domingo, 3 de mayo de 2015

El valor de la constancia en Fernando Da Costa Carrillo y su ascenso al Cotopaxi


Mario Szichman






Cuando leí el texto de Fernando Da Costa Carrillo [i] (@fdacosta_coach) sobre El valor de la constancia en el deporte en:
de inmediato me vino a la mente el film alemán Nordwand. Ignoro cómo se tradujo el título al castellano. En inglés era North Face  y narraba el intento de dos alpinistas alemanes por subir el lado norte del Eiger, el más peligroso de Los Alpes. Solo después recordé que Fernando Da Costa Carrillo había tenido una experiencia similar escalando al Cotopaxi, en Ecuador, uno de los volcanes activos más altos del mundo. Reseñé parte de sus experiencias en mi blog: 
Añadí una parte, que ahora descarté, sobre mi ascenso al volcán La Soufriere, en la isla de Guadalupe, cuando era joven, ya documentado en Venezuela. Lo mío no fue más que un paseo/reportaje, para el periódico Últimas Noticias, de Caracas. Solo recuerdo dos cosas de ese viaje. En la parte oriental de la isla, donde se halla La Soufriere, todo seguía funcionando, pero sin gente, un poco como en la película The Fog. Y luego, la fugaz travesía de un huracán por la zona. Las autoridades habían prohibido asegurar las ventanas de madera con clavos, porque podían causar terrible daño si se desprendían de los marcos. Pero la cosa real es la que cuento más abajo, una demostración del valor de la constancia.
M.S.
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Para Fernando Da Costa Carrillo, que subió más alto y llegó más lejos

Conocí a Fernando Da Costa Carrillo en Valera, estado Trujillo, Venezuela. Fernando era en ese momento el psicólogo deportivo de los Cardenales de Lara y del equipo de baloncesto Los Guaros de Lara. Pero descubrí, además, que era de esas personas que, como dicen en Estados Unidos, Puts his money where his mouth is. No sólo está interesado en la salud mental de los deportistas. Es también un excelente deportista. Tiene una resistencia física que me pasma. Yo creo que a las personas no hay que conocerlas de cuerpo entero, sino a través de la mirada lateral.  (Por cierto, en medicina forense se usan microscopios de iluminación lateral, pues el foco directo, lejos de revelar, enceguece al observador. No recuerdo muy bien el concepto, pero si el método. Un investigador coloca un objeto en la probeta, y lo ilumina desde un costado. Y de esa manera, asoman toda clase de relieves). Un día, la mirada lateral me mostró que Fernando, tras una jornada agotadora en su tarea como psicólogo deportivo se iba a una cancha de fútbol to unwind, para estirar los músculos y relajarse. Creo que hizo algo muy sabio. Pues uno de sus mantras es doblegar el cuerpo para que acate los dictados de la mente.
       Fernando realiza tareas que requieren una enorme destreza física. Y todas se basan en un férreo control del cuerpo. Que requieren más maña que fuerza. O al menos, tanta maña como fuerza.
       En el 2009, acompañado de otros tres montañistas venezolanos, Fernando decidió subir al Cotopaxi, que tiene una altura de 5.897 metros sobre el nivel del mar. “Para lograr su ascenso”, me dijo Fernando, “tuvimos que  realizar una preparación de altura con la finalidad de que el cuerpo no sufriera una descompensación”. La preparación se hizo también en Ecuador, en otros volcanes de menor altura.
     Fernando logró filmar un video del ascenso que quita el aliento. Este es su relato:

    “El día del ascenso fuimos al parque en el cual se encontraba ubicado el volcán. Sus  enormes paredes de hielo brillaban a lo lejos. Nos dirigimos al Refugio José Félix Rivas, donde descansaríamos hasta la 1:00 de la madrugada, hora de salida para hacer el ascenso a la cumbre.
    “A las 6:30 de la tarde dejamos todo el equipo acomodado para la hora de partir. A eso de las 7 de la noche hicimos un esfuerzo por dormir. Pero entre los nervios y la ansiedad nos resultó difícil. Finalmente,  a las 12 de la noche nos fuimos despertando, con el ruido que hacían en la madera las pesadas botas de los montañistas, que esa noche intentarían la cumbre. Según nos dijeron, esa noche durmieron en el refugio alrededor de 65 montañistas de distintas partes del mundo.

    “A la 1:00 de la mañana se abrió la puerta del refugio. Un frío helado se coló por el pasillo. Al salir vimos que una luna llena iluminaba gran parte del volcán. En ese momento había unos cinco grados centígrados bajo cero. Dos de los integrantes del equipo se vieron afectados por la falta de oxígeno en el refugio, ya que nos encontrábamos a 4.800 metros sobre el nivel del mar.
“La caminata comenzó con un frío soportable. El grado de inclinación de la pendiente era bastante pronunciado. Al rato empezamos a sentir el agotamiento.  A los 45 minutos de iniciar la caminata ingresamos a la zona de hielo. Tuvimos que colocarnos un equipo especial. Y en ese momento al agotamiento se sumó la incomodidad. Era como si la temperatura hubiera descendido de un instante para otro. La presencia del hielo nos obligó a ascender de manera diferente. El agotamiento se acentuó. Cada vez que pisábamos el hielo nos hundíamos hasta las rodillas. Cada vez se hacía mayor el esfuerzo físico para alzar los pies.
      “A las 4:00 de la mañana tuvimos que separarnos en dos grupos ya que dos miembros del equipo no pudieron continuar. Solo Luis Aparicio y yo decidimos  seguir adelante. Creo que fue el momento culminante del ascenso, pues en ese instante se inició una fuerte nevada. La temperatura pronto alcanzó los 15 grados centígrados bajo cero. Aunque sentíamos gran cansancio, todavía contábamos con la capacidad física y mental para continuar hasta la cima. Pero el aspecto mental fue el más importante. En varias oportunidades tuvimos que detener la marcha. El cuerpo nos decía que no. La mente nos ordenaba seguir. Luchamos como dos horas tratando de controlar nuestros cuerpos. Finalmente, lo logramos. Luis y yo llegamos a la cima luego de siete horas y media de caminata en el hielo. Fue un momento indescriptible, mágico, especial. Y al mismo tiempo aterrador. Pues había que recorrer el mismo camino de regreso al refugio. Ya para ese momento no existía el cuerpo, sólo la mente. Por medio del control mental logramos evitar el quiebre.


“Eran las tres de la tarde cuando llegamos al refugio, tras caminar 14 horas en el hielo”.

Entrevista de Mario Szichman a Fernando da Costa Carrillo:
Mario Szichman: – ¿Qué es lo que tiene el Cotopaxi como atractivo especial para un montañista?
Fernando da Costa Carrillo: –Para los montañistas todas las montañas son especiales. Tal vez el Cotopaxi es especial no sólo por ser uno de los volcanes activos más altos del mundo, sino por la panorámica que ofrece. Se puede ver surgir otros volcanes entre las nubes.
M.S: ¿Cómo se hace para evitar el pánico?
F.DC: Generalmente se utilizan técnicas de respiración para no hiperventilar. Es muy importante serenar la mente. El agotamiento y la falta de oxígeno afectan los procesos cognitivos. Al final, uno aprende a hablar consigo mismo. Y a alentarse. Eso es muy importante.
M. S: ¿En qué consiste la preparación de altura?
F. DC: Básicamente, en adaptar el cuerpo a la relativa falta de oxígeno. Es un proceso que afecta a la sangre por el aumento de los glóbulos rojos. Ese entrenamiento se puede realizar de forma progresiva, a partir de los 2.700 metros de altura. En nuestro caso, subimos primero al volcán Rucu Pichincha, situado a 4.784 metros sobre el nivel del mar. Y una noche dormimos en la base de la salida al mismo volcán, ubicada a 4.050 metros de altura.
M.S: ¿Por qué iniciaron el ascenso al Cotopaxi a la una de la madrugada? ¿No hubiera sido mejor a una hora con temperaturas más altas?
F.DC: Es una cuestión de simple logística. Efectivamente el frío a la una de la madrugada era indescriptible. Pero el ascenso se inicia a esa hora pues a una altura de 5.200 metros el Cotopaxi tiene una fisura y sólo se puede pasar por un puente natural de un metro de largo por uno de ancho. Ese tramo es imposible de transitar luego de las 11:00 de la mañana. El sol lo debilita, puede causar grietas en el hielo. Por eso partimos a la una de la madrugada, para atravesar la fisura a las 5:00 de la mañana y poder regresar alrededor de las 9:00. Si uno escala el Cotopaxi de día existe la posibilidad de que el hielo se resquebraje en ese punto.
M.S: ¿Qué sensación tuvo al concluir el ascenso?
F.DC: Lo primero que sentí al lograr la cumbre fue una mezcla de emociones de gran intensidad. Unas ganas de llorar incontrolables por el agotamiento físico y por haber logrado el objetivo que nos habíamos trazado un año antes. Por mi cabeza pasaron infinidad de imágenes y pensamientos: pensé en mi familia y deseé haber podido compartir ese momento y  esa maravillosa vista, la inmensidad de paisaje, con ellos.
Puse en práctica mis conocimientos  sobre el entrenamiento mental en el deporte, y comprobé los resultados en mi propio reto. Sin duda, me pesaba el agotamiento y la idea de que tenía que recorrer el mismo trayecto para regresar al refugio, pero el goce del logro lo compensaba.



[i] Psicólogo Master en Psicología Deportiva. Master in Sports Psychology. Coach. Especialista en organizaciones. Motivador, Conferencista.

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