Mario Szichman
La Gaceta Oficial de Venezuela, Nº 40.216, del 29
de julio de 2013, mediante el decreto Nº 255 autorizó la creación de una
Fundación del Estado denominada “Instituto de Altos Estudios del Pensamiento
del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías”.
La fundación quedó adscripta al Ministerio del
Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de
Gobierno. El ciudadano Adán Chávez Frías, gobernador de Barinas y hermano del
fallecido gobernante, fue designado Presidente Encargado de la Fundación.
En los 365 días desde su instauración, un gran
mutismo ha rodeado las actividades del Instituto. Tal vez la razón de ese
sigilo es que nadie sabe por dónde comenzar la ciclópea tarea. Basta
analizar el testamento del
fallecido jefe de estado, escrito en junio de 2012, “de su puño y letra”, como
expresó el actual presidente de Venezuela. El testamento, también conocido como
“La Constitución Bolivariana” o “El Segundo Plan Socialista de la Nación
2013-2019” (los términos son intercambiables) propone “cinco tareas históricas” cuyo propósito, también
enunciado de puño y letra del fenecido, es construir “el sueño de la humanidad”.
Más allá de las tareas normales: la conquista de la
independencia, la construcción del socialismo, la metamorfosis de Venezuela en
una potencia, la erección de un mundo sin imperios, y “el equilibrio del
universo”, hay una, todavía inconclusa, que el actual gobierno venezolano ha
decidido emprender: “contribuir a la preservación de la vida en el planeta y a
la salvación de la especie humana”.
La intención del Instituto de Altos Estudios que
lleva el nombre del occiso es resguardar todos sus planes y proyectos y
llevarlos a su feliz realización para que continuemos disfrutando sin
sobresaltos de este valle de lágrimas.
No vamos a analizar las credenciales intelectuales
del fallecido presidente. Personas que lo admiraban lo han hecho con mayor
elocuencia. Tampoco pondremos en entredicho la idea de que es imposible para un
Instituto de Altos Estudios sintetizar su pluridimensional reflexión. Fuentes
consultadas dijeron que, antes de acceder a la eternidad, se consultó al
entonces primer magistrado el nombre que debería llevar el plantel. Uno propuso
el título de: “Academia de Encumbrados Estudios para estudiar los Heterogéneos Razonamientos del Comandante Supremo”.
Pero la idea debió ser archivada pues el futuro extinto se negó, ofreciendo
otra muestra más de su modestia.
Tal vez el problema que paraliza la concreción de
la tarea es que hay excesivas cabezas pensantes intentando crear algo
imperecedero. Alguien sugirió bendecir el futuro sitio del instituto
esparciendo desde las alturas las cenizas de varios prohombres de la patria.
Pero todos los aviones habilitados para realizar la tarea fueron desviados
hacia Brasil durante el Mundial de Fútbol, y todavía se aguarda su retorno.
El otro problema es que se ignora si será
suficiente una sola academia para analizar el legado del líder máximo. Durante
cerca de tres lustros, una vez por semana, Hugo Chávez Frías habló a sus
compatriotas en el programa “Aló, Presidente”. Cada uno de sus monólogos insumía
un promedio de siete u ocho horas. ¿Cuántas miles de páginas quedaron vertidas
en sus conferencias? Voy a ofrecer al lector una idea de la inmensa tarea que
aguarda a quienes se encarguen de desgrabar sus arengas. Cuando el criminal de
guerra nazi Adolf Eichmann intentó escribir sus memorias, pidió la colaboración
de Willem Sassen, un periodista con ideas afines a las suyas. Sassen grabó a
Eichmann unas 60 horas de sus reminiscencias. Una mecanógrafa transcribió las
sesiones y el resultado fueron seiscientas noventa y cinco páginas a un espacio
y medio por hoja.
En el curso de su locuaz vida como primer
magistrado, Chávez Frías habrá dedicado, por lo bajo, 28 horas mensuales a sus
filípicas televisadas, más de 300 horas anuales. (Descontemos aniversarios y
fiestas de guardar). En 14 años, eso asciende a 4.700 horas de monólogos. Pero
con una diferencia. En el caso de Eichmann, había frecuentes interrupciones de
su entrevistador, y proliferaban las repeticiones, las toses nerviosas, los
pedidos de Eichmann de “Por favor, pare el grabador que debo repensar la
pregunta”. Nada de eso ocurría con el máximo líder boliviarano. Él no se
equivocaba nunca. Por lo tanto, esas 4.700 horas de monólogos deben representar
más de 40.000 páginas a un espacio y medio. Y los soliloquios no eran monotemáticos.
Para el fenecido jefe de estado, nada humano o extraterrestre le era ajeno.
Esas 40.000 páginas de sus discursos deben ser sometidas a un proceso de clasificación.
Como en esa enciclopedia china que divulga Jorge Luis Borges en su relato El
idioma analítico de John Wilkins, los temas de Chávez Frías podrían
clasificarse en “ (a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c)
amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas,(f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h)
incluidos en esta clasificación, (i) que tiemblan como nojados, (j)
innumerables (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera,
(m) que acaban de romper un jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”.
Por eso, no hay que desesperar. Si bien la aparente
“inactividad” del Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Líder Máximo
ha causado impaciencia, se trata de una impaciencia creadora. Recuerda a la
existente en las gateras de un hipódromo poco antes de su apertura súbita para
que salgan a competir los mejores ejemplares de la raza caballar. Estamos
seguros de que una vez el proyecto
se ponga en marcha promoverá generosas emulaciones.
Por lo tanto, cuando los desafectos cuestionan la
aparente “flojera” del ciudadano Adán Chávez Frías para poner en marcha el
Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Líder Máximo, no saben de lo
que están hablando. De un día para otro veremos surgir una usina de quimeras de
la ideología bolivariana destinada a solucionar los escasos inconvenientes que
aquejan a Venezuela y las múltiples tribulaciones que afligen al mundo. Pues el
actual gobierno bolivariano ha sido creado para resolver problemas.
Por ahora, sus arcanas autoridades meditan, seguramente
al sol. Pienso en escenarios para esa meditación y las imágenes que surgen
provienen de novelas donde predomina un sol calcinante, como en esa magna obra
de Graham Greene titulada El poder y la gloria, o en la novela de Gabriel García
Márquez El otoño del patriarca, con ese dictador deambulando entre gallinas en
el patio de su vivienda. Pero es justamente en esos lugares donde surge el ocio
creador y la furia de los profetas. Todas las bienaventuranzas y todas las
desdichas del mundo, o al menos, las bienaventuranzas y las desdichas de tres
religiones monoteístas, tuvieron como escenario Jerusalén, una comarca
inclusive mucho más pequeña que Barinas (posiblemente, del tamaño de
Sabaneta). Y en la Jerusalén
venezolana, personas inmersas en un proyecto político que tanto se parece a una
religión, cavilan sobre el mejor método de eternizar un
pensamiento.
En cierta ocasión, el actual mandatario venezolano
recordó que su precursor vivía desvelado con esta pregunta: “¿Qué van a hacer
cuando yo me muera, cómo van a hacer?”
Afortunadamente, como explicó su reemplazante, “él
lo dejó todo arreglado”.
Excelente texto, Mario: La mordacidad se mezcla con una realidad donde la desmesura se hace inevitable carcajada. Si no fuera por estos enfoques, estaríamos fritos. Te felicito por ese estilo de fina ironía que no pierdes nunca. Un abrazo, Guadalupe Carrillo.
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