).
En 1780 Miranda acompañó a Cagigal en una expedición  hacia América comandada por Victorio de Navia, con la misión de unirse a los franceses para apoyar a los angloamericanos contra Inglaterra. Llegan a La Habana y permanecen allí tres años; durante este tiempo una serie de acontecimientos cambió el rumbo de la carrera militar del joven capitán. Tras la toma de Pensacola, Estados Unidos, cuya participación activa en mayo 1781 le valió  el ascenso a teniente coronel,  fue injustamente acusado de un incidente provocado por la visita del general Campbell, quien en su escala en la Habana visitó la fortaleza; el año siguiente el intercambio de prisioneros con los ingleses en Jamaica y las circunstancias que rodearon la victoria de Cagigal en las Bahamas fueron usados para acusarlo de contrabando y traición. La orden se sumaba a otra anterior emitida por  la Inquisición.
En el argumento de la novela, el “segundo borrón y cuenta nueva” (Szichman, 84) ocurre en 1783. Miranda huía de la justicia española desde Cuba hacia los Estados  Unidos. Con 33 años el personaje inició un largo recorrido cuya naturaleza y propósitos permiten considerarlo un viaje de formación.  En 1785 llegó a Europa y tras escribir al rey Carlos III una carta en la que renunciaba al ejército y exigía el reembolso del dinero pagado por la patente de capitán, recorrió los países del viejo continente y algunos de Asia,   con la intención  de  informarse y adiestrarse para  organizar e instituir un nuevo  gobierno en América. A lo largo de sus recorridos dedicó tiempo a escribir impresiones, anécdotas, reflexiones, etc.; estos manuscritos conforman el Archivo de viajes y estadías de  La Colombeia, “Memoria del mundo” que puede leerse como una  bitácora de ese viaje de formación realizado por  Miranda.  
En 1789 regresó a Londres en busca de ayuda para llevar a cabo  una expedición libertadora contra el imperio español en América. En 1792, tras fallidos intentos por lograr el apoyo del gobierno inglés, Miranda se fue a Francia, donde le nombran general del ejército y participó en la Revolución Francesa. En 1798 volvió a Londres. El espíritu liberal e iconoclasta de Miranda le llevó a sintonizar con las ideas de los autores de la Ilustración francesa. Sus vivencias, observaciones y reflexiones sobre la forma de gobierno de los Estados Unidos, de las cortes europeas, la rusa, y en particular de la inglesa, le permitieron formular un proyecto político para el gran país que soñaba y al que denominaba la Colombeia en honor a Cristóbal Colón.
Con miras a llevar a término el proceso que emprendiera el estado español contra Miranda se organizó  un complot para perseguirlo y cercarlo. Desde su llegada a Londres y durante su largo periplo europeo y asiático, se le vigiló con el fin de encontrar la circunstancia adecuada para arrestarlo, apoderarse de sus papeles y llevarlo a España, donde sería juzgado y condenado. Tal tarea se encomendó  a Bernardo del Campo, ministro español en la capital inglesa, quien se fue ganando la confianza de Miranda y lo persuadió para que viajara a Francia, donde sería más fácil llevar a cabo el plan.  El conde de Floridablanca era el encargado de dar  las directrices y mantenerse en contacto con del Campo. La correspondencia sostenida entre estos dos personajes y otros representantes del gobierno español en los países que visitó Miranda durante los años de su viaje y recopilada por Grisanti,  demuestra el atractivo que el mismo ejerció sobre las cortes que visitó.   Si bien el genio, el desenfado y el conocimiento de Miranda lo hicieron acreedor de elogios y amabilidades –Napoleón Bonaparte dijo de él, “ese Quijote que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma” (en línea) –, la insistencia del gobierno español en desacreditarlo y perseguirlo, paradójicamente contribuyó a forjar la imagen legendaria de este hombre como “símbolo de libertad, no solamente en Europa, sino también en América… modelo a imitar y el maestro a escuchar” (Bohorquez, 149).
Miranda se consideraba súbdito español y se negó a participar en ninguna empresa que fuera en contra de los intereses de la corona española hasta 1790 cuando, tras cuatro años de intentar obtener un desagravio,  ante el rechazo que sintió de parte del rey y sus personeros y convencido de la inutilidad de sus gestiones, renunció de manera definitiva al reino español. Rotos los vínculos con la madre patria, inició sus acciones en pro de la independencia de la América meridional, y la cimentación de esa nueva patria que soñaba.
En los documentos recopilados por Grisanti, que Szichman incorpora y re-escribe en la novela, se puede apreciar la valoración que los adversarios políticos de Miranda  tenían sobre él. Lo describen como traidor,  malvado, revoltoso y perverso. Sin embargo,  Del Campo en su informe comenta: “Parece mozo instruido, de grande actividad y de muchísimo fuego. Es feliz en la expresión y su trato personal son propios para agradar a las gentes.”  (En Grisanti, 67) Entre las cualidades que  le atribuye se encuentran “imaginación exaltada, luces y conocimientos más que medianos, fervor y vehemencia en su expresión, y sobre todo una actividad extraordinaria” y concluye: “con tal conjunto de calidades si este joven llegara a verse exasperado y rreducido a abrazar el partido de servicio estrangero, creo que preferirá siempre todo lo que sea acción, movimiento y singularidad, a seguir una vida quieta y indiferente” (106). A pesar de las recomendaciones hechas por Del Campo, así como también las del Conde de Aranda quien en carta a Floridablanca comenta acerca de Miranda:

No sé las causas de su desvío ó desgracia, que pueden ser de las que no admiten compostura; pero si fuesen suceptibles, el ser Criollo, el tener travesura, el poseer las lenguas principales de Europa, el haversela viajada como hace, y hecho conocimientos, serían consideraciones para ver de recogerlo a buenas no pudiendo a malas. (En Grisanti, 185)

José de Gálvez, Ministro de Indias, su implacable perseguidor, particularmente desde que conociera el proyecto emancipador de Miranda,  rechazó todos los intentos de reconsideración de su causa. Sin embargo, no será hasta 1812, año en que sus propios compatriotas lo traicionaron y lo entregaron,  que el generalísimo Francisco de Miranda pise una cárcel española.
Luego de recorrer Europa buscando ayuda infructuosamente, pasó a los Estados Unidos donde finalmente consiguió apoyo para emprender, en 1806  una expedición a las costas venezolanas. El 3 de agosto desembarcó en La Vela de Coro, tomó el fortín, izó la bandera y leyó la proclama de libertad. Nueve días más tarde, los participantes de este episodio  abandonaban la localidad tras su fracaso.  El Precursor regresó a Caracas en 1810 por solicitud  de los compatriotas que viajaron a Londres en busca de ayuda para la gesta independentista, entre los que se encontraba Simón Bolívar. A  su llegada le otorgaron el grado de Teniente General de los ejércitos de Venezuela. El  23 de abril 1812 fue nombrado General en Jefe de toda la Confederación Venezolana, con plenas facultades y se le confirieron poderes dictatoriales con la finalidad de que defienda al país del ataque del capitán general español Juan Domingo de Monteverde, las circunstancias no son favorables a los patriotas y el 12 de julio, Bolívar perdió Puerto Cabello y Miranda se vio obligado a capitular. La madrugada del  31 del mismo mes, Miranda fue hecho prisionero por un grupo de jóvenes oficiales del ejército venezolano y entregado a los españoles. Esta etapa de la vida del personaje constituye material de una interesante  interpretación ficcional en la novela de Mario Szichman.
El súbdito del rey de España, capitán Sebastián Francisco de Miranda, quien pasó de ser un soldado fiel  a desertor y luego a conspirador, muere a causa de una apoplejía a los sesenta y seis años en la prisión de la Carraca, en Cádiz, el 14 de julio de 1816.
Ya en la primera propuesta que Miranda hiciera al primer ministro inglés William Pitt[2], señalaba como las principales causas del descontento de los habitantes de la América hispana la discriminación que los españoles europeos hacen con los criollos, los controles de la Inquisición y las injusticias cometidas contra los nativos. Un mes más tarde presentaba al gobierno inglés el “Plan para la formación, organización y establecimiento de un gobierno libre e independiente en América meridional”[3].
   La lectura del pasado que el creador hace desde la ficción permite licencias mucho más amplias que las usadas por el historiador. Si bien la novela dialoga con los documentos, el autor re-elabora el discurso histórico sin estar limitado por las barreras de la fundamentación, la comprobación y la confrontación que se le exige a la Historia.   
En la novela Los papeles de Miranda, Mario Szichman  articula las voces que están en las fuentes historiográficas, la de Miranda y las de sus adversarios, y las actualiza. Así, el texto constituye un intento de interpretación del pasado desde ese surco que  se vislumbra en los testimonios históricos cuando se habla de las humillaciones y desprecios a  los que los mantuanos caraqueños expusieron al padre de Miranda, quien fuera acusado de mulato y despojado de su cargo de capitán del batallón unificado de voluntarios blancos de Caracas, y asoma la posibilidad de que la vida del hijo haya estado modelada por la necesidad de reivindicar el mancillado nombre del padre y salvar el honor de la familia.   De esta manera la novela, sin abandonar del todo los textos fundamentales de la historia, apuesta a una versión de los hechos que puede tomar orientaciones o rumbos distintos.
El personaje se configura desde la primera persona y la voz del protagonista se convierte en la expresión de su mundo interior. Gracias a la ficción, la aproximación a la verdad histórica se hace a partir de esos silencios y grietas que suele guardar  la historia. Los recursos de los que se vale la novela permiten al lector reconocer al personaje en su interioridad, en sus temores, descubrir su lado más humano, conflictivo, contradictorio y anti-heroico.
La acción de la novela comienza la noche del 31 de julio de 1812 en La Guaira y  concluye la madrugada del primero de agosto del mismo año.  En esta historia enunciada autodiégeticamente (G. Genette) Francisco de Miranda, desde la Casa de Aduana, en La Guaira, ordena sus papeles y, en función de los mismos, va recordando su vida y relatándola a su criado Pedro José en  flash-backs. El autor utiliza como eje del relato  los papeles  de Miranda, los cuales constituían el más preciado tesoro del Generalísimo. El protagonista se pasea entre sus “amados papeles” (14), elige documentos, expurga, ordena, pasa en limpio, borra; intenta limpiar la mancha de la humillación heredada del padre. Principio y fin de su trayectoria:

 “La humillación que empezó con mi padre está finalmente por alcanzarme. Y para que no me alcance debo frenarme. Frenarme y enfrentarla. Así las apuestas de una vida, de varias vidas inacabadas, podrán transformarse en el destino que acabo de fabricarme.  …De la Caracas que me vio nacer a la Caracas que me ha condenado a muerte. De la humillación primera a la humillación última. (18)

            El autor toma como punto de partida, para el recorrido de la vida del personaje, el momento en que Miranda, después de haber encontrado refugio en la fragata Sapphire tras la capitulación ante Monteverde, regresa al puerto de La Guaira.  Este hecho da un giro trágico al destino del personaje. La novela ofrece una posible explicación  de ese inesperado acontecimiento al ofrecer una versión del asunto, que no tiene ningún referente historiográfico: 

Cuando me disponía a huir en la Sapphire apareció el maldito papel. Una simple sentencia, … Ese insidioso trozo de papel escrito por alguien que me comprendía muy bien, sumado a esa gente que no comprendía en absoluto que se me había enfriado el guarapo –que seguía confiando en mí contra toda esperanza, contra toda evidencia– me hicieron desandar los pasos, reformular mis planes, asignarle un nuevo papel al general Miranda, algo que no figuraba en mis antecedentes, y crear un personaje que ha perdido toda coherencia y tiene muy poco que ver con su vida pasada.” (Szichman, 13-14)
           
En el último apartado de la segunda parte, Miranda dará nombre propio al autor del papel que se convertirá en su sentencia:

El único papel que no he podido conservar es un papel que debo asumir por cuenta de otros. La esquela que deslizó Bolívar por debajo de la puerta de mi camarote. Tres párrafos. Mi condena y mi salvación. ¿Qué otra cosa podía esperarse del hijo del tendero? La puerta de escape de esta imposible situación, lo único que hace plausible mi retorno a tierra firme cuando La Sapphire estaba a punto de zarpar. No existe otra explanation. Yo mismo me siento tan intrigado como todos los que me rodean ante esta trama que no tenía prevista  y que es la única capaz de cortar el nudo gordiano. … Sin el papel que recibí de Bolívar, nothing makes sense. (169-170)

            Esta aclaración final del protagonista ratifica, desde la ficción,  la tesis sostenida por Miranda ante Pitt y más tarde ratificada por los historiadores, de que las pugnas entre los peninsulares y los criollos, aunado a las diferencias raciales y sociales, jugaron un papel fundamental en el desarrollo de los procesos independentistas en América Latina.
El tratamiento del tiempo es uno de los elementos fundamentales de la novela. Szichman explora el concepto de circularidad temporal:

¿Por qué no quise seguir huyendo? Tal vez en algún momento la rueda debía cesar de girar. Y en el punto en que la detuve le puedo dar a mi biografía el viso de lo inevitable. Si mi historia carece de principio, medio o fin, al menos puedo darle el aspecto de un incesante retorno a las fuentes. (18)

Ese  “incesante retorno a las fuentes” (18) puede  interpretarse como un intento de  reflexionar sobre el tiempo de la historia, que no se define en sí mismo como totalmente lineal, o totalmente imaginativo; a su vez, propone  una estructura  temporal que  ofrece mayores posibilidades al narrador, cuando éste trata de explorar la vida de un ser tan complejo como Miranda. En el texto se ponen en relación el tiempo mítico del eterno retorno  y el ficcional, cuyos movimientos no son ordenados, continuos, ni cronometrados, para así construir  otras posibilidades de sentido.
El texto propone una particular manera de concebir la relación entre pasado, presente y futuro, que oscila entre la inevitable consecución del destino trágico del personaje y la clara conciencia  que el protagonista  tiene de que a través de la escritura   se puede reconstruir la realidad:

 Mi vida es un libro abierto en muchas páginas a la vez. Y en cada una de ellas están marcados el promisorio comienzo y el deterioro final. Como las arañas, soy incapaz de remendar la tela y siempre debo hacer borrón y cuenta nueva. (21) 

Tanto en la novela, como en La Colombeia, Miranda intenta desesperadamente legar una versión de su historia que restituya el sentido a su existencia: “En unas horas necesito tener una historia que pueda legar a la posteridad” (18),  “inventar mi propio destino como inventé mis pasados, reconstruyéndome incesantemente, abominando de la cronología.” (147) Frente a las posibilidades de que la palabra dicha llegue a malinterpretarse o a desaparecer, la escritura luce  como una versión que ofrece la posibilidad de ser eterna. Es así como el personaje ve asegurado su destino en la permanencia de  esos papeles que, con tanto celo, ha llevado, traído y guardado a lo largo de su existencia real y novelesca:

siempre expresamos por escrito tanto nuestra pureza como nuestras buenas intenciones. Es nuestra malicia lo que sigue siendo oral. Mejor eliminarlas de nuestra historia y que nuestros documentos terminen convirtiéndose en nuestras leyendas. (56)

            La selección que hace el autor de los episodios de la vida de Miranda y la forma en que se organizan estos eventos dentro del texto permiten establecer  cierta distancia entre lo que tradicionalmente ha dicho la historia y lo que la novela propone, y diseñar un personaje signado por la fatalidad de su origen. Una última conjetura se asoma, la rivalidad de Bolívar y Miranda, representantes de los dos grupos sociales con mayores aspiraciones y derechos políticos en la colonia.
En las páginas finales, el protagonista imagina al lector virtual  en su intento por reconstruir el pasado y justifica la imposibilidad de comprobar el porqué de su fatal decisión, ya que la posible evidencia ha desaparecido:

Un futuro historiador se rascará la cabeza pensando que no había justificación alguna para el abandono de la Sapphire. (Aunque estoy seguro que encontrará una explicación plausible. Es la misión de todo historiador poner orden en el desatino).  Pero si el abandono parece caprichoso, lo que está por ocurrir le dará el sello de lo inevitable. ¿Se le ocurrirá a alguien resolver este misterio? ¿Por qué el general Miranda decidió abandonar la protección de la bandera inglesa para aceptar retornar a una fortaleza que se permutó en prisión? ¿Desandará algún historiador los pasos que me llevaron de la fortaleza de la Sapphire, y de la Sapphire nuevamente  a tierra firme? Es imposible, pues la única prueba ha sido quemada. Por supuesto, Bolívar sabía en qué terreno arar. (170)


Miranda  produjo  y organizó  ese inmenso archivo llamado La Colombeia, para que diera cuenta de su vida, con la clara consciencia de que la palabra escrita era su pasaporte a la trascendencia. Los documentos históricos que Grisanti recopiló, en diálogo alterno con ese primer texto,  permiten reconstruir y completar el perfil de este hombre legendario  y controversial para quien la producción de la evidencia escrita llegó a ser una manía u obsesión; del lado de la ficción, la novela de Szichman  se apropia de las memorias del otro y de los otros para ofrecer una interpretación distinta de la historia, con la intención de construir una verdad posible desde ese espacio de la libertad y de la subjetividad que es la literatura.

Referencias Bibliohemerográficas:
Bohórquez, Carmen L. 2006. Francisco de Miranda. Precursor de las independencias                                                 
     de la América Latina. Caracas: El perro y la rana.
 “Francisco de Miranda”, en Historia de Venezuela para todos, Fundación polar,
        http://www.fundacionempresaspolar.org/nosotros/historia/mirandafrnc.html
Grisanti, Ángel, 1954, Miranda juzgado por los funcionarios españoles de su tiempo,       
     Caracas, Jesús E. Grisanti.
Kadir, Djelal, 1984, “Historia y novela: tramatización de la palabra”, en Roberto
     González Echeverría (compilador), Historia y ficción en la narrativa Hispano-     
      americana, Caracas, Monteávila, pp. 297-307.
Miranda de, Francisco, Colombeia, (en línea),
      http://franciscodemiranda.org/colombeia/
_______________, Diario de Moscú y San Petersburgo
Szichman, Mario, 2000, Los papeles de Miranda, Caracas, El Centauro.









[1] Los archivos de Miranda contienen reflexiones, certificados personales, proclamas, proyectos, planes de gobierno, propuestas de constituciones, documentos para  negociaciones, estrategias de guerra, registro de traiciones e intrigas, diarios de viajes, crónicas de guerra, correspondencias, mapas, entre otros papeles. En 1812 se extraviaron después de que Miranda fuera hecho prisionero en La Guaira, más tarde fueron embarcados por Antoine Leleux en un navío inglés. Después de haber estado dos años en Curaçao  finalmente fueron enviados a Inglaterra,  allí permanecieron en manos de la familia del Precursor hasta 1926 (Bohorquez, 2006, 17); desde 1927 estuvieron bajo la custodia de la Academia Nacional de la Historia hasta  el 5 de junio de 2010, fecha en que fueron trasladados al Archivo General de la Nación, por decreto presidencial del 13 de abril del mismo año. Del total de los sesenta y tres volúmenes, han sido publicados veinticuatro. 

[2] Archivada como la N° VIII, correspondiente al N° 3, en consecuencia de la Conferencia tenida en Hollwood el 14 de febrero de 1790 en la Colombeia (versión en línea).
[3] Para Carmen Bohorquez, el problema de la identidad americana comienza a precisarse y a tomar dimensiones políticas con Miranda, quien se ve “obligado a definirse a sí mismo respecto a la realidad que quiere construir y que a su vez lo construye” (16) En este sentido, cabe destacar el peso que, sobre los procesos independentistas de los países hispanoamericanos, tuvo el maltrato al que eran sometidos los criollos y las diferencias sociales y raciales, elementos que crearon el ambiente propicio  para que germinaran las ideas emancipadoras. 

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