Mario Szichman
Diego Arria. Foto: Mario Szichman
Primera Parte: el chavismo
(Una
versión de este reportaje apareció el 12 de mayo de 2015 en el periódico Tal Cual de Caracas, Venezuela)
Norman Mailer decía que era inútil entrevistar a un político. “Tiene una
mente habituada a las preguntas”, indicaba en su libro Miami and the
Siege of Chicago. “Para la época en que el político decide postularse a la
presidencia, ya ha respondido a millones de preguntas. Asombrar a un diestro
político con una pregunta es tan difícil como intentar sorprender a un boxeador
profesional propinándole un gancho de izquierda que uno ensayó en el curso de
una trifulca en un bar”. Pero Mailer ofrecía esta salvedad: era diferente si
alguien conocía bien al político, o se había preparado de manera exhaustiva
antes de formular las preguntas.
Conozco muy bien a Diego Arria. Inclusive, a fines de la década del
setenta, cuando él era gobernador de Caracas, le hice una serie de entrevistas
como parte de una posible biografía. Nunca se negó a hablar, y nunca se fue por
las ramas. Hablaba siempre con franqueza. Y esa franqueza le ha costado a veces
muy caro en su vida política, que ha combinado con sus tareas como alto
funcionario de las Naciones Unidas, inclusive presidente del Consejo de Seguridad.
Curiosamente, su franqueza le ha servido mejor en la ONU que en Venezuela, al
punto que la llamada Fórmula Arria la utiliza el Consejo de
Seguridad de la ONU de manera permanente; como ocurrió en días recientes,
cuando se analizó la crisis en Siria.
En un reciente diálogo en Nueva York, Arria reconoció que con las denuncias
formuladas en Venezuela, antes de forzarlo al exilio, “Alarmé a los
venezolanos”.
Mario Szichman: Siempre pensé en
Diego Arria como una especie de piedrita en el zapato de la política
venezolana. En algunos sectores eres muy respetado, en otros, muy temido. Al
mismo tiempo, eso no parece reflejarse en un significativo apoyo popular.
Diego Arria: Bueno, fíjate, a fin de participar en las primarias del 2012
me obligaron a recoger más de 200 mil firmas para mi candidatura, cifra que
ningún otro superó. Era evidente la desproporción de recursos financieros
y de medios que enfrentábamos ante los gobernadores de Miranda y del Zulia,
amén de su apoyo de poderosos grupos económicos. Tan es así que
varios precandidatos como Oswaldo Álvarez Paz, Eduardo Fernández, César Pérez
Vivas y el mismo Antonio Ledezma no formalizaron su participación. Hasta
Leopoldo López terminó adhiriendo a la candidatura de Capriles.
M.S.:
– ¿Por qué entonces te tomaste el trabajo de intervenir en un proceso en que no
tenías posibilidades de ganar?
D.A.: – Aunque para mí era claro el resultado electoral, a fin de poder
intervenir en el proceso era indispensable subir al escenario y poder presentar
mis propuestas. Y eso fue lo que hice por todo el país. Dejé sobre la mesa un
proyecto de transición que es el único vigente de las propuestas de 2012 y cada
vez cobra más sentido. Por eso he dicho que me dieron una paliza en votos pero
no perdí. Mario, tu sabes que los voceros podemos ser vencidos pero no
las ideas cuando son válidas, tal vez por aquello de que las realidades son
tercas y acaban imponiéndose. Además,
como decía Borges: “la derrota tiene una dignidad de la cual carece la
victoria”.
Hoy ya no es radical ni alarma que se hable de transición, de
convocar a una asamblea constituyente para desalojar al régimen y poder rescatar la independencia
de los poderes públicos y poder refundar la república. Igual tener que admitir que el
CNE es el ministerio de elecciones del régimen. Todos estos temas me llevaron a hablar en casi todas las universidades
del país. Me dediqué a interactuar con los jóvenes porque no tienen ni
complejos, ni prejuicios. Son los que están arriesgando todo hoy, pues
prefieren saber la verdad y no acomodarse. Estaba seguro de que entenderían lo
que yo les decía, por ejemplo que su futuro se está decidiendo ahora, y que
esos políticos que les dicen “Ustedes son el futuro del país” les mentían, pues
tal vez no tengan futuro alguno de seguir el curso actual. Igual cuando les
dicen, “Éste es el mejor país del mundo”. Y yo les preguntaba ¿Cómo es eso que
somos el mejor país del mundo? Un país donde cada veinte minutos muere
asesinada una persona, donde la mitad de la gente si puede irse emigra, donde
el estado de la salud ha sido descrito como solo visto en zonas de guerra con
un deterioro acelerado en el acceso a medicamentos esenciales … ese no puede
calificarse como el mejor país del mundo. Podríamos serlo, no lo sé, eso está
por verse. Ese era mi lenguaje sin dudas no edulcorado. Develar realidades
no es popular pero esconderlas para engañar es no solo irresponsable sino un
delito de lesa patria.
M.S.:
Algunos dijeron que no llevaste proyecto electoral alguno a las primarias.
D.A.: Sí llevé un proyecto, pero de propuestas, con la finalidad de
intentar sacudir al país y anticipar la terrible realidad que hoy sufrimos.
Hice el mayor número de twitcams que
se haya realizado en el país contestando miles de preguntas.
Participé en innumerables foros. He puesto siempre en blanco y negro y
por escrito mis propuestas. En 1978 cuando fui candidato presidencial
independiente publiqué un libro “Primero la Gente”, y otro “Dedicación a una
Causa”. En estas primarias otro libro: “Venezuela: La Hora de la Verdad”. Mario
al final del primer debate en la UCAB anuncié: “Chávez, por tus delitos de lesa
humanidad te denunciaré en La Haya. No es retaliación. No es venganza. Es justicia.
Te espero en La Haya”. Pero como sabemos, la justicia divina se le adelantó a
la Corte Penal Internacional.
M.S.: ¿No crees que los
venezolanos se asustan ante tus pronósticos?
D.A.: Sí, pasado el tiempo, advertí que había sacado a la gente de lo que llaman
los americanos su zona de confort. Inquieté a muchos. Era más fácil y cómodo
creer que había un camino sin sacrificios. La Mesa de Unidad Democrática
colaboró, haciendo una especie de versión política de American Idol.
Pensaron que era mejor hacer una campaña “light”, porque en caso contrario los
venezolanos no iban a salir a votar. Algunos decían que Arria estaba
sobresaltando a la gente. Insistía en no subestimar a nuestra gente y decirles
la verdad, a fin de superar los enormes obstáculos. No podía imaginarme que una
persona vaya a ver al médico y cuando el médico lo está examinando, le diga:
´Cuidado, no quiero que me vaya a alarmar o a decirme qué es lo que tengo”. Sin
embargo cuando hablaba de la salud del país no querían ser alarmados. Por lo tanto
la mayoría pensó que había que votar por los que les ofrecían un simple cambio de gobierno sin
sobresaltos –algo que como hemos experimentado, no era posible. El vivir
en la negación de la realidad se impuso –y terriblemente no ha
cambiado mucho a pesar de encontrarnos hoy en circunstancias jamás sufridas.
M.S.: Hay una pregunta constante
en los venezolanos que no son chavistas: ¿Cuándo va a caer el régimen?
D.A.: Las transformaciones sociales son difíciles de anticipar. Hay cientos
de libros ofreciendo las razones de por qué cayó el muro de Berlín. Sin
embargo, no hay uno solo que haya pronosticado su caída. Nunca se supo quién
fue el primer alemán que pasó al otro lado o quien hizo la convocatoria, porque
cuando un pueblo decide reaccionar no necesita ser convocado y es
incontenible. El único que no sabe que está caído es el propio Maduro. Aquí
cabe recordar al maestro Simón Díaz:” Cuando las ganas se juntan, no hay fecha
en el calendario”. Es evidente que Chávez no quería un sucesor, sino un
suplente, por eso escogió a Maduro, que no tiene ni el 10% de apoyo. El régimen
todavía no ha caído pero sin la menor duda implosionará más temprano que tarde.
Para mí es evidente que la participación del componente militar será
indispensable en cualquier salida de esta tragedia.
M.S.:
El general Juan Perón solía decir que se regresa de todas partes menos del
ridículo. Sin embargo, el chavismo ha ido y retornado del ridículo en numerosas
oportunidades y cada vez parece más fuerte. ¿No crees que el ridículo salvó al
chavismo? A todos los gobiernos latinoamericanos que parecen serios les está
yendo muy mal.
D.A.: Cuando alguien me dice: “Maduro es una vergüenza”, yo le respondo,
“Sí, pero más vergüenza somos nosotros, que lo toleramos. Más vergüenza
somos nosotros, que no resistimos”. Vergüenza es estar en manos de
Maduro, de Diosdado Cabello, del General Padrino, de Tareck El Aissami. Cuando
viajó Maduro a Panamá oí comentarios de jefes de estado en ejercicio que pagan
su deuda con el régimen diciendo “Es incorrecto que le impongan sanciones a
Venezuela”, aun sabiendo que no es al país sino a siete jerarcas culpables de
delitos abominables. De todas maneras, ninguno de ellos está
dispuesto a rasgarse las vestiduras por Maduro. Raúl Castro ni siquiera asistió a
la famosa cumbre de los pueblos que pagó el régimen
chavista. Fue
como si hubiera dicho: “Acompaño a Maduro hasta el cementerio, pero no pienso
enterrarme con él”.
M.S.: ¿Tiene Maduro margen de
maniobra?
D.A.: El mundo y los recursos se le están achicando a una gran velocidad. Y
después está la Unión Europea, y España, y el Congreso de Colombia, de Chile,
de los Estados Unidos y ahora se les suma el Senado de Brasil condenando
la situación de dirigentes políticos presos. Y la orden ejecutiva de
Obama contra siete funcionarios venezolanos es apenas el comienzo. Su lista es
mucho más extensa. El enfrentamiento de Maduro, en la encrucijada que tiene
Estados Unidos con Cuba, es un elemento que Maduro no ha medido ni entendido,
porque la única manera de diseñar una política de estabilidad en el
Caribe es incluyendo a Venezuela en la agenda Estados Unidos
-Cuba. Por otra parte, el régimen chavista ha estado financiando la
transición cubana, como un peón de los Estados Unidos. Igualmente hemos
pagado la estabilidad de la región, a través de PetroCaribe, y los americanos
no han tenido que poner un centavo. Es por eso que los estadounidenses seguramente
se habrán dicho, “Bueno, Chávez y ahora Maduro es un problema de los
venezolanos, pobrecitos”. Pero si dejan de enviar petróleo a los haitianos, los
haitianos se irán para la Florida, los dominicanos también, los hondureños, y
también los cubanos. El petróleo venezolano ha salvado a las costas de la
Florida de invasiones de gente del Caribe.
M.S.: La situación en Venezuela
es cada día peor. ¿Tú crees que todo eso pueda conducir a una explosión social?
D.A.: En cualquier otro país donde se registre una situación medio parecida
a la nuestra, hace mucho que hubiera explotado. Si se registrara en El
Salvador, o en Honduras, o en Haití, te hablo de países pequeños, eso hubiera
estallado. ¿Cómo es que eso no ha ocurrido en un país de la dimensión de
Venezuela, con la profundidad de la crisis existente? Para mí, se explica por
varias cosas. Primero: nunca se ha hecho tanto dinero en Venezuela. Nunca los
empresarios y los llamados hombres de negocios y los banqueros nunca en su vida
han hecho tanto dinero. Las interconexiones entre el gobierno y algunos
miembros de la oposición, oficiales o no oficiales, familiares o no, ha creado
una telaraña de intereses de carácter económico, que funciona. Al mismo tiempo,
hay un elevado grado de intimidación y hasta de resignación, más que
comprensible. Si se lee correctamente a Clausewitz en “El arte de la
Guerra” se puede ver que no es necesario matar a la gente: basta aniquilar
sus resistencias. Bueno, los chavistas vienen minando nuestras resistencias.
Hasta nuestra dignidad. Cuando ves en una cola que las personas permiten que
las marquen como a los judíos en los campos de concentración nazis, tú dices,
“Cónchale, esto es serio”. Es muy triste cuando la gente se deja someter
y que le pongan un captahuellas para comprar un kilo de harina. Es decir, es un
proceso de aniquilación sistemática, abominable pero efectivo, algo muy
bien pensado por parte de un régimen miserable. Nos hemos pasado años
burlándonos de Chávez y de Maduro, sin pensar que eran sumamente peligrosos, y
tenían o tienen proyectos manejados por personas que son perversas pero
inteligentes y vienen cumpliéndolo de manera rigurosa.
M.S.: Dice Tal Cual: “Circula en las redes
sociales una orden, emanada desde los altos mandos del CICPC, que prohíbe a los
funcionarios ejecutar operativos policiales, arrestos y allanamientos ordenados
por el Ministerio Público, la búsqueda de personas solicitadas o cualquier otro
procedimiento en los denominados por el entonces ministro del Interior, Miguel
Rodríguez Torres, “zonas de paz”.
“Estos sectores de paz
comprenden, entre otros, la parroquia 23 de Enero, Charallave, Valles del Tuy y
zonas de Turmero, donde impera la banda de El Picure. ´De este modo´, señala
Tal Cual, ´estas zonas de paz se convierten en guaridas o santuarios de los
malandros. Quienes sufren son los mismos habitantes trabajadores de esos
sectores´”.
D.A.: Eso es increíble- es la legitimación de las pandillas. Es declarar
zonas de absoluta impunidad. Es concederles soberanía y garantizarles una especie de “no intervención
en sus asuntos internos”. Es el símbolo de lo que han convertido al país.
M.S.: ¿Qué va a ocurrir en
Venezuela de aquí en seis meses o de aquí a un año?
D.A.: Puede suceder cualquier cosa y no lo digo porque me niegue a
contestar. Nuestra tragedia es realmente inédita. Podemos imaginar toda
clase de desenlaces. Pero es evidente que estamos ante un estado pre fallido
que no puede sostenerse sino con la fuerza armada, con el control de los medios
y con su acción de beneficencia pública masiva. No hay que ser clarividente para anticipar que eso no durará mucho. Por
una parte la fuerza armada despertará ante el temor de que sus integrantes sean
indiciados internacionalmente por “Mili-Narcos” con graves consecuencias
para ellos y sus familiares y por la otra los recursos ya no alcanzan.
M.S.: Entonces, algo va a
ocurrir.
D.A.: Si creo, Mario,
que estamos llegando al punto crucial. Las colas para obtener alimentos
representan algo terrible. Pero pronto no habrá colas para comprar medicinas,
simplemente porque no habrá medicinas. Y eso es lo más grave. Si es grave lo de
la comida, es muchísimo más grave lo de la falta de medicinas, o que los
hospitales no tengan equipos médicos. Es ahí donde creo explotará la gran
crisis. Porque una persona puede comprar un kilo de arroz y pasarse el día
comiendo arroz, pero si a ti te dejan a cargo de un niño que necesita
penicilina u otros medicamentos, y no se obtiene, la cosa es grave.-es de vida
o muerte y con eso no se juega como hoy lo hace el régimen de manera criminal.
Tampoco le paga a nadie al punto que Maduro anunció que no le iba a dar un solo
dólar a Fedecámaras. En realidad, lo que le quiso decir es que no les dará un
solo dólar más a los empresarios. Van a liquidar a los empresarios. Uno por
uno. Pero muchos piensan que no serán ellos sino otros. Tienen un
número en la espalda y no lo advierten. No reaccionan. Claro, los más
poderosos se quedan. Cómo no hacerlo. Y los que carecen de medios para
resistir, se van. Nunca me imaginé que terminaríamos así. Muchos viven y
hasta subsisten en la negación de la realidad que los va enterrando. Y por eso
tienes a Maduro diciendo “Dios proveerá”. Venezuela, un país lleno de
recursos, se ha convertido en un paria, en un estado forajido.
Muy buena entrevista Mario. Siempre he respetado a Diego Arria. Ahora bien, me parece que su exceso de realismo es un problema: necesitamos propuestas más paulatinas, más graduales. A los venezolanos siempre nos ha gustado esconder las realidades, quizá en una ilusa e ingenua carrera precoz para que la realidad no se esconda ante nosotros. Yo creo que el teatro que hemos vivido en esta inédita época chavista, solo puede superarse con más teatro, pero esta vez del bueno. ¿Tu que crees? Saludos y abrazo!
ResponderEliminarGracias, apreciado amigo, por tu comentario! El mismo Diego Arria, en otra parte de la entrevista, reconocía que su diagnóstico de la realidad política venezolana alarmaba a la mayoría de sus compatriotas. Yo, a nivel personal, querría que siempre me doraran la píldora. Al mismo tiempo, me parece más creíble un gobernante como Winston Churchill, que solo le pudo prometer a los británicos "Sangre, sudor y lágrimas" al comienzo de la guerra contra Alemania. Tenía una grandeza de la cual carecen los patanes que gobiernan América Latina, la mayoría saqueadores de sus pueblos y destructores de sus países.
ResponderEliminarMi padre siempre decía que es más fácil matar un elefante que resucitar una hormiga. Reconstruir a Venezuela va a ser una tarea muy difícil. A estas alturas (y no porque esté contagiado del sano pesimismo del doctor Arria) me parece imposible. Tal vez la maldición bíblica del Libertador empiece a hacer presa de Venezuela. "La América es ingobernable para nosotros ... El que sirve una revolución ara en el mar. ... La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. ... Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas".
Querría ser como Gramsci, pesimista con la inteligencia, y optimista con la voluntad. Un abrazo recíproco!