Mario Szichman
Ella tenía 22 años, era soltera, muy bella, y vivía en el condado
neoyorquino del Bronx. Él tenía 32 años, estaba casado, y trabajaba como
abogado en Manhattan. Ella se llamaba Linda Riss; él, Burton Pugach.
La pareja inició un romance que se distinguió por los espléndidos regalos
del galán, y por sus promesas incumplidas. Burton solía sacar a pasear a Linda
en su Cadillac celeste, la llenaba de flores y de joyas, y le juraba amor
eterno todos los días. Pero nunca parecía dispuesto a dar el paso final:
pedirle el divorcio a su esposa, y casarse con su amante.
Harta de las mentiras de Burton, Linda le anunció un día que debían poner
fin a la relación. Burton le respondió con estas palabras: “Si yo no puedo poseerte,
nadie más podrá hacerlo. Cuando acabe contigo, nadie estará en condiciones de
quererte”. Luego, Burton contrató a un hombre que arrojó lejía al rostro de
Linda, dejándola semiciega.
El galán fue a parar a la cárcel durante más de una década. Cuando salió de
prisión, pidió la mano de Linda. Ella aceptó, se casaron, fueron felices,
comieron perdices, y vivieron juntos durante 38 años.
CRAZY LOVE
Linda Riss Pugach falleció el 22 de enero de 2013, a los 75 años de edad.
Su esposo, Burton, recordó con afecto a esa mujer a quien le arruinó la belleza
y la vida.
En una ciudad como Nueva York, donde la locura, lejos de ser una enfermedad
es un estilo de vida, el matrimonio Pugach siempre llamó la atención de
periodistas y cineastas. Desde que Burton ordenó la agresión contra Linda en
junio de 1959 hasta su muerte, la pareja reapareció de manera asidua en
titulares de tabloides. Y en el 2007 Crazy
Love, un documental sobre la pareja, fue un éxito de taquilla.
Poco después del ataque, Burton le propuso a Linda continuar el romance. En
varias ocasiones la llamó por teléfono para que se reconciliaran. En una
oportunidad, hasta ofreció regalarle un perro guía para que la ayudara en sus
paseos.
Burton Pugach fue condenado en julio de 1961 a entre 15 y 30 años de cárcel
en una prisión estatal, acusado de ser el autor intelectual del ataque contra
Linda. El proceso tuvo todos los ingredientes de una telenovela. En una
ocasión, Burton Pugach quitó un lente de sus anteojos, lo rompió, y usó un
fragmento para cortarse las muñecas, mientras gritaba: “Linda, te necesito.
Linda, te amo. Linda, te deseo”.
Las autoinfligidas heridas de Burton fueron leves. El proceso continuó. Una
vez declarado culpable, Burton empezó a escribirle cartas a Linda desde su
celda pidiéndole perdón, y reanudando sus ofertas de matrimonio.
Fue finalmente puesto en libertad condicional en marzo de 1974, tras pasar
14 años en la prisión de Attica. En noviembre de ese mismo año, durante una
entrevista por televisión, le rogó a Linda que se casara con él. Finalmente,
Burton Pugach logró su objetivo. Al anunciar el casamiento, The New York Times consideró el ataque a
Linda “Uno de los más célebres crímenes pasionales en la historia” de la
ciudad.
Dos años después, Berry Stainback publicó un libro sobre la pareja titulado
A Very Different Love Story (Una
historia de amor muy diferente). En el 2007, Dan Klores estrenó su documental Crazy Love, que obtuvo críticas muy
favorables.
HISTORIA NATURAL
DE LA VIOLENCIA
Los periodistas que visitaban a los Pugach en Rego Park, una urbanización
del condado neoyorquino de Queens, solían enfatizar sus permanentes disputas.
En cierta ocasión, Linda le dijo a un reportero de The New York Times que a veces su matrimonio era bastante aburrido,
“como en cualquier otra vida”. Pero es evidente que la pasión continuaba, pues
duraron juntos casi cuatro décadas. Tal vez era una pareja de exhibicionistas,
deslumbrada por la constante notoriedad. En sus apariciones en televisión,
solían jurarse amor eterno.
Nacida en Nueva York el 23 de febrero de 1937, Linda era hija única, y fue
criada por su madre y su abuela luego que sus padres se divorciaron. Tenía 20
años cuando conoció a Burton en un parque del Bronx. Era abogado, propietario
de un club nocturno y de un yate, y tenía contactos en el mundo
cinematográfico. También era muy galante. Enviaba rosas a Linda con frecuencia,
y cuando ella salía para el trabajo Burton la estaba esperando, a fin de
llevarla en su Cadillac convertible.
“Me volvió loca” con sus regalos y atenciones, dijo Linda a The Washington Post en el 2007. “Hasta
ese momento estaba acostumbrada a ver adolescentes recostados en la puerta de
sus automóviles, que me decían: ´Hola, buena moza ¿quieres pasear conmigo?´”
El romance duró un año. Hasta que Linda se enteró de que Burton estaba
casado y tenía una hija de tres años. De inmediato rompió con él, y empezó a
salir con otros hombres.
A Burton le disgustó la actitud de Linda. Según The Washington Post, el despechado amante le ofreció tres
alternativas: dormir con él, casarse con él, o sufrir terribles consecuencias.
“Si no puedo poseerte”, le explicó Burton, “Nadie más lo hará”.
En junio de 1959, un hombre que estaba vestido como un mensajero tocó el
timbre del apartamento de Linda. Cuando la mujer abrió, el hombre le arrojó
lejía a la cara. Su rostro quedó marcado con cicatrices. También perdió un ojo.
Burton fue arrestado. Pasó el tiempo en la cárcel ofreciendo ayuda legal a
otros presos, y escribiendo cartas a Linda. “A pesar de lo que hice”, señalaba
una de las cartas, “nunca encontrarás un hombre que te ame tanto como yo”.
Luego, empezó a enviarle dinero de manera regular.
Tras un largo período de recuperación, Linda reanudó una vida casi normal.
Mediante una serie de operaciones desaparecieron las cicatrices de su rostro.
El ojo que perdió fue reemplazado con un ojo de vidrio. A todas partes iba con
lentes oscuros.
De Manhattan se mudó al condado de Queens, y obtuvo un empleo como
recepcionista en una oficina. También tomó clases de arte y aprendió a pintar.
Finalmente, empezó a salir con un hombre. Cuando se sacó los lentes oscuros
para que viera su rostro, el hombre huyó.
“Me había convertido en una mercancía dañada”, dijo en una entrevista.
Cuando a principios de la década del setenta, le llegó a Burton la
posibilidad de conseguir la libertad condicional, Linda se presentó ante el
fiscal del distrito de Bronx, donde se había realizado el juicio, y le dijo “La
única manera que Burton puede salir de prisión es en un ataúd”.
Pero según Margaret Powers, una agente de la policía neoyorquina que fue
asignada a la protección de Linda tras el ataque, “pude detectar que todavía
existía cierto interés” de la mujer por Burton. “Después de todo, Burton era el
único hombre enterado de lo bella que había sido Linda antes de la agresión”.
Burton logró finalmente la libertad condicional en 1974. Aunque había
recibido órdenes de la fiscalía de no acercarse a Linda, encontró una manera.
Una emisora de televisión lo entrevistó, y Burton le envió a Linda un mensaje
ofreciéndole casamiento. Luego, un amigo de la policía Powers arregló un
encuentro entre los ex amantes. Y Linda aceptó casarse con Burton.
Nadie podía dilucidar las razones de ese enlace. Pero Burton tenía una
explicación.
“Cuando nos casamos, no tenía ni dos centavos en mi bolsillo”, indicó en
otra entrevista. “Linda contaba con más dinero que yo. Si se casó conmigo es
porque me amaba”.
En cuanto a Linda, declaró en un reportaje que le hizo Geraldo Rivera: “Es
probable que en mi corazón, lo siga amando. Pero me cuesta mucho pronunciar esa
palabra”.
A lo largo de los años, Burton Pugach negó que el propósito del ataque
contra Linda hubiese sido dejarla ciega. Su objetivo, dijo, era propinarle un
escarmiento. “Nunca ordené que (el agresor) usara lejía” para cegar a la mujer,
declaró en cierta ocasión a un periódico. “Me limité a pedirle a un tipo que
buscara a alguien para propinarle una paliza”. La intención era que Linda
retornara a sus afectuosos cuidados.
En 1997, cuando Linda tenía 60 años, y su esposo 70, el matrimonio volvió a
convertirse en carne de tabloides, luego que Burton Pugach fuera acusado de
violar a una mujer y de amenazarla de muerte. La presunta víctima era la amante
de Burton, con quien mantenía un affair desde
hacía cinco años.
En el proceso, Burton Pugach decidió ser su propio abogado. Entre los
testigos que presentó figuró Linda, quien anunció a las cámaras de televisión y
a numerosos testigos del proceso que Burton era “un maravilloso marido”, y
siempre se había preocupado por ella, aunque, tal vez, de manera excesiva.
El acusado fue finalmente condenado por un solo cargo, el de hostigamiento,
y sentenciado a 15 días de cárcel.
Los últimos años de vida de Linda no fueron gratos, pero nunca rehusó la
atención de la prensa. Siempre recibía a los reporteros con gigantescos lentes
de sol que encubrían su rostro y destacaban su ceguera parcial.
Cuando The New York Times llamó
por teléfono a Burton Pugach para que hablara de su esposa muerta, éste dijo:
“No creo que haya existido otra pareja que se amara tanto como la nuestra.
Nuestro romance parecía salido de un cuento de hadas”. En ocasiones, Burton
Pugach lloraba de manera intermitente al recordar sus 38 años de vida con
Linda.
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