Mario Szichman
Jan Decleir es un actor belga que, como el
austríaco Christoph Waltz, se ha convertido en el darling de los cineastas europeos. Waltz ha sido descubierto por
Quentin Tarantino, y sus roles en Inglorious
Basterds y en Django Unchained le
han permitido alcanzar fama internacional. Todavía falta que ocurra algo
similar con Decleir, un actor que en papeles cómicos y dramáticos tiene la
tendencia a devorarse el escenario. Su rol más famoso es El caso Alzheimer, o Recuerdos
de un asesino, un filme difícil de olvidar. En realidad, la trama de la película
se basa en la desmemoria de un asesino, afectado por demencia senil. El crítico
cinematográfico norteamericano Roger Ebert dijo en una crónica que “Jan Decleir
jamás busca un efecto fácil, nunca presiona demasiado, su personaje tiene la
solidez de una roca. Nada de lo que dice está expresado sino encarnado”.
Productores de Hollywood pensaron hacer una
nueva versión del filme, pero el problema era conseguir un actor equiparable a
Decleir. Ebert dijo que tal vez
Gene Hackman o Morgan Freeman podían intentar meterse en los zapatos de
Decleir. O Robert Mitchum, si hubiera estado vivo. “Pues Decleir es la cosa de
verdad”.
La desmemoria comienza a ocupar un lugar en
el cine, aunque sin los atributos melodramáticos de hace medio siglo. Recuerdo
una película mexicana, creo que protagonizada por Libertad Lamarque, donde el
esposo de la protagonista iba perdiendo la razón. Entonces, la protagonista
decidía acompañar a su esposo en su descenso a la locura, y lo primero que hacía
era ir cerrando las ventanas de su mansión, para ser envuelta en la oscuridad.
Esa piedad masoquista me hizo trepar las paredes de la furia. A partir de ese
momento, nunca más miré películas mexicanas, excepto las de Cantinflas y las
que hizo Luis Buñuel.
Memento, interpretada por el actor australiano Guy Pierce, también lidia
con la desmemoria. Es muy entretenida y absolutamente incomprensible. Se pueden
encontrar en Internet varios foros donde se discute la trama. Básicamente, es
la historia de Leonard Shelby, un ex investigador de una empresa de seguros,
que sufre de un tipo peculiar de amnesia. Leonard y su esposa fueron
aparentemente atacados por un desconocido. Él puede recordar todo lo ocurrido
antes del ataque, pero sus recuerdos tras el ataque no duran más de 15 minutos.
Por lo tanto, convierte su cuerpo en una especie de ayuda memoria, y lo revisa
para evocar lo que debe hacer durante una jornada, especialmente las tareas
vinculadas con el hallazgo del atacante.
El filme fue rodado alternativamente en color
y en blanco y negro. Las secuencias en blanco y negro son cronológicas, y las
secuencias en color marchan de atrás hacia delante, o viceversa. Es un
rompecabezas muy animado y muy banal. Creo que la parte que siempre será
recordada es la del tatuado cuerpo de Pearce con todas las inscripciones que lo
orientan en su búsqueda. Funciona a nivel narrativo, y como artefacto visual.
Hace algunos meses leí un bello artículo
sobre la lucha del escritor Martin Cruz Smith para enfrentar el mal de Parkinson.
Smith, autor de Gorky Park y de otros
bestellers, luchó como un tigre para
concluir su último thriller, Tatiana. Por cierto, la trama de la
novela se centra en un cuaderno que nadie puede descifrar.
Smith viene peleando con el mal de Parkinkson
desde hace 18 años. Nunca quiso revelar que se hallaba aquejado de esa
enfermedad, ni al público, ni a su casa editorial. Y siguió trabajando en su
oficio, pese a que temblores y rigidez le impedían en muchas ocasiones tomar
notas, diseñar personajes o lugares con la eficacia requerida. En ocasiones,
tuvo que pedirle a su esposa que redactara en su computadora las palabras que
necesitaba para concluir, en el 2010, su novela Three Stations, que se convirtió en un éxito de librería.
Una de las razones de Smith para ocultar su
enfermedad, según dijo a The New York
Times, es que “No quiero que se me juzgue por mi enfermedad. Uno es un buen
escritor, o no lo es. ¿Quién necesita que lo elogien diciendo: ´Él es nuestro
mejor escritor aquejado de Parkinson´”?
¿Cómo finalizó su última novela? Con ayuda de
su esposa, Emily, quien es también la editora de sus libros. Smith, sentado en
una silla, dictaba frases, que su esposa registraba en la computadora. Luego,
Emily le ofrecía su feedback, como
hacen todas las buenas editoras, cuestionaba pláticas que le parecían falsas, o
escenas que le resultaban triviales. Y el texto se iba corrigiendo en ese diálogo
de dos voces.
Algo que me causó mucha ternura es que a
pesar de que están casados desde hace muchos años, Emily siente pudor cuando su
esposo describe escenas de alto voltaje sexual. Por lo tanto, en esas
ocasiones, ella le propone que dicte a su grabadora el primer borrador de una
escena de amor, sin ella en el cuarto.
“Creo que hay una enmienda o un cambio o una
sugerencia de Emily en cada página” de la nueva novela, dijo Smith. El escritor
indicó que Emily no es únicamente su editora, sino también su intérprete. Y en Tatiana, que se basa en el asesinato de
una periodista rusa en el 2006, el cuaderno de notas, tan importante en el plot, pertenece a una intérprete.
Somos seres pensantes, y la lucidez y la
desmemoria nos pueden llevar a la euforia o al pánico. El filme Luz de gas, interpretado por Ingrid
Bergman y Charles Boyer ofrece buenos datos sobre ambos aspectos. Charles
Boyer, el suave villano de Luz de gas,
se casa con Ingrid Bergman para quedarse con su fortuna. Y la manera de
lograrlo es hacerle creer que está loca.
En la psiquiatría norteamericana se usa el término
de gaslighting para describir la manera
en que ciertos psicópatas intentan llevar a su cónyuge a la locura. Aquello que
es individual en el caso de gaslighting
se transforma en social en el lavado de cerebro. Muchos gobiernos tratan de
hacer creer que lo blanco es negro, y nos bombardean con publicidad de la mañana
hasta la noche para hacernos creer que vivimos en el mejor de los mundos
posibles, o para aterrarnos con las calamidades que nos aguardan si no votamos
por ellos.
En ocasiones, aceptar la lucidez es reconocer
que seremos minoría hasta el fin de nuestros días. Al mismo tiempo, la defensa
de nuestra lucidez es el mayor logro que podemos alcanzar. Pues solo la bestia aburrida necesita
de engaños.
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