Mario Szichman
Viví en Venezuela, entre 1967 y 1971, y entre 1975 y 1980, cuando me fui
con mi esposa, Laura Corbalán, para Nueva York, tras recibir un premio de “Ediciones
del Norte”, por mi novela A las 20:25 la
señora pasó a la inmortalidad. Creíamos, con Laura, que estaríamos un año
en The Big Apple. El proyecto inicial
era retornar a Caracas, y regresar a Buenos Aires cuando se terminara la
dictadura de Jorge Rafael Videla. En definitiva, el proyecto se fue quedando en
veremos. La Argentina fue retrocediendo cada vez más en nuestros anhelos, pero
nunca abandonamos la idea de volver a Caracas. También ese proyecto quedó en
veremos, a medida que Hugo Chávez Frías avanzaba con su ridícula Revolución
Bolivariana, y con esos delirios de grandeza que lo impulsaban a regalar la
riqueza petrolera a Dios y a María Santísima. Hasta los commuters de Londres, y comunidades pobres de Estados Unidos se
beneficiaron de las donaciones del chavismo.
Bueno, como dicen los españoles,
“Quita y no pon, se acaba el montón”. El pueblo venezolano está confinado a una
eterna cola tratando de adquirir productos de primera necesidad, la
inflación se calcula en un 700 por
ciento anual, el internet se ha convertido en la farmacia virtual de Venezuela,
bebés mueren en los hospitales por falta de insumos[i],
los animales se mueren de hambre en los zoológicos, miles de venezolanos han
debido hacer peregrinajes a Colombia para conseguir comida, y más de un millón
y medio están ahora tratando de hacer pie en naciones no siempre generosas.
José Luis Cordeiro
Hace algunos días, conocí en Nueva York a José Luis Cordeiro, un ingeniero y economista
venezolano egresado del MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Solo
divulgar su curriculum y el título de
sus libros se llevaría la mayor parte de este post. Cordeiro es un venezolano
universal, de la estirpe de Francisco de Miranda, y pese a que ha trabajado y
visitado ciento treinta países en cinco continentes, su corazón sigue estando
en Venezuela.
Acaba de reeditar uno de sus libros: La
segunda muerte de Bolívar… y el renacer de Venezuela. La primera edición es
de 1998, un año antes de la llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela, y
la segunda es del presente año.
Pese a que el autor se concentra básicamente en la economía
venezolana, y en la necesidad de su
dolarización, es un libro muy ameno. Y, al mismo tiempo, preocupante, pues
rompe con muchas ilusiones, y obliga a recordar. Por lo menos a mí, me ha
obligado a reconsiderar algunos temas relacionados con Venezuela, y a traer a
la memoria, otras que había apartado de mi mente.
Venezuela sigue siendo mi patria adoptiva. Recuerdo que Roberto Bolaño no
permitía a nadie hablar bien de Chile, su país de origen, ni mal de México, el
país en el cual pudo afincarse y crecer como escritor. Y a mí me ocurre lo
mismo con Venezuela.
En mi caso, me niego a cotejar Venezuela con la Argentina. En Venezuela
encontré trabajo, perdurables amistades,
y mucha paciencia por parte de seres afectuosos que perdonaron mis desplantes
en materia literaria. Escribí tres novelas sobre la guerra de independencia en
la Gran Colombia y, pese a ser un musiú,
varios intelectuales venezolanos fueron muy generosos en sus críticas. Recuerdo
que un amigo argentino me dijo: “Si un venezolano hubiera escrito sobre San
Martín lo que tú escribiste sobre Bolívar, lo hubieran crucificado”.
En A la búsqueda del tiempo perdido,
Marcel Proust recordaba que una de sus tías era criticada de manera constante
por su madre, pues se maquillaba en exceso. Marcel no tomaba en cuenta esas
críticas, pues le parecían exageradas. Hasta que un día, las críticas tuvieron
su efecto, y el autor descubrió que la tía estaba horriblemente maquillada. Era
como si todos los reparos de su madre a lo largo de sus años se hubieran
súbitamente condensado en el rostro de su tía, en una sola jornada.
Algo así me ha pasado con Venezuela. Nunca me interesaron mucho las
críticas que se vertían sobre ese país tan hospitalario. Tuvo que llegar el
chavismo, con los delirios de su comandante eterno, para empezar a revisar mi
opinión sobre Venezuela. ¿Era realmente el chavismo un corte con el pasado y
una ruptura con la Cuarta República surgida tras el derrocamiento de Marcos
Pérez Jiménez, o apenas su desmesurada prolongación?
Domingo Alberto Rangel, uno de los grandes intelectuales que ha dado
Venezuela, señaló en cierta ocasión que los chavistas “son adecos, pero a lo
bestia”. Y Domingo Alberto tenía bastante razón. Muchos de los males del
chavismo no se iniciaron con la llegada de Chávez al palacio Miraflores. En realidad, Chávez llegó a la presidencia
porque los venezolanos estaban bastante hartos de los gobiernos de la Cuarta
República, con sus escándalos financieros, el saqueo del erario público, o el
reparto del poder entre facciones políticas como Acción Democrática, el partido
demócrata cristiano Copei, y Unión Republicana Democrática, la agrupación
liderada por Jóvito Villalba.
La hiperinflación que hoy asola a Venezuela ha acabado con los ahorros de
muchos venezolanos, los sueldos son los más bajos de América Latina, el derecho
a la salud, a la educación, se han evaporado. Pero el libro de Cordeiro es devastador
en sus señalamientos, porque demuestra que en el medio siglo anterior a Chávez,
el despilfarro y el empobrecimiento de los venezolanos ya estaba a la orden del
día, junto con la inflación, y el favoritismo hacia sectores vinculados con el
gobierno.
Una pequeña, y muy ávida clase media, y sectores directamente oligárquicos,
prosperaban de espaldas a un país en el cual la pobreza afectaba a por lo menos
un setenta por ciento de la población. Medidas progresistas, como la Reforma
Agraria, eran una perfecta burla. Recuerdo un chiste que circulaba cuando
llegué a Caracas, en 1967: la reforma agraria implementada por Rómulo
Betancourt, era conocida como El Vaticano, porque había dado tres papas en diez
años.
En cuanto al sector público, estaba indigestado con empleados que nunca
ocupaban sus puestos. Uno de mis primeros trabajos fue en el canal del estado.
(Creo que era el Canal 5). En ese momento, gobernaba Venezuela el adeco Raúl
Leoni. Cuando los adecos fueron desplazados por el copeyano Rafael Caldera, me
echaron del canal, no porque estuvieran disgustados con mi tarea, sino porque
necesitaban reemplazarme con un copeyano. El día que llegó el nuevo director
del canal, y una semana antes que me botaran, el salón principal se llenó de
empleados que nunca antes había visto en mi vida. Eran todos los que cobraban
sueldos de los adecos, sin trabajar. Me imagino que casi de inmediato fueron
reemplazados por copeyanos que cumplirían las mismas funciones: presentarse dos
veces por mes en la taquilla de pagos, y cobrar un sueldo con el compromiso de permanecer en sus casas.
Y por supuesto, el mundo de la cultura estaba plagado de parásitos muy
talentosos, que habían escrito uno o dos buenos libros de poesía, o de cuentos,
o una brillante novela, y a quienes el estado recompensaba con buenos sueldos. De
manera casi obligatoria, eso los conminaba a cesar su producción y a vivir de
famas pretéritas. Lo mismo ocurre ahora con el chavismo. En un tweet reciente,
escribí que La Nueva Enciclopedia de la Cultura Latinoamericana había dedicado a
los intelectuales chavistas tres páginas en blanco. La Nueva Enciclopedia es un
invento, pero no la pereza de los intelectuales del régimen.
En la época más oscurantista de Venezuela, o al menos, tan oscurantista
como la actual, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, fueron publicados
valiosos y demistificadores ensayos de Rufino Blanco Fombona, el extraordinario
relato Memorias de un venezolano de la
decadencia, de José Rafael Pocaterra (lo descubrí gracias a la mención que
hizo Gabriel García Márquez en el curso de una entrevista realizada en 1967, aún
antes que se difundiera Cien años de
soledad, y cuando no era conocido por Gabo
entre los miles de amigos que jamás lo habían visto en su vida), las
excepcionales novelas Cubagua y La galera de Tiberio, de Enrique
Bernardo Núñez, y Las lanzas coloradas,
de Arturo Uslar Pietri.
Más astutos que Gómez, los oscurantistas del chavismo han tratado de
beneficiar a los intelectuales amigos, aunque sin resultados ostensibles.
Inclusive en materia de autocracia, el chavismo ha fallado. Fíjense lo que ha
ocurrido en el terreno deportivo con Pastor Maldonado, al que han apabullado a
realazos sin consecuencia alguna. Los bromistas de turno dicen que es el único
piloto de Fórmula Uno que cuando corre solo llega segundo.
SEMBRANDO
TEMPESTADES
El pasado 22 de julio, La Gaceta Oficial de Venezuela divulgó la resolución
1855, que obliga a las empresas a suministrar trabajadores para que laboren 60
días, prorrogables, en “aquellas
entidades que son objeto de medidas especiales implementadas para fortalecer su
producción” en el sector agrícola. Amnistía Internacional dijo que es el
equivalente al trabajo forzado.
“Tratar de abordar la fuerte falta de alimentos en Venezuela forzando a la
gente a trabajar en el campo es como tratar de curar una pierna quebrada con
una curita”, dijo Érika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía
Internacional, al referirse a la resolución.
Estamos frente a otra forma de chantaje por parte de un gobierno que ha
quedado en minoría. Dudo que afecte a los empleados chavistas, solo a quienes
se sospecha de su lealtad. No se los puede enviar a la cárcel, pero sí a
batallones de castigo.
Tras la destrucción de la agricultura y de la ganadería –vastamente
acelerada en los años del chavismo– reconstruir ese sector esencial necesita
algo más que siervos de la gleba. Es imposible que exista infraestructura
agropecuaria en Venezuela, cuando ha mermado la extracción del único producto
rentable, el petróleo, debido a la destrucción y falta de mantenimiento de
plantas, silos y torres de perforación. Lo único que ha perdurado en Venezuela
es la mentalidad rentista, y hacerle creer a sus habitantes que son
propietarios de un gigantesco casino, aunque en los últimos años todo ha
quedado reducido a una ruleta rusa.
… EL RENACER DE
VENEZUELA
Esta es una cita del libro La Segunda
Muerte de Bolívar: “Una de las formas más visibles y graves de esa otra
erosión del petróleo que está deformando y destruyendo la vida de toda
Venezuela, es la inflación monetaria… Un presidente ha llegado a convertir el
bolívar en una moneda que ha perdido el 40 por ciento de su poder adquisitivo”.
No es una acusación reciente de un político opositor contra el gobierno
chavista. Es una denuncia formulada por el escritor Arturo Úslar Pietri en
1948, contra el gobierno de Rómulo Gallegos.
Esta es otra cita del libro: “El bolívar, que llegó a ser una de las
monedas más fuertes del mundo, se encuentra hoy en una terrible condición como
una moneda enormemente devaluada”. También la cita pertenece a Úslar Pietri. Es
de 1998, un año antes de la llegada de Chávez a la presidencia, y constituye
uno de los prólogos a la primera edición del libro de Cordeiro.
Habría que preguntarse si el chavismo es una anomalía en Venezuela, o un
resultado lógico de varias décadas de despilfarro del patrimonio público.
Otra pregunta imprescindible es si se puede confiar en la oposición, dotada de una gran proclividad a meterse en
callejones sin salida, y que combina el autobombo y la autoconmiseración, con
la ausencia de toda autocrítica.
En la actualidad, la oposición cuenta con una sólida mayoría en la Asamblea
Nacional, aunque no ha exhibido mucha garra para defender sus votos frente a un
ejecutivo que ha rechazado todas sus propuestas legislativas. El propio
presidente Nicolás Maduro “anunció que consideraría la posibilidad de reducir a
dos meses el período de los diputados del Parlamento, de mayoría opositora,
presentando una enmienda a la Constitución”. (Diario El País, de Madrid).
De todas maneras, tanto el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos
Allup, como algunos de sus integrantes, provienen de partidos de la Cuarta
República. ¿Están dispuestos esos políticos a enmendar el rumbo, o, en el
improbable caso de acceder algún día al poder, aprovecharán la ocasión para
seguir drenando los recursos del país?
En el prólogo a la primera edición de La
Segunda Muerte de Bolívar, el autor se pregunta: “¿Cómo es posible que un
venezolano en 1998 tenga una remuneración equivalente al de otro en 1952? ¡Casi
medio siglo de desarrollo perdido!”
Los sueldos actuales en Venezuela son muy inferiores a los de 1998. Es muy
difícil que la mayoría de los venezolanos hayan estado tan pobres desde la
guerra de la independencia.
Tras analizar el libro de Cordeiro, puede advertirse que la única época de
bonanza real en Venezuela, con una moneda estable, aunque con muchas
injusticias sociales, no se extendió más de tres décadas, entre los gobiernos
de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) y el primer período de Carlos Andrés Pérez
(1974-1979). En esa época, Venezuela contaba con una de las monedas más fuertes
de América Latina, una baja tasa de inflación, y fuertes recursos obtenidos de
la renta petrolera, aunque eso fue acompañado de gran despilfarro, y del saqueo
del erario público.
Cordeiro demuestra como ya, en el primer gobierno patrio presidido por
Francisco de Miranda, los republicanos imprimieron moneda sin respaldo, que
empobreció a muchos, y permitió el florecimiento de un caudillo muy popular
como José Tomás Boves, quien inició sus actividades en la capitanía general de
Venezuela como simple pulpero. Un pulpero conocía, mejor que nadie, el valor de
las monedas de oro y de plata, y la estafa que significaba transmutarlas por papel
sin respaldo en metálico. En ese sentido, los patriotas imitaron el mal ejemplo
de los revolucionarios franceses con sus asignados,
que no valían ni el papel en que estaban impresos.
El autor de La Segunda Muerte de Bolívar
ofrece una buena descripción de la manera en que se arruinaron hacendados y
comerciantes debido a esos billetes. En mi novela Los años de la guerra a muerte, además de usar a Boves como uno de
los personajes centrales, convertí al papel moneda en otro protagonista.
Ya en la primera escena, cuando el general José Félix Ribas, uno de los
mejores guerreros venezolanos, primo de Bolívar, decide enviar a uno de sus
baquianos en tareas exploratorias, ordena a su sobrino que le entregue algunos
quebrados de medio real. Se trata de monedas de metal. Y entre ellas brotan “varios
billetes de papel ordinario, hechos en una plancha de madera mal estampada, que
los patriotas habían intentado meterles por el gañote a sus gobernados”.
Esos billetes azules se habían “convertido en una sentencia de muerte para sus
portadores. Firmados por el secretario de Hacienda Roscio, por el Tesorero
General Blandín, y por el jefe de la caja de descuento, Tovar, habían fomentado
la rebelión de los pulperos, que se habían negado a aceptarlos pues no servían
ni para limpiarse el rabo”.
La guerra por la independencia, la necesidad de reclutar soldados, y de
pagarles, obligó finalmente a las huestes de Bolívar a imprimir monedas con
respaldo.
Cordeiro realiza un eficaz trabajo siguiendo la pista a la moneda
venezolana en su trayectoria de dos siglos, y explica que los gobiernos
venezolanos, con poquísimas excepciones, nunca han tenido respeto por el
bienestar de su pueblo. Pese a que varios han asegurado que su propósito era
enseñar al pueblo a pescar, siempre terminaron regalándole un pescado, mientras
sus funcionarios se llenaban los bolsillos.
“Venezuela debe elegir entre relanzarse al mundo como un país visionario, o
decidir estancarse como un país fracasado”, dice el autor. “El gran fracaso
histórico de la segunda mitad del siglo veinte, y este catastrófico inicio del
siglo veintiuno no deben repetirse, pero se repetirán a menos que cambiemos
drásticamente de dirección”. Según
Cordeiro, “Venezuela necesita nuevos líderes, nuevos sueños, nuevos
horizontes”.
¿Lo conseguirá? A veces pienso que he tenido el privilegio de observar el
progreso –con todas las fallas antes mencionadas– de un país que parecía romper
con muchos de los tabúes de otras naciones latinoamericanas condenadas al
fracaso. Y de repente, en menos de dos décadas, Venezuela ha ido a parar al
fondo del barranco. ¿Cómo se ha logrado esa increíble transfiguración? ¿Por qué
en ciertas épocas un pueblo muestra sus mejores galas, y en otras épocas se
resigna a que lo despojen de su dignidad? ¿Por qué no se ha podido desacelerar
la hecatombe? ¿Por qué la oposición parece, en el mejor de los casos, una
versión light del chavismo? ¿Quedará
Venezuela como el primordial ejemplo a no seguir? No creo en la maldad humana
como algo intrínseco, o en planes secretos para arruinar un país. Pero es
evidente que Venezuela ha perdido el rumbo. ¿Podrá recuperarlo en esta
generación, o sus habitantes quedarán condenados a deambular en el desierto,
como lo hicieron las tribus judías antes de acceder nuevamente a la tierra
prometida? Los países son construidos y destruidos por sus habitantes, a menos
que hayan sido colonizados por otras naciones.
“La culpa de nuestros problemas” dice Cordeiro, “no es de los españoles, ni
de los gringos, ni de los chinos, la culpa es realmente de los venezolanos.
Dentro de nosotros siempre sabremos que la culpa es nuestra: ¡Nuestra y solo
nuestra!”
Asumir la responsabilidad es el primer paso para resolver problemas.
Lamentablemente, la política venezolana está dominada por el populismo. Y en el
populismo, siempre, absolutamente siempre, la culpa la tiene el otro.
El libro La
segunda muerte de Bolívar… y el renacer de Venezuela, de josé Luis Cordeiro se puedo bajar gratis en la siguiente dirección:
http://www.urru.org/Cordeiro/Libros/SegundaMuerteDeBolivar2016.pdf
http://www.urru.org/Cordeiro/Libros/SegundaMuerteDeBolivar2016.pdf
[i] La situación de la salud ha sido sintetizada en un
excelente trabajo publicado en The New
York Times y que incluyo en este
enlace: http://www.nytimes.com/slideshow/2016/06/20/world/americas/a-starving-country/s/20160620-VENEZUELA-slide-UIQU.html
Estimado Mario, conocio al Ing JL Cordeiro cuando laboraba en l…as Oficinas del economista Pedro Palma. Sabía que iría muy lejos y... mira donde anda. Felicitaciones por tan bello post. Saludos.
ResponderEliminar@MFuentesP
La economía venezolana, y en la necesidad de su dolarización. http://marioszichman.blogspot.com/2016/07/la-segunda-muerte-de-bolivar-de-jose.html
ESTE AL MENOS MUESTRA SU GRATITUD CON EL PAÍS QUE LO ACOGIÓ...
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