Mario Szichman
Crecí en Buenos Aires, una ciudad donde abundan los psicoanalistas. Inclusive hay un área conocida como “Villa
Freud”, por la cantidad de terapeutas que habitan la zona. Es muy difícil que
alguien en Buenos Aires ignore lo que es una “madre esquizofrenizante”, o la
teoría del doble vínculo.
Una madre esquizofrenizante es la mejor propagandista de la teoría del
doble vínculo, que consiste en emitir mensajes contradictorios. El término fue
acuñado por el antropólogo Gregory Bateson.
Tal vez la obra más famosa de la narrativa norteamericana que lidia con el
doble vínculo es Catch–22 de Joseph
Heller. La novela transcurre durante la segunda guerra mundial, y su improbable
héroe es Yossarian, un soldado aterrado por la posibilidad de morir en combate.
Cuando le expresa a uno de sus camaradas que todos los enemigos se han puesto
de acuerdo para asesinarlo, el interlocutor le dice que esa sospecha es
producto de su paranoia. “En realidad, el enemigo no te quiere asesinar a ti,
sino a todos nosotros”, le explica su camarada para tranquilizarlo. La
invariable respuesta de Yossarian es: “¿Y cuál es la diferencia?”
En la novela, el más articulado expositor de Catch–22 o de la teoría del
doble vínculo es Doc Daneeka, un psiquiátra del ejército. Cada vez que algún
piloto de combate solicita que le hagan una evaluación de su estado de salud
mental, con la esperanza de demostrar que está incapacitado para volar, el
doctor Daneeka le demuestra que está perfectamente sano. Solo los dementes
aceptan sin vacilación alguna volar misiones peligrosas.
Todo gobierno, sin importar su alcurnia, siempre intentará hacer pasar gato
por liebre. Posiblemente los gobiernos de Washington se destacan a la hora del double talk, que consiste en hablar al
mismo tiempo por ambos costados de la boca. (Eso se extiende a todas las
corporaciones del país, y especialmente a las especializadas en la fabricación
de medicamentos).
El Concejo Nacional de Maestros de Inglés, con sede en Urbana, Illinois,
otorga anualmente The Doublespeak Awards
a instituciones y funcionarios que mienten sin mentir, usufructuando una
confusa asociación de palabras. En cierta ocasión, los galardones fueron
otorgados a una línea aérea que definió el estrellamiento de un avión como “un
contacto descontrolado contra el suelo”,
a un hospital que describió la muerte de un paciente como “un percance
de diagnóstico de elevada magnitud”, y al senador Orrin Hatch, quien dijo que
“la pena de muerte es el reconocimiento que hace nuestra sociedad a la santidad
de la vida”.
En su Dictionary
of Euphemisms and Other Double Talk, Hugh Rawson ofreció buenos ejemplos de
cómo la inflación de términos en el ámbito militar es correlativa a una
deflación o encubrimiento del sentido. Es el caso de executive action (el término probable sería “hecho consumado”) “un eufemismo empleado por la CIA”, dice
Rawson, “para sacarse de encima a personas, especialmente líderes de otras
naciones”.
En la
nomenclatura militar los pertrechos de guerra atacan dos clases de objetivos, hard, duros, y soft, blandos. Los objetivos duros son ladrillos, concreto o acero.
Los objetivos blandos son aquellos constituidos por carnes y huesos, esto es,
seres humanos. De ahí que el napalm, una bomba incendiaria, dice Rawson, haya
sido rebautizado como soft ordnance,
pertrecho de guerra para objetivos blandos.
En
otros casos, los eufemismos pueden ser demoledores. Las retiradas militares
suelen ser definidas como retrograde manoeuver,
maniobras de retroceso –se supone que rigurosamente ordenadas. La frase, dice
Rawson, surgió en 1975, cuando el entonces presidente de Vietnam del Sur Nguyen
Van Thieu decidió retirar sus tropas de varias provincias, ante la embestida
del Vietcong. La maniobra de retroceso de Thieu prosiguió hasta que logró
maniobrar para ceder el poder, y exiliarse en Estados Unidos.
La confusión mental es uno de los problemas más graves que enfrenta una
persona en cualquier sociedad. A eso le sigue el paulatino olvido de las
nociones más elementales, como preludio a un cuadro clínico devastador. Eso no
le ocurre jamás a un venezolano. Ya el hecho de contar con una tasa de dólar
oficial, y varias tasas que abarcan una amplia gama de predilecciones,
convierten su cerebro en algo más afinado que un violín bien templado.
Hace algunos días, el Miami Herald publicó una nota
insinuando que Transparencia Internacional había pasado a la
clandestinidad en Venezuela. El gobierno, y sus agencias, también han optado
por una transparencia del color de la tinta china. Eso evita que los
funcionarios mientan, algo que es poco fotogénico, basta ver cómo le creció la
nariz a Pinocho, o digan la verdad, con resultados aún más devastadores.
El diario dijo que una especie de sudario cubre hasta la información más
elemental. El gobierno no divulga cifras sobre la tasa anual de inflación, las
muertes en las carreteras, los gastos en materia de turismo o los índices de
aborto espontáneo. Ahí está el ejemplo de Deivis Ramírez, un reportero policial
que visita de manera cotidiana la morgue de Caracas para descubrir cuantas
personas han sido asesinadas en la capital en el curso de una semana o de un
mes.
Obtener datos de funcionarios que están siempre ocupados o escondidos en el
baño es harto difícil. “Es como un parto cotidiano”, dijo Ramírez al diario.
“Las estadísticas de crímenes son las más difíciles de obtener”.
En ocasiones, los malabaristas del gobierno ni siquiera necesitan mentir
para desalentar la verdad. Ramírez dijo al diario que ahora, cada vez que una
persona es baleada por la policía, el episodio no es clasificado como un
“homicidio”, sino como “resistencia a la autoridad”. Uno de los casos más
famosos de resistencia a la autoridad es el de José Miguel Odreman, líder del
colectivo chavista 5 de marzo. El 7 de octubre de 2014, en un video captado por
las cámaras de Televen, Odreman
responsabilizó al entonces ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez
Torres, por cualquier cosa que le pudiera ocurrir. Poco después, Odreman fue
muerto de 32 balazos por funcionarios policiales. El Cuerpo de Investigaciones
Científicas, Penales y Criminalísticas informó que Odreman “Era el jefe de una
banda delictiva de ex policías implicada en múltiples homicidios”.
Minutos después, algunos “twiteros” divulgaron fotografías donde Odreman
aparecía junto a importantes figuras del chavismo, desde su líder, Hugo Chávez
Frías, hasta Cilia Flores, la primera dama del país.
Casi un día más tarde, el presidente Nicolás Maduro ordenó investigar “los
extraños sucesos” en los que murieron cinco personas, entre ellos Odreman, en
el tiroteo entre activistas de los colectivos y funcionarios del CICPC. Y así,
puso punto final a toda investigación.
Es probable que acatando las normas de las autoridades, Odreman debería
ingresar en el casillero de “resistencia a la autoridad”. Pero, como la
teoría del doble vínculo también funciona en Venezuela, no sería desatinado
suponer que es considerado un mártir por las autoridades.
En otros casos, muchos “asesinatos indiscutibles”, señaló el periódico, son
engavetados en un archivo con el rótulo “bajo investigación”. Y de allí, pasan
a navegar el Triángulo de las Bermudas.
Aunque la Constitución de Venezuela garantiza el acceso público a toda la
información gubernamental (también la Constitución de Corea del Norte) del
dicho al hecho hay un largo trecho. A cada rato el presidente Nicolás Maduro
exige a la prensa “decir la verdad” sobre su gobierno, recordó The
Miami Herald. Pero, sin estadísticas oficiales, es muy difícil opinar.
Ahí está el caso del gobernador opositor Henrique Capriles, quien aseguró que
la inflación durante los cuatro primeros meses de 2015 se había acercado al 50
por ciento. El año pasado, la inflación anual en Venezuela fue del 68,5 por
ciento, la mayor del hemisferio. Y si las cosas siguen así, seguramente será la
mayor del mundo antes de concluir el 2015. (Todavía hay que determinar qué
ocurrirá en Siria). Pero ¿son ciertas las cifras mencionadas por Capriles?
Después de todo, es un opositor, no un funcionario del gobierno. Puede ofrecer
la cifra que se le antoje. No hay manera de corroborarla, pues el Banco Central
mantiene su mutismo desde el inicio del año.
Carlos Correa, director de Espacio Abierto, recordó que el
Banco Central solía publicar cifras de la inflación “de manera religiosa en los
primeros días de cada mes”. Ahora, dijo Correa, "no están publicando
información alguna”.
Los funcionarios del Banco Central podrían ganar el concurso mundial de
escamoteo de información. Cuando comenzaron a escasear productos de primera
necesidad en el 2014, la institución, una dependencia más del poder central,
cesó de publicar su “índice de escasez”. Durante años, eso formó parte de su
información regular.
The Miami Herald dijo que el gobierno chavista
tiene una increíble capacidad para ocultar malas noticias. “En el 2003, cuando
la tasa de asesinatos y crímenes comenzó a subir”, indicó la publicación, “el
gobierno cerró la oficina de prensa de la policía encargada de proporcionar
datos de manera regular”. Eso ocurrió en los comienzos de la administración de
Hugo Chávez Frías, quien siempre mostró gran timidez a la hora de divulgar
cualquier noticia que pusiera en duda los logros de la Revolución Bonita.
No importa si la información es peligrosa para el gobierno o totalmente
inocua. Por ejemplo, en el 2014, la organización Espacio Público solicitó
referencias sobre 10 cuestiones que no eran de vida o muerte. Por ejemplo, ¿cuánto
pagó la emisora clandestina Telesur
para que el ex futbolista argentino Diego Maradona emitiera sus filosóficos
comentarios sobre la Copa Mundial de Fútbol? Hay dos posibilidades: o Maradona
cobró un bojote de dinero, y en estos tiempos mencionar salarios altos es peor
que mentar la soga en casa de ahorcado, o el ex futbolista trabajó gratis, y es
demasiado humilde para revelar su aporte a la causa. Las dos posibilidades
existen, pero no se ha formulado respuesta alguna. Tampoco el Fondo Nacional de
Desarrollo, FONDEN, quiso notificar cuánto dinero hay en sus arcas.
En otra ocasión, Espacio Público pidió a un tribunal que
informara qué pasos había adoptado el ministerio de Salud Pública tras
revelarse que medicina importada de Cuba se había perdido o había pasado su
fecha de vencimiento. La Cámara Político Administrativa de la Corte Suprema
calificó la solicitud de “una amenaza a la eficiencia y eficacia de la
administración pública”.
A comienzos de mayo, el Bank of America dijo que “la
economía de Venezuela representa un formidable desafío para los investigadores.
Datos sobre indicadores claves requeridos para evaluar una razonable actividad
fiscal o externa son imposibles de obtener. En otras ocasiones, los informes
son ofrecidos tras graves demoras”.
En diciembre pasado, el ministerio de Comunicación e Información cesó de
comunicar y de informar a muchos corresponsales extranjeros. Aunque las notas
que envía el ministerio son simples press
releases, sin el menor valor informativo, algún funcionario temió que un
corresponsal pudiese leer entre líneas. Sin información alguna, ese peligro
quedaba cancelado. Y la excusa, como podrá adivinar el lector, era que había
“problemas con las computadoras” y era imposible enviar la información por
correo electrónico. “Cuatro meses más tarde”, indicó The Miami Herald,
“el problema aún no había sido solucionado”.
Mercedes De Freitas, directora de Transparency International en
Venezuela, emergió brevemente de la clandestinidad para explicar que “La
opacidad es la ley, y la política cotidiana” del gobierno chavista. “Lo
insólito es poseer información completa y pública”. Una de las
virtudes de ese enfoque es que “resulta imposible averiguar a qué se destinan
los gastos públicos”, dijo De Freitas.
El diario señaló que “la mezcla de falta de información y de impunidad, ha
hecho que Venezuela se halle ubicada en el puesto 161º del Índice de Percepción
de la Corrupción” elaborado anualmente por Transparency
International. Venezuela está a 11 puestos del fondo de la olla,
en un empate cabeza a cabeza con Haití y con Yemen. Recordemos que Haití es el
país más pobre del Hemisferio Occidental, y que Yemen está hundido en una
catastrófica guerra civil. De todas maneras, algo bueno ha conseguido el
chavismo ocultando información: mantener la mente del venezolano tan afilada
como el escalpelo de un cirujano.
En otros países, las personas usan calculadoras para realizar las
operaciones aritméticas más elementales. Un venezolano, sin importar su edad,
le resolverá hasta la raíz cuadrada de la diferencia entre el dólar oficial y
el paralelo, y cuánto debe pagar de propina al bachaquero que le consiguió un
neumático en San Cristóbal. Y eso, mientras observa con uno de sus ojos el
grupo de motorizados que está inspeccionando el capot de su carro, y con el
otro a las fuerzas que intentan imponer el orden tras volcar una gandola
cargada con bolsas de harina Pan. Todo eso, en milésimas de segundo, sin
gesticular, o hacer un solo movimiento innecesario.
Y a fin de cuentas, ¿para qué sirven las estadísticas? Solo para amargar la
vida. El ser humano disfruta de una sola existencia. No tiene un botón que
pueda oprimir a fin de lograr una segunda oportunidad. Por lo tanto, durante su
efímero paso por la tierra, debe abandonar toda aflicción, y disfrutar cada
jornada al máximo, como si fuera el último de su vida. (Algo que ocurre
anualmente con al menos 24.000 de sus compatriotas).
El buen soldado Schweik nunca se sintió afectado por las estadísticas. Por
el contrario, las adoraba. “Me encantan las estadísticas”, decía, “porque en
primer lugar son muy precisas. En segundo lugar, ofrecen pormenores muy
detallados. Y en tercer lugar, aunque siempre mienten, es lo único que
tenemos”.