miércoles, 15 de octubre de 2014

Una ventana al mundo se cierra, y otra se abre



Mario Szichman

Le tengo antipatía a Twitter, no me convence Facebook, y observo los blogs con mucha desconfianza, pero estoy suscripto a Twitter y a Facebook, y tengo mi propio blog.
¿Se fijaron la cantidad de trivialidades que Twitter disemina minuto tras minuto? ¿Han observado el tipo de contenido que los usuarios diseminan en Facebook? ¿Cuántos blogs vale la pena revisar? Por cada noticia interesante que difunden, diez merecen ir directamente al cesto de los desperdicios. ¡Oh, y esos desnudos frontales! Si realmente quieren ver porno del bueno, revisen las ruinas de Pompeya, que aparecen en mil sitios de la Web. Allí verán arte y erotismo en frenética acción. Por cierto, antes de la Web, la única manera de verlos era en libros, bastante caros. Otra posibilidad era viajar a Pompeya.
Tras despotricar contra Twitter, Facebook y los blogs, debo reconocer que adoro el mundo digital. Pone el mundo en la punta de mis dedos. Como todo invento, tiene sus contras y sus pros. “Twittear”, o “Facebookear” es, en muchos casos la promoción y reproducción de la tontería, o de las relaciones eróticas virtuales. Cuando salgo a pasear y observo a personas tecleando furiosamente en sus celulares, me gustaría contar con una autorización especial para arrestarlas por portación de celular.
Pero, al mismo tiempo, solo el mundo digital revela de manera instantánea lo que está ocurriendo en el mundo, y mucho más. Por ejemplo, la estulticia de ciertos políticos. ¿Cuántas semanas o años se requieren para descubrir que un político que admirábamos no merece realmente nuestro éxtasis?  Bueno, en Twitter se descubre en minutos, pues ese medio autoriza apenas la redacción de 140 caracteres por vez. Cuando leo en un “Tweet” que un político necesita explicar su ideología usando abreviaturas, lo elimino de la lista de mis candidatos. Ese señor, en el mejor de los casos, es un perezoso. No se toma el trabajo de buscar en un diccionario los sinónimos que pueden abreviar el texto sin mutilarlo. Me falta el respeto como lector. No contará con mi voto. Créanme, la escritura nunca miente.

ESE BENDITO ARCHIVO

Recibo en mi casa un solo periódico impreso, The New York Times. El resto de mis suscripciones son digitales, y eso incluye dos magníficos medios culturales: The Times Literary Supplement y The New York Review of Books. Antes los conseguía en su edición impresa, ahora los recibo en su edición digital. Y créanme, hay una enorme diferencia. Tal vez la más importante es el archivo, una joya.
Si no he pasado exclusivamente a la edición digital en el caso de The New York Times es porque me han hecho una generosa oferta para recibir ambas ediciones por el mismo precio. Los administradores del diario saben muy bien que cada vez más lectores están abandonando la edición impresa, y por una razón muy sencilla: la digital es mucho más barata, no mancha los dedos con tinta, y se actualiza cada minuto. E insisto: está el archivo. En el caso de The New York Times, llega hasta casi la prehistoria de Estados Unidos: el año 1851. Por ejemplo, acabo de abrir el archivo y en una noticia del 16 de julio de 1858 leo que el honorable Abraham Lincoln, candidato republicano al Senado de Estados Unidos, mantuvo interesantes debates con su rival, el demócrata Stephen Douglas. Hubo siete debates, y en todos ellos el tema central era la defensa o abolición de la esclavitud. Como los redactores de The New York Times ignoraban lo que yo sé, se mostraron muy respetuosos con los candidatos, pero obviamente la simpatía se inclinaba a favor de Douglas. En esa época, todos estaban convencidos de que si Douglas se presentaba como candidato presidencial, barrería el piso con Lincoln, un hombre bastante estrafalario que se la pasaba contando chistes, algunos de dudoso humor, y parecía dispuesto a eludir conflictos.
Ese archivo de The New York Times es como si tuviera en mi apartamento la máquina del tiempo. Uno de mis proyectos es leer cada día el transcurso de la guerra civil, desde su estallido, el 12 de abril de 1861, cuando las fuerzas confederadas dispararon contra el enclave de Fort Sumter, en Carolina del Sur, hasta su culminación, el 9 de abril de 1865, día en que las fuerzas del general Robert Lee se rindieron a Ulysses S. Grant. Por supuesto, estoy muy interesado en averiguar la forma en que el diario cubrió el asesinato de Lincoln, registrado apenas cinco días más tarde.
Esto es, tengo alrededor de mil quinientas ediciones del periódico reseñando de manera cotidiana un evento que hizo ingresar a Estados Unidos en la modernidad.
Los libros históricos son sensacionales, pero son escasos fragmentos de la memoria colectiva. Y en la abreviación está muchas veces la falacia, o la ignorancia o el encubrimiento de factores esenciales de un evento. Por otra parte, aunque nada es objetivo o imparcial, el periódico está dotado de un elemento: la ingenuidad, pues sus redactores ignoran lo que ocurrirá el día siguiente.

EL MUNDO ANTE NUESTROS OJOS

Empecé en el periodismo en 1967, hace 47 años. Pasé por todas las etapas de la revolución digital. Cuando me inicié en la profesión, usábamos máquinas de escribir, y las noticias las recibíamos en teletipos. Como no existía el Internet, estábamos obligados a depender de las agencias para las noticias del exterior, de reporteros y llamadas telefónicas a las fuentes para la información local. Eso demoraba horas. Ahora abro la computadora, y reviso periódicos en español y en inglés en cuestión de minutos. Twitter siempre se adelanta a los periódicos impresos por varias horas. El mundo digital nos provee de fotografías y videos de manera casi instantánea. Inclusive las mentiras se descubren más pronto en el mundo digital. Fíjense lo que ocurrió en Venezuela con José Miguel Odreman, líder del colectivo chavista 5 de marzo. En un video, captado por las cámaras de Televen, Odreman, todavía vivo, responsabilizó al ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, por cualquier cosa que le pudiera ocurrir. Bueno, poco después, Odreman fue muerto a balazos en un enfrentamiento con funcionarios policiales. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas informó que Odreman “Era el jefe de una banda delictiva de expolicías implicada en múltiples homicidios”.
Minutos después, algunos “twiteros” divulgaron fotografías donde Odreman aparecía junto a importantes figuras del chavismo, desde su líder, Hugo Chávez Frías, hasta Cilia Flores, la primera dama del país.
Casi un día más tarde, el presidente Nicolás Maduro ordenó investigar “los extraños sucesos” en los que murieron cinco personas, entre ellos Odreman, en el tiroteo entre activistas de los colectivos y funcionarios del Cicpc.
Mark Twain decía que cuando la mentira ha dado ya la vuelta al mundo, la verdad recién empieza a calzarse las botas y se pone a caminar. Con el mundo digital, eso no ocurre. Odreman tuvo tiempo de hablar, de que se registraran sus palabras, de poner un nombre y apellido concreto al que hacía responsable por su vida, antes de caer abatido a balazos. Primero Venezuela se enteró de los hechos, y después el gobierno difundió una versión escasamente convincente.
El periódico impreso sigue siendo una herramienta necesaria. Pero ¿han tratado de entrar a su archivo? Son horas y horas de frustrante búsqueda. El archivo digital se recorre en minutos. Y el de Tal Cual tiene catorce años recolectando noticias, revelando las mentiras y contradicciones del gobierno, reseñando nuestra actividad cultural, las propuestas políticas, lo que ocurre en el mundo. Día tras día. Son decenas de miles de páginas con invalorable información. Quien quiera escribir la historia del chavismo, no necesita otra fuente que Tal Cual digital. Algunos de los mejores columnistas de Venezuela publican en sus páginas. En la edición impresa, el pensamiento muere en un día. En la edición digital, se perpetúa.
No reviso muchos blogs. Pero sé que están siempre a la orden cuando los necesito. Son los blogs de The Financial Times, del Wall Street Journal, del New York Times, de The Economist, a veces algún periódico español, (aunque son muy pesados, muy solemnes, y muy provincianos) y por supuesto, Tal Cual.
En cada uno de esos blogs, la noticia se actualiza y se renueva, o se la desmiente, en cuestión de minutos. Cuando un periódico impreso tropieza con algún error de información, debe hacer la corrección recién al día siguiente.
En Estados Unidos, la forma más barata de adquirir un periódico es a través de la suscripción, eso asegura que el periódico impreso llegue puntualmente a la puerta de la casa. La suscripción digital es mucho más barata, y de una enorme fidelidad. A veces una nevada impide a un distribuidor de periódicos llegar a domicilio. Eso no ocurre con la suscripción digital. Y aunque en Venezuela no se registran generalmente nevadas, hay otros episodios mucho más graves que suelen bloquear el acceso a viviendas.
Comencé a colaborar con Tal Cual casi desde su comienzo, a pedido de su director, el magnífico Teodoro Petkoff. Es el mejor periódico en que he trabajado. Es muy difícil encontrar algo similar en toda América Latina. Nunca me han censurado una noticia, nadie me ha señalado qué ángulo debía usar. Está hecho con insolencia y humor. Tal Cual es mi casa, una casa virtual. Creo que en estos catorce años, revisé apenas tres o cuatro de las ediciones impresas, pero nunca he dejado de leer una sola edición de Tal Cual digital.
Ahora Tal Cual está a punto de cerrar sus puertas como periódico impreso por falta de papel. Es una excusa del gobierno, porque los periódicos adictos al oficialismo siguen teniendo el material que necesitan. Afortunadamente, Tal Cual seguirá saliendo en su edición digital. Los “talcualeros” no se rinden. Ojalá que muchos suscriptores adquieran sus ediciones.
No dejemos que se cierre esa ventana al mundo.
Me resulta muy difícil imaginar una Venezuela digna sin la presencia de Tal Cual.




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