Mario Szichman
Le tengo antipatía a Twitter, no me convence Facebook, y observo los
blogs con mucha desconfianza, pero estoy suscripto a Twitter y a Facebook, y
tengo mi propio blog.
¿Se fijaron la cantidad de trivialidades que Twitter disemina minuto tras
minuto? ¿Han observado el tipo de contenido que los usuarios diseminan en
Facebook? ¿Cuántos blogs vale la pena revisar? Por cada noticia interesante que
difunden, diez merecen ir directamente al cesto de los desperdicios. ¡Oh, y
esos desnudos frontales! Si realmente quieren ver porno del bueno, revisen las
ruinas de Pompeya, que aparecen en mil sitios de la Web. Allí verán arte y
erotismo en frenética acción. Por cierto, antes de la Web, la única manera de
verlos era en libros, bastante caros. Otra posibilidad era viajar a Pompeya.
Tras despotricar contra Twitter, Facebook y los blogs, debo reconocer que
adoro el mundo digital. Pone el mundo en la punta de mis dedos. Como todo
invento, tiene sus contras y sus pros. “Twittear”, o “Facebookear” es, en
muchos casos la promoción y reproducción de la tontería, o de las relaciones
eróticas virtuales. Cuando salgo a pasear y observo a personas tecleando
furiosamente en sus celulares, me gustaría contar con una autorización especial
para arrestarlas por portación de celular.
Pero, al mismo tiempo, solo el mundo digital revela de manera instantánea
lo que está ocurriendo en el mundo, y mucho más. Por ejemplo, la estulticia de
ciertos políticos. ¿Cuántas semanas o años se requieren para descubrir que un
político que admirábamos no merece realmente nuestro éxtasis? Bueno, en Twitter se descubre en minutos,
pues ese medio autoriza apenas la redacción de 140 caracteres por vez. Cuando
leo en un “Tweet” que un político necesita explicar su ideología usando
abreviaturas, lo elimino de la lista de mis candidatos. Ese señor, en el mejor
de los casos, es un perezoso. No se toma el trabajo de buscar en un diccionario
los sinónimos que pueden abreviar el texto sin mutilarlo. Me falta el respeto
como lector. No contará con mi voto. Créanme, la escritura nunca miente.
ESE BENDITO
ARCHIVO
Recibo en mi casa un solo periódico impreso, The New York Times. El resto de mis suscripciones son digitales, y
eso incluye dos magníficos medios culturales: The Times Literary Supplement y The
New York Review of Books. Antes los conseguía en su edición impresa, ahora
los recibo en su edición digital. Y créanme, hay una enorme diferencia. Tal vez
la más importante es el archivo, una joya.
Si no he pasado exclusivamente a la edición digital en el caso de The New York Times es porque me han hecho
una generosa oferta para recibir ambas ediciones por el mismo precio. Los
administradores del diario saben muy bien que cada vez más lectores están
abandonando la edición impresa, y por una razón muy sencilla: la digital es
mucho más barata, no mancha los dedos con tinta, y se actualiza cada minuto. E
insisto: está el archivo. En el caso de The New
York Times, llega hasta casi la prehistoria de Estados Unidos: el año 1851.
Por ejemplo, acabo de abrir el archivo y en una noticia del 16 de julio de 1858
leo que el honorable Abraham Lincoln, candidato republicano al Senado de
Estados Unidos, mantuvo interesantes debates con su rival, el demócrata Stephen
Douglas. Hubo siete debates, y en todos ellos el tema central era la defensa o
abolición de la esclavitud. Como los redactores de The New York Times ignoraban lo que yo sé, se mostraron muy respetuosos
con los candidatos, pero obviamente la simpatía se inclinaba a favor de
Douglas. En esa época, todos estaban convencidos de que si Douglas se presentaba
como candidato presidencial, barrería el piso con Lincoln, un hombre bastante
estrafalario que se la pasaba contando chistes, algunos de dudoso humor, y parecía
dispuesto a eludir conflictos.
Ese archivo de The New York Times
es como si tuviera en mi apartamento la máquina del tiempo. Uno de mis
proyectos es leer cada día el transcurso de la guerra civil, desde su
estallido, el 12 de abril de 1861, cuando las fuerzas confederadas dispararon
contra el enclave de Fort Sumter, en Carolina del Sur, hasta su culminación, el
9 de abril de 1865, día en que las fuerzas del general Robert Lee se rindieron
a Ulysses S. Grant. Por supuesto, estoy muy interesado en averiguar la forma
en que el diario cubrió el asesinato de Lincoln, registrado apenas cinco días
más tarde.
Esto es, tengo alrededor de mil quinientas ediciones del periódico
reseñando de manera cotidiana un evento que hizo ingresar a Estados Unidos en
la modernidad.
Los libros históricos son sensacionales, pero son escasos fragmentos de
la memoria colectiva. Y en la abreviación está muchas veces la falacia, o la
ignorancia o el encubrimiento de factores esenciales de un evento. Por otra
parte, aunque nada es objetivo o imparcial, el periódico está dotado de un
elemento: la ingenuidad, pues sus redactores ignoran lo que ocurrirá el día
siguiente.
EL MUNDO ANTE
NUESTROS OJOS
Empecé en el periodismo en 1967, hace 47 años. Pasé por todas las etapas
de la revolución digital. Cuando me inicié en la profesión, usábamos máquinas
de escribir, y las noticias las recibíamos en teletipos. Como no existía el
Internet, estábamos obligados a depender de las agencias para las noticias del
exterior, de reporteros y llamadas telefónicas a las fuentes para la
información local. Eso demoraba horas. Ahora abro la computadora, y reviso
periódicos en español y en inglés en cuestión de minutos. Twitter siempre se
adelanta a los periódicos impresos por varias horas. El mundo digital nos
provee de fotografías y videos de manera casi instantánea. Inclusive las
mentiras se descubren más pronto en el mundo digital. Fíjense lo que ocurrió
en Venezuela con José Miguel Odreman, líder del colectivo chavista 5 de marzo. En un video,
captado por las cámaras de Televen, Odreman, todavía vivo, responsabilizó al
ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, por cualquier cosa
que le pudiera ocurrir. Bueno, poco después, Odreman fue muerto a balazos en un
enfrentamiento con funcionarios policiales. El Cuerpo de Investigaciones
Científicas, Penales y Criminalísticas informó que Odreman “Era el jefe de una
banda delictiva de expolicías implicada en múltiples homicidios”.
Minutos después, algunos “twiteros” divulgaron fotografías donde Odreman
aparecía junto a importantes figuras del chavismo, desde su líder, Hugo Chávez
Frías, hasta Cilia Flores, la primera dama del país.
Casi un día más tarde, el presidente Nicolás Maduro ordenó investigar
“los extraños sucesos” en los que murieron cinco personas, entre ellos Odreman,
en el tiroteo entre activistas de los colectivos y funcionarios del Cicpc.
Mark Twain decía que cuando la mentira ha dado ya la vuelta al mundo, la
verdad recién empieza a calzarse las botas y se pone a caminar. Con el mundo
digital, eso no ocurre. Odreman tuvo tiempo de hablar, de que se registraran
sus palabras, de poner un nombre y apellido concreto al que hacía responsable
por su vida, antes de caer abatido a balazos. Primero Venezuela se enteró de
los hechos, y después el gobierno difundió una versión escasamente convincente.
El periódico impreso sigue siendo una herramienta necesaria. Pero ¿han
tratado de entrar a su archivo? Son horas y horas de frustrante búsqueda. El
archivo digital se recorre en minutos. Y el de Tal Cual tiene catorce años
recolectando noticias, revelando las mentiras y contradicciones del gobierno,
reseñando nuestra actividad cultural, las propuestas políticas, lo que ocurre en el
mundo. Día tras día. Son decenas de miles de páginas con invalorable
información. Quien quiera escribir la historia del chavismo, no necesita otra
fuente que Tal Cual digital. Algunos
de los mejores columnistas de Venezuela publican en sus páginas. En la edición
impresa, el pensamiento muere en un día. En la edición digital, se perpetúa.
No reviso muchos blogs. Pero sé que están siempre a la orden cuando los
necesito. Son los blogs de The Financial
Times, del Wall Street Journal,
del New York Times, de The Economist, a veces algún periódico
español, (aunque son muy pesados, muy solemnes, y muy provincianos) y por
supuesto, Tal Cual.
En cada uno de esos blogs, la noticia se actualiza y se renueva, o se la
desmiente, en cuestión de minutos. Cuando un periódico impreso tropieza con
algún error de información, debe hacer la corrección recién al día siguiente.
En Estados Unidos, la forma más barata de adquirir un periódico es a
través de la suscripción, eso asegura que el periódico impreso llegue
puntualmente a la puerta de la casa. La suscripción digital es mucho más
barata, y de una enorme fidelidad. A veces una nevada impide a un distribuidor
de periódicos llegar a domicilio. Eso no ocurre con la suscripción digital. Y
aunque en Venezuela no se registran generalmente nevadas, hay otros episodios
mucho más graves que suelen bloquear el acceso a viviendas.
Comencé a colaborar con Tal Cual
casi desde su comienzo, a pedido de su director, el magnífico Teodoro Petkoff.
Es el mejor periódico en que he trabajado. Es muy difícil encontrar algo
similar en toda América Latina. Nunca me han censurado una noticia, nadie me ha
señalado qué ángulo debía usar. Está hecho con insolencia y humor. Tal Cual es mi casa, una casa virtual.
Creo que en estos catorce años, revisé apenas tres o cuatro de las ediciones
impresas, pero nunca he dejado de leer una sola edición de Tal Cual digital.
Ahora Tal Cual está a punto de
cerrar sus puertas como periódico impreso por falta de papel. Es una excusa del
gobierno, porque los periódicos adictos al oficialismo siguen teniendo el material que necesitan.
Afortunadamente, Tal Cual seguirá saliendo en su edición digital. Los
“talcualeros” no se rinden. Ojalá que muchos suscriptores adquieran sus
ediciones.
No dejemos que se cierre esa ventana al mundo.
Me resulta muy difícil imaginar una Venezuela digna sin la presencia de Tal Cual.
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