Mario Szichman
En febrero de 2004, dos años y medio después de los ataques del 11 de
septiembre de 2001 contra The World Trade
Center en Manhattan y contra un ala del Pentágono, en Arlington, Virginia,
cerca de Washington, D.C., dos
investigadores estadounidenses interrogaron en un palacio de Riad, Arabia
Saudita, a Fahad al–Thumairy.
En abril de este año, el republicano Thomas H. Kean y el demócrata Lee
Hamilton, que copresidieron la comisión encargada de investigar los atentados,
señalaron “no haber encontrado evidencias” de que el señor Thumairy hubiese
ayudado a dos de los piratas aéreos que participaron en el estrellamiento
contra el Pentágono de un avión de American Airlines, vuelo 77. Sin embargo, según
Kean y Hamilton, el señor Thumairy es “una persona de interés en el caso”.
Los dos piratas aéreos, Nawaf al–Hazmi y Khalid al–Mihdar, no hubieran
podido vivir durante mucho tiempo en Los Angeles, ni en otras ciudades de la
Costa Oeste en que residieron hasta abordar el vuelo 77 de American Airlines,
de no haber sido por la invaluable ayuda del señor Thumairy. Tanto Hazmi como
Mihdar no sabían una palabra de inglés cuando llegaron a Estados Unidos
procedentes de Arabia Saudita. Tampoco tenían idea alguna de cómo manejarse en
Los Ángeles.
Thumairy ocupaba dos cargos importantes en esa inmensa y caótica ciudad,
era funcionario consular saudita, e imán de la mezquita King Fahad en el área
de Culver City, frecuentada por Hazmi y Mihdar. Ambos se alojaron en un cercano
apartamento alquilado por las autoridades de la mezquita.
Según indicó The New York Times,
un documento del FBI, de 2012 concluyó que el señor Thumairy “asignó a una
persona el cuidado de Hazmi y de Mihdar, durante la época de residencia en Los
Angeles”.
UN SECRETO BIEN
GUARDADO
Los investigadores de la 9/11
Commission que interrogaron a Thumairy en febrero de 2004, señalaron luego
que el exfuncionario consular “posiblemente había mentido” en sus respuestas.
En todo momento negó vínculos con los dos piratas aéreos o con algunos de sus
cómplices. Cuando le mostraron registros
telefónicos que cuestionaban sus
respuestas, puso en duda la veracidad de esos registros, o dijo que había
personas dispuestas a mancillar su reputación.
Ahora que han pasado casi 15 años desde los ataques, se ha renovado el
debate sobre una presunta conexión saudita con los piratas aéreos que atacaron
en Nueva York y en los suburbios de Washington, y ha vuelto a ponerse sobre el
tapete la necesidad de publicar las 28 páginas excluidas del informe presentado
por la comisión en el 2002. En esas
páginas “casi míticas”, según dijo The
New York Times, se discute “un posible rol saudita en el complot
terrorista”. Las “preguntas sin responder acerca del señor Thumairy y de los
dos piratas aéreos, continúan siendo las más enigmáticas”.
En caso de que haya existido un vínculo entre los 19 piratas aéreos y el
gobierno saudita, dijo el periódico, “algunos
suponen que debe haber pasado a través de Thumairy”.
Richard Lambert, un ex miembro del FBI, encargado en la oficina de San
Diego de investigar los contactos de los piratas aéreos, indicó al diario que
“se trata de uno de esos casos donde existen muchas preocupantes
coincidencias”.
Todo comenzó el 15 de enero del 2000, cuando Hazmi y Mihdhar llegaron al Aeropuerto
Internacional de Los Ángeles, un año y medio antes que participaran en el
ataque contra un ala del Pentágono a bordo del Vuelo 77 de American Airlines.
En tanto Thumairy ha negado de manera insistente todo contacto con Hazmi y
Mihdhar, el documento del FBI del 2012, dice que el excónsul saudita ordenó a
una persona encargarse de ambos compatriotas.
Luego, en febrero del 2000, Hazmi y Mihdhar entraron en contacto con Omar
al–Bayoumi, otro saudita que trabajaba para la autoridad de aviación civil del
gobierno de Riad.
Interrogado por el FBI algún tiempo después de los ataques, Bayoumi dijo
que se había encontrado con Hazmi y Mihdhar de manera casual. Mientras caminaba
por un sector de Los Ángeles, oyó hablar a los futuros piratas aéreos, que
estaban sentados en un restaurante al aire libre. Bayoumi reconoció el acento,
e inició una conversación. Pero el FBI tiene una opinión distinta. Cree que
Bayoumi había conversado con Thumairy en la mezquita donde era imán, poco antes
de reunirse con Hazmi y Mihdhar. Los investigadores presumen que Thumairy
concertó la reunión.
Al ser interrogado en Riad, en el 2004, por dos investigadores de la 9/11 Commission, Thumairy negó todo
contacto con Bayoumi. El problema era que los registros telefónicos indicaban
21 conversaciones telefónicas entre ambos.
Bayoumi es otra “persona de interés” para la comisión investigadora de los ataques.
Está demostrado que ayudó a los futuros piratas aéreos a establecerse en San
Diego, en el mismo edificio de apartamentos donde vivía. Inclusive fue uno de
los firmantes del contrato de arrendamiento, y pagó el depósito de seguridad y
el primer mes de alquiler.
El señor Lambert, exfuncionario del FBI en la oficina de San Diego, expresó
a The New York Times sus sospechas
sobre la generosa ayuda de Bayoumi a Hazmi y a Mihdhar. Creo que algo fue
planeado para atender a esos tipos luego que llegaron”, señaló. “Ellos no eran
demasiado sofisticados. Tampoco hablaban inglés. Necesitaban ayuda para
asentarse y comenzar los preparativos”. Lambert sospecha que al–Qaida hizo
contactos en Los Ángeles para brindar ayuda a los participantes en el
complot.
Además de Thumairy y Bayoumi, dos oficiales de la armada saudita que vivían
en San Diego tuvieron contacto telefónico con Hazmi, uno de los piratas aéreos.
La posible divulgación de las 28 páginas excluidas de la investigación de
los atentados forma parte de una ofensiva en que participa el Congreso de
Estados Unidos y familiares de las víctimas de los ataques. El Senado, por
unanimidad, aprobó el mes pasado una ley a fin de facilitar demandas contra el
gobierno de Arabia Saudita por cualquier posible participación en los
atentados. La Cámara de Representantes podría iniciar en los próximos días un
debate sobre el mismo proyecto de ley. Además, hay un litigio contra el régimen
de Riad iniciada por familiares de los muertos en los ataques.
Si bien el gobierno saudita ha expresado su deseo que sean divulgadas las
famosas 28 páginas, pues asegura no tener nada que ocultar, al mismo tiempo amenazó
al gobierno de Washington con golpearlo en el bolsillo y enfriar las
relaciones, en caso de registrarse un avance en las demandas.
EXPECTATIVAS Y
RESULTADOS
Cuando estaba tomando apuntes para La
región vacía, mi novela sobre los ataques del 11 de septiembre, uno de mis
libros de cabecera fue el publicado por The
9/11 Commission. Y uno de los mantras de la novela es: “…Tantas cosas
podrían haber salido mal. Pero la muerte, como un experto maestro de
ceremonias, se encargó de allanar todos los obstáculos”. En la novela dediqué
cierto espacio a mostrar las trabas que debieron superar los piratas aéreos antes
de subir a los aviones.
Usando los datos de la comisión investigadora, puse a Nawaf al–Hazmi y
Khalid al–Mihdar, los piratas aéreos presuntamente ayudados por Thumairy y y
Bayoumi, a sudar la gota gorda en su intento de atravesar las barreras
impuestas por las autoridades norteamericanas en los aeropuertos.
“A las 7:18 de la mañana”, señalé en la novela, “Mihdhar y Moqed ingresaron
al puesto de control de seguridad en Logan y colocaron su equipaje de mano en
la cinta sinfín de una máquina de rayos X. Al pasar por el primer detector de
metales hicieron sonar las alarmas; se les ordenó pasar por un segundo detector
de metales. En esa segunda inspección, Mihdhar no hizo sonar alarma alguna, y
pudo cruzar el puesto de control. Cuando Moqed pasó el segundo detector de
metales, la alarma volvió a sonar. Un inspector recorrió sus ropas con una
varilla metálica. Moqed pasó la inspección.”
“Veinte minutos después, Nawaf al Hazmi activó las alarmas en el primero y
segundo de los detectores de metales. Un inspector recorrió las ropas de Al
Hazmi con una varilla metálica y lo dejó pasar”.
…Tantas cosas podrían haber salido mal.
Ignoro si la muerte, como un experto maestro de ceremonias, se encargó de
allanar todos los obstáculos. Pero es obvio que los piratas aéreos tuvieron
suerte en parte de su cometido, a veces, por pura casualidad. En el informe de
la comisión investigadora hay muchos datos que hacen dudar sobre la perfección
del plan elaborado por Osama bin Laden.
Algunos potenciales atacantes visitaron escuelas de aviación diciendo que
solo deseaban aprender a manejar un avión en pleno vuelo. No les interesaba ni
el despegue ni el aterrizaje. Otros preguntaron a instructores cómo se hacía
para abrir la cabina del piloto tras el despegue.
Ya en junio de 2001, algunos meses antes de los ataques, tanto Richard Clarke, alto funcionario en una
oficina encargada de investigar potenciales atentados, como el ex director de
la CIA, George Tenet, dijeron “estar convencidos de que podría registrarse una
gran serie de ataques”. En julio, Clarke puso a las agencias de inteligencia
(hay 16 en los Estados Unidos) en “alerta total”, tras informar que “algo
realmente espectacular ocurrirá aquí pronto”. Había inclusive información de
que “cosas extrañas están ocurriendo en escuelas de aviación en los Estados
Unidos” y “específica información acerca de algunos terroristas”.
UN ALIADO
PELIGROSO
Estados Unidos suele establecer matrimonios de conveniencia con algunos
gobiernos de enorme duplicidad. El caso más flagrante es la captura y asesinato
de Osama bin Laden en Pakistán. El gobierno de Islamabad negó en todo momento
que el líder de al–Qaida se hubiera refugiado en su territorio tras los ataques
del 11 de septiembre de 2001. Comandos SEAL mataron a bin Laden tras una
incursión en Abbottabad, el 2 de mayo de 2011. La ciudad cuenta con una
poderosa guarnición militar, situada cerca de la residencia de bin Laden.
Otro matrimonio de conveniencia es entre Washington y Riad. La revista Newsweek dijo hace algún tiempo que la
razón de excluir 28 páginas del informe de The
9/11 Commission era que “plantea preguntas acerca del financiamiento a los
asaltantes de los aviones” por parte del gobierno de Arabia Saudí.
Varios miembros del Congreso que leyeron las páginas aún sin divulgar
dijeron a la revista que “la seguridad nacional nada tiene que ver con eso”. Lo
que ocurre es que “funcionarios norteamericanos intentan encubrir el doble
juego practicado por Arabia Saudí en Washington. Por un lado, se ha mostrado
como un estrecho aliado. Por el otro lado, ha sido el caldo de cultivo del
extremismo islámico más tóxico del mundo”.
Por otra parte, Zacarias Moussaoui, un ex dirigente de al-Qaida, quien se
halla preso en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos, señaló en un
testimonio enviado a un juez neoyorquino que prominentes miembros de la familia
real de Arabia Saudí figuraron entre los principales financistas de la red
insurgente sunita a fines de la década del noventa del siglo pasado.
Moussaoui también dijo al juez George B. Daniels, del Tribunal Federal del
Distrito Sur de Nueva York, que discutió con un funcionario de la embajada
saudí en Washington, D.C., un plan para derribar el avión presidencial
norteamericano Air Force One usando un misil Stinger.
Según Moussaoui, entre los financistas de al-Qaida se hallaban los
príncipes saudíes Bandar Bin Sultan, Turki al-Faisal y al-Waleed bin
Talal. (La embajada de Arabia Saudí en
Washington negó las acusaciones de Moussaoui, y dijo que la comisión
investigadora de los ataques rechazó las alegaciones).
El exmiembro de al–Qaida describió en sus cartas al juez reuniones en
Arabia Saudí a fines de la década del noventa. En esos encuentros habrían
participado jerarcas saudíes, entre ellos el príncipe Salman bin Abdulaziz Al
Saud, nuevo rey de Arabia Saudí tras el fallecimiento del monarca Abdullah. En
la reunión, dijo Moussaoui, entregó a los concurrentes cartas escritas por Osama bin Laden.
…Tantas cosas podrían haber salido mal.
Cuando se analiza un episodio de la magnitud de lo ocurrido el 11 de
septiembre de 2001, suele pasar a segundo plano un aspecto primordial: su
planificación. En realidad, los ataques a las torres gemelas, inclusive el
estrellamiento de un avión contra el Pentágono, podrían haber sido maniobras de
diversión de concretarse el plan inicial. Sin embargo, el principal objetivo no
se cumplió. La cuarta aeronave comercial que iba a ser usada en los atentados, un
avión de United Airlines, vuelo 93, se
estrelló en una zona rural cerca de Shanksville, Pennsylvania. Al parecer,
varios pasajeros, enterados a través de sus celulares de lo ocurrido en Nueva
York y Washington, lograron enfrentarse a los piratas aéreos, desviando a la
aeronave de su curso. El objetivo, según indicó
bin Laden meses después, era la capital norteamericana. Todavía no se ha
podido establecer si el vuelo 93 enfilaría hacia la Casa Blanca o hacia el
Congreso. Pero acabar con representantes del poder ejecutivo o legislativo,
hubiera representado para al–Qaida una victoria simbólica aún mayor.
Tal vez los funcionarios sauditas que sirvieron de apoyo logístico a los
piratas aéreos se ilusionaron con la idea de barrer de un plumazo el centro de
poder de los Estados Unidos. Y, en ese caso, la impunidad hubiese sido mayor.
Al fracasar el atentado final, afloraron incómodos vínculos, y quedaron
demasiadas preguntas sin contestar.
…Tantas cosas que podrían haber salido mal salieron bien. Pero el fracaso
del ataque a Washington D.C. reveló muchas costuras del complot, además del
perpetuo doble juego de los saudíes. Con aliados como estos ¿Quién necesita
enemigos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario