Mario Szichman
Cuando leí el texto de Fernando Da Costa Carrillo [i]
(@fdacosta_coach) sobre El valor de la constancia en el deporte en:
de inmediato me
vino a la mente el film alemán Nordwand.
Ignoro cómo se tradujo el título al castellano. En inglés era North Face y narraba el intento de dos alpinistas
alemanes por subir el lado norte del Eiger, el más peligroso de Los Alpes. Solo
después recordé que Fernando Da Costa Carrillo había tenido una experiencia
similar escalando al Cotopaxi, en Ecuador, uno de los volcanes activos más
altos del mundo. Reseñé parte de sus experiencias en mi blog:
Añadí una parte, que ahora descarté, sobre mi
ascenso al volcán La Soufriere, en la
isla de Guadalupe, cuando era joven, ya documentado en Venezuela. Lo mío no fue
más que un paseo/reportaje, para el periódico Últimas Noticias, de Caracas. Solo recuerdo dos cosas de ese viaje.
En la parte oriental de la isla, donde se halla La Soufriere, todo seguía funcionando, pero sin gente, un poco como
en la película The Fog. Y luego, la
fugaz travesía de un huracán por la zona. Las autoridades habían prohibido
asegurar las ventanas de madera con clavos, porque podían causar terrible daño
si se desprendían de los marcos. Pero la cosa real es la que cuento más abajo,
una demostración del valor de la constancia.
M.S.
_____
Para Fernando Da Costa Carrillo, que subió más alto y llegó más
lejos
Conocí a Fernando Da Costa Carrillo en Valera, estado Trujillo, Venezuela.
Fernando era en ese momento el psicólogo deportivo de los Cardenales de Lara y
del equipo de baloncesto Los Guaros de Lara. Pero descubrí, además, que era de
esas personas que, como dicen en Estados Unidos, Puts his money where his mouth is. No sólo está interesado en la
salud mental de los deportistas. Es también un excelente deportista. Tiene una
resistencia física que me pasma. Yo creo que a las personas no hay que
conocerlas de cuerpo entero, sino a través de la mirada lateral. (Por cierto, en medicina forense se usan
microscopios de iluminación lateral, pues el foco directo, lejos de revelar,
enceguece al observador. No recuerdo muy bien el concepto, pero si el método.
Un investigador coloca un objeto en la probeta, y lo ilumina desde un costado.
Y de esa manera, asoman toda clase de relieves). Un día, la mirada lateral me mostró
que Fernando, tras una jornada agotadora en su tarea como psicólogo deportivo
se iba a una cancha de fútbol to unwind,
para estirar los músculos y relajarse. Creo que hizo algo muy sabio. Pues uno
de sus mantras es doblegar el cuerpo para que acate los dictados de la mente.
Fernando realiza tareas que requieren
una enorme destreza física. Y todas se basan en un férreo control del cuerpo.
Que requieren más maña que fuerza. O al menos, tanta maña como fuerza.
En
el 2009, acompañado de otros tres montañistas venezolanos, Fernando decidió
subir al Cotopaxi, que tiene una altura de 5.897 metros sobre el nivel del mar.
“Para lograr su ascenso”, me dijo Fernando, “tuvimos que realizar una preparación de altura con la
finalidad de que el cuerpo no sufriera una descompensación”. La preparación se
hizo también en Ecuador, en otros volcanes de menor altura.
Fernando logró filmar un video del ascenso
que quita el aliento. Este es su relato:
“El día del ascenso fuimos al parque en el
cual se encontraba ubicado el volcán. Sus
enormes paredes de hielo brillaban a lo lejos. Nos dirigimos al Refugio
José Félix Rivas, donde descansaríamos hasta la 1:00 de la madrugada, hora de
salida para hacer el ascenso a la cumbre.
“A las 6:30 de la tarde dejamos todo el
equipo acomodado para la hora de partir. A eso de las 7 de la noche hicimos un
esfuerzo por dormir. Pero entre los nervios y la ansiedad nos resultó difícil.
Finalmente, a las 12 de la noche nos
fuimos despertando, con el ruido que hacían en la madera las pesadas botas de
los montañistas, que esa noche intentarían la cumbre. Según nos dijeron, esa
noche durmieron en el refugio alrededor de 65 montañistas de distintas partes
del mundo.
“A la 1:00 de la mañana se abrió la puerta
del refugio. Un frío helado se coló por el pasillo. Al salir vimos que una luna
llena iluminaba gran parte del volcán. En ese momento había unos cinco grados
centígrados bajo cero. Dos de los integrantes del equipo se vieron afectados
por la falta de oxígeno en el refugio, ya que nos encontrábamos a 4.800 metros
sobre el nivel del mar.
“La caminata
comenzó con un frío soportable. El grado de inclinación de la pendiente era
bastante pronunciado. Al rato empezamos a sentir el agotamiento. A los 45 minutos de iniciar la caminata
ingresamos a la zona de hielo. Tuvimos que colocarnos un equipo especial. Y en
ese momento al agotamiento se sumó la incomodidad. Era como si la temperatura
hubiera descendido de un instante para otro. La presencia del hielo nos obligó
a ascender de manera diferente. El agotamiento se acentuó. Cada vez que
pisábamos el hielo nos hundíamos hasta las rodillas. Cada vez se hacía mayor el
esfuerzo físico para alzar los pies.
“A las 4:00 de la mañana tuvimos que
separarnos en dos grupos ya que dos miembros del equipo no pudieron continuar.
Solo Luis Aparicio y yo decidimos seguir
adelante. Creo que fue el momento culminante del ascenso, pues en ese instante
se inició una fuerte nevada. La temperatura pronto alcanzó los 15 grados
centígrados bajo cero. Aunque sentíamos gran cansancio, todavía contábamos con
la capacidad física y mental para continuar hasta la cima. Pero el aspecto
mental fue el más importante. En varias oportunidades tuvimos que detener la
marcha. El cuerpo nos decía que no. La mente nos ordenaba seguir. Luchamos como
dos horas tratando de controlar nuestros cuerpos. Finalmente, lo logramos. Luis
y yo llegamos a la cima luego de siete horas y media de caminata en el hielo.
Fue un momento indescriptible, mágico, especial. Y al mismo tiempo aterrador.
Pues había que recorrer el mismo camino de regreso al refugio. Ya para ese
momento no existía el cuerpo, sólo la mente. Por medio del control mental
logramos evitar el quiebre.
“Eran
las tres de la tarde cuando llegamos al refugio, tras caminar 14 horas en el
hielo”.
Entrevista de
Mario Szichman a Fernando da Costa Carrillo:
Mario Szichman: –
¿Qué es lo que tiene el Cotopaxi como atractivo especial para un montañista?
Fernando da
Costa Carrillo: –Para los montañistas todas las montañas son especiales. Tal
vez el Cotopaxi es especial no sólo por ser uno de los volcanes activos más
altos del mundo, sino por la panorámica que ofrece. Se puede ver surgir otros
volcanes entre las nubes.
M.S: ¿Cómo se
hace para evitar el pánico?
F.DC:
Generalmente se utilizan técnicas de respiración para no hiperventilar. Es muy
importante serenar la mente. El agotamiento y la falta de oxígeno afectan los
procesos cognitivos. Al final, uno aprende a hablar consigo mismo. Y a
alentarse. Eso es muy importante.
M. S: ¿En qué
consiste la preparación de altura?
F. DC:
Básicamente, en adaptar el cuerpo a la relativa falta de oxígeno. Es un proceso
que afecta a la sangre por el aumento de los glóbulos rojos. Ese entrenamiento
se puede realizar de forma progresiva, a partir de los 2.700 metros de altura.
En nuestro caso, subimos primero al volcán Rucu Pichincha, situado a 4.784
metros sobre el nivel del mar. Y una noche dormimos en la base de la salida al
mismo volcán, ubicada a 4.050 metros de altura.
M.S: ¿Por qué
iniciaron el ascenso al Cotopaxi a la una de la madrugada? ¿No hubiera sido
mejor a una hora con temperaturas más altas?
F.DC: Es una
cuestión de simple logística. Efectivamente el frío a la una de la madrugada
era indescriptible. Pero el ascenso se inicia a esa hora pues a una altura de
5.200 metros el Cotopaxi tiene una fisura y sólo se puede pasar por un puente
natural de un metro de largo por uno de ancho. Ese tramo es imposible de
transitar luego de las 11:00 de la mañana. El sol lo debilita, puede causar
grietas en el hielo. Por eso partimos a la una de la madrugada, para atravesar
la fisura a las 5:00 de la mañana y poder regresar alrededor de las 9:00. Si
uno escala el Cotopaxi de día existe la posibilidad de que el hielo se
resquebraje en ese punto.
M.S: ¿Qué
sensación tuvo al concluir el ascenso?
F.DC: Lo primero
que sentí al lograr la cumbre fue una mezcla de emociones de gran intensidad.
Unas ganas de llorar incontrolables por el agotamiento físico y por haber
logrado el objetivo que nos habíamos trazado un año antes. Por mi cabeza
pasaron infinidad de imágenes y pensamientos: pensé en mi familia y deseé haber
podido compartir ese momento y esa
maravillosa vista, la inmensidad de paisaje, con ellos.
Puse en práctica
mis conocimientos sobre el entrenamiento
mental en el deporte, y comprobé los resultados en mi propio reto. Sin duda, me
pesaba el agotamiento y la idea de que tenía que recorrer el mismo trayecto
para regresar al refugio, pero el goce del logro lo compensaba.
[i] Psicólogo Master en
Psicología Deportiva. Master in Sports Psychology. Coach. Especialista en organizaciones.
Motivador, Conferencista.
Exelente comparacion.
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