martes, 18 de noviembre de 2014

Luben Damianoff: cómo doblegar la materia

 Mario Szichman



     Después de conversar con el escultor venezolano Luben Damianoff , me surgen dos deseos contradictorios: por un lado, seguir un curso para aprender a esculpir, y por el otro, aceptar resignado que es mejor ver al artista trabajar sus piezas, y escribir sobre sus logros, ahorrándome una tarea absolutamente extenuante.
     Tal vez el oficio de escribir debe ser el que menos esfuerzo físico requiere, y cuyo overhead, o gastos generales, resulta menos oneroso.

NUEVAS PROPUESTAS

    En la actualidad, Damianoff trabaja en lo que califica de “espacios preconcebidos”, utilizando piezas que confluyen en otras. Le interesa crear esculturas que puedan integrarse a la mirada del espectador. Para él, la escultura es un objeto que el público necesita ir descubriendo mientras da vueltas a su alrededor.
     “Cada parte de la escultura adquiere protagonismo al ser privilegiada por el espectador”, dice. “El problema es que la solidez de la escultura únicamente permite una sola mirada. Por eso pensé en esculturas que confluyan en otras”.
Los materiales esenciales serán la opacidad del metal, y la transparencia de la resina, una especie de cajas de sorpresas que permitirá dispares miradas. Habrá porciones macizas, y otras traslúcidas. Cada plano que escrutará el espectador presentará un desafío distinto. Cada material, un significado diferente. Pero también la materia será trabajada como evocación.
    “El metal puede ser rústico o pulido. Hay metales que se prestan al óxido, pues cuentan con historia”, señala. En cuanto a la parte diáfana, será la encargada de revelar los secretos del interior de la pieza.

LA TAREA DE APACIGUAR LA MATERIA


   Caracas, ciudad portátil, cruzada por autopistas, ha sido desde mediados del siglo pasado adornada por esculturas de artistas de la talla de Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto y Alejandro Otero, y en la pasada década por otras de creadores como Alfredo Ramírez, Rafael Martínez, Sydia Reyes, Nidia del Moral, Daniel Suárez y Luben Damianoff. La mayoría fueron instaladas en varios puntos de la autopista Francisco Fajardo, otras en sectores como la vía Caracas-La Guaira e incluso en el interior del país, en ciudades como Barquisimeto.
     Se trata de ciento cinco piezas, cuya creación y ensamblaje muestran interesantes entretelones. Entre ellas se destaca La Cayena, de Damianoff, en la autopista Francisco Fajardo.
     La obra pesa unas dos toneladas, difíciles de reconocer en una estructura cuyo esplendor reside justamente en la grácil apariencia de una flor. Damianoff habla con orgullo de la manera en que fue armando cada una de esas piezas, con el propósito de que el gigantesco objeto final no discrepara del pequeño boceto.
     “En total”, dice, “hubo unos tres centímetros de diferencia entre el modelo y el producto que hoy se exhibe en la avenida Francisco Fajardo”. En cuanto al margen de error entre una pieza y otra, no podía ser superior a un centímetro. Fue concretar, en gran escala, la misma tarea que la de un orfebre al armar las piezas de un reloj.
     Las gigantescas herramientas usadas para recortar el metal tuvieron que ser calibradas, y las brocas evaluadas al milímetro para evitar desajustes. Pues si en un diseño de pequeño tamaño es posible disimular fallas, en una gigantesca escultura cada pormenor se multiplica.
     Una vez concluido el ensamblaje, hubo que dividir la pieza en tres partes a fin de transportarla en un gigantesco camión por la autopista, volver a armarla, y transformar la tosca materia en una superficie lisa y luminosa, en un proceso que recuerda las tareas de masillar y pintar la carrocería de un automóvil.
     Otro proyecto que exhibe Damianoff está en el Patio sur del terminal Río Tuy, donde convirtió sillas y mesas en objetos de arte usando concreto y láminas estriadas de hierro.
     El escultor dice que intentó usar esos materiales, que suelen utilizarse en el área de la construcción, como elementos capaces de integrar el mobiliario urbano. La propuesta adquirió forma después de que ganó un concurso promovido por el Gobierno del Distrito Capital. El propósito era amoblar el espacio con piezas no solo decorativas sino útiles y resistentes.
     “Quería redefinir y dar concepto estético a los materiales que la gente está acostumbrada a ver en puertas de seguridad”, señala.
     El escultor ha estudiado y expuesto en Venezuela, en España y en Estados Unidos, y ha participado durante los últimos años en exhibiciones individuales y grupales en Valencia, Ribarroja del Turia, en Caracas, en Valencia (Venezuela) y  en Filadelfia, Estados Unidos.
     Describir la confección de cada una de las bellas piezas de este escultor es como emprender una travesía. Tal como ocurre con todo arte tridimensional (y en eso incluyo también desde los artefactos pictóricos hasta las obras de teatro y la filmación de películas), desde el momento de la concepción y del boceto hasta la obra concluida se requieren una serie de actos destinados a doblegar la materia y hacerla accesible a la imaginación. Es justamente en el curso del proceso cuando resulta viable percibir los entretelones de una labor, y la creatividad que emana de un cuerpo.




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